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OBRAS DE RODRIGO CARO
II
días GENIALES \tV«5
Ó LÚDICROS ^^^'^
z,;mo expósito
Dedicado á Don Fadrique Enrriquez Afán de ,
Rivera, Marqués de Tarifa, psp. "^j^-^sir/cr o
Presbítero^ Rector del Colexio de la Sangre de Nuestro
Señor Jesti Cristto de sn villa de Bornos
y Sil Cap ella 71.
Año DE (fNoMoOi 1884.
SEVILLA:
Imp. de El Mercantil Sevillano,
Olavide 8.
No se impviincn más ejemplares que los correspondientes
á los señores Socios.
Liber Homino.
Sít tilji sicm'jmvs lionor^ sit laus extreyyva 'Jíuíjistr-o
^a^ina (^iiod renové^' nvivnere tota tuo.
ídem Lectori.
¿íextat ab antícjiío pivm'ilis temporeliisus:
Jlícügwum de parvis sivscípe^ ^ectoVj opivs.
P^EGNIO DELICIÓLO MEO
CAUTIO INSCRIBENDA
Voló et rogo, sií hoc amori datiim, né pticlhis hic lucitator
aiidaciihis domo, ciii mando inancipoqtie injnsiis qiioqiuim te-
merarius exeat; ciim io cequalibus ibi colhidere migari, insa-
ñire, acliihente Domino, jiis fas que esto: modestiam etiam in
lucibns, qua potis es servato; ad amiciim stndiosiim Apolli-
nem, et Musas amantem, geniove indnlgentem exiturns qiian-
doqne doinn itionem niatiiram jnbcíor. Homincs tétricos, jejii-
nos, malevolentes, qiiiqtie se nimiiim amant caveto cestera ex
proíscripto domini facito lubens qtiod si forte lapsanti, gradii
palabiindiis in nrenteis cujzcs qiiam Zoili ociilos impingat,
qiíod Dii, Deoeqiie omnes, avertant. M. Valerii Martialis epi-
grammate fascinnm ut amoliatur, circiim ligatiis esto.
IN DETRACTOREM
N'asjitus sis iisqiie licet; sis deniqíie nasus
Quantum nohterit ferré rogatiis Atlas:
Et pos sis ipsitm tic deridere Latinum
Non potes in migas dicere pliira meas
Ipse ego qiiam dixi: ¿ Quia detitem dente juvabitf
Rodere? Carne opus est, sisattur esse velis.
Ne per das operam: qui se miran tnr in illas
Virus híibení: nos hcec novimus esse nihil.
Et tamen hoc nimium nihil est, si candidus aure,
Et mattitina si niihi fronte venis.
AL LECTOR
De este libro es autor el Dr. Rodrigo Caro, aunque está
á nombre de Juan Caro, rector del Colegio de la Sangre de
N. S. Jesucristo de la villa de Bórnos. Véese de la dedicatoria
á D. Fadrique Enriquez de Ribera, marqués de Tarifa, primo-
génito del Excmo, Sr. D. Fernando Enriquez de Ribera, du-
que de Alcalá, amigo del autor y de todos los doctos de su
tiempo, donde dice: «¡Cosa extraña! ¿Quién dijera que, como
hay padres tan crueles y tan olvidados de sí mismos, que ex-
ponen sus hijos á riesgos de la muerte y de la incertidumbre
de ajena demencia; hubiese también ingenios tan inhumanos
que, posponiendo el amor propio, desamparen sus propios par-
tos y los expongan á las puertas de la incierta voluntad ajena?»
Donde se ve diferente el autor del que hace la dedicatoria.
También lo dice el epigrama latino al principio del libro
del P. Jacinto Carlos Quintero, clérigo menor, que refiere las
obras del Dr. Rodrigo Caro, que son: los Comentarios á Flavio
Dextro^ Los dioses de España, las Antigiiedades de Sevilla, y
éste.
X —
Confiésalo así el mismo Dr. Rodrigo Caro, en las Anti-
güedades de Sevilla^ en el cap. XXXVII, fól. 147, á la vuelta,
donde dice: «Hacen memoria de ella los autores griegos y lati-
nos, y yo toqué algunas cosas en el Diálogo VI de mis Dias
Geniales ó Lúdicros.^
En el libro que el Dr. Rodrigo Caro imprimió en octavo
en Osuna, año de 1622, con título de Sanitiario de Nuestra
Señora de Consolación y antigüedades de la villa de Utrera,
al fól. 32, dice: «Algunas cosas he observado acerca de esto en
el Diálogo IV de los Juegos de los mnchachos ■»
El original de este libro de los Dias Geniales 6 Lúdicros
está en la librería del colegio de San Alberto, del Orden de
Nuestra Señora del Carmen, de Sevilla.
D. Nicolás Antonio, en su Biblioteca Hisp.^ verbo Rodé-
riciis Caro, dice: <íPropinqiii f orzan siii mnnine nssus est autor
in nnncupatione huj'us libri qni de Liidis Pnerorum docte et
accute disserit.y)
XI —
Juan Caro, su Capellán, salud,
vida y felicidad.
¡Cosa extraña! ¿Quién dijera, que como hay padres
naturales tan crueles y tan olvidados de sí mismos, que
exponen sus hijos al riesgo de la muerte y á la incerti-
dumbre de ajena clemencia; hubiese también ingenios
tan inhumanos que, posponiendo el amor propio, des-
amparen sus propios partos y los expongan á las puertas
de la incierta voluntad ajena? Mas la opinión imposible
acredita la cierta experiencia de este pequeño expósito
que V. S. ahora vée en sus manos, y yo le hallé á la
puerta de mi aposento arrojado allí de su padre.
El cual no sé si en tal ocasión quiso continuar aque-
lla tan ajustada similitud que los hijos y los libros tienen,
llamándose los unos y los otros igualmente en su secre-
ta formación, conceptos; en los umbrales de la luz, par-
tos; en la educación y trato, hijos; pensamiento á que
parece atendieron los sabios architectos de la lengua la-
tina, juntando la voz de liberos y libros con próxima
analogía: y porque en todo se parezcan, lleva ahora es-
te expósito el número de similitud que faltaba, pade-
XII
ciendo como los hijos naturales el rigor de expósito: si
ya no fué traza de su padre para buscar lo mejor, caute-
lando posesión de respecto á título de moderación.
Todos estos pensamientos fluctuaban en mi imagi-
nación luego que le hallé, admirando la novedad; si bien
nunca pude aprobar la elección de quien lo puso á mi
puerta, pues si esto suelen hacer los padres naturales
con sus hijos, obligados ya de la necesidad y más veces
de la vergüenza, buscan siempre casas donde les sobre
el favor ó la esperanza, bienes, aunque cortos, que en la
mia pobre no se hallan.
Desengañóme luego el mismo expósito con la direc-
ción á V. S. que traia escrita en el seno; alegróme la me-
joría de la destinación, aprobando el acierto de su pa-
dre, pues con dirigirlo á V. S. le supo buscar en su pie-
dad el mejor nacimiento y en su casa la mejor fortuna.
Podrá V. S. permitirle y tenerle entre sus meninos; y
por lo que he visto en él no será el menor bachiller de
todos, si bien no parece que ha oido gracias en su vida
escurriles y de .truhanes, porque no las usa, antes habla
al estilo de su aldea, sencillamente; todo su negocio el
jugar, pero tal vez como el Aquíles disimulado echa el
arco y flechas y se esfuerza á jugar las armas pueriles,
corre, salta, lucha, como que se previniese para guerre-
ro, y en el mismo ruido de estos entretenimientos respi-
ra antigüedad, aspira á docto y habla de las cosas como
si se hubiera hallado en los juegos olímpicos de Grecia ó
en los circos y anfiteatros de Roma, y lo que parece im-
posible en tan poca edad, lo acredita con sus acciones,
previniendo en los juegos y ejercicios corporales valor
— XIII
militar y en la afición á la antigüedad y lección de los
libros prudencia y sabiduría de Minerva; fines ambos á
que el gran padre de V. S., el Duque mi señor, como
sabio Chiron, está muy atento á la generosa educación
de V. S.
Previnieron los que dieron más acertados preceptos
á la juventud, como Platón, Plutarco, Séneca, Quinti-
liano, San Gerónimo y otros varones doctísimos, que la
enseñanza en esta tierna edad fuese de manera templada,
que los niños aprendiesen jugando y jugasen aprendien-
do: «Nam in primis cavere opportevií, qui amare non-
dum potest, oderit, et amaritudinem semel preceptam ul-
tra rudes annos reformidet. Lussus hic sit et laudatur et
rogé tur.-»
Así lo siente Quintiliano; mas ya salgo fuera de mi
obligación, y juzgo, según la inclinación y estudios de
V. S., que en tan pequeña edad como la de diez años
que hoy tiene, ya le puede enseñar erudición á este expó-
sito. Con que V. S. nos da á entender que nació docto
de padre, como ilustrísimo, doctísimo.
Suelen los árboles generosos y plantados en fértil
terreno, aunque sean muy antiguos, renovar su juven-
tud con nuevos pimpollos, porque la naturaleza es anti-
gua pero no vieja. Este árbol de real trono, donde el Du-
que mi señor y V. S. son generosos pimpollos, no puede
dejar de producirlos con las mismas cualidades que la ge-
nerosísima raíz que el señor rey D. Alonso el Sabio, su
progenitor por via masculina, tuvo, que aunque fué rey
alto y poderoso, fué tan sabio que el mundo lo conoce
más por este glorioso renombre, que sus admirables es-
XIV
tudios le dieron, que por la posesión ambiciosa del cetro.
Luego en su gran casa nada de esto hace novedad, pues
lo tienen su excelencia y V. S. de su cosecha propia,
nacido en su casa; heredando con la sangre la alteza del
ilustrísimo y real linage, las letras adquiridas con vigi-
lantes y perpetuos estudios, la afición á los estudiosos,
con que las mismas Musas se hallan ufanas y desvane-
cidas.
Descubierto se habia espacioso campo para que to-
mando osado vuelo mi pluma discurriera en las alaban-
zas de V. S., sin temor de que este ardimiento me pre-
cipitara en el mar de la lisonja, y fuera deuda que yo
pagara de muy buena voluntad; mas ahora no trato si-
no de disculpar al autor de este nuevo criado, cuya elec-
ción apruebo y le estoy agradecido; pues conoció de mí
la propensión al servicio de V. S, y me fió la ejecución
de tal ministerio.
Yo le cumplo fielmente, remitiéndolo á V. S. con el
pobre aderezo que le hallé; y estoy muy cierto que V. S.
lo recibirá con grato afecto por el que muestra tener al
servicio de V. S., pues con exponerse á su favor confie-
sa mayor deuda que al padre que lo engendró.
Guarde Nuestro Señor la persona de V. S. con sus
criados y capellanes deseamos.
De su villa de Bórnos, 6 de Agosto de 162Ó.
Criado y capellán de V S,,
Juan Caro.»
XV
AL LECTOR
No es menester larga prefación cuando sólo el título
dice qué es la cosa, sin ambición, ni circunlocución de
palabras; ni á mí me toca este oficio, porque yo no soy el
padre natural que engendró este mancebito bachiller. Su
padre, con exponerlo, declaró su ánimo y poca afición
que le tenía, pues se avergonzó del título de padre y
dio el parto de su ingenio en manos de la crueldad, por
no recibir los golpes á que se expuso, y quiso diesen to-
dos sobre el miserable expósito.
No sé si en esta prevención culpo demasiadamente
nuestra edad tan inclinada á la maliciosa censura, ó su
poca afición; sea lo que fuere, él anduvo más recatado
que pío: mas yo, que por ser el primero á cuyas puertas
llegó, me hallo con las obligaciones de padre, te ruego.
— XVI
benévolo lector, le trates con piadosa misericordia, que
muy propio es de los de esta edad errar.
Con todo eso, será bien, para que desde luego sepas
lo que profeso, declarártelo, no sea que te llames á en-
gaño, y pienses que por llamarse Días Geniales^ como
el libro de Alexandro a¿? Alexandro^ contiene cosas de
mucha curiosidad ó importancia, pues su dueño te des-
engañó con añadir Lúdicros, que es cosa de burlas y
juegos; si bien, hablando verdad, para escribirlos parece
que leyó todo cuanto escribieron griegos y latinos. Y
aunque parece que para tan gran menudencia fué super-
fluidad tanta lección, no lo fué, porque estas cosas muy
de camino se advierten, y son mayores los fines que de
la lección de autores graves consigue el que las lee con
juiciosa atención.
Lo que he colegido es, que en el primero y segundo
Diálogo trata de los juegos gímnicos, que propiamente
pertenecen al ejercicio del cuerpo, para aumentar las
fuerzas y la agilidad, lo cual hacian los antiguos para el
uso de las armas, previniendo la milicia desde la tierna
edad; y este fin solo era él de grande consideración:
por cuya pérdida justamente se lamenta Gerónimo
Mercurial, médico doctísimo, diciendo que por haberse
dejado estos ejercicios corporales se han perdido las
fuerzas, vigor, destreza de las armas y la sanidad de los
cuerpos, y en su lugar se han introducido muchas enfer-
— XVII
medades no conocidas ni vistas jamás de los antiguos.
Pero lo diremos mejor por sus mismas palabras: <^Sed
quo plures ab hac Arte sumus Milites emanasse^ eo ma-
gis dolendum nobis est, quibus nescio quo mísero f ato cum
multis aliis optimarum Artium studiis periit: unde sit ut
vetus illud militare robur et veram sanitatem per pauci
sint hoc tempore qui consequantur: tot que morborum ge-
nera quotidie nos inféstente quot ob exercendorum corporum
consuetudin¿e non expertos esse veteres rationi conceta-
neum est.y>
El tercero y cuarto Diálogo contienen muchos géne-
ros de juegos de todas edades; porque hay juegos y ejer-
cicios místicos, simpociacos, saturnales, y en especial pa-
rece que quiso de propósito juntar los juegos de la pri-
mera edad, cosa que ninguno en nuestra edad ha inten-
tado: en esta parte es singular, y sólo en este tiempo,
aunque en el pasado de los romanos escribió Suetonio
Tranquilo un libro De Lucibus Puerorum. Conque
si alguno demasiadamente severo le quisiere culpar, es-
tá bastantemente disculpado, pues le patrocina en el
mismo intento escritor de tan conocido juicio, crédito
y gravedad.
Tiene particular cuidado de conformar los juegos
antiguos con los que hoy vemos, y dar los nombres
modernos á cada uno, diligencia que no hallarás en nin-
gún onomástico; y finalmente, todos estos juegos es-
— XVIII —
tan encadenados con la antigüedad, qué sólo esto es su-
ficiente para persuadirse á que nó sólo este tratado será
deleitable, por ser festivo y lúdicro, sino que también te
podrá ser útil, aficionándote á la sagrada antigüedad,
sin la cual todas las artes son imperfectas y sin gusto.
Vale.
XIX
Petri Cari, e Societate Jesu.
EPIGRAMA
Czim venus et felix adsint Ubi senio talo
Mome^ sile iristis, contmeas que canis^
Dtim tibi biseno jactatur íessera ptincto
Omniasic mérito Ludrica puncta ferunt.
Lusisti gravibiis^ levibus sic seria jnisces,
Utpueros doceas, et doces que senes.
Décima.
Levantóme del tablero,
Y por jugar tan picado,
Que aunque el juego me ba dejado
Como si fuera fullero,
Lisonjearos no quiero;
Caudal quisiera tener
Para jugar y aprender
Juego que enseña á ganar;
Bien pueden todos jugar,
Que el juego no es de perder.
ADVERTENCIA
Imperfectas y vulgares son las copas que de este im-
portante tratado^ que Rodrigo Caro intituló Dias Ge-
niales, hemos podido cotejar para hacer la presente edi-
ción. Esta falta es tanto más deplorable^ cuanto que ci-
tándose en el libro más de treinta autores de difícil con-
sulta^ y estando estragadisimamente copiados los numero-
sos textos latinos que de aquéllos se insertan^ no ha sido
posible hacer la necesaria confrontación.
No obstante^ el disgusto que nos causa ese defecto que
no nos ha sido posible corregir^ queda compensado con la
satisfacción de dar á la estampa, aunque no sea con la cor-
rección apetecible, un libro tan apreciado por los eruditos.
DIÁLOGO I
INTRODUCCIÓN
DEL DIÁLOGO PRIMERO
Son tan raros los dias de contento de que el breve
espacio de la vida de los mortales, por muchos ca-
minos trabajada, suele gozar, que si por ventura algu-
nos le suceden, no los pierde de vista la memoria, sin
que sean necesarias, valiéndose de la antigua costumbre,
piedras blancas que curiosamente los conserven; argu-
mento bastante de su poquedad.
Entre estos pocos y raros dias aquellos con mayor
razón son repetidos en los cuales á la materia del gusto
asistió la sagrada antigüedad: Medioque Helicone peti-
tus sermo. La certidumbre de esta verdad solicita mi
memoria á que no la pierda de ciertos dias alegres y ge-
niales, en los cuales algunos caballeros no menos ame-
rados de la antigüedad que de su antigua nobleza se ha-
llaron, y yo con ellos, en una heredad no muy lejos de
la antigua ciudad de Bétis, amena por el sitio de natu-
raleza y agradable por la curiosa disposición del artifi-
cio, haciéndola deseada el cómodo hospedaje y amable
— 4 — -
condición de D. Fernando, su dueño, para ser visitado
de D. Diego y D. Pedro, íntimos amigos suyos, á
quien la igualdad de la edad, semejanza de estudios y
costumbres hacían que el gusto y el corazón fuesen unos
mismos.
Convidaba á no perder la ocasión la que el tiempo
ofrecía de alegre y templada primavera; quisieron verle
sin darle cuenta de su intento, porque su no pensada ve-
nida á la heredad de D. Fernando, donde de presente
se hallaba, diese más admiración al gusto y menos cui-
dado á la prevención; los caballos en el verde hacían no-
table falta; parecióles la supliría un coche muy antiguo
y un cochero nuevo llamado Melchor, arbitrio que dio
causa á mucho cansancio, pero mayor risa, por el dis-
curso del viaje, que se remató con la llegada á la here-
dad de D. Fernando, por cuyas puertas como entrase
dijo D. Pedro: ¡Bendito sea Dios, que nos ha dejado
llegar acá! Mil veces he venido á esta heredad, y nin-
guna me ha parecido tan largo el camino.
D. Diego. ¡Válgame Dios, qué terrible cosa es
caminar por arenales y á pié!
D. Fern. ¿Es posible? ¿Qué es esto, á estas horas,
y á pié, y sin avisarme?
D. Diego. Guarde Dios á V. m., Sr. D. Fernan-
do, y lo libre de horas menguadas.
D. Fern. En muy buenas sean V. ms. venidos;
que no habiéndoles sucedido desgracia alguna, para mí
no serán muy menguadas, sino colmadas de gusto y
alegría.
D. Ped. Hános sucedido una cosa.
- 5 —
D. Fern. ¿Qué, por vida mia? ¿Ha habido algún
desmán?
D. Diego. No lo podrá V. m. adivinar aunque
más Edipo sea.
D. Fern. Yo Dacio soy: mas pues V. ms. vienen
tan risueños, no me parece que será menester temer al-
gún ejemplo trágico, pues el suceso ha tenido fin tan
alegre.
D. Diego. Búsquelo V. m. entre las Milesias de
Lucio Apuleyo. Pero mal he dicho, que no pienso se
hallan argonautas de a pié ni españoles hipocentauros.
D. Fern. Pues ¿qué Medea vienen á robar V. ms.,
ó qué navio traen que mida las inciertas carreras del agua,
ó qué Deyanira pensaban hallar, para cuyo agrado se vis-
tieron de formas irracionales? Mas ya nos dejó desenga-
ñados Lucrecio: Ne forte ex homine^ et veterino sanguine
equorum^ centauros fieri concredas posse^ nec esse.
Melch. Ya yo veo las orejas al lobo. Ello ha de
haber latines en juntándose V. ms.; pero ¡por Dios! que
tengo de hablar yo en romance, y decir el suceso del co-
che, si V. ms. no lo dicen.
D. Diego. ¿Qué les parece á V. ms. la desver-
güenza de mi criado?
Melch. Pisa, señor mi amo, tengo yo de mi la-
branza y crianza.
D. Fern. Privilegio es ese que os hace libre y
exento en estos reinos, aunque no seáis pariente de An-
tonia García; mas cuando no la tengáis, el Sr. D. Diego
me hará á mí merced que por honra de tan gran fiesta
os dé licencia de que digáis lo que quisiereis.
— 6 —
D. Diego. Señor: este Melchorillo tiene muy po-
co de gracioso y mucho de maldiciente, y así temo que
ha de usar mal de la merced que V. m. le hace; mas por
hoy hable todo lo que se le viniere á la boca.
Melch. No puedo yo hacer eso cómodamente si
no viene primero la bota.
D. Fern. Habéis hablado, Melchor, á muy buen
tiempo, que aun estos señores, según el cansancio que
traen, tienen necesidad de algún refresco. En el ínterin
que el casero adereza la comida, toquen V. ms. de una
caja que aquí tengo, y aun el vino pienso que no es
malo.
D. Diego. No hay cosa mala en esta heredad.
II.
D. Fern. No me olvido de lo primero que pre-
gunté á V. ms. ¿Cómo ¡por vida mia! vienen á pié y
tan abochornados?
Melch. Si V. m. lo olvidara lo habia yo de
acordar.
D. Diego. Este gusta de nuestro mal, como al
fin criado.
D. Fern. Eso me da más que pensar; ¿pues ha
acaecido alguna desgracia.''
D. Diego. Nó señor. ¿No echa V. m. de ver en
la risa del Sr. D. Pedro que no hay cosa de cuidado?
D. Fern. No suspenda V. m. tanto mi deseo.
D. Diego. Mi señor: digo que como nuestro lu-
gar anda tan revuelto con esas competencias de
Melch. Perdone V. m. que le atajo: su honra
vaj'a adelante: advierta que soy el fiscal deste pleito, y
que no haciendo la relación muy á la letra, tengo de ha-
cer mi oficio.
D. Diego, Cuente V. m., Sr, D. Pedro, este su-
ceso, que no puedo sufrir la soltura de éste.
D. Ped. Digo, mi señor, que sabiendo sus amigos
de V. m. que se hallaba en esta su heredad, que es la se-
cretaría de nuestros gustos, y deseando tenerlos en ella
en compañía de V. m., determinamos el Sr. D. Diego y
yo venir ayer tarde; pero no hallando á propósito los
caballos, que están en verde, al Sr. D. Diego se le acor-
dó de aquel coche que fué del Sr. D. Fernando, su tio.
D. Diego. Añada V. m. que mi tio lo heredó de
mi bisabuelo.
D. Fern. Poco á poco lo subirán V. ms. á pose-
sión de Lain Calvo, ó si se enojan de Erithonio.
D. Ped. No hay testigos que puedan deponer
de su edad, y así deja libre latitud al discurso de su in-
memorialidad, y á mi ver parece copiado de otro coche
que, holgándose Séneca, nuestro andaluz, escribe á Lu-
cillo.
D. Diego. Aun ese llevaba, si no me acuerdo
mal de esa Epístola, dos muías; mas este nuestro sólo lo
tiraba un rocin, y todo es tal que tengo vergüenza de
decir que es mió.
D. Ped. Éste, pues, tal y cual estaba en su co-
chera, tan retirado de la humana conversación, que la
— 8 —
suya era sola con las polillas y telarañas, de que sacán-
dole á la luz le quitamos sin cuento, pusímoslo corriente
con jabón, reparáronse las quiebras más urgentes, y
uniendo en medio de sus dos pértigos el dicho rocin (que
esta es la hechura de esta máquina), ordenamos de co-
chero á Melchor, que ha sido el Típhis y Automedon
de este viaje. Dispuestos, pues, ya todos, y el coche ver-
gas en alto, queriendo hacerlo á la vela, me pareció que
el cariño de Plauto nos decia: ¿Sani ne estis^ qui pedes
in hunc curriculum conjicistis?
Comenzamos á caminar arrebatando los ojos de to-
dos los que por las calles encontrábamos, que risueños
miraban la novedad de aquella vejez, pareciéndoles
gran fiesta la que era digna de aquel secular espectáculo.
Ya estábamos fuera del lugar, cuando la mohosa
clavazón comenzó á manifestar su enfermedad de suerte
que nos fué forzoso parar y reparar lo que se pudo có-
modamente. En este conflicto prometí á la Virgen de
las Veredas una tabla de aquellas por sagrado anathema,
si me sacaba libre de afrenta de esta jornada: con esto
la proseguimos, y no habíamos caminado un cuarto de
legua cuando volvió el coche á gemir, rechinando sus
carcomidas costillas, cosa que aumentó nuestro temor y
solicitó mucha risa. El auriga Melchor, nuevo en el ofi-
cio, no hacía caso del peligro, como lo llevaba á las es-
paldas; y así, sacudiendo el azote, se gallardeaba. En
esto, una de las ruedas se comenzó á desencuadernar, y
saltando un rayo de ella como si fuera despedido por
Júpiter desde la esfera, nos dejó á todos espantados, y
el coche se paró no pudiendo más rodar. Salimos todos
— 9 —
al punto, y haciéndonos Dédalos y Archímedes supli-
mos con el artificio la falta de instrumentos y materia-
les, y lo volvimos á poner más corriente; pero no osan-
do hacer peso, nos hemos venido tras él á pié.
Hic mea me lotigo successit prora remulco
Lactantem, gratis sistit in kospitiis.
Melch. Lo que V. m. ha dicho en latin yo no lo
entiendo; pero pienso que dirá ahí V. m. cómojunto con
mi señor se uncieron por cuartas para sacarlo de aquel
arenal, y todos tres, rocin y consortes, lo han traido á
horro hasta su portillo de V. m.
D. Fern. Paréceme que á Melchor se le han ido
rocin y manzanas, como dicen.
D. Diego. ¿No he dicho yo á V. m. la licenciosa
lengua de este demonio?
D. Ped. ¡Ojalá y mintiera mucho!
DIÁLOGO I
D. Diego. Muy mejorada hallo esta casería, señor
D. Fernando, que me parece ha acrecentado V. m. este
cuarto con su jardín.
D. Fern. Sí señor; y deseo recogerme de manera
que temo no se me malogre este buen deseo como otros.
D. Ped. Por cierto está muy para codiciar la vi-
vienda de este campo, y exclamar con el Lírico cuan-
do V. m. se ausenta de él por mucho tiempo:
o Rus, quaiido ego te adspiciam? quando que licebit,
Nunc 'vetertim libris, nunc somno, et inertibus horis
Ducere solicitis jiicunda obli'via 'vitee.
Pues aquí se da V. m. al ocio literario, dejando el
mundo para quien es: mas por nuestros pasos contados
nos hallamos ya en una cosa que yo veo allí cerca de
aquella gruta, muy gustosa para mí.
D. Fern. Yo apostaré que es aquella piedra es-
— 12 —
crita, que me trajeron de nó lejos de aquí el otro dia,
D. Ped. No veo aquí otra cosa que más pueda
llevar los ojos: mucho es que no esté injuriada del tiem-
po: ¡qué lindo mármol y qué elegantes letras! Léale
V. m., Sr. D. Fernando, que aunque yo soy aficionado
á la antigüedad, no alcanzo tanto que la entienda como
quisiera, y estas letras singulares que se hallan en tales
inscripciones no son fáciles de entender.
D. Fern. Razón tiene V. m.; mas la presente no
tiene masque las muy ordinarias. Dice, pues, así:
D. M. s.
C. APULEIO NIMPHIDIO C. F.
C. N. DIOCLI OPTIME M. ADOLES-
CENTI QVI SACRIS CERTAMINIBVS PO-
PVLO ADCLAMANTE, VÍCTOR, EODEM
MOERENTE FATO VICTVS EST.
C. APVLEIVS ET. NIMPHIDIA PAREN-
TES INFELICIIS. PERPETVIS TENEBRIS,
ET QVOTIDIANA VLVLATIONE DAMNATI.
MOESTITER.
E. C.
VALE ANIMA. VALE SOLATIVM
V. A XIX. M. VIII. D. LI. H. SC. N.
S. T. T. L.
D. Diego. Aunque no parece que está dificultosa
de entender para quien sabe un poco de latin, con todo
eso, declárela V. m.
D. Fern. De esta manera Ja entiendo yo:
«Memoria consagrada á los dioses manes ó de los
defuntos. A Cayo Apuleyo Nimphidio, hijo de Cayo y
— 13 —
nieto de Cayo, por sobrenombre Diocles, mancebo que lo
tenía muy bien merecido, que en los certámenes ó juegos
sagrados fui vencedor con aclamación del pueblo, y con
mucho sentimiento del mismo pueblo fué vencido del
hado. Cayo Apuíeyo y Nimphidia, sus muy desdicha-
dos padres, condenados á perpetuas tinieblas y llanto de
cada dia con mucha tristeza, cuidaron que esta memoria
se hiciese. ¡Adiós, alma mia! ¡Adiós, contento! Vivió diez
y nueve años, ocho meses y cincuenta y un dias; las horas
nadie las sabe. Séate la tierra liviana.»
D. Ped. Por cierto, buen testimonio es de la
elegancia de aquellos tiempos, y mayor de la piedad y
afecto de los padres de este malogrado mancebo, cuyas
lágrimas hicieron perpetua señal en esta dura piedra, de
donde se trasladan en quien quiera que las leyere, pena
de exceder su dureza.
D. Diego. Todos entramos á la parte en la ternu-
ra de tan justo sentimiento; y supuesto que esta inscrip-
ción se halló nó muy lejos de aquí, deseo saber quién
fueron esas personas de quien ahí se hace mención, y si
fueron de nuestro lugar.
D. Fern. No es fácil lo que V. m. pregunta, ni
todas veces se le podrá responder á V. m., porque las
piedras sepulcrales se ponian indistintamente, como
ahora, á los varones señalados y á cualquiera plebeyo, y
aun á los libertos y esclavos, y así no hay obligación de
satisfacer á los deseos de los que leen; pero porque el
mió de dar gusto á V. ms. facilita lo imposible, diré lo
que congeturo de esta piedra. Dícese en ella que este
mancebo Cayo Apuleyo Diocles es hijo de Cayo y nie-
to de Cayo, que es lo mismo que decir que tuvieron su
mismo nombre su padre y su abuelo; por lo cual vengo
á entender que éste fué nieto de Cavo Apuleyo Dio-
cles, español, natural de Lusitania, capitán de la facción
de los agitadores ó aurigas de Roma que se llamó Ro-
sada por la librea de que se vestia. Para esta mi conge-
tura tengo una hermosísima y elegante inscripción, que
hoy se halla en Roma en el campo Marcio, y la trae
Panvinio De Lud. Circens.^ lib. X. Pondré el principio
de ella, que prueba el intento.
C. APVLEIVS. DIOCLES. AGITATOR.
FACTIONIS, RVSATAE. HISPANVS.
LVSITANVS. ANN. XXXXII. M. VII.
D. XXIV. AGITAVIT IN FACTIONE ALB.
ALCIBIO. AVIÓLA, ET CORE LIO.
PANSA COSS.
Hace en esta inscripción memoria de tantas victo-
rias que tuvo en el circo, que es cosa maravillosa y de
mucha ponderación. Vean V. ms. este autor, si gusta-
ren, en el lugar citado. También hay memoria de él en
esta inscripción que sus hijos pusieron en la ciudad de
Preneste, en Italia, á la Fortuna Primigenia. Tráelo
Jano Grutero en las Inscri'pciones del Orbe, pág. 76.
Mas lo que más gusto me ha dado es hallar men-
ción de esta famosísima auriga en los Fragmentos de
Flavio Dextro, en el año del nacimiento de N. S. J. de
120, por estas palabras: «Diocles agitator lusitanus
ex oppido Laconimurgi, prope Caparam mirabilum agita-
tionum opinione floret.-» En esta memoria, nó sólo dice
que era español y lusitano Cayo Apuleyo Diocles, sino
- 15 —
que era de un lugar junto á Caparra (donde hoy no hay-
más que unas ventas con este nombre, que conservan
sus ruinas, llamado Laconimurgi); con cuya autoridad,
no sólo averiguamos quién fué el abuelo de este man-
cebito, sino el mismo libro ó Fragmentos quedan bastan-
temente defendidos con la autoridad y verdad de estas
memorias que en las piedras hallamos conservadas, pues
en ellas no puede haber ficción.
A lo último que pregunta V. m., ¿si era natural de
nuestro lugar?, no puedo responder con certidumbre;
antes parece que siendo de la Lusitania sus mayores lo
sería también su descendiente, aunque por algún caso
particular muriese en el Andalucía, si bien pudo ser
munícipe ó vecino de nuestro lugar. Finalmente, nada
cierto respondo en este artículo.
D. Ped. a mí me queda otra duda, y no se ha
de enfadar V. m, de que le preguntemos, porque soy
muy amante de la sagrada antigüedad, aunque no en-
tiendo de ella mucho; y así, quisiera saber qué juegos y
certámenes sagrados eran esos de que en la piedra se
hace memoria, y que tan gran cosa eran para encomendar
á la posteridad en la alabanza de este defunto.
D. Fern. Da principio V. m. con tan breve pre-
gunta á una muy larga materia; y así, para lo poco ó
mucho que se hubiere de tratar, estaremos mejor sen-
tados á la sombra de aquellos naranjos, que con el sua-
ve olor del azahar y alegre vista de sus verdes y copa-
das ramas nos darán cómodo hospedaje.
D. Diego. Es muy á nuestro propósito; y pues
en todo quiere V, m. gratificarnos, y ya nos hallamos
— lo-
en esta amena y sombría estancia, resta que V. m., pro-
siguiendo lo comenzado, nos diga lo que siente de los
certámenes en que este mancebo se halló vencedor.
D. Fern. Más claridad quisiera yo hallar en esta
inscripción, por la cual solóse dice que fué Cayo Apu-
leyo Diocles vencedor en los certámenes sagrados, y no
dice si fué en Grecia ó Roma, ó si acaso fué en alguna
ciudad de España, que á imitación de aquellas repúbli-
cas tuvieron también sus certámenes; y así, se ven hoy
día las ruinas de circos y anfiteatros en Cádiz, Sevilla la
Vieja y Mérida, y los doctos de Sevilla afirman que
también allí lo hubo, y no es poca probanza los actos
del martirio de Santa Justa y Rufina, patronas y márti-
res de aquella ciudad.
D. Diego. Yo oí decir de un hombre docto y cu-
rioso que las columnas de Hércules que están en la Ala-
meda eran ornamentos del circo.
D. Ped. Otro oí yo decir que eran del templo
de Hércules, que estuvo donde ahora la parroquia de
San Nicolás, donde debajo de tierra se descubren bóve-
das y cuevas que discurren por varias partes de la ciu-
dad, teniendo por bobería lo que el vulgo y su historia-
dor Morgado dicen, que aquellas cuevas pasan á Itálica
ó Sevilla la Vieja por debajo del rio.
D. Fern. Tengo por ridicula esa opinión, y por
má& cierto que aquellas columnas fuesen del pórtico de
algún templo que allí hubo, como se ven hoy dia en
Roma, en Santa María de Rotunda, que fué el templo
de Pantheon que edificó M. Agripa, hijo de Lucio, co-
mo parece de la inscripción que allí se vée.
— 17 —
Mas volviendo á lo que V. ms. preguntan, digo que
en aquellas dos grandes y sabias repúblicas, griega y la-
tina, fueron los juegos estimados en mucho; y así, ser
vencedor en ellos era mucho honor, nó sólo para la
persona que vencia, sino para todo su linaje y patria,
de tal manera que le cornponian himnos, levantaban es-
tatuas y escribian sus nombres para eterna memoria de
su virtud. Cicerón dice que entre los griegos era tanto
honor vencer en estos certámenes como era triunfar en
Roma; véase en la oración Pro Cl. Flacco. Y así, ni lo
que en esta piedra se escribe es extraordinario, ni cosa
tan poca ser vencedor que no mereciese honrada me-
moria.
D. Ped. Más me pica V. m. y me provoca que
me satisface, como el que está sediento, que mostrarle
el agua, ó darle poca, incita más la sed que le apaga.
Quiero saber qué cosa eran esos certámenes ó juegos
sagrados, y qué estimación tuvieron en aquellas dos re-
públicas, y pienso que el Sr. D. Diego está con el mis-
mo deseo.
D. Diego. No hay para mí cosa más agradable
que saber algo de la antigüedad,
D. Fern. Algo podrá ser que acierte yo á decir,
que todo es imposible por ser materia muy difusa y tra-
tada de autores muy antiguos y modernos en muchos
volúmenes; y comenzando por la palabra certámenes y
juegoSy digo que vienen a ser lo mismo que en la lengua
latina certamina seu ludi^ en plural, porque ambos sig-
nifican espectáculos, fiestas públicas, justas, entreteni-
mientos sagrados ó profanos: pero por la mayor parte
se dedicaban en honor de los dioses, con que conseguían
muchos fines de gran consideración, porque juntamente
les parecia que agradaban y aplacaban la deidad, y la
reconciliaban á su amistad por este camino, y daban
autoridad divma á la misma acción, para que de todos
fuese estimada y tenida en sumo respeto y veneración;
alegraban juntamente el pueblo, y los príncipes y ma-
gistrados autores de los tales juegos contenían en oficio
y devoción al pueblo.
No era fin de menor consideración que los dichos
ejercitar las fuerzas corporales y agilitarse para la guer-
ra y dar á los fuertes vencedores honrosos premios, in-
citamentos y estímulos de la virtud. Tales como éstos
fueron aquellos certámenes ó juegos de la antigua Gre-
cia llamados olympios, pithios, isthmios y ñemeos.
D. Diego. Muchas veces encontramos por las
historias y autores esos certámenes; mas hasta ahora
no sé qué sean en particular.
D. Fern. Los certámenes ó Juegos olímpicos se
llamaron así porque se celebraban en honra de Júpiter
Olímpico cada cinco años, cerca de una ciudad del Pe-
loponeso llamada Elide. Al que en ellos vencía se le da-
ba corona de oleastro ó acebuche, y fueron tan estima-
das y celebradas estas fiestas, que desa invención se to-
mó la prim.era cuenta de los años de Grecia, contando
por olimpiadas, y comenzaron, según los cronólogos,
año del mundo de 4400. En estos primeros juegos ven-
ció Hércules, y fué coronado el primero.
Los certámenes phí ticos se celebraban en honra de
Apolo, porque venció la serpiente Phyton, de donde
- 19 -
tomaron el nombre: el que era vencedor en ellos era
coronado con laurel, pendiente de la corona manzanas.
D. Ped. Ahí tengo yo una dificultad que oponer.
D. Fern. Dígala V. m.
D. Ped, ¿Cómo dice Ovidio en el lih. X de los
Met amor pho seos claramente que esa corona era del ár-
bol llamado esculo, que entiendo es un género de enci-
na? Sus versos son éstos, si no me acuerdo mal:
Né 've operis famam posset delere 'vetustas,
Institmt sacros célere certamine Ludos
P/ijtia perdomita serpentis nomine dictas.
Hic jií-venum quicumque manupedibus-ve, rota-ve
Vicerat escala capie-vat frondis honor em,
D. Fern. Están muy bien dificultados, y respon-
do que en este lugar el poeta trataba de la ninfa
Daphne, que aun no se había convertido en laurel; y pa-
ra acreditar la fábula, dice poco adelante de aquellos
versos:
Nondum laurus erat, longoque decent ia crine
leynpora cingebaí, de qualibet arbore Apo lo.
Y así, no habló de propia sentencia, conforme á la
verdad histórica que vamos tratando, sino como á él le
estuvo más á propósito.
D. Diego. Diga V. m. los demás certámenes que
propuso, que en ese punto el Sr. D. Pedro y yo estamos
satisfechos.
D. Fern. Las fiestas isthmias se llamaban así de
la voz isthmo^ que es tierra angosta que está entre dos
mares, y no es isla porque la isla la ha de cercar el mar
por todas partes para serlo, mas el isthmo puédese en-
— TO —
trar por tierra, y hacerse tan angosta en él que se co-
munican dos mares, como en el Peloponeso, que hoy se
llama Morea. Por eso Horacio llama á Corintho bima-
riSy porque desde la ciudad se comunican dos mares.
Allí se celebraban estas fiestas en honra de un dios ma-
rino, llamado de los griegos Palemón y de los latinos
Portumno, deidad que conduela á salvamento los na-
vegantes. En esta fiesta el vencedor era coronado de
pino.
En las fiestas neméas se coronaban los vencedores
con apio; celebráronse en honra de Archemoro, hijo de
Licurgo. De estos cuatro certámenes hay un antiguo
Epigrama de Archia poeta, cuyas palabras, vueltas en
latin, referiré á V. ms., porque no pienso que estarán
tan prontos en la lengua griega que fácilmente la en-
tiendan.
D. Diego. Y aun si V. m. volviese en romance
las autoridades que trajere gustaré yo mucho de ello;
y le confieso ingenuamente, que aunque gusto muchísi-
mo de la lengua latina y tiene para conmigo soberana
autoridad, con todo eso la lengua que nos enseñaron
nuestras madres no sé qué tiene de mayor gusto y fa-
cilidad para penetrar nuestro ánimo y entender la sen-
tencia del que habla.
D. Ped. Yo tengo el mismo sentimiento y deseo
que el Sr. D. Diego; y por si acaso alguno de los cir-
cunstantes gustare de la plática, no sabiendo la lengua
latina, serálede mucho alivio oir la castellana.
D. Fern. Yo deseo mucho acertar á dar todo gus-
to y agrado á V. ms., y así les suplico me adviertan de
todo lo que quisieren, que nó sólo volveré en romance
las autoridades que trajere, siendo necesario, pero tal
vez me esforzaré á volver los versos en verso, para que
no se pierda del todo la hermosura de la poesía.
D. Diego. Yá es eso caérsenos la sopa en la miel.
D. Fern. Comencemos, pues, por el Epigrama
de Archia, que en latin suena así:
¿luatuor Argibis cert amina sacra fercitur
Bina hominum natis; Binaque caelitibus
Phoebo, ipsique Jo'vi, Archemoro par'uo, Melicertís:
Poma, aleastra, apium, pramia pinus erant.
Y así lo entiendo en nuestra lengua castellana:
Cuatro son los certámenes sagrados
Que los griegos tuvieron; de los cuales
Dos fueron á los dioses dedicados
Y otros dosá los hombres celestiales.
A Júpiter y Apolo consagrados,
Melicerta y Archemoro mortales:
Corona son del vencedor divino
El laurel y oleastre, el apio y pino.
V I.
Del pentathlü ó quinquercio y del correr.
D. Diego. Ha dicho V. m. de estas fiestas en co-
mún, y no ha dicho V. m. en qué consistian, ni qué
ejercicios eran la materia de esos certámenes ó juegos sa-
grados.
D. Fern. No se puede decir todo junto; despacio
— 22 —
estamos, y va que V. ms. me hacen tan gran merced
honrando esta heredad con su presencia, les quiero de-
tener en ella algunos dias, que dándolos á l;)s musas y
al genio, serán los mejores que yo tendré en mi vida.
D. Ped, La mayor parte nos cabe á nosotros de
eSa merced, y como tan favorecidos sería ingratitud no
obedecer á V. m. y gozar de tan buena ocasión.
D. Fern. Pues no es justo la perdamos, para lo
que el Sr. D. Diego pregunta digo que los juegos que
en aquellas fiestas se hacian eran cinco: correr, saltar, lu-
char y apuñarse; y aunque es así que en este número
hubo diferentes opiniones, porque unos dicen que son
tres los juegos que llamaban gímnicos, en cuya opinión
estuvieron Platón, Cicerón y Julio Pólux, la común
opinión es que eran cinco, como está dicho, como lo
dice la etimología de la voz griega y latina, llamándoles
los unos Us'JTa'jlQv, Y los otros quinquertiinn. Sexto
Pompeyo Festo en los Fragmentos: «.Q,uinquertium vo-
cabant antiqui^ quem Greci Ylívzoá'/.ov, ut indicat ver-
sus hic: Omnis a equalis vincebat quinqu¿rtio.y> La mis-
ma opinión siguen Paulo Jurisconsulto, en la L. II,
T)ig. de alea usu; San Isidoro, lib. XVÍÍI, Orig.;
Hermolao, sobre el cap. VIH, lib. XXXIV; Plinio,
Oíoman, Onufrio, Panvinio, y Gerónimo Mercurial en
su Gimnástica. Plutarco, reduciendo este número de
juegos á cinco, dice que no pueden ser más ni menos,
como ni tan poco las letras vocales. Véase en el <Simpo-
ciaco. Diremos por su mismo orden de cada uno en par-
ticular, y primero del correr: y porque estos ejercicios
ahora no los usan sino m^uchachos ó mancebos, siempre
— 23 —
me iré acomodando en los ejemplos que trajere á los que
hallo de esta edad, porque mi intento es decir algo, y
nó todo lo que de cada cosa había que decir. Es, pues,
el correr ligereza y agilidad veloz de los pies, como lo
define San Isidoro; es provechoso para aumentar las
fuerzas, y para los soldados necesario en las batallas,
así acometiendo y siguiendo al enemigo vencido como
para retirarse y escaparse.
No hubo antiguamente lugar señalado en los gim-
nasios para el curso, porque donde quiera corrian, pero
especialmente se señalaba un estadio, el cual contenia
doscientos cincuenta pasos, y esta era la medida de una
carrera de ida y vuelta. De aquí tomó el ejemplo San
Pablo: «Nam hi qui in stadio currunt ab ómnibus se
abstinent^y> etc. Para conservar las fuerzas naturales y
correr velozmente se abstenían de mujeres, vino y de-
masiada comida. Horacio:
S^is cupit optatam cursu contingere metarn
Multa tulit,fecitquepuer suda-vit et alcit,
Abstinuit 'venere et inno....
El que en su veloz carrera
Quiere tocar la meta despeada,
Mucho ha de trabajar en su primera
Edad, sufrir calor y escarcha heladaj
Que aquel de premio es diño
Que ie abstiene de Venus y de vino.
Las leyes que guardaban eran las siguientes: cor-
rian de arriba hacia abajo, esto es desde Oriente á Po-
niente, de la manera que el Sol comienza y acaba su
curso; desnudos, en calzones, derechos, sin torcer á
— 24 —
una parte ni á otra, con mucha velocidad, sin pararse,
habian de llegar al puesto que les tenian señalado, y al
que primero llegaba le daban corona de vencedor y el
premio que estaba señalado en el certamen, y solia ha-
ber primero y segundo como acá en las fiestas litera-
rias, ó cuando corren la seda. Tenía esto sus moralida-
des y significaciones muy discretas.
D. Diego. Díganoslas V. m.
D. Fern. Corrian de arriba hacia abajo, signifi-
cando que todo lo que nació ha de morir, como apetito
forzoso que las cosas vienen á su centro, que por eso
comenzaban de la parte de Oriente y acababan en el
Occidente, conforme á aquella sentencia:
Fergit c.d Ocasum quídquid peyvenit ab Ortu.
Pasa volando al Ocaso velozmente
Lo que partió del Oriente.
Corrian desnudos, porque conviene desnudarse de
los afectos todos para pasar la carrera de esta vida, por-
que todos ellos no son otra cosa que impedimentos que
desacomodan nuestro vivir bien.
También corrian desnudos para dar á entender que
los que nacemos desnudos de la misma manera llegare-
mos á la sepultura, pensamiento que primero sintió el
santo Job.
Iban derechos, sin torcer á una ni otra parte, por la
poca diferencia que hay de la vida á la muerte.
Era necesario llegar al puesto, porque nada puede
retardar la muerte, á la cual con fatal necesidad todos
vamos corriendo velozmente.
- 25 —
Estos son los misterios de la carrera y estadio don-
de corrian, pero es de saber que habia muchos géneros
de cursores: estos que corrian á pié llamaban los grie-
gos apobatas y parabostas, y corrian en el circo tam-
bién.
D. Ped. Aunque he leido algo de los circos ro-
manos, no sé bien cómo eran, y quisiera entenderlo.
D. Fern. Pues para que V. m. lo sepa, lea á
Onufrio Panvino en el tratado que hizo De Ludis
Circensibus^ y á Julio César Bulengero, De CircOj donde
está estampada la forma de él y declarada latísimamen-
te: pero porque V. ms. en el ínterin no lo deseen todo,
diré por mayor alguna cosa, porque también corrian en
el circo; y así, como lugar de este certamen, también
como de otros, pertenece á nuestra materia.
§. 11.
Del circo y juegos circenses.
Ante todas cosas digo que hay variedad entre los
autores sobre la etimología y origen de la voz circenses,
porque unos dicen que se dice Quia ludi fiebant circum
enses,velin circuitu; otros que del circo donde se celebra-
ban, porque en él corrian en circuito. Tertuliano quiere
que se dijesen de Cirse, hija del Sol, porque los primeros
espectáculos ó fiestas romanas se dedicaron al Sol, y
que allí tenía templo. No tenemos para qué gastar mu-
cho tiempo en esto, porque no es nuestro intento.
4
— 26 —
Los primeros circos que hubo en Roma muy desús
principios fueron de tablados hechos de madera, sobre
los cuales levantaban gradas, donde sentado el pueblo
romano por sus tribus ó decurias, viesen sin que unos á
otros se estorbasen ni impidiesen.
Su forma era circular prolongada, porque el prin-
cipio de donde se comenzaba la carrera sólo hacía dos
ángulos; pero donde se remataba en la meta era el circo
muy redondo. El espacio que enmedio quedaba era lla-
no, por donde los justadores, atletas ó aurigas agitadores
corrian.
Esto, que al principio fué de madera, después, cre-
ciendo la potencia de la República Romana, se hizo de
obra soberbia y grandiosa de cantería y ladrillo; por
manera que lo que antes eran gradas de madera se hizo
de obra perpetua sobre fuertes bóvedas, unas sobre
otras, en las cuales bóvedas habia oficinas diputadas pa-
ra varios efectos.
D. Diego. Poco más ó menos ya imagino cómo
pudo ser este edificio; porque me acuerdo haber visto
el amphiteatro de Sevilla la Vieja, y mudándole la for-
ma del edificio, lo juzgo de aquella traza.
D. Fern. No era el circo redondo del todo como
aquel que V. m. dice, antes ovalado, pero en cuanto á
las gradas y bóvedas juzga V. m. muy bien; mas dire-
mos algo de las partes del circo: y aunque hubo muchos
circos en Roma, quiero tomar por asunto el que llama-
ron Máximo, que estuvo en el valle llamado Murcia,
entre los montes Aventino y Palatino.
En la descripción del circo dejamos por decir una
— 27 —
parte de él muy principal, que es una muralla que cor-
ria desde casi el principio hasta donde estaba la meta: á
esta muralla llamaban espina, y no se levantaba del sue-
lo más que una vara ó poco más. Tenía doce pies de
ancho, y en longitud dividia todo el circo, dejando en
las extremidades espacio bastante para que los caballos
con las bigas, trigas y cuadrigas pudiesen revolver cor-
riendo. Bigas eran carros ó carricoches de dos caballos;
trigas, de tres; cuadrigas, de cuatro. Encima de esta es-
pina habia muchos ornamentos. Tenía este circo trece
puertas, siendo la mayor la de enmedio, y estas puertas
estaban á la parte que hacía el circo dos ángulos.
Luego estaba un sitio que llamaban las cárceles, por-
que así como las cárceles tienen los reos presos, de la
misma manera tenian estas cárceles los caballos, y eran
hechas de bóvedas: llamábanles también el pueblo, por-
que estaban cercadas de murallas con sus almenas. Aquí
entraban los agitadores con sus coches ó cuadrigas, y
cuando habian de salir al circo salian por doce puertas;
pero no luego que salian corrian, hasta hacerles cierta se-
ñal el Pretor con un lienzo que llamaban mappa, y al
mismo tiempo dejaban caer una como cinta que estaba
delante, para que todos pasasen velocísimamente.
Tenía más el circo Máximo un euripo ó estanque
lleno de agua, que tenía diez pies de hondo y otros tan-
tos de ancho, y éste estaba cercano á los poyos ó gradas
por la parte interior del circo, y lo cercaba todo por los
dos lados, y la parte superior ó semicírculo donde esta-
ban las metas, por derredor de los cuales pasaban los
■carros ó coches de los aurigas con mucho peligro de ha-
— 28 —
cerse pedazos si tocaban en ellas; había también demás
de las metas, sobre la espina, muchas columnas, aras y
estatuas, y un alto y grande obelisco enmedio, consa-
grado al Sol, y otro á la Luna, que era menor, y por esto
remataban en punta con unas como llamas.
Habia también dos formas de huevos muy grandes,
consagradas á Castor y Polux, que nacieron según las
fábulas de dos huevos fatales de un cisne.
Por la otra parte exterior del circo habia puertas
por donde entraban, y escaleras por donde subian á las
gradas interiores de él, de tal disposición y artificio que
no se estorbaban al entrar y salir.
La longitud del circo era de setecientos setenta y
cinco pasos, que son tres estadios. Otros cuentan el es-
tadio de ciento veinte y cinco pasos, y esta es más co-
mún y cierta opinión; y así, una milla son ocho esta-
dios, y de anchura tres yugadas ó aranzadas, y tenía
en redondo una milla todo él. Cabían dentro, según
Dionisio Halicarnasco, ciento cincuenta mil hombres,
y sin estorbarse la vista unos á otros. Según Plinio y
Sexto Rufo, cabían doscientos sesenta mil hombres.
Hubo en Roma sin este círculo ó circo Máximo
otros muchos, como el Flaminio, el de Antonio Cara-
calla, el de Aureliano, el de Flora, el de Alejandro Se-
vero, de Domicio, el Vaticano.
D. Ped. Cosa por cierto parece admirable y bas-
tante prueba de la grandeza inmensa de aquella gran
ciudad.
D. Fern. He dicho yo muy poco, y confieso que
dejo de decir muchas cosas de la grandeza del circo, y
- 29 —
de sus ornamentos y aras; pero no dejaré de decir algo
de los coches ó carricoches, que como hemos dicho los
romanos llamaron bigas, trigas y cuadrigas, porque per-
tenece á la materia que vamos tratando del correr. Eran
estos coches ó carricoches pequeños y fuertes, nó cu-
biertos por cima, y tenian una silla donde iba el auriga,
agitador, bigario ó cuadrigario, que todos estos nom-
bres tenía, sentado, rigiendo su coche y azotando fuer-
temente los caballos. Vénse de estos cochecitos en me-
dallas de plata, bien grabados, que por esta razón lla-
maron bigatos.
Al principio no hubo más que dos cuadrillas ó fac-
clones de aurigas, la una que se vestia de color de librea
blanca y la otra colorada y rosada. La blanca significaba
el invierno por las nieves, y la colorada el verano por el
calor del Sol; y otros dicen que la blanca era dedicada ai
viento Céfiro, y la roja á Marte. Añadieron otras dos
facciones ó cuadrillas, la una de color que llamaron pra-
sino, que era verde, y la otra de color véneto, que era
azul; éste consagrado ai cielo ó la mar, y aquél á la tier-
ra ó á la primavera: de manera que todas vinieron á ser
cuatro cuadrillas, que tuvieron el nombre de sus colo-
res: Prasina, Rusata, Véneta, Albata. También signifi-
caban por ellas los cuatro tiempos del año, ó los cuatro
elementos.
Estos aurigas de ordinario eran esclavos ó libertos, ó
extranjeros, porque era arte de gente baja, aunque muy
favorecida de los nobles y de todo el pueblo romano.
Las cuadrillas tenian sus prefectos, capitanes y maes-
tres. Los caballos hablan de ser muy ligeros, y los cria
_ 30 —
ban coa notable cuidado; y estaban tan diestros en la
carrera, que hubo tal vez que, cayendo el auriga, los ca-
ballos sin él dieron sus siete vueltas al circo, y llevaron
la palma, parándose á la última vuelta en el sitio acos-
tumbrado como si lo pidieran tácitamente.
Hablan de correr estas cuatro facciones partiendo de
las cárceles, que estaban al principio del circo, por la
mano derecha, según le cabia á cada uno el lugar por
suerte; y llegaban á la meta, que era un gran mármol
que estaba al fin de la espina, y en llegando allí revol-
vían á otra meta que estaba al otro cabo de la espina; y
daban al circo siete vueltas, significando los siete plane-
tas ó siete dias de la semana, y las doce puertas por don-
de sallan, los doce meses del año.
Era cosa de mucho gusto ver los aurigas con la dife-
rencia de colores corriendo por el circo, y habia aficio-
nados á cada facción, tanto que apostaban á cuál ven-
cía, y aun á veces llegaban á venir pesadamente sobre
tales contiendas. Llevaba el premio el primero de todos
que dadas las últimas siete vueltas llegaba primero á la
meta. Muchas veces nó sólo corrían sus cuadrigas ó co-
ches, sino que también, habiendo acabado sus carreras,
saltaban de ellos y corrían á pié sus aurigas. El premio
era lo más ordinario una palma, que estaba puesta en un
vaso al cabo de la meta, sobre la espina.
D. Diego. No ha dicho V. m. el número de auri-
gas que corrían en cada facción ó cuadrilla, ó si corrían
todos juntos.
D. Fern. Digo, señor, que el número de los auri-
gas en cada facción eran veinticinco, y tal vez hubo no
__ 31 —
masque veinte; y no corrían todos juntos, porque no
cupieran ni se supiera con distinción cuáles eran los
vencedores. Corrian, pues, de cuatro en cuatro, uno de
cada cuadrilla, y habiendo éstos dado las siete vueltas
al circo, y sabiéndose quién llevaba primero, segundo y
tercero premio, luego echaban otros cuatro otro lance
con el número de vueltas que los demás. A estos lances
llamaban missus, y venian á ser todos los lances veinte ó
veinticinco, conforme habia el número de aurigas; y
aunque es así que decimos que este oficio ó ejercicio no
lo hacía sino gente baja, veces hubo que lo hicieron se-
nadores y equites, y los mismos emperadores, como
Nerón y otros tales, y tenian tanto afecto á salir con la
victoria, que algunos usaban de hechizos para que sus
caballos corriesen velozmente y que los de los contrarios
tropezasen y cayesen. Era necesario, nó sólo destreza,
sino mucha fuerza para regir los caballos y no caer; y
así, no era para muchachos, sino para mancebos ya fuer-
tes. A Floro le costó la vida, como parece de su sepulcro.
FLORVS EGO HIC JACEO BIGARIVS ÍNFANS,
QVI CITO, DVM CVPIO CVRRVS, CITO
decidí AD VMBRAS.
§. III.
Prosigue la materia del correr y de los toros
y juegos de cañas, y su origen.
D. Ped. Mucho me he alegrado de saber q^ué co-
— 32 —
sa era el circo en Roma, y de los juegos circenses, y deseo
que V. m. nos diga otros juegos, especialmente si hay
algunos que queden hoy en el uso.
D. Fern. Digo, señor, que los mismos aurigas ó
cocheros corrían también á caballo, algunos con dos ca-
ballos apareados, y por saltar del uno en el otro en me-
dio de la carrera, y volver al mismo de donde saltó co-
mo le parecía al caballero, llamaron los tales caballos
desultorios, y los tales caballeros llamaron los griegos
celestes; y habia tan diestros corredores, que aun los
muchachos hacian esta gallardía.
D. Diego. Yo he visto en Madrid á un mozo
hacerla, y me dicen que en Italia es muy ordinario, y
que no lo es el correr á caballo solos ó apareados dos
caballos como en España.
D. Fern. De lo que hoy pasa en Italia sólo de
oídas puedo deponer; pero délo antiguo digo que en el
circo corrían caballos y caballeros singulares, por ganar
premio como los aurigas, y nó como ahora por gallar-
día y gentileza se hace en España, y es el más vistoso
entretenimiento de la gente noble, y aun de los prínci-
pes y señores.
D. Ped. Yo he tenido los juegos de cañas y toros,
que son las fiestas más frecuentes de que hoy usamos en
España, por invención nuestra, y me fundo en la afi-
ción notable y propensión que todos les tenemos; aun-
que he leidoenla Historia del P. Juan de Mariana, de
la Compañía de Jesús, que es cosa de los moros ó imi-
tación de sus batallas, que tanto duraron en esta tierra.
D. Fern. Pues vo quiero averiguar dos cosas.
— 33 —
respetando ante todas la erudición de Juan de Maria-
na, que lo tengo por uno de los mayores ingenios de
nuestra edad, de mayor juicio y erudición: la primera,
que no fué invención de españoles sino de los romanos
ó de sus ascendientes los troyanos, y que lo ejercitaron
muchachos.
D. Diego. ¡Oh, cómo hadado V. m. en el punto
de mi gusto, y le prometo que le tengo de oir aficiona-
dísimamente!
D. Fern. Pues yo sé que el Sr. D. Pedro tiene el
mismo deseo, porque le he visto jugar cañas con mucha
destreza.
D. Ped. Confieso á V. m. esta verdad en cuanto á
mi deseo, que en la destreza del juego de las cañas yo
cedo al Sr. D. Diego.
D. Fern. Ahora, señores, no estamos en las con-
tiendas del circo, aunque tratamos de él: vamos al in-
tento; y en cuanto á los toros, no hallo que los romanos
hiciesen fiestas de toros sólo de ordinario, como ahora,
porque aunque los lidiaban era á vuelta de fieras, leones,
osos, tigres, habadas ó rinocerontes, elefantes, jabalíes,
lobos y otros animales y bestias fieras y extrañas, las
cuales unas veces peleaban unas con otras en el anfitea-
tro y circo, y otras veces con hombres condenados á
muerte ó que se alquilaban para este cruel ministerio.
Julio César en una sola fiesta echó cuatrocientos leones,
y Augusto cuatrocientas veinte panteras ó onzas, sin
otras extrañas fieras; Claudio cuatrocientos osos; Ne-
rón cuatrocientos osos y trescientos leones: y en esta
venación los caballeros romanos alancearon muchos to-
— 34 —
ros á caballo. Trajano, nuestro sevillano, acabada la
guerra de Dacia, hizo fiestas en Roma por ciento veinte
y tres dias continuos, en los cuales se corrieron y mata-
ron mil bestias mansas y tres mil de todos géneros.
Fuera nunca acabar si hubiéramos de escribir por
menudo estas venaciones ó lidias de fieras, para con
las cuales son nuestras fiestas de toros cosa muy poca, y
con todo eso es menester gran ruido para hacerlas y cues-
tan mucho; y así, ahora no son comparables nuestras
fiestas con las de entonces, pues si ahora siendo las fies-
tas tan pequeñas suelen parecer los gastos grandes,
¿qué sería en aquel siglo para juntar y traer á Roma de
partes remotísimas tanta variedad de fieras y tan gran
número, alimentándolas y acompañándolas mucha gen-
te? Pero con la grandeza del Imperio Romano todo era
poco.
D. Diego. Díganos V. m. algo de los toros, que
las otras fiestas, como no se usan ya, poco nos im-
portan.
D. Fern. Las fiestas de toros atribuían los auto-
res á los caballeros de Tesalia, y así á los toreadores
llamaban tésalos. Suetonio Tranquilo, en Claudio^ ca-
pítulo XXI, ¡unta fiestas devtorosy juegos de cañas, y
dice así: «.Ac super cuadrigarum cert amina Troja lussum^
exhibuit -pr ¿etérea Thesalos equites, qui feros tauros per
spatia circi agunt inciliuntque defessos et ad terram cor-
nibus detrahunt.^ Nó sólo los varones grandes, pero
aun los muchachos y las muchachas toreaban, subién-
dose sobre los mismos toros y burlándose de ellos. Sé-
neca, lib. II, cap. XXXI, De Ira: «Aspice elephanto-
— 3S —
rum jugo colla submissa: taurorum^ pueris^ ■pariter ac
fceminis per sultantibus terga inpune calcari.yy Imitó
felizmente Marcial este lugar en el libro V, Epig.
XXXII:
Aspice quam placidis, hisultet turba jwvencis,
Et sua quam facilis pondera taurus amat.
Cornibus kic pendet summis, 'vagus Ule per armus
Ciirrit, et in tato 'uentilat arma boije.
Atferitas immota riget: fion esset arena
Tutior, et pos set fallere plana magis,
Nec trepidare gressus, sed de discrimine palma,
Securus puer est, solicitumque pecus .
Este Epigramma volviera yo en un Soneto de esta
manera:
Mira cómo la ociosa muchedumbre
El retozón novillo está lidiando;
Uno verás del cuerno estar colgando
Del toro, que ama ya su pesadumbre;
Otro al ijar, por gusto ó por costumbre,
Salta y anda corriendo, y ya bailando,
En todo el buey las armas ventilando,
Que volvió su fiereza en mansedumbre.
Libre el mozuelo burla el lomo duro
Del toro más audaz, que en el arena
Ni le tiemblan los pies; ¡quién tal creyera!
Que un niño en el peligro esté seguro,
Y que una fiera, de piedad ajena,
Cuidadosa y solícita estuviera.
Solíanles poner hachas en los cuernos, como ahora,
y vistiéndolos de materia fácil de quemar, pegarles
fuego. Esto se hace ahora acá con cohetes. De esta cos-
tumbre hay un Epigramma tn Marcial:
- 36 -
^i modo per totam flammis stimulatus arenam
Sustulerat raptas taurus in astrapilas,
Occubuit tándem cor ñuto ardore petitus,
Dumfacilefn tolli sic elepkanta putat.
El toro que de llama estimulado
Corre veloz la arena, á las estrellas
Avienta dominguillos. Finalmente,
Cayó del fuego ardiente acometido.
Pensando echar por alto un elefante.
Ponían los dominguillos delante, para que irritados
los toros envistiesen con ellos, uso que aún se conser-
va en nuestras fiestas de toros. Ya V. ms. saben que
estos dominguillos son unas figuras de soldados con
sus lancillas, y á veces los visten de colorado: á las tales
figurillas ó dominguillos llamaron los romanos prima
pila ó pilas j porque los primeros que iban en el ejérci-
to á batallar eran los primi pilos , de la voz primus et pi-
luníy que es el dardo ó arma arrojadiza. El llamarle en
España dominguejos quizá fué por el color colorado, que
era festivo y dominguero antiguamente. Con este color,
porque imita la sangre, se irritan naturalmente los to-
ros. Ovidio:
Haiid secas exarsit, quam circo taurus aperto
Cum sua terriblli petit incitamina cornu,
Pkefziceas 'vestes, elusaque 'vulnera sentit.
Que en romance se puede explicar así:
De tal manera ardió, cual bravo toro
Que con cuerno terrible al dominguillo
Acomete, y tocando la escarlata,
Arde viendo burladas sus heridas.
Del dominguejo ó pila habla Marcial en el Amph. LIX:
— 37 —
o quam terñbilis exsarsit pronus in iras,
Síuantus erat cornu, cui pila taurus erat.
Habla aquí de una habada ó rinoceronte que arro-
jaba un toro por alto como si fuera un dominguejo de
paja; y en otro Epigramma, haciendo donaire de uno
que se decia candido, y tenía muy ruin capa, le dice:
Te lacedemonio 'velat toga lata galera,
y el quam seposito de grege partna dedit,
At mea, que fassa est furias, et cornua taiiri,
Noliierit dici, quam prima pila suam.
En otro Epgramma^ hablando de Lauro, que al
juego de la pelota, á que era aficionado, perdió su cau-
dal y se quedó en pelota, se burla así:
b¡e?no nova caluui sic inflammatus a?nica
Flagra-uit quantum Laurus amor e pila.
Sed qui primus erat lusor, dum floruit atas,
Nunc postquam desiit ludere prima pila est.
Hizo admirable alusión de la voz pila por la pelo-
ta y por el dominguejo; y este Epigramma y otros no
quisiera volver, porque quizá no acertaré, ó por ventu-
ra echaré á perder la agudeza del poeta, no alcanzando
nuestra lengua á la latina en esta parte. Mas porque me-
recen perdón las faltas de la poesía de repente, me pa-
rece que y<^ la volviera así:
Ningún amante se ardió
De nueva amiga en el fuego,
Cuanto Lauro mozo el juego
De pelota ciego amó:
Fué quien más diestro jugó
El juego de la pelotaj
Hasta que con capa rota
- 38 -
Hecho dominguillo acaba,
Y en pelota se quedaba
Cuando dejó la pelota.
Dije que el lidiar toros era cosa ó invención de los
caballeros de Tesalia, nó porque ellos fueron los prime-
ros que los inventaron, porque juzgo que en cada pro-
vincia habria los mismos entretenimientos, sino porque
los tésalos eran muy diestros en esto.
Los romanos tuvieron su origen en cuanto á los
juegos de toros de lo que dice Sexto Pompeyo en los
Fragmentos, que habiéndose vendido carne de toros sa-
crificados, dio gran pestilencia á las preñadas, por lo
cual se votaron fiestas de toros en el circo Flaminio, que
estaba fuera de la ciudad, porque los dioses infernales no
entrasen en ella: «Tauri Indi instituti Diis inferís ex
hac causa videntur: Tarquinio regnante cum magna inci-
disset pestilentia in mulieres grávidas qu<£ fuerat facta
ex carne divendita populo taurorum immolatorum'. oh hoc
ludí tauri appellati sunt, et fiunt in circo Flaminio, ne
intramuros evocentur Dii inferi.» Otra razón es la que
da M. Terencio Varron del origen de estos juegos. Si
hubiéramos de decir todo lo que se ofrecía y hemos
visto de las venaciones de los romanos, detendríamos
mucho la plática; y de lo que tantos han ya dicho doc-
tísimamente, no hay para qué trasladar: basta remitir
á V. ms. á lo que han escrito Onufrio Panvino, Bulen-
gero, Juan Rosino y otros autores en varios lugares.
Resta que digamos del juego de cañas, y de sus
primeros inventores, que no fueron los españoles, aun-
que más de ginetes se precien, sino Eneas el Troyano,
- 39 -
el cual, estando en Sicilia, lo inventó, haciendo de él
una viva representación de las batallas en que él se ha-
bla hallado entre los griegos y troyanos, acometiendo á
veces los unos, y huyendo á veces los otros. De Eneas
lo aprendió su hijo Julio Ascanio, que lo trajo de Italia
y lo enseñó á la fundación de Albalonga á los mucha-
chos de su edad, y en ellos se fué continuando hasta
que los recibió Roma y ejercitó en el circo Máximo.
Entraban como ahora en sus cuadrillas; los cuadri-
lleros habian de ser de lo mejor de Roma; llamábanles
Príncipes de la Juventud; al juego, por sus fundadores,
llamaban Troya ó la casa real de Fríamo. Así lo dice
Festo Pompeyo: ^Troja et regia Priami lusus puero-
rum equestrium dicitur.» También se llamaban Pyrhica
vulgarmente. Así lo dice Servio en el V^ Mneid.: «Ut ait
Suetonius Tranquillus, lusus ipse^ quem vulgo Fyrhicam
appellantj Iroja vocatur cujus origine m exprés si t in libro
de puororum ludibus.y> Si tuviéramos ahora este libro,
escussábamos muchos deseos de los juegos que vemos
jugar á los muchachos, que sospecho, y no pienso que
me engaño, que tienen origen antiquísimo.
D. Diego. ¡Oh, señor! Suplico á V. m. dirija en
cuanto fuese posible su plática á este fin, porque con-
fieso á V. m. mi flaqueza, que fui muy aficionado á ju-
gar los juegos que usan los muchachos, y me holgaría
saber que tienen su principio en la antigüedad, porque
estos juegos de los romanos, como ya no están en el
uso, no dan tanto gusto oidos.
D. Fern. Yo obedeceré á V. m. en cuanto pu-
diere, y no me aparto de ese intento, pues voy proban-
— 40 —
do que el juego de cañas fué propio de los muchachos.
Hubo algún tiempo en que la costumbre de jugar los
muchachos las cañas se intermitió y dejó; mas Julio
César, que tuvo espíritu ardiente de honor, lo restau-
ró. Suetonio en este Príncipe: <Circencihus Trojam lu-
cit tur ma dúplex majorum minorumbe puerorum.» Dion
dice lo mismo en el lib. XLIÍI: «Trojam antiquo more
patritorum fila lucerunt.» Augusto César, por la misma
razón que su tio, le fué muy aficionado; y le celebró
mucho Tranquilo, en su Vida: <!(,Sed^ et Troj¿e ludum edi-
dit frequentissime majorum minorumve pueroriim delectu
prisci decoris 7noris que existimans clar¿e stirpis indolem
sic innotescere.-t Mas habiendo sucedido que se le que-
bró una pierna á Cayo Nomio Asprenate, y después á
Escornino, hijo de Asinio Polion, personas nobilísimas,
se dejó de ejercitar por algún tiempo: después, olvida-
das aquellas desgracias, se volvió á usar de ordinario.
Dion, en el lib. XLVIII, dice que Mario Agripa lo hi-
zo con gran magnificencia en las fiestas apolinares:
<L'Troj¿e ludum per nobiles pueros magnifice edidit.y> Des-
pués, siendo edil, dio á los muchachos el gasto de las li-
breas y lo demás necesario para un juego de cañas. (El'
mismo Dion, en el mismo lib. XLVIÍI.) Cayo Calígula
en el dia de su nacimiento por muy gran fiesta, y en la
muerte de Drucila por placación y sacrificio á los Manes.
Suetonio/;? eodem Príncipe, cap. XVIII: «Caligula na-
tali suo venationes edidit patritn pueri Trojam lucerunt.'»
Y más abajo: Drucil¿e sorori mortu¿e puhlicam sepultu-
ram tribuit, ac pr^toriani milites cum suo tribuno; ac
seorcim equestris ordo seorsimpatritii pueri Troj¿e decur-
— 41 —
done c'irca tumiilum ejus oheqiiitarunt.'^ La gran bestia
de Nerón, siendo muchacho, aun nó de doce años, lo
jugó con tanta destreza y donaire que se llevó el favor
público y aura popular. Suetonio/;? <?(?, cap. VII: <k1enet
ad huc^ nec dum matura puerilia circencibus ludís Tro-
jam constantissime lucii.» Lo mismo dice Cornelio Tá-
cito: «Sedente Claudio circencibus ludis cum fueri novi-
les equis ludricum TrojíC inirent^ interque eos Britanicus
Imperatore genitus^ et Lucius Domitius adoptione mox
inimperiorum cognomenque Neronis, adsutus favor plebis
acrior in Domitium loco pr¿esagii acceptus est.»
Pero porque no se nos vaya todo en flores, han de
ver V. ms. un juego de cañas que pinta Virgilio; y digo
que lo han de ver, porque de tal manera lo pinta que
parece que lo pone delante de los ojos. Sus palabras pi-
den la atención y respeto que este divino poeta merece,
que son en el V de las jEneidas, de la manera que yo
las diré:
At parer ^ncas iiondum certami/ie misso,
Custodem ad sese, co?nitemque iínpubis Juli
Epitidem <vocat, et jidam sic fatur ad aurem.
Vade age, et Ascanio, si jam puerile paratum
Agmen hahet seaim, cursusque instruxit equorum,
Ducat a'vo turmas, et sese ostendat in armis:
Dic, ait: ipse omnem longo decedere circo
Infusum populum^ et campos jubet es se patentéis.
Incedunt pueri, par it erque ajite ora pareíitum
Franatis lucent itt equis: quos omnis eunteis
Trinacria mirata fremit , Trojaque Jwventus.
Ómnibus in morem tonsa coma pressa corona:
Cornea bina ferunt prafixa hastilia ferro,
Pars leves humero pharetras: et pectore summo
Flextlis obtorti per collum it circulus auri.
— 42 —
Tres equitum numero turma, ternique njagantur
Ductores: pueri bis se ni quenque secuti.
Agmine partito fulgent, paribusque jnagistris.
Jjna acies juvenum, ducit quam par'vus ovantem
l^ ornen anji referens Priamus, tua clara Poli te
Progenies, auctura Ítalos: quem Thracius albis
Portat equus bicolor maculis ,'vestigia primi
Alba pedis,frontemque ostentans arduus albam.
Alter Atys, genus un Je Atyi duxere Latini:
Par'vus Atys, pueroque puer dilectus "Julo.
Extremus for maque ante omnes pulcher Julus
Sidonio est in-vectus equo: quem candida Dido
Esse sui dederat monimentum, et pignus amoris.
Gatera Trinacriis pubes senioris Acesia
Fertur equis.
Excipiunt plausu pavidos, gaudentque fuentes
Dardanida, 'veterumque agnoscunt ora parentum.
Postquam omnem lati conssesum, oculosque suorum
Lustr advere in equis, signum clamare paratis
Epitides longe dedit, insonuitque flagello.
Olli discur rere pares, atque agtnina terni
Diductis soliere choris, rursusque njocati
Com^ertere 'vias, inf estaque telatulere.
Inde alios ineunt cursus, aliosque recursus
Ad-versis spatiis, alternosque orbibus orbes
Impediunt, pugnaque cient simulacra sub armis:
Et nunc tergafuga tiudant, ?iunc spicida niertunt
Inf ensi: f acta pariter nunc pace feruntur.
Ut quondatn Creta fertur Lahyrinthus in alta
Parictihus textum cacis iter, ancipitemque
Mille 'viis habuisse dolum, qua signa sequendi
Falleret indeprensus, et irremeabilis error:
Haud aliter Teucrum nati vestigia cursu
Impediunt, texumque fugas, et pralia ludo
Delphinum similes: qui per maria hutnida ítando
Carpathium, Libycumque secant, luduntque per undas.
Hunc morem, hos cursus, atque hac certamina primus
Ascanius, longam muris cum cingeret Albam,
Retulit, et priscos docuit celebrare Latinos:
— 43 —
^uo puer ipse modo, securn quo Troja pubes,
Albani docuere suos : hinc máxima porro
Accepit Roma, et patrium serva'vit honor em:
Trojaque ttunc: pueri, Trojanum dicitur agmen.
D. Ped. Por cierto que estoy dudando si oíalos
versos de Virgilio ó estaba viendo jugar las cañas á los
muchachos troyanos. Tanta es la fuerza del bien decir
y tanto el ingenio de ese gran poeta.
D. Diego. No deja particular que no esplique ad-
mirablemente; pero dudo si los troyanos y romanos ju-
gaban las cañas cara á cara como los caballeros de Jerez
de la Frontera, que únicamente en toda España con-
servan este uso, si bien ocasionado á lastimar los ojos y
el rostro. Muévome á esta duda por aquellos versos:
Diductis sol'vere choris, rursusque <vocati
Con'vertere 'vias, infestaque tela tultre.
porque la voz infesta quiere decir cara á cara ó al ros-
tro, como infesto corpore quiere decir en la parte delan-
tera del dedo grueso.
D. Fern. Así como V. m. trae el ejemplo es; pe-
ro del uso de las cañas lo dudo, porque ahí en ese lugar
Virgilio da á entender que acometieron y revolvieron,
y á lo último desembarazaron los bohordos; aunque
también pudo á.Q.Q\v infesta tela á las primeras cañas que
se tiran para provocar á los contrarios, que son siempre
cara á cara: mas en los demás lances siempre arrojan las
cañas ó bohordos contra los que se van retirando á su
puesto.
Pero oigamos al traductor castellano, que aunque
con muy desiguales pasos á los de tan gran ginete, se
— 44 —
esforzó lo que pudo volviendo aquellos versos así á
nuestra lengua:
Pero el piadoso Eneas, no acabado
Aún el certamen del mancebo Ascanio,
Llama á Epitides, ayo y compañero,
Y habíale al oído de este modo:
«Corre, vé y dile á Ascanio, si ha juntado
Las pueriles cuadrillas ya consigo,
Y si las ha instruido en la carrera.
Que las traiga á las honras de su abuelo.»
Dijo, y mandó apartar toda la gente.
Por el pueblo extendido abriendo plaza.
Luego entran los mancebos juntamente
Á vista de sus padres, y en caballos
Ricamente enjaezados resplandecen,
Admirando á Sicilia y la troyana
Juventud, que alabando está su entrada.
Van á la antigua usanza coronados.
Llevando cada uno dos bohordos;
Cuál al hombro carcax de leves flechas,
Y cuál cadena de oro retorcido.
Entraron repartidos en tres tercios;
De cada doce en torno y por entre ellos
Iban tres cuadrilleros gobernando,
Iguales en destreza y gallardía.
Iba por capitán de la una escuadra,
Ufano y ledo, el Príamo pequeño.
Insigne con el nombre da su abuelo,
Tu, Claro hijo é ínclito Polite,
Raíz segunda de gran suma de ítalos.
En un caballo tracio remendado
De dos colores, blanco de ambas manos,
De alta y yerta cerviz, de blanca frente.
Era Atis el segundo, el cual fué cepa
Del latino linaje de los athios,
Digo el pequeño Atis y joven caro
Al joven Julo, capitán postrero.
Aunque primero en rara hermosura.
• — 45 —
Era el hermoso Julo que llevaba
El caballo sidonio que en Cartago
Le dio en presente la phenisa Dido
Por prendas del amor que le tenía.
La demás juventud iba en caballos
De Sicilia, que dio el anciano Acestes.
Fueron con grande aplauso recibidos
De las damas troyanas, que miraban
En ellos á sus padres retratados.
Después que todo en torno rodearon
El acompañamiento y ancha plaza
Con gallardía ardiente en sus caballos,
Que tascando aguardaban en sus puestos;
Epitides de lejos dio la seña,
Que fué el azote restallar sonante:
Arrancan al momento apareados
De tres en tres, distantes igual trecho,
Y pasan su carrera; y en tornando
Epitides á dar la seña usada,
Tornan ligeros por do habían corrido,
Y al cabo arrojan voladoras cañas,
Con denuedo enemigo en la apariencia:
Comienzan luego de contrarios puestos
Una muy bien trabada escaramuza;
Corren aquéllos contra aquestos, y éstos
Contra aquéllos, y vuelven y revuelven
Una vez, otra, y otra, y en rodeo
Galopan por la verde y ancha plaza;
Van los unos pasando por los otros,
Y entorno meten vueltas y revueltas.
Fingiendo una batalla verdadera;
Tal vez huyendo vuelven las espaldas.
Tal vez con las agudas cañas tornan
Y medrantando á los que los seguían,
Y tal vez hecha paz corren mezclados;
Bien como en la alta Creta un tiempo fama
Haber habido un labírinto oscuro
Cuya confusa é intrincada hechura
Con mil caminos, calles y senderos
- 46 -
La gente confundía y engañaba
De suerte que el error inextricable,
La multitud de sendas y carreras.
Cegaba á los que entraban las señales
Por dopodian para salir regirse;
Nó de otra suerte los gallardos hijos
De los troyanos por el verde cerco
Corriendo unos con otros se encontraban,
Y á veces se impedían la carrera.
Del todo semejantes á delfines
Que por los mares húmedos nadando
Dividen con lascivo juego el agua
Del piélago carpathio y africano.
Este juego que digo, aquesta usanza
De así correr en forma de batalla,
Ascanio fué el primero que en Italia
Lo renovó en el tiempo que cercaba
La ciudad de Albalonga, de altos muros,
Y dio enseñanza del á los latinos,
Nuestros antecesores; y en la misma
Forma que, siendo él mozo, con los mozos
Troyanos hoy aquí lo había jugado:
Los de Alba á sus menores lo enseñaron,
De donde ya después de largos años
Lo tomó Roma, conservando la honra
Y célebre uso de Troya, madre suya;
El cual juego el día de hoy se dice Troya,
Y el escuadrón de mozos que lo juega
Hasta hoy se dice el escuadrón troyano.
D. Dugo. Confieso que ahora lo he entendido
con más claridad, y todavía me parece que á veces ju-
gaban de los bohordos cara á cara, y á veces como se
usa en España comunmente; y también describe el poe-
ta la entrada corriendo, y después los galopes volviendo,
y finalmente lo dice todo con tanta gallardía que no
hay más que desear.
— 47 —
D. Fern. Démosle un poco de lugar en estasca-
ñas también á Claudiano. In Sexto Const. Theod:
Hic et belligeros exercuit área lusus;
Armato hic seape choros, certaque 'vagandi
Textas lege fugas m confusosque resersus,
Et pulchras error um artes jucundaque Mariis
Cert amina, etc.
Et infra:
Torquentur in orbes
Agnima perpetuisque im mota cardine claustris
Janus bella prefuens Uta subs imagine pugníe.
Esto se llega más á la saltación pyrrhica, de que
también se acordó Juan Escobeo en el Serm. XLII,
Alex. ah Alex. Dies. gen., cap. XÍX novissime; Juan
Meurs, De Orchestra^ fol. 70.
D. Diego. No se olvide V. m. de lo que prome-
tió del correr de los muchachos, pues tan bien averigua-
do queda que ellos jugaban las cañas antiguamente.
D. Fern. No me olvido, pues los historiadores y
poetas nos dejaron tantas memorias. Traeré algunas á
nuestro intento. Virgilio, en el V de la Eneida^ dice que
Eneas hizo certamen de correr los muchachos en Sici-
lia, en las honras de su padre Anchíses, de lo cual se
acordó Higinio en las Fábulas. En esta contienda en-
traron Eurialo y Niso, un par de muy buenos amigos.
Fué Eurialo primero vencedor, y se le dio por premio
un caballo enjaezado. Llevó segundo premio Helimo,
á quien se le dio una aljaba amazónica. Diores, un al-
mete de la ciudad de Argos, sacó los despojos de un
león. Niso un broquel, obra de Didimaon.
Julio Soliiio, en el libro V desús Historias admira-
bles^ refiere de un muchacho milesio, llamado Polyn-
nescor, que habiéndole su madre puesto á guardar ca-
bras, corriendo alcanzó una liebre; por lo cual su amo
en la olimpiada XLVl le dio para los juegos olímpicos,
y en ellos alcanzó corona de vencedor.
Pausanias, en VI, dice de Damisco, vencedor en el
juego olímpico; y en el estadio habia estatua que con-
servaba esta memoria, no siendo este muchacho de más
de doce años: €Posiíus ibidem est a mesenis DamiscuSy
qui annos natus duodecim, palmam ex olympcis ludís tu-
lit. Hic ipse, de quo nunc agimus Damiscus, fueros de sta-
dio vicit, et quinqué post hanc et ■partim Nemeas partim
vera Isthmisi victori¿e obtingere.yy
Pone Pausanias otros muchachos, y después de
ellos dice que tuvieron estatua por vencedores en el cir-
co Sophio Messenio y Eleo: «Post Cheream Sophius
MesseniuSy et Eleus vir stonius collocati sunt: in cursu
Ule fueros ante vertit.-»
Y en el lib. III, In Laconisis, refiere de Danao que
casó sus hijas proponiéndolas por premio al que más
corriese, escogiendo el primer vencedor, y luego el se-
gundo, y así los demás; á cuya imitación Icario, padre
de Penélope, instituyó el mismo certamen, en que ven-
ció Ulises y casó con la muy casta y honrada Penélo-
pe. Excuso referir sus palabras, por no cansar.
Tuvieron los antiguos especialísimo cuidado en la
educación de sus hijos, procurando agilitarlos para la
milicia; y así, dice Pausanias en el lib. V de las Historias
EliacaSy que los eleos, nó sólo hacian que sus hijos mu-
— 49 —
chachos corriesen y hiciesen los demás ejercicios gím-
nicos, sino que también les señalaban premios para inci-
tarlos, y fueron algunos de ellos vencedores. Sus pala-
bras son éstas: «Puerorumvero cer lamina^ nullo veteris
memori¿e exemplo arbitratu suo instituerunt elei: ac pri-
mum quidem decursu et lucia se-ptima^ et tricessima olym-
piada, pueris proposita premia luct^ Hypostenes lacede-
monius^ cursus palmaní accepit Eleus Polynices.»
Corrieron también á caballo por ejercitarse los mu-
chachos en el campo Marcio, como lo dice Estrabon
con harta elegancia en el üb. V de su Geografía, y me-
jor Virgilio en el VII de su Eneida:
Ante urbem pueri et frima'vo flore jwventus
Exercentur equis, domitantque iti ful'vere currus;
Aut acres tendunt arcus, aut lenta lacertis
Spicula contorquetit cursiique tctuque lacessunt.
De este ejercicio mezclado con los otros se dirá en
los ejemplos, que por no repetirlos muchas veces los de-
jo; y á quien quisiere ver mucho en esta materia, vea á
Pausanias en el V y VI Eliacorum, en el cual hallará
infinitas memorias y estatuas levantadas á muchachos
vencedores en estos juegos, por honra suya, del cual
traeremos algunos ejemplos, dejando muchos.
Otro género de saltos hacian los soldados sobre un
caballo de madera, desnudando las espaldas, para hacer-
se diestros. Véase á Vegecio, libro I, cap. XVIII, y á
Justo Lipsio en el üb. V T)e Militia Rom., cap. XIV,
— so
§. IV.
De/ salto y la saltación.
Ya que habernos salido de la obligación de aquellos
juegos más graves, y V. ms. son tan bien contentadizos
que se satisfacen con la parte menor de ellos, que es el
uso de los muchachos, averiguaremos cómo ellos con par-
ticular atención de aquellas dos Repúblicas ejercitaron
los juegos que restan del Pentathlo ó Quinquercio, los
cuales están en los autores tan juntos á los ejemplos que
de ellos traeremos para nuestra probanza, que apenas
los podremos dividir; pero siguiendo el orden comenza-
do, diremos del saltar, presuponiendo que son diferen-
tes salto y saltación, porque salto dice San Isidoro:
^Saltus quasi exilise inaltum^ est enim saltus altus exilire
vel longius.» Es una jactacion ó arrojamiento del cuer-
po en alto ó largo. La saltación es un tripudio, baile ó
danza á compás, de lo cual habló Cicerón, diciendo era
el fin de muchos regocijos. *.Multarum delitiarum comes
est extrema saltatio.»
Digamos primero del salto, aunque no fué muy fre-
cuente en gimnasios, pues Platón no se acordó de el;
mas acordóse Vegecio De Re militaría lib. I, cap. IX,
en estas palabras: <s.Ad saltum etiam^ quo vel fosea tran-
siliuntur, vel inpediens aliqua altitudo superatus exercen-
dus est Miles, ut cum ejusmodi dijicultates evenerint.
— 51 —
possint sine labore transiré.» Cosa importante es á los
soldados el salto, ó para pasar á fosa ó sobrepujar algu-
na altura, porque cuando tal cosa sucediere puedan ha-
cerlo sin mucho trabajo.
Sidonio Apolinar lo trae por juego y entretenimien-
to de los soldados:
Clipeosque notare
Ludas, et intortas precederé saltibus astas.
Jugar de los broqueles diestramente
Era juego, y de un salto
Salvar torcidas lanzas por lo alto.
Saltaban los athletas desnudos, como dice San Ci-
priano T)e Spectaculi: « Ecce tibi alter nudus saltat;y> y á
veces con unos pesos ó mazas de plomo en las manos,
que llamaban halteres^ de que hace memoria Pausanias,
VI Eliacorum, y les llama firmeza de los que saltan.
Su forma de éstos era rosilla y larga más que redon-
da, y capaz para asirlos bien con la mano por el medio.
Habia otro modo de ellos, cuya forma expresa Mercu-
rial en su Gimnástica^ fol. 78, en el cual pueden V. ms.
ver muchas cosas tocantes á esta materia que, como no
se usan, no me detengo en ellas; mas por usarse saltar á
pié cojita en muchos juegos, diremos algo de ella.
D. Diego. Venga muy en hora buena la madre
vieja, pié cojita, y díganos V. m. su origen y descen-
dencia.
D. Fern. Los teólogos de la gentilidad dicen que
Icario, padre de la ninfa Erigone, á quien por su gran
justicia y equidad el dios Baco enseñó el uso de las vi-
des para que él lo enseñase á los mortales, habiendo
plantado y cultivado una hasta que estaba en flor, un
descomedido cabrón se entró donde estaba y le comió
fruto y hojas; Icario, lleno de justa saña por el malogro
de su cuidado y su vid, mató al cabrón; y hincando el
pellejo, de que le desnudó, pidió á sus compañeros que
en venganza de su pecado todos saltasen sobre él con só-
lo un pié, suspendiendo el otro, esto es á piécojita.
Fué tan alegre fiesta para ellos ver caer unos y te-
nerse mal y temblando, que esta risueña celebridad la
transfirieron en fiestas y sacrificios del dios Baco, cuya
deidad el atrevido cabrón habia ofendido comiéndole su
vid. Así lo refiere Higinio, nuestro español: Signorum
Calestium^ in Arctophilace. Trae por testigo á Erathos-
tenes, cuyas palabras cita. Llamaron á estas fiestas Asco-
lia y al juego Ascoliasmos, que viene á ser lo que he-
mos dicho: saltar por las odres a pié cojita. Aristhó-
phanes en la comedia Pluto^ act. V, esc. I, hace memo-
ria del, diciendo Scaro á Mercurio.
Nu?ic sub dio per utres saltat uno pede.
Y Platón en el convite: «.Instar eorum qui único cru-
re innidi saltare coguntur. »
Julio Pólux lo describe bien: «Ascolia Zein quoque
vocatur utri vacuo, sed spiritu inflato, et inuncto incilire,
ut propter unge uní um laberentur. •»
Virgilio, en el II de las Georgias:
atque Ínter pocula Leu
Mollibus in pratis uncios salir e per utres.
Daban por premio el mismo pellejo lleno de vino
al que saltaba sobre él en un pié diestramente, que no
— 53 —
cayese, sino se quedase firme y derecho; y al que resba-
laba le seguía la grita y risadas, premio de su caida. Era
esta fiesta, nó sólo digna de tan alegres aras como las
de Baco, pero que también las viese en el teatro del
pueblo de la ociosidad. Elio Rhodiginio, lib. V, cap. IV,
Antiquar Lect.: «Ascoliasmus saltatio erat. Bacchi dedi-
cata festis qu¿e vocatur Ascolia, qiiod theatris medio utres
quos vocant Aaxovc, inflatos obuntosque uno tantum insili-
r en t pede ut delabentes 7~isum exitarent.y>
Los romanos, muy antiguos en aquella rusticidad>
también tuvieron éstas como aquéllos, que ya comenza-
ban á imitar á las naciones patrocinando su extendida
superstición, llamándolas cornualia^ y al saltar á pié co-
'Í\X.2i.cornuare^ id est, cornu se inflectere. Para tomar vue-
lo y saltar con más fuerza, inclinaban el cuerpo. Marco
Barron, en el I de Vita Pop. Rom.: «.Etiam pelles bubu-
las oleo per fusas percurrebant ibique cornuabant^ a quo
Ule ver sus ve tus est in carminibus, sibi pastores- ludos
faciunt coriis cornualia.yy
Nó sólo saltaban á pié cojita sobre las odres, pero
también en muchas maneras, en varios certámenes y
juegos; unas veces al que mayor salto daba, otras cor-
riendo unos tras otro hasta alcanzarlo ó cansarse; tal
vez contaban ¡os saltos hasta cansarse ó vencerse el
uno. Nuestro buen amigo Julio Pólux, á quien debe-
mos estos y otros juegos: «In AscoUasmo autem^ uno su-
blato pede altero quidem saltare oportet, quod kQY.olioi.Y.oi.p
vocaveruntj sive in longitudinem saltitarent, sive unus
quidem sic insecutus sit, alii vero utroque pede fugerunt
doñee aliquem uno pede illattus persecutor nanciscatur aut
— 54 —
stantes saltahant saltus ipsos numerantes^ et -penes multi-
tudinem erat victoria.»
Ahora vemos jt^gar á los muchachos todos estos
juegos, si no estoy olvidado, porque los que juegan á
coscogita cuentan los saltos que dan ó en largo ó en nú-
mero á cuál da más saltos; y en un juego que llaman
Espada Lucia es ceremonia necesaria que el que salta en
el otro ha de venir á coscojita, ó á pié cojita. Lo mismo
en otro juego que llaman Palomita blanca^ á hao^ si ya
no es el mismo; pero aquella particularidad de que
uno huye con ambos pies y otro lo sigue hasta alcan-
zarlo, como dice Julio Pólux, es particular costumbre
de los que juegan á un juego que los muchachos lla-
man la Maruca, de que en otra ocasión hablaremos.
D. Diego. ¿Ha visto V. m. por ahí un juego que
llaman FU derecho?
D. Fern. No sé qué vislumbre veo del en Athe-
neo, lib. III, cap. VIÍÍ: «Invenitur tamen quambis raro
in hac sententia: nam Satyrus Sophocles h¿ec loquitur,
Herculi disposito immedium dorsum Satirum; y parece
que Policiano aludió también á él en el prólogo de los
Meneemos: ^Esporgite lumbostum, nos sesum ibimiis spec-
tavimus que vos taciti aut ridepimus.^
La saltación, que en castellano llamamos danza, bai-
le ó tripudio, fué antiguamente en dos maneras: una
honesta y útil para el ejercicio del cuerpo, y otra desho-
nesta y lasciva. La misma diferencia tenemos hoy; mas
digamos algo de lo antiguo, porque hay tanto escrito
en esta materia, que se puede hacer de todo ello un jus-
to volumen; y porque de la una y de la otra danza te-
— 55 —
nemos ejemplos en España, no nos divertiremos mucho
á ajenas provincias.
Comparala danza Luciano á la armonía de los or-
bes celestes, porque así como aquéllos se mueven á
compás y número, así el que danza se mueve con ar-
monía, dando gusto y alegría al que lo mira. Nuestros
españoles fueron tan amigos de esta tan honesta danza
que dice Silio Itálico, en el lib. III de la Guerra Püni-
¿•¿z, que era todo su entretenimiento y gusto sagrado y
profano.
Nunc pedís alterno percussa verbere térra.
Ad numerum resonans gaudenta plaudere cetras.
Ha requies ludusqiie -viris ea sacra voluptas.
Como tan belicosos, en la paz hacían entreteni-
mientos de la semejanza de sus batallas, usando de la sal-
tación Pirrhica, la cual, como dice Atheneo en el libro
XIV desús Dimnosophistas: «.Erat quasi armorum ins-
tructioj» un ensayo de batalla, una esgrima á compás,
con la cual danza se festejan también los dioses.
¿^i recte súber e chorus decorare Déos ,
Hi optitni et in hallo, etc.
Pudo ser que este baile se le pegase á los españoles
de los muchos griegos que en España poblaron. Mué-
vome á creerlo así, porque nó sólo usaron de las mis-
mas danzas los griegos que acá vemos imitadas, pero
también la voz baile y bailar es griega, del verbo ba-
llizo, y de tiempo antiguo muy usada en España. En el
concilio segundo Bracarense: «.Si quis ballationes ante
Eclecias Sanctorum fecerit, seu faciem suam transforma-
verit in habitu muliebriy> etc. Y en el tercero concilio
- 56 -
Toledano se les llama hallimachi¿e: «Cluod hallimachiay
et turfes cantici prohibendi sunt a Sanctorum solemniis.»
Llamáronles ballmachi¿e ó hallimachias del verbo halli-
zo y machi, que es pugna; «quasi saltantium pugna.-»
Aquí se ajustan muy bien los versos de Siüo Itálico arri-
ba dichos.
Los autores antiguos tuvieron á los curetes por in-
ventores de esta danza. Así lo dice Estrabon, üb. X:
«Credibile est armiferam illam saltationem abéis intro-
ducíame prius qui muliebris vestitu comati et stolati Cu-
retes vocarentur, ut fortiores in re militari c¿eteris eva-
derenty et versa tam inde armis vitam haverent.»
Y estos curetes vinieron desde Grecia y asentaron
en la costa de Gibraltar y Tarifa: así lo dice Trogo
Pompeyo ó su abreviador Justino, lib. XLl V: <aSaltus
vero tartesiorum ín quibus Titanes Bellum adversus Deas
genie proditur incoluere curetes.y>
En los regocijos y convites, dice Estrabon en el III
de su Geografía que danzaban al son de la trompeta mi-
litar los lusitanos, y las mujeres de Baeza y Guadix y
otros pueblos de aquella región, que se llamó Basteta-
nia; oigamos sus palabras: «.Ínter potandum ad tibiam
saltant, et ad tubam coreas ducunt interum insilientes et
poplitibus inflexis redunt corpus dimitentes. In Baste-
tania ¡d etiam mulleres faciunt una alteram manu te-
nentes. »
Este género de baile es el mismo que el de las mu-
jeres espartanas. Escribe el dicho autor: «Exilione ute-
bantur Láceme mulleres adnates saltando qu¿e retro flexis
cruribus ita saltábante ut calabrus nates atíngirent quan-
— 57 -
doque cruribus alternatim inflexis quandoque utrisque
uno, et eodem tempore.y>
Es tan uno este de las mujeres espartanas con el
baile de los lusitanos y de las mujeres bastetanas, que no
se puede negar, y muy semejante todo lo dicho á lo
que vemos en la danza de las espadas, que es aquella
saltación pirrhica ó ballimachia de que primero diji-
mos, que hiriendo los pies el suelo al compás, usan de
las espadas y broqueles haciendo un género de batalla
muy graciosa.
Pues el bailar dejándose caer sobre las asentaderas,
cruzando y sacando las piernas con mucha destreza, no
hay danza nuestra en que hoy no lo veamos, derivado
de aquel antiquísimo siglo.
D. Ped. Verdaderamente consuena toda la anti-
güedad con lo que hoy se usa, y es cosa de muchísima
admiración la tenacidad de las costumbres españolas,
que todas parecen heredadas: de donde he venido á
pensar si un juego de muchachos que llaman Ande la
rueda es especie de esa saltación pirrhica.
D. Fern. Diga V. m. la forma de ese juego, y
podrá ser le hallemos alguno semejante.
D. Ped. La forma de este juego es asírjúntan-
se muchos muchachos, y asidos de las manos en rueda, y
otros andan sueltos fuera, y todos ellos andan velocísi-
mamente alrededor, bailando y tirando coces al que anda
fuera, lo que dice uno y responden todos: Ande la rue-
da, y coces en ella.
D. Fern. Harto es que en la antigüedad descu-
bramos algo que se le parezca, á la manera que en un
- 58 -
día nebuloso y nublado se suelen descubrir los bultos de
lejos, adivinando lo que son, con peligro de no acertar:
tal me parece hallo en el lib. XVIIl de la Iliada de Ho-
mero delineada esa danza ó Juego; sus versos de ver-
sión de Espondano dicen así:
Ibi quidem adolescentes, et 'virgines formosisima
Hi quandoque cursitahant doctis pedibus,
Agiliter admodum sicut cumquis rotam, aptam
Manibus sedens figidus tenta^erit si currat.
Allí las hermosísimas doncellas
Y mancebos danzaban con pies diestros
Veiocísimamente á la redonda,
Como cuando el ollero con las manos
Prueba la rueda á ver si está corriente,
Atheneo, en el lib. I, cap. VIII, juzga por heroica
esta danza, porque imita al Sol en su esfera: «AU¿e sunt
saltationes apud Homerum^ quce ciberar istes vocanttur.
Ali¿e 'per spheram quam Solem circumvolventem ínter
heroicas inducit.y>
Más expresamente lo veo imitado en Aristóphanes,
en la comedia llamada Las Avispas^ en estos versos:
Car'tdiim itefratres
Citos pedes monjete in Orbem
Hum recalcitrans quis
In Schema, eat accinens
Miretur ut theatrum.
Consideren V. ms. con cuidado y noten todas las
particularidades de esta danza, pues llama á los que en
ella danzan hermanos de los cangrejos, por la multitud
de los pies que se mueven en círculo, porque caris^ en
lengua griega, significa cangrejo: incítanlos á que mué-
- 59 —
van los pies velozmente, y que cada uno vaya tirando
coces, diciendo el versillo andando á la redonda.
D. Diego. No faltó ahí sino que dijera el versillo
de ándela rueda, que en todo lo demás admirablemente
conviene. Díganos V. m. si acaso ha encontrado por
ahí á Jiían de las Cadenas á hao, que parece también
de ese género de danza, porque se engastan y encade-
nan los muchachos y pasan á la redonda.
D. Fern. No sé qué ecos he oido en el lib. II Be
Rerum Natura, que Lucrecio me suena en los oidos di-
ciendo:
^os memorant phrygios inter se forte caleñas
Ludunt, etc.
Así enmienda y entiende este lugar el buen viejo
Adriano Turnebo en el lib. XXVII de sus Adversa-
rios, donde dice que Lucrecio alude á un juego semejan-
te: «Lucere enim catenas erit ludu quodam catenarum seu
in quam catenatim concerere sese; et implicare catenasque
imitari.»
Pero ya es tiempo que pasemos al otro género de
saltación lasciva y deshonesta, y ojalá en ella no hallare-
mos tantos ejemplos antiguos y modernos en nuestra
tierra. Bástenos saber que los bailes de las mozuelas ga-
ditanas, muy célebres en el mundo llamándoles bailes, á
diferencia de danza, porque danza llamamos comun-
mente á la honesta saltación, y danza llamamos también
á las que en las fiestas del Corpus Christi en todas las ciu-
dades de España se usan, con rico adorno de vestido,
en que se representan algunas historias de las que Lu-
ciano refiere.
— 6o —
D. Ped. Ya que llega V. m. á este punto, díga-
nos qué danzas son esas, pues conforman con las nues-
tras.
D. Fern. Digo que los antiguos griegos y roma-
nos tenian unos géneros de danzas en las cuales, con el
movimiento del cuerpo y gesticulaciones, el que danza-
ba iba representando toda una historia sin hablar pala-
bra, pero con tales movimientos y acciones que expre-
saba todas las acciones alegres ó tristes de aquella fábula
ó historia: á éstos llamaron los antiguos pantomimos,
del verbo griego mimesthaij que es representar^ y de la
voz pantos, que es todo, como si dijéramos representarlo
todo. Tales danzas fueron La batalla de los Titanes, El
nacimiento de Júpiter, La prisión de Saturno, Las per-
sonas de Prometeo, La caida de Icaro, El laberinto de
Creta, y otras muchas.
D. Ped. Algo de esto hemos visto este año
en los teatros y coliseos de Sevilla, con sola una dife-
rencia, que el músico que tocaba la vigüela iba can-
tando la historia y el bailarín danzando las piezas de él:
así se bailó El caballero de Olmedo y la Fábula de Pí-
ramo y Tisbe, y á esta traza otras.
D. Fern. No pueden llegar las gesticulaciones
que ahora se hacen á las que nos refieren las historias;
basta que imiten algo. Mas volviendo á nuestro baile,
digo que la diferencia entre la danza y él, es que en la
danza las gesticulaciones y meneos son honestos y varo-
niles, y en el baile son lascivos y descompuestos: tales
eran los bailes gaditanos antiguamente, de que habló
Juvenal, Sát. XI.
— 6i —
Forsitam spectes ut gaditana canoro.
Incipiat prurire choro plaiisuqiie propala
Ad terram trémulo desee ndant clune puelLe
Irritamentum ijeneris languentis^ etc.
Estas danzas ó bailes lascivos y deshonestos eran
también pirrhicos por la presteza y agilidad de su mo-
vimiento, y usaban de él en las fiestas de Baco, funda-
dor de nuestra vecina Lebrija.
De que se bailase en las tales fiestas tengo por autor
á Atheneo, lib. XIV, cap. XVIII: ^At Pirrhica qu¿e
a-pud nos reperitur Dionystca qu¿edam ese videtur,'»
Y la razón es porque los compañeros de Baco, que
se llamaban sátyros y silenos, ó digamos sus sucesores,
la bailaban: «.Erat enim^ como dice Julio César Escalí-
gero, máxime notoria gesticulatione creberrima et celé-
rrima potisimum Satyrorum.»
Alude á este baile Marcial, hablando de una dama
gaditana:
Tam tremulum crisat tam blandum prorit ut ipsum.
Alas turbatorum faceret Hyppolitum.
Y en otra parte, el mismo poeta:
Vibrabunt sine fine lumbos.
D. Ped, Dijo V. m. que el dios Baco fundó á Le-
brija, y como lugar nuestro vecino me alegraré ver al-
guna probanza de esta proposición.
D. Fern. Recibido está por los hombres doctos
que Nebrissa ó Lebrija es fundación de Dionisio Baco,
por unos versos de Silio Itálico, que así lo dan á enten-
der, y son del IIÍ libro de la Guerra Púnica. Dicen así:
— 62 —
Te?npore quo Baccus populas dominahat iberos
Concutiens T/iyrso, atque acuta Mena ad Calpem
Lascibo genitiis Satyro Nimphaque Mirice.
Y hablando de los lugares que siguieron la guerra
de los cartagineses, cuenta á Lebrija con este aparato:
Ad Nebrissa Dionysais consica T/iyrsis
S}uam satyri coluere lebes redimitaque satra
Nebride et Hortano Menas nocturna Liao.
Ven aquí V. ms. sátyros y ménades en Lebrija, don-
de serian sus bailes tan frecuentes y sus relinchidos
tanto que los pudiéramos oir desde nuestra tierra y
campos, si ya por acá no teniamos la misma festividad.
Y digo esto, porque yo tengo en mi casa una efigie de
estas ménades, de muy buen mármol, coronada de ye-
dra y suelto el cabello. Están los corimbos ó obas de la
piedra y las hojas extremadamente expresadas en el már-
mol.
Y que esta figura sea de las ménades, mimalónides,
baccas ó basárides, que todos estos nombres tienen, es
evidente por los lugares que citaré á V. ms. donde nos
las dejaron pintadas. Séneca, en la tragedia Edipo^ acto
segundo, al principio:
Efussam re dimite comam ?iut antes.
Corymbo:
Mollia Nisa-tis armati Barc/iria Tyrsis.
Tíbulo:
Sed 'varice flores, et frons redimita Corymbis.
Ovidio:
Ibat ut Edonius referens triteria Bacc/io
Iré solet fassis barbara turba comis.
-63 -
Estucio, en el epitalamio de Estela:
Erat Enthea Ihyrsis
Atque heder edis redimita Cohors.
Y un sátiro tengo de la misma manera coronado de
yedra, y lo conservo como venerable antigüedad entre
otros retazos que de ella tengo. Nonno Panopolita, en
el lib. XLVllI, trata de los bailes que muy en sus pa-
ñales le cantaron:
Et ipsuní Eleusi midibus Dea apposuit Bachis,
Circa Puerum Bac/mm circulabant Chorea.
Lindamente pinta Aristóphanes uno de estos corros
bailadores del dios Bacco en la comedia Cerealia cele-
brantes. En latin suena así:
Terna et Concinna totam canúlenam
Dualis autem ita ipse,
Tu heridifer B aeche.
Te Choroalibus ide brando E'vion b B a ce he
Peomis et semelis fili
Chorea qui celebrans per montes Nimpharum
Amabilibus in Himnis.
Iban estas ménadas, basirides, bachas ó mimalionaes
tocando adujes y sonajas: toda su trápala representa
muy bienSidonio Apolinar en tales versos:
rotat Anthea Thyrsum.
Basaris et tnaculu Crithea nebridus horrens ,
Exitat odrysios ad marcida tympana mystas.
Á estos instrumentos ó sínodo de ellos les llamó
Marcial crusmata:
Edere lasci'uos et Betica crusmata gestus
Et gaditanis ludere docta ?nodis.
El mismo celebra los certámenes gaditanos:
- 64-
Cántica qui Nili, qui gaditana susurret.
Y por eso la llaman á Cádiz Tinnula, que resuena
con el son de sus instrumentos, Papino Stacio, Silv. I:
Illic cimbala 1 inmune que Gades.
Estos lascivos bailes parece que el Demonio los ha
sacado del Infierno, y lo que aun en la república de los
gentiles no se pudo sufrir por insolente, se mira con
aplauso y gusto de los cristianos, no sintiendo el estrago
de las costumbres y las lascivias y deshonestidades que
suavemente bebe la juventud con ponzoña dulce, que
por lo menos mata al alma; y no sólo un baile, sino
tantos, que ya parece que faltan nombres y sobran des-
honestidades: tal fué la Zarabanda^ la Chacona^ la Car-
retería^ la Tapona, Juan Redondo, Rastrojo, Gorrona,
Pipirronda, Guriguirigai, y otra gran tropa de este gé-
nero, que los ministros de la ociosidad, músicos, poetas
y representantes inventan cada dia sin castigo.
Parece que previno estos tiempos Job en su Thre-
nod'ia, cap. XXÍ: «Pueri eorumexultant lusibus. Tenent
tympanum et cytharam, et gaudent ad sonltum organi.»
Y con ser Platón un gentil, temió que en su repú-
blica se pegase tal contagio de las costumbres; y así, en
el lib. VII de ella dejó escrito, nó sólo que no hubiese
cantares deshonestos en su república, ni bailes lascivos,
pero ni nuevos tampoco: «Omni igitur ratione conandum
ne pueritia in cantibus et saltationibus nova nunquam
audeat imitari nevé ullus ad novitatem pueros volupta-
tum blandimentis alliciat.»
Y los lacedemonios desterraron de su ciudad á Ar-
chiloco por autor de estos cantares y malos bailes, como
- 65 -
lo dice Va). Max., lib. VI, cap. III. Horacio atribuye el
perdimiento de Roma á estos bailes. Carm. ÍII, Od. VI:
Facujida culpa Síecula nuptias
Primum inquina'vere, etgenus, et domos-.
Hocfonte deribata clades
In patriam, popidumque fhcxit .
Motus doceri, gaudet jónicos
Matura 'virgo, et Jingitur artubus
Jam mine, et incestos amores
De tenero meditatur ungui.
¡Oh! ¡Si nuestros jueces despertasen al son de tan
importantes voces, y pusiesen remedio en las costum-
bres depravadas de la juventud, y desterrasen ya los
teatros de España! Mas porque ya es hora de que
V. ms. coman un bocado y descansen, tratemos de eso:
«£/ nunc amoto quaramus seria ludo.>
DIÁLOGO II
DIÁLOGO II
D. Diego. ¡Qué de memorias alegres nos reduce
este agradable sitio! En ninguna manera permite vagar
la imaginación á cosas tristes, porque la hermosura de
este jardín, desenfado del patio, y todo el edificio y sitio
de esta heredad entretienen los ojos y ocupa su hermo-
sura en el entretenimiento.
D. Ped. Con haber en los campos de nuestro lu-
gar tantas y tan grandes y hermosas heredades, tan ex-
tremadas y grandiosas caserías, cuales no se ven seme-
jantes en España, parece que nuestro gusto está vincu-
lado á esta sola, y que no se puede hallar gusto sino
aquíc
D. Fern. Tanto puede la amistad y merced que
V. ms. hacen á su dueño, que fabrican materias de ale-
grías y agradecimiento, pagándose aun de mis deseos;
pero yo siempre me reconoceré deudor.
- yo —
D, Diego. Por lo menos V. m. lo es de lo que
ayer prometió, de proseguir aquella alegre materia de los
juegos que ayer trató en este mismo puesto, donde sin
pensar hoy nos hallamos, atraidos de la suavidad y olor
de las flores, y convidados de la sombra de estos na-
ranjos.
D. Fern. Bien le conocí á V. m. la afición á lo
que se comenzó ayer: pienso yo que cualquiera que sa-
crificare al genio y á las sagradas Musas tendrá mucho
respeto y afición á la venerable antigüedad; y porque
ayer dijimos del correr y el saltar algún poco, pasando
de carrera á salto, por muchas más cosas que se pudieran
decir, hoy proseguiremos los juegos que restan del pen-
thathlo ó quinquercio, por el mismo orden; según lo
cual tiene el tercero lugar la lucha, á la cual llamaron
los griegos palestra, sobre cuya etimología contienden
Plutarco, Julio Pólux y otros gravísimos varones. La
voz palestra, no sólo significa lucha, sino también pa-
lestra; esto es, lugar donde se ejercita la lucha, como pa-
rece de aquel verso de Virgilio:
Pars in gramineis exercent membra-palaestris.
La antigüedad de la lucha, á mi parecer, es tanta
como la que tiene el género humano, porque desde que
nuestro primer padre fué desterrado del Paraiso de los
deleites al valle de las lágrimas, sus hijos y descendien-
tes conteiidieron y lucharon, uno con sus apetitos, ó
los de su hermano, para salir cada uno con su intento;
y así, todos cinco ejercicios, que todos ellos dependen
de los pies, manos y puños, según Lucrecio, lib. III De
Rer. Nat.:
— 71 —
Arma, antigua ftianus, ungues, dentesque fuerunt,
Y las demás partes del cuerpo y sus facultades tienen
una misma antigüedad: lo que yo ahora averiguaré será
su uso en las repúblicas que tuvieron política: y no se
ha de entender que la lucha fué así simple como ahora
vemos cuando dos mancebos luchan; porque en Grecia
y otras partes hubo maestros asalariados de lo público,
y lugares que llamaron gimnasios, donde lucharon en
una parte que llamaban xisto. Luchaban desnudos, y
para esto se untaban con aceite y polvo todo el cuerpo,
y fabricábanse muy bien su cuerpo primero. Por eso
Garcilaso le llamó polvorosa á la lucha.
Por tí con diestra mano
No revuelve la espalda presurosa,
Y en el dudoso llano huye la polvorosa
Palestra, como siempre ponzoñosa.
Hacían sus acometimientos para asirse bien, y te-
nían sus tretas particulares, que eran, como dice Julio
Pólux, lib. III, cap. IX: i<.Cruribus prosterrere detor-
quere, pervertere.» Derribar con las piernas, torcer el
cuerpo, pervertir, echar zancadilla, siempre fué tenido
por treta nociva y engañosa. Nomo Ponopolitano, en el
lib. XXXVII de los Dioniciacos:
yEacus -vctria consilia agitans doloso, 'vero pede
Sinistrum Aristhey thalum, allide/it pedís,
Supinum per se ijolutmn dejecit ad terrani.
Volveré así estos versos en romance, porque ayer
dejamos muchos de propósito.
D. Diego. Hácenos V. m. un grande beneficio y
merced.
— 72 —
D, Fern. Digo, pues, así:
Varias cosas revolvía
Eaco en sus pensamientos:
Con zancadilla engañosa
Torciendo el pié de Aristheo,
Y echándole boca arriba.
Le tendió todo en el suelo.
Ulises, con Ayax luchando, lo venció con engaño.
Homero :
Doli aiiteni non ohlitus est Ulises
Percussit pone poplitem adeptus-^
Sol-uit autem membra
Dejecit que retro.
Pero no olvidado Ulises
De sus cautelosas mañas.
Hirió por detrás las corbas
Y dio en el suelo con Ayax.
Lucano, lib. XIV De Bello civili; Achelao en Gre-
cia, Ovidio, lib. III Methamorph., y Plauto en la come-
dia Pseudolo^ hablando del vino, dice:
Captat primum pedes, liictator dolosus est.
Luchando, falso aquel es
Que ase primero los pies.
Fué ejercicio que hicieron los héroes y semidioses,
pues Hércules luchó con Antheo en Libia. Algunos
hacen inventor de la lucha á Theseo; otros á Phorban-
te. Esta invención entiendo de la lucha pública con pre-
mio en certámenes: y Luciano introducen Vulcano lu-
chando con Cupido, y de esto hay muchos ejemplos que
— 73 —
no importan á nuestro intento. Sidonio Apolinar toca la
lucha de Pólux/« carmine ad Felicem:
Non dicatn lacedemonis jubentiis
Uñetas Tind¿erid¡s di se as se luetas,
Doetosque palem patriis Teramnem
Gim.ias Bebritii tretnlt theatri.
No cantaré la juventud gallarda
Del muchacho Tindáride, que luchas
Untadas consagró; si el ejercicio
Pastoril Teramneo ya enseñado
El Bebricio teatro le tenía.
Teramne fué un pueblo de Lacedemonia, en Gre-
cia, donde la lucha tuvo mucho valimiento, y allí Pólux
luchó en su juventud, como á lo largo lo cuenta Valerio
Flacco en el lib. IV de sus Argonautas^ que por muy
largos no refiero sus versos.
Ejercitaban de propósito los muchachos en este
ejercicio de luchar para fortalecer los miembros, en que
dio muestra de su valor siendo muchacho Alcibiades, que
diciéndole otro muchacho cjue luchaba con él ¿Muerdes
como mujer, Alcibiades? respondió animosamente: «Nó,
sino como león.» «Num in lucía cuní deprimeretur ne
caderet ^nagnus illius qui eura deprimehat sibi injectas ori
admovit et morderé capit qui nexu laxato cum diceret:
¿Mor des Alcibiades more mulierum? Minime vero inquit,
sed more leonum.y>
Licurgo tuvo por tan importante la lucha, que nó
sólo los mancebos, sino también las doncellas quiso que
la ejercitasen.
Plutarco, in Licurgo: aCorpore virginum cursu lucia
— 74 -
discorum et tellorum jactu exercuit^ ut et fcetus radix va-
lidum in valentibus corporibus exordium haber et.y^ De
manera que, siendo fuertes la madre y el padre, que son
raíces de la generación, las crias lo fuesen.
De Grecia pudiéramos traer muchos ejemplos, pero
digamos algunos de Roma. Aquel famoso mancebo y
capitán Marco Coriolano en este ejercicio se fortaleció
para ser después ilustre varón. Plutarco, in Coriolano:
^Ita Corpus ad omnius generis pugnam paravit ut adver-
sum agitis esset et corpus haber et inpr¿ehendendo^ luctus-
que bellisis difficile extricatu.»
Terencio lo tiene por cosa digna de la educación de
un hombre noble, in Adelphis:
Fac periculum in literis, in palestra, in musís,
S^ua aquum est liberum scire adolescentem.
Trae tantos ejemplos Pausanias á cada paso, que
parece supérfluo referirlos; mas volvamos los versos de
Terencio en nuestra lengua:
Haz esperiencia en las letras,
En la música, en la hicha,
Artes que el mancebo noble
Ha de aprender en la cuna.
No faltó quien infamase la lucha y no la tuviese
por buena, desterrándola de su república; así lo hicie-
ron los egipcios, de quien dice Século, üb. II, cap. III:
aPalestra aut música non vacant existimantes quotidia-
num illius exertitium Junioribus infirmum esse et peri-
culosum ex eo vires brebiores effici. >
Lo mismo parece haber sentido Xenophonte en la
Pérdida de Ciro: «Quem admodum dicuntur Gr¿eci do c ere
— 75 —
pueros in luctatione decipere^ cosque excercere inter se qui
hoc faceré possint.»
San Cipriano Ja juzga también por deshonesta y
mala in Epístola ad Plebem: «Quam foeda inquid ista
luct amina vir infra virum jacens inhonestis nexibus im-
plicattus.y>
Tertuliano, lib. De Spectaculis: < Palestrica Diaboli
negotium esí.'»
Y Plinio no siente bien de ella.
Lo cierto es, que la lucha por sí como ejercicio es
buena; ahora la dañosa es mal uso: los ejemplos de va-
rones insignes acreditan esta parte, pues á más de los
ya dichos, Arato la ejerció. Plutarco, in Arato: «Cum
ingenue educaretur Argis^ et corpus surgere in bonum ha-
hitum^ et prosperitatem dideret ad medicationem contulit
se palestr¿e.>
Y Luciano introduce al dios Mercurio por maestro
de la lucha in Apolline et Mercurio: «duem admodum
ego vaticinar Msculapius medetur Mercuri; palastricam
doces puerorum exercitator optimis.»
Y Platón, en el Diálogo VII: «due vero in recta
luctatione a eolio manibus laterumque motu cum victori¿e
studio^ hones tuque habitu adhíbetur, cum ad omnia utilia
sint^ tum ad sanitatem vires que conducunt pratereunda
non sunt.»
Este género de lucha de que hemos hablado era la
ordinaria que ahora vemos á los muchachos, que es pro-
curar derribarse el uno al otro asiéndose fuertemente
brazos y pies.
Habia también otro género de lucha, que llamaban
- 76 -
voluntaria ó pancracio, que era, estando echados los lu-
chadores en el suelo, procurar coger uno al otro debajo
y oprimirlo hasta que lo rindiese. De esta lucha se en-
tiende que había Aristóteles, de Con, Anim. gress., y
Antileo en Oribacio Collect., cap. XXVII, donde hace
la lucha de dos maneras, una estando en pié y otra es-
tando en el suelo; y esto basta de la lucha.
§. II.
El tirar ts fuerza de las manos y brazos, arrojando
de ellos alguna cosa. En los gimnasios lo que arrojaban
era una maza redonda y gruesa, á manera de plato, que
llamaban disco. La materia de ella era de metal ó de
mármol; tal vez se vio prolongada en forma de un la-
drillo ó barra de plata de las que ahora traen de las In-
dias. Eran algunos de estos discos tan pesados, que ape-
nas podia un hombre levantarlos del suelo y moverlos;
mas los ordinarios no eran tan pesados. Este ejercicio,
como sencillo y fácil de probar, tiene la antigüedad que
los demás, porque aunque no fuesen los que arrojaban
en la forma del disco, bastaba ser alguna piedra grande,
como aquella que Ulises, denostado de Evrialo, mance-
bo hermoso pero necio, tiró con tanta gallardía, que
nadie osó contender de todos los Pheaces.
Con el disco jugaba el dios Apolo cuando al mance-
bo Jacinto, malogrado, le costó bien caro, pues perdió
— 77 —
la vida, yéndosele de la mano el disco al dios Apolo y
dándole en la cabeza á Jacinto. Luciano, in Apolline et
Mercurio: ^Disco Apollo ludere discehat atque ego una
cuní tilo ludeham; et ego quidem quemadmodum cum sua
vera inus dücum inaltum sursum versus jaculabam^ Za-
pyrus autem e\ a Taigeto spirans ablatum puero in caput
inflixtt.»
La misma desdicha llora Nonno Panopolita, III
Dyonis:
Et platitam juvenis 'videns agitatam auris
Disci recordatus lamentabatur neqiía et puero
Emulus imbideret etiam infoliis iientus.
Viendo el pié del mancebo fatigado
Del aura, y acordándose del disco,
Triste se lamentaba porque el viento
Émulo nó otra vez lo molestase.
i Qué bien nuestro Marcial en dos Epigramas!:
Splendida cum ■volitent spartan pondera disci
Este procul, ju-uenes , sit semel Ule nocens.
Flectit ab iwviso morientia lamina disco
Aenjaltus P/ice-vi cura dolosque puer.
Cuando los lucientes pesos
Vuelan del disco espartano
Baste que dañe una vezj
Poneos en cobro muchachos.
Del disco aparta los ojos.
Ya con la muerte turbados,
Cuidado y dolor de Febo,
El Jacinto malogrado.
De su destreza en el disco y otras lozanías de su
edad habla Philolaches en P lauto, así:
_ 78 -
Cor dolet mih'i qiiem scio nunc setnatque ut fui
¿luo ñeque industriar de jwventute erat gimnástica
Disco, hastis, pila, cursu, armis, equo.
Duéleme el corazón de que me acuerdo
Quién soy ahora y quién fui antiguamente;
Pues más que yo ninguno fué industrioso
En el arte gimnástico, en el disco.
Danza, pelota, curso, armas, caballo.
Quintiliano en la declaración por Milite contra Tri-
bunum dice que fué juego aun entre los soldados:
«.Ludufuit rotare Saxa librare jacta Sudes saltus agita-
re venaíu.y>
Este ejercicio se hace todavía en España, y en los
pueblos menores y serranías es más frecuente. Llámanle
tirar la barra, y de aquí ha venido á ser proverbio por
aventajarse; también se llama el herrón, por un hierro
redondo, grueso, horadado por medio, que es el instru-
mento que imita en algo al disco.
Tirar con arco ha sido en el mundo tan frecuente,
que no ha habido nación bárbara que no lo haya usado;
y verdaderamente que es ejercicio fácil y conveniente
en esta edad, poco admitido en Europa, habiendo suce-
dido en su lugar la pólvora, invención que parece nació
del infierno en su crueldad y violencia, y por lo menos
huele á los pebetes de ella, por no disimular su nacimien-
to. Poco há que conocemos el uso de ella, y antes en to-
dos los lugares habia oficiales de esta arte: ahora ni en
Sevilla se hallará uno tan sólo, habiendo muchos oficia-
les de arcabuceros, pólvora y balas. Pero vamos á nues-
tro intento, y de él tenemos la parte menor, que es el
ejercicio de la juventud en arcos y flechas. Aquel man-
- 79 -
cebito. Amor, cuñado de Hércules, en Valerio Flaco,
lib. I de Argonautico:
Tela puer facilesque humoris gaudentihus arcus
Gestat Hilas.
Flechas y arco liviano trae á los hombros
Hilas, gentil mancebo.
Y en otra parte, el mismo autor:
Stib te puerila tela magister
Venator ferat et nostram festinet ad Hastam.
Papinio Stacio introduce á la ninfa Thétis ponién-
dole arco y flechas á su hijo muchacho, mal disimulado
Achiles.
Mater et ipsa humeros, exertaque braclña velat
Ipsa arcum pharetramque locat.
Estudio antiquísimo fué de los persas, pues desde
edad de cinco años hasta veinte y cuatro los instruian
en este y otros ejercicios. Estrabon en el XV de su
Geografía: <A quinto usque ad vigesimum quartum dis-
cunt sagitarejacularey equitare et in primis vera dicere,y>
El último es muy de notar, porque los muchachos
que siéndolo dicen mentiras, nunca pierden la mala
maña.
Los scitas son de tiempo antiquísimo ejercitados en
esto. Lucano, VIH Phars.:
Necpuer, aut sénior lactales tendere nerbos
Signis et a nulla tnors est incerta sagita.
Nadie, muchacho viejo, los fatales
Nervios tendía perezosamente,
Porque todas sus flechas son mortales.
— So-
los parthos y germannos, en naciendo, aprendían á
tirar con arco y vibrar la lanza. Sen., in Epist. XXXVí:
tSi in Parthia natus esset arcum statim tenderet; si in
Germania protinus puer tenerum hastile uibraret. »
Como doctrina importante antiguamente para guer-
ra, la quiere Vegecio por juego introducir, y- entreteni-
miento en los mancebos, lib. V Be Re Milit.: «.Sed
prope tercia vel quarta pais Juniorum que aptior potue-
rit reperiri arciihus ligneis sagitis que lussoriis ad illos
ipsos exercenda palos.»
Y Cornelio Tácito, en el lib. IV de las Historias^
dice que era doctrina que Cibil enseñaba á su hijo pe-
queñuelo: «Et ferebatur Cibilis par bulo filio quosdam
captivorum sagitis Jaqulisque puerilibus figendos obtusse.»
David, de este común uso de los muchachos, tomó la
comparación para desengañar los injustos maldicientes,
diciendo que las heridas que dan son de tan poca consi-
deración como las heridas de los virotillos pueriles: «Sa-
gita parvulorum facta sunt plaga erorum.yy Psalm.
LXIIl.
También era juego tirar con dardos los muchachos.
Nó sin pompa poética lo dijo Sidonio Apolinar:
Et puer est Cupidus nunquam sed par cus habendi
Urget^ quod sperat ludum si forte retexam '
Consumit quidquidjaculis fec'tsety putaris
Istius una dies tribus hunc tremuere sagitis
AfTguis, cer^vus. Aper, etc.
Codicioso el mancebo, y nó avariento.
Persigue lo que espera; y si dijere
El entretenimiento suyo acaso.
Lo que con dardos tira sólo un dia
— »I —
Lo consume con solas tres saetas:
Temblaron de este joven animoso
Serpiente, siervo y jabalí brioso.
El mismo autor, en el Panegírico de Antemio:
Ludus erat puero raptus ex Iioste ¡agitas
festina tractare vianu captosque per arcus
Tlexa reluctantes in cornua tendere nerboí .
Y en el Panegírico de Abito:
Jam si forte suem latrantibus improbas imber.
Terruit albentes nigro sub gutere Lunas
Frangere per aci-versos 'venabula cogeré predas .
§. III.
Del tirar con honda, costumbre mal continuada en-
tre muchachos, hay mucha memoria en los autores: por
juego de esta edad lo trae Higinioen las Fábulas^ y dice
que en los certámenes argibos que hizo Acasto, hijo de
Peleo, venció con honda á Cephato. Platón lo hizo ley
de aquella su república; lib. VIÍ: <í.Certetur arcu pella^
lancéis^ lapdumque^ et, sund¿e jactione.»
En las islas de Mallorca y Menorca fué la honda co-
sa tan célebre, que fueron proverbio del mundo y famo-
sos sus habitadores en las batallas por el uso de ellas;
pero desde muy pequeños los enseñaban sus madres á
que no habian de comer más pan que el que atinasen
tirando con la honda. Así lo dice Flavio Vegecio, I De
Re Milit,: <Fundarunt autem usum primi Ballearium
Insularum habit atores^ et itaperite exercuisset dicunt ut
matres parvos filios nullum cibum contingere sinerent
nissi quem ex funda destinato lapide percusissení.»
Diodoro Sículo acredita la misma costumbre, y di-
ce que les ponian á los muchachos encima de un palo
por blanco el pan, y no lo comian hasta que con la
honda lo derribaban; lib. VI, cap. VL Bibliotheca:
alta autem lapides rectos propellunt^ ut raro effugiat ic-
tum appetitus locus quod eis continuus a pueritia usus pro-
bet a matribus et in certamen coactis imponunt enim su-
pra erectum lignum panem, signum quodjactu petant ñe-
que ante cibum capiunt, quam panem lapide ejecíum pro
cibo sumant.y>
Licofron, en su comedia Alexandra, dice lo mis-
mo, y añade que los traian desnudos y descalzos pre-
venidos con sus hondas.
Nudam trahunt discalceatam intam
Tribus fiinibus instructis fundís,
•¿Quorum matres jaculandi artem
Docebant infantes ante c¿enam filios,
Nullus enim illorum maxilis panem mandet,
A-ntequain cum certa assequantur lapide
Super lignum scopi signum positum,
Atque illi quidem ripas conscendent ásperas
Iberif eras justa t artes i portam.
Atribuye esta costumbre Licofron á los españoles
andaluces, como también Estrabon á los lusitanos, en
el lib. II!: «Caterum Hispani fere omnes peltis usi sunt
bello^ levique armatura latrociniorum causa quales Lusi-
tanos dixi7niis baccuh funda et gladio uti-;9> porque estos
mallorquines son raza de españoles.
- 83 -
También fué muy diestra aquella medio muchacha
Camilia, de quien dice Virgilio que arrojaba pelotas de
metal con la honda.
Et fundam Tereti ctrcum caput egit cihena.
Honre David este ejercicio y acredite su mucha ha-
bilidad en la suya, de tan buena suerte, que dio con su
jigante en tierra. Reg. I, cap. XVII: <(.Et misit manum
suam in peram^ tulitque iiniim lapidem, et funda jecit^ et
circumducens percusit Philist^um in fronte^ et infixus est
lapís in fronte ejus^ et cecidit^ in faciem suam super ter-
ram.»
Bien ejercitada tenía la honda quien con tanta des-
treza de un tiro alcanzó tan grande victoria, si bien es
verdad que Dios le gobernaba la mano.
Lo que hasta aquí hemos dicho del tirar con honda
es loable ejercicio, con que nos da ejemplo é instruye la
antigüedad; pero las hondas que hoy ejercitan nues-
tros muchachos son perniciosísimas, que tiran á dañar y
herir sin destreza ni aprovechamiento corporal ni espiri-
tual suyo, antes se hacen licenciosos y malos con tales
permisiones; y no dudo que también tiene antiguo prin-
cipio, pues San Agustin dice que en África habia de es-
tos apedreadores, en los cuales entraban chicos y gran-
des, y se herian y mataban. Llamábanles catervas por
la muchedumbre que se juntaba y se dividía en ellas, y
hacian sus bandos ó bandas, y solian ser contrarios pa-
dres y hijos. Donde esta costumbre habia hecho más
hondas raíces era en Cesárea de Mauritania: las pala-
bras del Santo en el lib. I de Doctrina cristiana^ capítu-
lo XXIV, son tales: aDenique apud Casaream Mauri-
taniíej cum populo disuaderem pugnam civilem^ quam ca-
terbam vocabaní, ñeque enim cives tantum modo^ verum
etiam propinqui et fratres^ postermo par entes ^ ac fiüi la-
pidibus Ínter se in duas partes divisi per aliquot dies con-
tinuos certo íempore anni solemniter dimicabant, et quis-
que ut quemque poterat occidebat.'>>
¡Cuánto de esto hemos visto acá! Quitó el glorioso
Doctor con sus sermones esta barbaridad, y la supersti-
ción de echar la stipe ó limosna á las fuentes, y las dan-
zas lascivas en los templos.
§. IV.
Apuñearse, á que llamaban pugilato, y de cómo los
muchachos ejercitaron el pentathlo.
Apuñearse, que llamaron pugilato los latinos, de la
voz pugno, por el puño, y á los que lo ejercitaban púgi-
les, era ejercicio duro, peligroso y pesado, porque no se
apuñeaban con la mano desnuda.
D. Diego. Díganos V. m. la forma de este juego.
D. Fern. Lea V. m. á Virgilio en el lib. V de la
Eneida, y allí verá á Dares y Entellus desbaratarse á pu-
ñetazos, no sólo con el vigor y fortaleza de sus manos
y brazos, sino también con unos que llamaban cestos.
D. Diego. ¿Cómo eran?
D. Fern. Eran unos guantes, digámoslo así, de
fuertes correones que se asian en los codos y enlazaban
fuertemente, y á veces llegaban hasta los hombros y se
- 85 -
cruzaban por las espaldas, porque no se cayesen, y en
las manos ó puños tenían unas como puntas de fierro,
con que lastimaban.
Puestos, pues, en la palestra los púgiles, como si fue-
ran esgrimidores, se tiraban tajos y reveses con las ma-
nos, porque no se podian abrazar ni llegar uno á otro á
través, y desdichado del que se descuidaba, que de un
golpe escupia las muelas. De este ejercicio y de la des-
treza que en él tenía fanfarronea graciosamente Ergaci-
lo Paracito en la comedia de Planto:
Nam meus est baUistapugnus-, ciibkus, cathayulta est mihi.
Humeras artes, tum genu, et quacurnque icero ad terram daba
Dentilegos omnes mortales f acia m quemque ofjendero,
Et qui obstiterit, oxesistet eja Me homo pugilatum incipit.
Volveré todas estas fanfarronerías y desgarros en un
romancillo, y no será con la gracia que ello suena en la-
tin, pero que contendrá la misma sentencia:
Mi puño es una ballesta,
Mis codos tiros pedreros,
Arietes son mis hombros.
Que echan muros por el suelo:
Con la rodilla derribo
A todos cuantos encuentro.
Si alguno me resistiere
(Que sería atrevimiento),
Haré que estén ante mí
Sus carrillos á derecho:
Sabrán todos los mortales.
Cuantos son, cuantos nacieron,
Que sus dientes y muelas
Cogedores los he hecho.
D. Ped. Paréceme que es ese buen hombre á
— 86 —
modo de nuestro Rastrollo, que de valiente, á puñadas
come, y á coces bebe.
D. F£RN. En todas edades ha habido de todo, y
nada hay nuevo debajo del sol; mas porque concluyamos
con el pentathlo ó quinquercio, y por ejercicio de los
muchachos, traeré algunos lugares que ciñen todos los
juegos, y sea el primero el de Séneca in Hercule furente ,
act. IV, donde hablando de los muchachos, y con ellos,
dice:
Non njos patrite laudis comité
Jjlti sabo 'vulnere reges.
Non Argiba membra palestra
Flectere docti: fortes coestu
Fortes qua manu: jam tamen ausi
Telum scythici le-ve corytM,
Misstim certa librare manu
Tutos fugafigere cer-vos:
Ite infaustum genus, o pueri,
Nati per istes triste laboris .
Nó vosotros, compañeros,
De paternal alabanza,
Por vengaros de los reyes
Con las sangrientas espadas,
Ahí tenéis de las palestras
Argias la docta enseñanza.
Fuertes en cesto y en mano.
Mas con osadía gallarda.
Sabéis con mano certera
Tirar las flechas livianas,
Que el scita corítho empuña,
Que al ciervo ligero alcanzan.
Sed valientes, mancebitos.
Generación desdichada;
Sed por el triste camino
Del trabajo y la desgracia.
- 87 -
Mucho mejor comprehendió el quinquercio Plauto
in Bacchidibus:
Negó tibí annis 'vigÍ7itifiiisse, prhu copiam
Digitum longe a pedagogo pedem ut referem ei a edibus.
Ante Solem ex Orientem missi in palastram <venire,
Gimnasü prrrfecto haud mediocres panas petideres,
Idque ubi obtiiigerat hoc eúam malum accersebatur nialo-^
Et magister et discipuli perhibeantur improbi.
Ubi ciirsu, luctando, hasta, disco,
Pugilatu, pila saliendo se exercebant.
Por espacio de veinte años
No me dio mi ayo licencia
Que un dedo de él me apartase,
Saliendo de rasa afuera.
Si antes que saliese el sol
No venía á la palestra,
Al prefecto del gimnasio
Pagué nó pequeñas penas
Cuando tal acontecía.
Que á un mal otro mal se llega:
Discípulos y maestros
Padecíamos afrenta;
Porque en disco, lucha, en asta.
En la pelota y carrera,
En puñete, seso y saltos
Pagábamos la pereza.
Muy bien Píndaro Tebano, en el epítome de la
Iliada^ donde tratando de las exequias de Patroclodice:
Et varios ci>teri ludorum indicit honores
Tydides Tiriscum, cursu pedibusque ferocem
Meryonem saperat; luctando 'vincitur Ayax,
Cujus decepit 'vires Leenius asta,
Cestibus ad'versis cunctos superávit Cphebus,
Et disco fortis Polybetes depulit omnes
Meryonesque omnes, etc.
— 88 —
Virgilio ocupa todo el lib. V en la misma materia.
D, Ped. Yo he reparado en una cosa, que si el
Sr. D. Fernando me da licencia se la tengo de pre-
guntar. D. Fernando: ¿Cómo, siendo los romanos tan
recatados en la educación de sus hijos, los enviaban al
gimnasio á ejercitarse en los juegos que V. m. acaba de
decir, en los cuales se desnudaban y era forzoso que los
vieran los varones grandes, lo cual no parece muy apro-
pósito para las licenciosas costumbres de aquel tiempo,
y aun más que licenciosas?
D. Fern. No es pequeña dificultad. V. m. acuerda
en ella la severidad de los antiguos romanos, que porque
no habían visto escuelas de Rectórica, y se supo que en
Roma de nuevo las abrió un maestro donde los mancebos
se juntasen á estudiar, como si esto fuera gran crimen,
dice Aulo Gelio que se juntó el Senado para lo remediar,
lib. XV, cap. Xí: nDenuntiatum est nobis^ esse homines
qui noviim ge ñus disciplin^e insütuerunt ad quos juhen-
íus in ludum conveníate eos ihi inposuisset latinos Retho-
res, ibi homines^ adolescentes dies fotos decidere^ hac
nova, qu¿e pr^eter consuetudinem ac mores majorumfiunt,
ñeque placenta ñeque rede videntur, »
Y aun en jugar no les daban de los juegos lícitos
toda la licencia que querian, como dice Cicerón: <^Sicut
pueris non omnern licentiam ludendo damus^ sedemque ho-
nestis act'ionibus non sit aliena;»') etc.
Y Augusto César, como dice Tranquilo, no per-
mitió que en los espectáculos estuviesen los muchachos
sentados junto á los hombres: <<Spectandi confusissimum,
ac solutissimum morem correxit^ manitís e plebe proprium
- 89 -
ordinem asignavit: pr^textatis cum eiim suum proximum
p^edagogis.y»
Y Plinio el más mozo, escribiendo á Hispula á un
el Maestro, dice se ha de escoger con mucho recato:
<Jam circunspitiendus lattnus Rector cujus schola sevi-
ritas puder^ et in primis castitas constet.»
Quisiera yo que algún autor me hubiera prevenido
en la solución de esta duda, mas no lo he visto; pero de
los ejemplos dichos colijo que en esto y en todo eran los
romanos muy recatados y circunspectos: y así, juzgo que
aunque los ejercitaban en los juegos del quinquercio,
para alguno de los cuales era forzoso desnudarse en car-
nes, con todo era á tiempo que no se hallaban presentes
varones grandes, por ser muy de mañana cuando venian
al gimnasio; así parece del lugar de Plauto ya mencio-
nado, y haber pena para el que no venía á aquella hora:
Ante solem ex Orientem, missi in palastram 'venires,
Gimnasn prefecto haud mediocres panas penderes.
No poco abonan este pensamiento unos versos de
Ausonio, en sus Idilios:
Degenere ánimos timar arguit: at tibi constat
Intrépidas nec te clamor plugteque sonantes
Nec matutinis agicet formido sub horis.
Marcial, en el lib. IX, Epigr, L:
¿luid tibi nobiscum est ludi scelerat magister
Imbisum pueris 'virgÍ7iibusqíie caput?
Nondutn cristati rupere silentia Galli
Y en el lib. XII, Epigr. XLVIII:
negant 'vitam
Ludi magistri mane nocte pistores.
- go -
En la región Tercera de Roma dice Publio Víctor
que habia una escuela que se decia Ludus matutinus;
verdad es que ésta era donde los gladiatores meditaban
con espadas negras ó palos la esgrima, para que al medio
dia, que era el tiempo en que el pueblo lo veia, estuvie-
sen diestros en su ministerio; pero si para esto, que era
de ninguna importancia, se juntaban muy de mañana,
claro está que los muchachos tendrian ésta por suya, co-
mo cosa de más importancia, pues también para lavarse
la tenian señalada.
Y parece este cuidado más cierto, pues habia en
Roma personas diputadas para requerir las escuelas de
los muchachos, como parece de una inscripción anti-
gua que está en Roma en San Onofre, y la trae Grute-
ro, pág. 450, núm. 7. Dice así:
T. PETRONIO. T. F. PROCVLO.
P. D. N. CIV. CVRATORI LVSVS.
JVVENVM. V. F. JVVENEM
AG. OB M. E. QVI STATV^
DEDICATIONE
DEDIT. JVBENIBVS S. H. S.
EX ADJECTO PANE, ET VINO EPVLANTIBVS.
L. D. D. D.
Aunque aquí más parece que estaban encomendados
á este curador los mismos juegos de los muchachos,
porque ludus en la lengua latina significa la escuela ma-
terial en que algo se aprende; pero lusus significa los
juegos de esta edad: de manera que este oficio era para
ordenar y reformar los tales juegos, con que está bastan-
— 91 —
temente encarecido el cuidado de aquella gran República
en la educación de sus hijos muchachos.
D. Diego. Estcí muy bien, pero resta que V, m.
nos declare esa inscripción, porque refiriéndonos las le-
tras singulares solamente nos pone V. m. más deseo de
saber lo que significan; como si vemos pasar un hombre
muy embozado ó una mujer muy tapada, que por el
mismo caso solicitan más el cuidado de los que, si no
fue/an de aquella forma, no los miraran á la cara.
D. Fern, V. m. me ha metido en una dificultad
que no sé yo cómo salga de ella, porque esas letras sin-
gulares son tan raras, que si no es adivinando, y con
gran riesgo de errar, no puedo declararlas; pero á trueco
de dar gusto á V. ms., me expongo á la censura de los
críticos, y así digo que toda esta piedra contiene, ex-
tendiendo las letras singulares, esta sentencia: «Tito Pe-
tronio Titi filio Proculo, Jurídico nostr¿e civitatis Cura-
torij lusus juveniim victorem fecit Juvenem Augustum oh
memoriam ejus qiii dedit Juvenibus statu¿e dedicatione
semí sextertium, ex adjecto pane et vino epulantibus Lo-
cus, datus Decreto Decurionum.-»
Confieso que aquellas letras P. D. N. Civ. no las he
visto en otra parte, y podria alguno pensar que dicen:
* Primo Decurione nostr¿e civitatis. y>
Yo digo lo que más verosímil me parece. Las dos
letras V. F. son muy ordinarias, y quieren decir Virtus
fecit ó Vir fortis; pero aquí no entra, por lo cual me
parece más apropósito lo que he dicho, porque el acusa-
tivo Juvenem Augustum ha de tener verbo que lo rija, y
el que más cuadra allí t^fecity mayormente tratando de
- 92 —
juegos de mancebos. Las últimas letras, L. D. D. D.,
son muy ordinarias, y significan lo mismo que se ha di-
cho: <íLocus Datus Decreto Decurionum,» que se entien-
de donde se colocase la estatua que le dedicaron, que
como era parte pública no se podia poner sin licencia
del Cabildo. En Alejandría de Egipto, porque no habia
decuriones, habia un jurídico, uí in cap. I De Oficio
Cur. Alex; pero en los demás lugares llamábanse dum-
viros, y los elegian de entre los decuriones, por lo cual
todavía dudo de aquellas letras P. D. N. Civ.
Los persas despertaban los muchachos con vacías
y campanillas antes que saliese el sol, para los ejercicios
de esta edad. Estrabon, lib. XV: «iEngregant eos in
unum locum acris sonitu ante lucem exitatos.» Platón, en
el lib. VII De Legib.^ lo previno también: nAsiirgente
pueri ad magistrum proficiscantur.y
Ocurrían también á esta dificultad los pedagogos,
que de ordinario andaban con los muchachos y no los
dejaban mezclar con la plebe mayor ni ir al teatro, co-
mo lo afirma Juliano en el Masapog: «.Negat sibi per
pedagogum licuisse prius theatris interesse quam pilorum
plus in mentó quam in capite haberet.y>
Y con ser Horacio hombre humilde y de condición
libertina, dice así en la Sátira V, lib. I, y de su educa-
ción, teniendo por ayo ásu padre:
Ipse mih'i cusios incorruptissimiis omnes
Circum doctores adcrat? Quid multa, pudicum
¿luiprimus •virtutis liónos ser-va^vit ab omni
Non solumfacto, 'uerum opprobio quoque turpi.
— 93 -
Él fué mi incorruptísimo custodio
Con todos los maestros; finalmente,
Me conservaba casto y vergonzoso,
Nó sólo en hecho, pero en dicho torpe.
Que este es honor de la virtud primero.
Esta vigilancia de los romanos resplandecia también
en que aun teniendo licencia de jugar, en los saturnales
permitia más á los muchachos. Marcial en el lib. V,
Epigr. LXXX.
Jam tristis nucibus per relictis
Clamoso rebocattur a magistro .
Et blando male proiiitus fritilo.
Arcana modo raptus é popina
JEdilem rogat ludus Aleator
Saturnalia transiré teta, etc.
Triste deja las almendras
El muchacho, que le llama
Su vocinero maestro,
Que es ya la hora pasada.
El, blandamente perdido.
Con lágrimas en la cara.
Ruega al edil, y él severo
Aun del tinalo le saca.
Á este intento se chocarrea Plinio el Mozo con
Cornelio, su amigo: «Nam tu, magister, ego contra; at-
que ideo tu in scholam revocas; ego adhuc saturnalia ex-
tendo librum misisti.»
Todo lo dicho parece doctrina de Platón, que cono-
ció bien la lascivia de esta edad y dejó advertido en el
lib. VII De Legib. una circunstancia muy necesaria á
la educación: «Q^uoniam vero ñeque Recudes, ñeque' alia
prorsus animalia, sine pastare vivere debent, nec pueri
— 94 —
etiam sine pedagogis sint^ ñeque absque dominis serví.
Est autem fuer omni bestia intractabilior, nam cumpru-
dentia fontem nondum perfecium abeat, inssidiosisimus est
acerrimus et petulantissimus omnium bestiarum^ et cum
primum a matribus nutricibusque se jungitur^ pedagogis
eum ad puerilem lasciviam compescendam commendaret
Qpportet.y>
Son palabras dignas de toda ponderación y adver-
tencia.
D. Diego. De manera, que sacamos por conclu-
sión verdadera que conviene mucho ejercitar los mucha-
chos en las fuerzas corporales, pues dos Repúblicas tan
sabias, tan antiguas y tan poderosas lo tuvieron, nó sólo
por entretenimiento y alegría de los pueblos, sino tam-
bién por doctrina necesaria para que los mozos se cria-
sen fuertes y robustos para la guerra y para vivir
mucho.
D. Fern. Es sin duda ninguna.
D. Ped. Pero si en España quisiesen volver á ha-
cer todos ejercicios del pentathlo ó quinquercio no me
parece á mí que pudiera ser.
D. Fern. Es tan grande la mudanza de costum-
bres y tan diferentes aquellos siglos de los nuestros, que
ni puede ahora ser, ni aun sé si conviniera; porque la
malicia de los hombres y la soberbia ha crecido dema-
siadamente, y cuando la humildad y sencillez cristiana
debiera reducir los hombres á tenerlos reducidos auna
admirable paz, conformidad y amor, parece que puesto
envidiosamente el enemigo del género humano, no cesa
de sembrar discordias, infundiendo en los ánimos alti-
- 95 -
vez y menosprecio del prójimo, con que las cosas están
en miserabilísimo estado y digno de muchas lágrimas.
Mas porque ahora no tratamos de reformación, ni nos
toca sino alegrarnos por estos pocos dias que nos hemos
apartado del bullicio del pueblo, volvamos á nuestra
plática de juegos.
D. Diego. No desamparemos del todo la utilidad
á lo menos que el ejercitarse en honestos juegos trae,
ni la hagamos tan imposible que algo de lo dicho no se
pueda conservar honestamente.
D. Fern. No há mucho que el P. Pedro de Guz-
man, de la Compañía de Jesús, sacó á luz un tratado
de sólo este argumento; y así, nó sólo digo que no es
imposible, pero que pueden y deben los príncipes dar
órdenes y mandar cómo algunos de aquellos juegos se
conserven, que nó en balde las leyes que premiaron esos
ejercicios se conservan hoy en el cuerpo del Derecho;
con que parece que los príncipes convidan á la honra,
si no de los premios, á la alegría y honor de la victoria
que ella consigo trae. Paulo Jurisconsulto, en una ley
del Digesto, de Ale^ ludu et Aleatoribus, pone estas
palabras, que comprehenden el pentathlo ó quinquercio:
^Senatus consultum vetuit in pecuniam ludere, pr¿eter
si quis certet hasta vel pilo jaciendo, currendo, psalendo,
luctando, pugnando quid, virtus causa fuit .)>
Y como por estímulo y incitamento del pueblo per-
mitiesen las leyes públicas, Titia y Cornelia, que en es-
tos juegos se hiciesen apuestas y fuesen lícitas y se cum-
pliesen. Marciano Jurisconsulto, en la ley Qjiibus eo tit .,
y el emperador Justiniano en la ley Fin. c. de Pelig. et
-96-
Sump. Fun.^ parece que no los permite, pero convida ai
ejercicio de los juegos, que allí llamó de esta manera,
conforme la Lecion de Andrés Alciato, lib. I, pr^term.
verb. Lussum: «Commonobolon, Commodoy Laulo-
molo Kegindala Compon Reyfrusare.»
De otra manera lee Jacobo Cujacio in Peratiíhl. tit.
ad Junet.: «Monovolos, Contomonb^ bolos (Quíntanos ^ Con-
íax, sine fibulan Perkhiíe, Hippice.»
Siguiendo esta última lección de estos nombres gre-
co-bárbaros, y dejados los demás, parece ser estos juegos
gímnicos, y parte de ellos comprehendidos en el penta-
thlo. Monóvolo es salto, sin que el que lo dá tenga en
las manos algo, de que queda dicho cuando hablamos de
este ejercicio. Contomonobolo es también salto nó senci-
llo, sino sobre alguna asta ó palo, afirmándose en la
cual el que salta carga todo el cuerpo, ^intanos-contax
es tirar dardo ó lanza sin hierro; hoy dia se usa este jue-
go en Italia, y se llama duintana. Perichite llama á la
lucha de que ya tratamos. Hippice es correr á caballo,
de que ya también queda algo dicho, y es frecuentísimo
en España más que en ninguna parte del mundo, por la
gallardía y velocidad de sus caballos, y en especial los
de nuestra Andalucía, que á los demás se aventajan.
Conocieron los antiguos ser necesarios los juegos, y
en especial entre la gente lozana y furiosa en la moce-
dad; y así, para apartarlos de vicios que acarrea la ocio-
sidad, ordenaron juegos, que juntamente con entretener
y alegrar la naturaleza, dan la agilidad y fuerzas para
las ocasiones de veras, y para conservar la salud. Lo
mismo han sentido los doctores santos y doctos de núes-
- 97 -
tra edad, entre los cuales el Dr. Navarro y Juan Gutiér-
rez, que en general lo dijo en las Cuestiones canónic.^ I
part., cap. VII, y con especialidad Juan Mariana en el
libro De SpectaCj cap. XXV, cuyas palabras no pondré
todas, sino las que hacen á nuestro propósito: <s,Concur-
rant ínter se equites, peditesve lúdicro certamine injusta
pugna modum^ cum singulis singuli, autfacto agmine cursu
Juvenes^ lucta, jactuque certent pramiis etiam victorihus
propositis ad accendendum certamen: qua sunt omnia be-
llorum imagines virihus corporis exercendis idónea dexte-
ritataque comparanda^ ñeque minus utile erit de sagi-
ttendí pueritia certamen constituiré^ glovis vel plumhis
e ferro tubo, flamma luctante e jaculis inmodum flammi-
nis signo proposito contendere pramio^ designato illi, qui
primus collimaverit: quod in aliis nationibus fieri scimus
cum aliquo modo fructuque máximo. Addantur tripu-
dia more Hispánico Chorea tibi acque sit timpani sonitum
pedum pulsu modulante.-»
§. V.
Moderación de la disciplina y juegos.
D. Ped. Déme licencia V. m. que divirtiéndonos
un poco á lo moral, y sin salir de la materia, le pregunte
una duda,
D. Fern. Diga V. m. todo lo que fuere servido,
que aquí tengo por interés errar á trueco de dar gusto
á V. ms.
13
D. Ped. He visto poner muchas veces en disputa
entre personas de consideración que desean acertar con la
educación de sus hijos, si conviene largarles un poco de
licencia de jugar y travesear; ó por el contrario sería
mejor asustarlos y sujetarlos fuertemente, para que con
el yugo se amansasen, como dice el Espíritu Santo:
«Bonum est viro cum ■portaverit jugum ab adolescentia
siia.'»
D. Fern. Para dar preceptos de educación tenía
yo necesidad de ser un Sócrates, Platón, Séneca ó Plu-
tarco; mas á la pregunta de V. m. responderé guiado
de aquellas grandes lumbreras que poco há dije, hallan-
do en ambas proposiciones de V. m. igual peligro que el
que previno Ulises pasando por Scila y Caribdis: aunque
temo no me suceda lo que á él, mas al fin á la luz de
aquellos ilustres fanales deseo guiar por medio sin tocar
en el un extremo ni en el otro.
Nó sin misterio aquellos sabios architectos de las pa-
labras griegas y latinas juntaron en las voces que signifi-
can enseñar los muchachos que significasen también jue-
go; y así, del verbo ttcííOí^o, que ^s jugar ^ dijeron iKxihix^
que juntamente es juego y enseñanza; -¡ixig, que es mucha-
cho^ de donde se deriva la voz castellana faje^ por el
muchacho que nos sirve; y así, dijo Plauto en la come-
dia Versa: «Pegnion delitia pueri Salve.» Y Ausonio
Gallo llamó Pegnion á una obra lúdicra ó juguete, y di-
ce: «Ut nec ludus labor anti^ nec ars desit ludendi.» Los
latinos á la escuela donde aprenden los muchachos lla-
maron ludus, y al maestro ludi mngister, para significar
que habían de aprender jugando y jugar aprendiendo.
— 99 —
Ascanio Pedí ano: «Omnem scholam liidum dicere Ro-
mani.»
Ovidio, aludiendo á esto, dijo: «Et puer es, nec te
quid quam nissi ludere oportet, lude.» Etc.
Platón, en el VII 'De Rep,: «Ergo non tanquam coac-
tos pueros in dissiplinis, o vir optime, sed quasi ludentes
enutrias ut et magis adqiio quisque natura sit aptus posit
agnoscere. »
Los demasiados regalos y licencia es cosa perniciosí-
sima en esta edad, porque los hace dificultosos, pesados é
iracundos, y que por cualquiera cosita se levantan y quie-
ren tomar el cielo con las manos; y al contrario, la de-
masiada severidad los hace apocados de ánimo, de cos-
tumbres serviles y bajas, ineptos para la conversación
humana. En verdad que lo dijo Platón por estas mis-
mas palabras, en el mismo lugar: «.Novis profectoviden-
tur deUti¿e dificiles morosos iracundosque redere et libide
causa excitahundos Juvenum mores efficere^ contra vero
nimia servitus atrox cuní abjectos et iliberales et humana
consuetudinem.»
El mismo lugar de Platón parece que miraba Quin-
tiliano, á quien como maestro experimentado en esta
materia se ha de dar mucho crédito, cuando en el libro
I de sus Instituciones Oratorias dejó advertido: «Nam
inprimis cavere opportevit, ne studia qui amare nondum
potest oderit^ et amaritudinem semel perceptum etiam ul-
tra rudes sennos reformidet: lusus hic sit et laudetur et
rogé tur. »
No fué maestro de menor importancia Ausonio,
pues mereció serlo del emperador Graciano, y por ello
lOO —
Cónsul ordinario de Roma. Dijo en uno de sus Idilios:
nec semper acerbi,
Exertet pueros n)ox imperiosa magistri.
Sed requies, studiique njicesdata témpora ser-vant,
Et satis est puero memori legisse libenter
Et cessare liicet; Graco schola nomine dicta,
Justa laboriferis tribuatur ut otia Musís.
Disce libens: lotigum declinatur laborem,
Intervalla damus studium puerile profectis.
Nó siempre á los mozuelos ejercita
La voz imperiosa del maestro,
Que hay tiempo de holgarse establecido:
Bá'jtele al muchachuelo memorioso
Leer de buena gana, y es forzoso
Que llegue el tiempo lícito de holgarse.
Llamaron á la escuela así los griegos,
Porque se dé al tiempo de descanso.
Junto á las santas Musas laboriosas
Aprende nó forzado, que intervalos
Daremos para que el trabajo luego
Lo mitigue el regalo, que el estudio
Pueril fallece si con varia mano
No templa lo sagrado y lo profano.
El glorioso San Gerónimo nos dejó el mismo precep-
to de educación escribiendo á Pocatula: aPost laborem
lussibus gestiat^ de matris pendat eolio ^ rapiat osculapro-
plnquorum^ psalmos mercede decantet, amet quod cogitur
discere ut non opus sit sed delectatio non necescitas sed
voluntas.-)-) Admirable templanza, cierta y digna de mu-
cha atención.
Valga también la sentencia de Galeno, que aunque
su intento no fué más que curar el cuerpo, de su buena
disposición muchas veces resulta la templanza de las eos-
— lOI —
tumbres; y al contrario, dice que se dé licencia bastante
para hartarse de jugar á los muchachos, en el I Be Sanit.
tuend.: <Qjuod^ si qua ocupatione avocetur qui puellum
mutrit módico pane pravito, ludere permitat quantum
velit,y>
Pero como dicho y advertido queda, esta licencia
de jugar ha de ser siempre después de cumplida la obli-
gación del estudio, porque como dice Plutarco: <kEt vi-
gor illius a etatis incontinens volupíatum lascibi^eque et
freno opus habet;y> como acontece á los paj arillos que
criamos cogiéndolos del nido, que en naciéndoles las
alas, aunque más los hayamos regalado, se nos van de
las manos sin poderlos más coger.
¡Qué bien á este intento Juvenal!:
¿^uem si re'voses subsistere nescit
Et te contempto r api tur, metisque relictis,
Nemo satis credit tantuní delinquere, quantum.
Permitant adeo indulge t sibi latius ipsi.
No sabe parar, si corre,
Aunque quieras refrenarlo,
Y ha de pasar de la raya,
Del deleite arrebatado.
No pudieras persuadirte
Que á tanto hubieras llegado,
Y que con poca licencia
Se atreviera á pecar tanto.
Para este fin es necesario el juego, como dice el Es-
píritu Santo y V. m. lo advirtió al principio.
Los lacedemonios, que se criaron con la severidad
de las leyes de Licurgo, criaban sus hijos con notable
austeridad, y los persas de la misma manera. De aqué-
— 102 —
líos dice Xenophonte que los criaban con tanta ver-
güenza y recato, que las manos no las sacaban de deba-
jo de la capa: cuando iban por la calle iban muy com-
puestos, callados, sin mirar á una ni otra parte, llevando
bajos los ojos y fijos en el suelo, como si fueran estatuas
de bronce, de donde venía el ser tan vergonzosos como
doncellas en el tálamo; oigamos sus palabras: «Ad h¿ec
volens quasi natnralem his pudorum vehementer concilla-
re inperavit^ tit in viis maniis intra palium haberent^ et
cum silentio incederent^ ac nusquam circunspicerent: illo-
rum enim voces nimus, quam si es sent¿enei comherterisy
verecundiores autem eos quam que in thalamo sive virgi-
nes exisíema veris.»
Comparar V. ms. ahora nuestros muchachos á éstos,
la obligación de cristianos á la ceguedad de gentiles, y
no podrán dejar de causarles grande admiración.
D. Ped. Pues ¿qué dirá V. m. de la licencia de
ver comedias, de los cantares lascivos, de los bailes des-
honestos. Seguidillas^ Chacona, Carretería, Rastrojo,
Japona, y otra gran tropa de nombres que cada dia in-
venta el pueblo de la ociosidad, músicos, poetas y re-
presentantes?
D. Fern. Ahí no hay sino exclamar con Platón:
«O qualem hospes rem narras ti!; quale pestem Juvenum,
et puhlicis civlbus, et prebatum domibus illatam!»
Tales tiempos previno en su llanto Job: «Pueri
eorum exultant luscibus, tenent timpanum et citar am.»
Mas ya nos entramos mucho en lo moral; por tanto
no profesamos eso, sino alegrarnos lícitamente, dejando
á cargo de los magistrados lo que es suyo, y á los maes-
— 103 —
tros de la juventud que reformen por su parte lo que les
toca, pues tantos avisos tienen en la Sagrada Escritura
y en los autores sagrados y profanos.
Mas por despedida no puedo dejar de ponderar
mucho la circunspección que Platón quiso que se tuvie-
se aun en los cantarcillos y bailes de los muchachos,
mandando por ley en su República^ que no sólo no
fuesen deshonestos, pero que no se introdujesen nuevos,
poniendo en esto mucho conato y fuerza: ^Enim igitur
r añone comandum^ nepueritia in cantibus et saltationibus
nova inquam audiat emitíeri: nevé ullus ad novitatem pue-
ros blandimentis voluptatum alliciat.»
Y porque ya el casero nos ha hecho señal de que
está la comida aderezada, y es hora, por hoy dejaremos
esta materia.
DIÁLOGO III
DIÁLOGO III
i I.
D. Fern. Muy de mañana veo á V. ms. en el
puesto, cuando los imaginaba dormir á sueño suelto
por el cansancio de la cacería de ayer tarde.
D. Diego. Es lástima que hallándose un hombre
de bien en el campo, le ronde el sol la puerta sin que él
primero se levante á dar saludes y recibirlas de la blanca
aurora.
D. Ped. Justo es que se dé la mejor parte del dia
á las Musas, pues las Horcadas y Napeas llevaron su
parte ayer tarde; y pues tanta parte tiene la antigüedad
en el gusto de todos los que bien sienten, y V. m. nos
dejó ayer engolosinados con los lúdicros y ejercicios de
la juventud, será bien que la prosiga, diciendo algo
más de los juegos comenzados.
D. Fern. Muy bien les tengo conocido á V. ms.
el juego; pero de aquellos cinco que comprehendimos
lOi
en el pentathlo ó quinquercio no ha quedado ninguno
por decir, aunque de ello dejé muchas cosas de propósi-
to, que muy á la larga escriben, Mercurial en su Gim-
násticaj ó Onofrio Panvino y Bulenguero en el libro
De Lud. Circens. y De Circo; nuevamente Juan Aluer-
cio en el libro singular que sacó á luz De Ludis Gra-
corum^ y á Pedro Pantoja de Ayala, toledano, docto ju-
risconsulto y de los que verdaderamente aman las Mu-
sas y sacrifican al genio de nuestro tiempo, en un ele-
gantísimo tratado que dio á luz este año de 1625, sobre
el título De Alec£ lusu, et Aleatoribus.
D. Ped. Está muy bien advertido; mas yo no
trato ahora de que V. m. nos diga más de aquellos jue-
gos, que con lo dicho estamos satisfechos, y cuando ten-
gamos comodidad veremos aquellos autores. Hay otros
juegos en los de esta edad, que verdaderamente tal vez
me han pulsado el ánimo, deseando saber si tienen orí-
gen en la antigüedad.
D. Fern. ¡Oh, pecador de mí, y qué tecla toca
V. m., tan fácil en la apariencia, y tan difícil en la obra!
No es materia que nadie ha tratado, con haber los inge-
nios de este tiempo movido cuantas menudencias de an-
tigüedad se pueden imaginar. Puede ser que de muy
menuda, ésta se les haya olvidado; por lo cual á mí me
será muy dificultosa, y con mucho peligro de errar, si
algo dijere a V. m. de lo que he observado.
D. Ped. De la misma manera disculpara á V, m.,
aunque para mí ninguna materia que toque en antigüe-
dad deja de ser de mucha importancia,
D. Diego. Y aun puede añadir V. m. provecho.
— 109 —
D. Fern. De la misma manera lo siento; pero no
todos lo juzgan así.
D. Diego. Ni esto es para todos.
D. Fern. Para que yo lo estime en mucho, básta-
me saber que el primero de los ingenios humanos, el
que no ha tenido segundo y sería locura pensar nadie
imitarle, Homero, en aquel antiquísimo siglo escribió
un libro de esta materia, llamado r,xiyvix, id est^ Ludi-
era, y otro Homero, ^llamado Celio, después compuso
también un libro De Lúdicros; así lo testifica Suidas in
Historiéis: y no es de menos autoridad para calificar es-
te buen gusto haber escrito Suetonio Tranquilo entre
otras obras suyas excelentes un tratado de Jjusibus pue-
rorum, el cual, si hoy gozáramos, no habia más que
desear; perdióse con otros tesoros de la antigüedad:
mas testifican de él los que lo vieron, que son: Servio,
en el lib. V át\?i Eneida de Virgilio, donde dice: <^Lu-
sus ipse quem vulgus Pyrrhicum appellat, Troya vocatur
cujus originem expressit in libro de Puerorum ludihus
Suetonius Tranquillus.»
Lo mismo testifican Aulo Gelio, Noct. Attie., libro
VI, cap. VII, y Juan Azetresen la Chillada VI.
D. Ped. Ahora nos ha puesto V. m. mayores estí-
mulos al gusto y al deseo, y así será justo empleo que
V. m., recogiendo las reliquias de la antigüedad, resti-
tuya lo que por su parte pudiere: «Sunt etiam Mussis
sua ludiera mixta Cama'nis.»
D. Fern. No puedo yo salir al teatro sin la perso-
na de Melchor, que me consta que lo es de todos los
muchachos de mi barrio. ¡Hola! Melchorillo, no te va-
— lio —
yas de aquí, y no sea como ayer, que te hiciste invisible.
Melch. Esa virtud tienen unos botes que el se-
ñor D. Fernando tiene en esta botica.
D. Diego. Ya veo yo que de cochero no has
aprendido más que eso; mas porque no perdamos tiem-
po, razón será que para que el Sr. D. Fernando satisfaga
nuestro deseo le preguntemos ordenadamente, aunque
no sé yo qué orden podemos nosotros tener en la cosa
que de su naturaleza no lo tiene; pero siguiendo el des-
concierto de los mismos muchachos que juegan, iremos
preguntando como se nos fueren ofreciendo á la memo-
ria, quizá por aquí errando acertaremos, pues el orden
más acertado es el que nace de la naturaleza de la cosa
que se trata; y pues ellos varian por su antojo los jue-
gos, sea ésta la ley de nuestras preguntas.
D. Fern. Parece ha leido V. m. la misma senten-
cia en Epitecto: «Si inmunis retroverteris, velut pueri^
qui nunc luctatores ludunt^ nunc íibicines, nunc gladiato-
res^ deinde Buccionam, deinde íragisi decantante sic
et íu.^
D. Ped. Sea, pues, ese mismo desorden el orden
nuestro; y porque el juego á que yo tuve más afición
cuando muchacho fué el de las almendras, así por lo
que tenía de juego, como porque era golosina, quiero
comenzar por él.
D. Fern. Y es muy apropósito. Pues que nos vol-
vemos á las primeras niñerías, comencemos por el juego
que es de los primeros de aquella edad; y á eso mismo
llamaban los latinos Rediré ad nuces ^ relinquere^ abjicerCy
nuceSy tomando la metáfora del juego.
— III —
Fué este juego muy frecuente en la antigüedad en
varias maneras de entretenimientos, y para tratar de él
presupongo que la voz nux, latina, nó sólo significa la
nuez, sino también cualquiera fruta con cascara, como
el almendra, avellana, castaña, etc.; de lo cual disputa
Macrobio en los Saturnales^ üb. III, cap. XVIII; Ser-
vio en el lib. II de las Geórgicas; Atheneo en el lib. II,
cap. XI. Y así, aunque muchas veces hubiéramos de
traducir nueces, porque también con ellas juegan los
muchachos, traduciremos en las autoridades que trajé-
remos almendras, porque de ellas se toma el nombre
del juego, aunque se juegue con otra especie de fruta.
Fué ceremonia solemne de los casamientos que al
tiempo que la nueva casada se entregaba al marido, él
tomaba puñados de nueces ó almendras y las arrojaba á
los muchachos; ellos á porfía las cogian, diciendo cier-
tas palabras nó muy honestas, y haciendo cierto baile ó
tripudio que era tenido por dichoso agüero de las bo-
das. Tocó esta costumbre Virgilio en las Bucólicas^ en
aquel verso Sparge marite nuces.
Plinio, en el lugar arriba citado, les llamó por esta
causa compañeras de los fesceninos nupciales: <íNuces
juglandes quamquam et ips^e nuptialium fesceninorum
comité s.y>
Servio y los comentadores de Virgilio dan varias
razones en esta envejecida ceremonia.
La que hace á nuestro propósito es, que el arrojar
los desposados las nueces ó almendras era señal que re-
nunciaban todas las cosas de muchachos, y de allí adelan-
te se profesaban varones y hombres de veras; porque
fué este juego tan general en la antigüedad, que por la
voz nux ó nueces entendían juego de almendras ó cual-
quiera otra niñería de aquella edad, como lo dice aquella
frase tan conocida: Ad nuces rediré.
Estas costumbres de echar y esparcir nueces en las
bodas las tocó Catullo en el célebre Epitalamio de Julia
y Manilio.
Da nuces piieris iners
Concubina, satis dici,
Lucisti nucibus.
Las nueces da á los muchachos,
Perezoso concubino;
Harto estás ya de jugar
Las almendras con los niños.
La misma costumbre se conserva hoy en las bodas,
especialmente en las aldeas, donde se esparcen almen-
dras, nueces, castañas y garbanzos á los muchachos,
Juan Cicardo, en las Notas de San Clemente, testifica
la misma de Alemania: «A sacro enim ut primum fuerint
domun reversi, cum nova nupta pro ípsis foribus missilia
quadam incomfiuentem turbam^ que officii gratia comi-
tatur. »
Trae también á Tertuliano por testigo de esta cos-
tumbre, la cual también averigua doctamente Bernabé
Brisonio en el lib. Be Ritu Nuptiarum. En cuanto á
juego, lo tocó Persio, Sat. I.
Et nucibus facimus quacumque relictis
Cum sapimus patruos, etc.
Lo que hacemos, dejadas las almendras,
Cuando tíos sabemos.
— 113 —
Saber á tíos, es decir, que aun todavía no hablan
acabado de salir de la tutela y todavía salian los mozue-
los á las costumbres que sus tios ó tutores les enseña-
ban. Marcial alaba el juego por donoso y de poca costa.
Alea par-va nuces^ sed non damnosa tndetur.
Quien adivinó y previno nuestro deseo fué Ovidio
ó cualquier otro autor que lo fué de la Elegía De Nu-
ces, que, como quiera que sea, es muy antigua: allí, ha-
blando de los juegos de almendras que vamos tocando,
dice:
Has puer, aut certo rectas dvverberat ictu,
Aut pronas dígito bis-ve semel-ve petit.
¿luatuor in nucibus non ampUus in alea tota est.
Cum sibi suppositis additur una tribus
Per tabula cli--uu?n labijubet alter et aptat.
lungat ut e ínultis qucelibet una suam.
Est etiam par sit numerus qui dicta an inpar,
Ut dibinatus auferunt Augur opes.
Fit quoque decreta qualem coeleste figura
Sidus et in greecis litera qiiarfa tenet.
Hac ubi distincta est, gradibus qu¿s constitit, intus
¿luod tetigit 'virga tot capit, inde nuces.
Et 'vas quoque sepe ca-vum spatio distante locatur
In quod missa le-uimur cadete una manu.
Horacio introduce á un padre reprehendiendo á su
hijo porque era tan inclinado á jugar que no se le caian
del seno las almendras y las tabas.
Te talos, aule, nucesque
Ferré sina --vidi, etc.
Y Suetonio Tranquilo dice que Augusto, aquel
gran monarca del mundo, jugaba á las almendras con los
niños que para este fin buscaba y escogía: «Augustus^ la-
^5
~ 114 —
xandi animi gratia modo,piscabalur hamo modo talis aut
ocellatis nucibus que ludebat, cum pueris minutis quos fa-
cí e et garrulitate amabiles undique conquirebat.»
D. Ped. No pase V. m. portan encima los juegos
que Ovidio tocó en aquella Elegía, que aunque al vue-
lo, me parece que son muchos, y algunos conocidos.
D. Fern. a ese punto aguardaba yo á V. ms., y
no me sería muy fácil atinar con los juegos que hoy se
juegan; pero ayudado de la gracia del Sr. Melchor po-
dré decir algo que simbolice al intento.
Melch. Pídamela V. m. en cristiano, que esa
lengua en que están yo no la entiendo, aunque tal vez
malas lenguas dicen que la hablo.
D. Fern. A mí me está muy bien eso, y para es-
tos señores digo, que acerca de la lección de los ya refe-
ridos versos hay variedad de Códices, porque en aquella
voz divcrberet^ lee Erasmo dílaníat; y Radero, sobre
Marcial, dílaminat; y donde los demás leen figura, lee
Aldo Romano figíra. Yo sigo la lección del conde Cons-
tancio Lando sobre Cátulo. Iremos considerando los
juegos por su mismo orden; dice el primero dístico:
Has fuer, aut certo rectas dlverberat ictu,
Aut pronas dígito, bis-ve semel've petit.
Para el Sr. Melchor, dice Ovidio que los mucha-
chos armaban las almendras poniéndolas derechas, en-
tiendo las puntas hacia arriba, y que les tiraban para der-
ribarlas. Ésto en el primer verso.
Melch. De la misma manera se juega este juego
ahora; su forma es ésta: toman un medio ladrillo, y en
él asienta cada uno la almendra hacia arriba, y luego al
- 115 -
que le cupo la suerte de tirar primero tira, y si lleva de
camino alguna ó algunas las gana. Tras él van tirando
los demás, cada uno como le cupo la suerte, y el que no
acierta con el tiro pierde; llámanle á este juego Ladri-
liejo^ por el ladrillo donde arman las tales almendras,
nueces ó castañas.
D. Fern. Bien dijo el Sr. D. Diego que es perito
Melchor en esta filosofía, si bien el mismo juego lo
ejemplifica de otra manera Erasmo, al uso de su tierra.
Ahora digamos el que se comprehende en el segundo
verso :
Aiit pronas dígito bis-fe semelue petit.
Ha dicho Ovidio que jugaban con las almendras en-
hiestas: ahora dice que las tendian llanas y les daban con
el dedo una ó dos veces.
Melch. Ese juego le llaman Dedillo; es así: po-
nen una cuaderna, y encima de las tres almendras en
que se arman ponen la cuarta tendida, y el que juega
tira con el dedo á derribarla tan sutilmente que no des-
componga las tres: si lo hace así gana la cuaderna toda,
y si no derriba la almendra sola de una ó dos veces, ó si
las descompone todas, pierde la dicha cuaderna.
D. Fern. Está bien. Vamos con nuestro texto
adelante.
Suatuor in nucikis non ampUus alea tota est.
Cum sibi suppositis additur una tribus.
Este es el juego de las cuadernas sencillamente: la
forma de armarlas ya la ha dicho Melchor, que es po-
ner una almendra sobre tres, y luego tirar á derribarlas
con una teja desde el puesto que se señala de común
— ii6 —
consentimiento, tirando cada uno como le cupo la suerte.
Y según la lección del jugar de Suetonio Tranquilo,
que nó poco há trajimos, leen algunos castellatis nucibus,
que viene á ser este juego de las cuadernas. La más co-
mún opinión, con Isacc Casaubono, lee occillatis, que
quiere decir horadadas ó partidas, y pienso que el autor
escribió de esta manera: oscillatis, hoc est, sigillaribus,
q.ue eran unas figurillas como muñequillas, de que en
otro lugar trataremos.
Mas volviendo á nuestras cuadernas, digo que este
juego lo describe Philon en su Cosmopea; y Nicesas dice
que lo jugaba Alexio, emperador de Constantinopla.
Luciano, in Chronosolonibus, da á entender que fué jue-
go, nó sólo de muchachos, sino también frecuentado de
los mayores. Vamos al siguiente:
Per tabula cli'vum labijwvet alter et optat.
Tungat iit ex multis quceli'vet una suam.
Aunque con breves palabras, da á entender Ovidio
que ponian una tabla, inclinándola en forma que hiciese
cuesta, y el uno de los jugadores decia al otro que deja-
se deslizar su almendra por la tabla y deseaba siquiera
una tocase con alguna de las suyas. Esto dicen así las
palabras latinas.
Melch. a este juego llaman los muchachos la
Chasa. Ponen una tabla cuesta arriba, de modo que
puedan por ella rodar las almendras; el uno arma sus
almendras, y al fin de la tabla en la parte más baja; el
otro deja deslizar su almendra de la parte de arriba,
asestando á las del otro muchacho; si toca alguna, esa
— 117 —
gana; si pasa por medio ó por el lado sin tocar, pierde, y
de esta manera van jugando.
D. Fern. a nuestro texto:
Est etiam par sit numerus qui dicat an impar,
Ut divinatas auferat augur opes.
Aquí viene el Sr. Oidor F ares y nones^ tan grave,
que si no le respetan hará como los Doce Pares.
D. Diego. Debido le es todo respeto á tan gran
señor, cuyo tribunal es tan absoluto como el de Castilla
y León; mas aunque más pueda con la fortuna, no
puedo yo creer su antigüedad.
D. Fern. ¿Tan presto se ha olvidado V. m. de lo
que dijo Ovidio? Pues para que no estime en poco per-
sona tan grave, la tengo de calificar con información de
testigos bien ancianos: el primero sea Platón, que tiene
casi dos mil años de edad. En la primera pregunta dijo
que conoce á las partes y que tiene noticia de este jue-
go, á que en su tierra llamaban artiasmos, del verbo
oc.o~LOíC,evj-^ que le comunicó y trató desde muchacho y
fué muy su amigo; y en las demás preguntas generales
dijo que venza quien tuviere justicia, porque es muy
amigo de la verdad. Dice, pues, este testigo in Lyside
seu de Amicitia, que entrando donde estaban ciertos
hombres haciendo sacrificio, vio que después de acaba-
do, unos mancebos bien puestos estaban en el zaguán
del templo jugando á las tabas y á las tablas parte de
ellos, y parte jugando á pares y nones en un rincón del
gimnasio. «Ingresi autem juvenes sacrificantes invini-
muSy et sacra firme perada illibus aute7n Comptostalis cal-
culusque ludentes; fartim in ipso vestíbulo fioris; partim in
— ii8 —
gimnasiij ángulo parí inpari ludebant;y> y que se halla-
ron presentes en esta sazón Sócrates, Hipotales, Itessipo,
Menexeno y Lysis.
No es menos, sino más antiguo que él Aristópha-
nes, que testifica del mismo personaje en la comedia
Plut$, act. IV, esc. I: <(.Nos ser vuli par inpar hi'deba-
mus aureis. >
El mismo autor, en el act. IV, esc. V, en una gra-
ciosísima interlocución que introduce de un mozuelo y
una vieja desdentada, que por ser entretenida la volveré
también en verso:
JuvENis. Age, 'vis tu mecutn lusitare diu tule?
Anus. Ubinam, homo miser?
J u V E N . Hic scilicet .
Ubi tamem nuces? Tu acceperis.
Anus. SIuÍíP. Sualen dunü
JuvEN. Siuot sunt tibi dentes.
Carinus. Lubet, et hos tnihi dibinando ascequi.
Tres habet opinar, aut f artas se quatuor.
JuvEN. Sol-ve nuces, Jiam molarem habet tantum unicum.
JOVEN. ¿Quieres, vieja, que juguemos?
Vieja. ¿En dónde, niño cuitado?
JOVEN. Aquí donde estoy, no sé
Que de almendras nos hagamos.
Tómalas tú.
Vieja. ¿Qué? ¿Ó qué juego?
JOVEN. ¿Cuántos dientes te han quedado?
Carino. También yo quiero jugar,
Y saberlo adivinando.
Digo que tiene tres dientes;
Cuando mucho tiene cuatro.
JOVEN. Perdiste: dá las almendras.
Sola una muela le hallo. '•
- 119 —
D. Diego. Saladamente se burlaban con la vieja
los mancebitos. Todo el mundo ha sido uno.
D. Fern. Esto mismo parece de la perseverancia
de nuestro juego de Pares y nones, pues Julio, en el
Onomástico, dice de él: ^Sed et ludere ■par inpar astraga-
lorum multitudine manibus contesta dibinationem habet
farhim et imparium, Ídem vero et fabis nucibus^amigda-
lis, et pecunia faceré solevant.»
D. Ped. Admirable testigo, porque prueba el
modo de jugar apretando la mano y cubriendo en estas
el dinero, nueces, habas ó almendras, para que el otro
jugador adivine si son pares ó nones.
D. Fern. No es menor en el crédito que él, aun-
que lo es en la edad. Suidas, también griego, que afirma
jugarse en Atenas: «Lussus quídam talis est apud Athe-
nienses: interrogabat aliquis nucibus comprehensis, exten-
saque manu quantum, habeo? Qiuod si alter divinaverit in
respondendo, tot solvit, quot interrogator in manu, te-
nuit.-*
Hasta aquí los autores y testigos de Grecia; será
justo quedemos lugar á los latinos.
Horacio Vcnucino dice que lo juegan en Italia entre
otros juegos: uLudere par inpar equitare arundine longa.
Interprétalo con más claridad su comentador Acron
Erlencio, y dice así: «Ludere par inpar de illo dicit,
cum quo pueri soliti sunt ludere inter se quando promunt
copiam nucum manibus; tune quando simul veniant ad lu-
dendum laxo sinu veniunt, et girum inter se faciunt et
proponunt sive problemata: tune coopert a manu quisque
ostendit suo compari et infit, quot in sunt? Si alius augu-
— I20 —
rari -potest^ aufert^ illi: sic, dici hoc certant, doñee iinus
desoneret al¡um.y>
Muy buenas señas da este testigo del conocimiento.
Suetonio Tranquilo dice que tenía tanta estima-
ción en el palacio de Augusto César, que daba dinero
el mismo emperador para que lo jugasen. En una car-
ta, escribiendo á su hija: «Misi tibi diñarlos ducentos
quinquaginta, quos singulis convivís dederam si vellent
Ínter se coenam vel talis^ v el 'par inpar lude re.»
D. Diego. Bastante le ha calificado V. m. en su
persona y antigüedad; resta que nos diga V. m. de su
nombre, por qué se llamó así.
D. Fern. Los romanos le llamaron Par inpar^
del modo de jugarlo; y no es menos latina la fórmula
de hoy en España, que es señal que conservan la anti-
güedad de los romanos, pues de preguntar el un mucha-
cho Par est? y responder el otro Non est^ se llama hoy
el juego de Pares y nones, juntando la pregunta y la res-
puesta.
Del oficio que tiene de jugar en las controversias
dudosas, ya V. ms. saben cuan usado es echarlo á pares
y nones, aunque este oficio fué de propiedad de otro
personaje llamado de los latinos Mico micas, y que des-
pués nos dirá el Sr. Melchor.
Melch. Desde ahora se lo digo fi V. ms.
D. Diego. ¿Qué les parece á V. ms. de la malicia
de este desvergonzado?
D. Fern. No juzgue V. m. de la intención, que
si ella es mala, yo tuve la culpa, que le puse el cabo á la
paleta.
— 12]
§. 11.
Nuestro autor prosigue con los juegos de esta manera.
Fit quoque decreta qualem cceleste figuram
Sidus, et ingracis litera quartatenet.
Hac ubi distincta est gradibus qua constitit intus,
Sluot tetigit 'virga, tot habet inde nuces.
No pienso que está este juego hoy en el uso con es-
tas ceremonias y figuras que aquí dice; y así, se percibe
con alguna dificultad.
Melch. Declárelo V. m. en romance, que siendo
juego de almendras no se me ha de escapar.
D. Fern. Yo pienso que se le escapó á Calderino
y otros gramáticos que por aquí pasaron; mas puede ser
que el misterio se revele á los pequeñuelos. Lo que yo
entiendo es que los muchachos, ó ya fuesen varones,
levantaban, formándolos con las manos, de lodo, unos
valladillos en altura de tres ó cuatro dedos, en forma
de triángulo, que tal es la figura celestial á quien los
griegos llamaban delton, que es la cuarta letra de su
alfabeto, y á esta figura asimila Ovidio el lugar donde
echaban las almendras: y para que no quede á sólo el
entendimiento, lo ofrezco á los ojos:
En medio de este cercadillo ó embarazo enastaban
una varilla, que servía de escopo á los que del puesto ti-
raban las almendras á dar en esta varilla; y aquel que
daba en ella y su almendra se quedaba dentro ganaba, y
el quenó perdia.
A Erasmo le parece que la varilla no estaba enhies-
ta y hincada, sino tendida á la larga. No estoy de su
parecer, por aquella voz constitit, que me da á entender
que estaba derecha y levantada.
Melch. No he vist ''/gar esp juego en mi vida.
D. Diego. Alguna sen^' '-i.nza tiene con el juego
que los muchachos llaman de la liiyuela, porque en el
lugar de los valladillos acá los muchachos hacen unas
rayas que forman casi la figura de una asierra tendida
en el suelo, y allí fijan una varilla enmedio, en esta figu-
ra que yo aquí figuro.
Tiran los muchachos desde el puesto, y el que toca
en la varilla y se le queda su almendra en el círculo cua-
drado gana.
D. Fern. No es muy desemejante al otro juego,
si bien las figuras se diferencian geométricamente; y es-
te juego se hace de ordinario con cuartos, y le llaman la
Rayuela.
En Julio Pólux hallo un juego llamado GrammismOy
~ 123 —
que parece viene á ser la Rayuela, aunque aquel autor
no lo declara más que así: «Huic^ autem ludo proxime
accedet Grammismus^ et dia grammissareo, quem ludum
nonnulli et lineas vocarunt;» si no contradice Melchor.
Melch. Es como V. m. dice.
D. Fern. Nuestro texto prosigue:
Vas quoque scepe cwvnm, spatio distante locatur.
In quod ?nissa lem mix cadat una mafiu.
Dicen que ponian un vaso cóncavo apartado alguna
distancia del puesto, al cual con mucho tiento arrojaban
á colar dentro una sola almendra.
Melch. No se pone acá vasillo ninguno, mas en
su lugar hacen un hoyo del tamaño de la concavidad
de una mano, en el suelo, y el que tira primero y cuela
allí una almendra gana otras tantas de todos los que
juegan; y si no la cuela, ó colándola se vuelve á salir
fuera, paga á cada uno una. Llaman á este juego Mo-
chiliuno.
D. Fern. Mucha semejanza tiene con el que va-
mos diciendo, y entiendo que lo jugaban también con
unas pecezuelas de hueso, de que habla Pomponio apud
Priscianum: « Ínter im dum contemplor orcam taxillos
perdidiy» que es lo mismo que solemos decir: «Por mi-
rar á la puesta perdí la rueca,» en refrán castellano; y
no estoy del parecer de los que reprehenden á Cornuto,
intérprete 'de Persio, que en aquel verso: €Angust¿e eo-
lio non fallí et ore^^» sintió de este juego de almendras;
pues demás de su antigüedad, porque merece respeto, se
prueba evidentemente de este lugar de Ovidio.
También hallo que en la antigüedad hacian un ho-
— 124 —
yo de industria, y á él tiraban almendras, bellotas y
nueces en lugar de tabas, y el juego dice Julio Pólux
que le llamaban Tropa, aunque esta voz le parece sos-
pechosa á Enrico Stephano. Las palabras de Pólux son:
(íLudus autem Tropa dictus, plerumque astragalisfit^ quos
infobeam de industria adhorum receptionem factumpro-
jiciunt, sape tamen gladibus et nucibus astragalorum loco
ludentes utuntur.»
D. Diego. Este juego se me hizo á mí muy nue-
vo viéndole jugar en la puerta del Arenal, en Sevilla,
un día de éstos, y lo tuve por invención moderna. Jué-
ganlo con ocho bolillas muy pequeñas, y el hoyo á don-
de concurren todas las bolillas juntas, como si dijésemos
en tropa, está hecho en industria y sacado á plana en un
medio del otro más pequeño, donde han de entrar todas
juntas.
D. Ped. Si de este juego de los griegos tropa, vie-
ne la voz militar tropa, por la gente junta sin orden?
D. FePvN. No es muy fácil averiguar, aunque la
voz toda es una. De este juego habla Brodeo sobre
Marcial, Üb. IV, cap. XIV, y en las Misceláneas, libro
X, cap. XXVI.
D. DisGo. En las autoridades que V. m. ha traí-
do de las nueces ó almendras vienen muchas veces jun-
tas las tabas, que parece llaman los griegos astragahs,
y los latinos talos; y pues se parecen los juegos, no es
razón los aparte V. m., si tienen también antigüedad,
que ella es la que buscamos.
D. Fern. Tiene tanta, y hay tanto escrito del
juego de la Taba, que los varios pareceres ds autores
— 125 -
griegos y latinos antes pervienten que guian, y dando
noticia de él me confunden.
Los modernos han querido penetrar esta dificultad,
y no me pienso valer de sus dichos, si bien no todos
fueron en la materia tan dichosos. Dijo algo, y nó ple-
najmente, el obispo Sipentino, sobre el segando libro de
Marcial; Philipo Beroaldo, sobre Propercio; Celio Ro-
diginio, lib. XX Lect. Antiq.^ cap. XVÍI, y en el libro
IV, caps. XI y XII; Nicolao Leoniceno, in Sanneto; Ga-
leto Marcio, De Promisqua discip.^ cap. XX VI; Esca-
lígero, en las Exer citaciones contra Cardano; Turnebo,
en los Adversarios^ lib. V, cap. VI; Lambino, sobre
Plauto, in Asin.; Polidoro Virg., lib. II De Inven, rer.;
Lipsio, Antiquan lect. inanvivio; Isacc Casaubono, so-
bre tranquilo, in Aug.; Francisco Robertelo, sobre Cá-
tulo; Ramírez de Prado, sobre Marcial; Martin /\nto-
nio del Rio, in Senecam^frag. Herc. fur,
D. Ped. Por cierto para cosa tan menuda admiro
que tantos hombres doctos se hayan desvelado.
D. Fern. ¿Pues de esto se admira V. m.? Otros
tantos ó más trae Pedro Pantoja de Ayala en sus Co-
mentos altit. de Aleator^ en la Lee. fin., fol. 109, que por
todos son de sólo los modernos treinta y dos autores;
yo sacaré de todos alguna cosa con mucha brevedad,
remitiendo á V. m. á los autores alegados.
Ante todas cosas digo que taba llamamos acá aquéi
hueso que los animales visalcos ó pati-hendidos tienen en
la coyuntura baja de las manos: llamáronle ]os griegos
astragalos; los latinos, talus; los españoles, taba ó carni-
col; los franceses, ossellet; los flamencos, pickelsteen. La
— 126 —
figura de este hueso, como V. ms. lo habrán visto mu-
chas veces, tiene cuatro lados todos diferentes, como que
parece que la naturaleza ocasionó en la misma ociosidad
ruda del mundo este juego, y esta es la mayor proban-
za de su antigüedad; y aunque Polidoro Virgilio, lib. II,
cap. XIII Be Invent. rer., no halla inventor, Martin
Antonio del Rio dice que el bienaventurado San Cipria-
no hizo inventora Thallte: «Suspicor divum Ciprianum
allce et talorum inventionem, 'Thaleti adscrivere.y>
Mas porque el nombre de éste no fué sino Talo,
rey de Creta, y su legislador más antiguo, Acinos entien-
de que fué error, que se extendió á las obras de Sexto
Empírico contra Mathemáticos^ cap. XVIII; y aunque
todos aquellos autores no han descubierto el inventor
de la taba y su juego, yo le he hallado claramente en el
Phedro de Platón, el cual hace inventor de ella y de los
dados á Theuth, á quien los egipcios en la ciudad de
Nauerate dedicaban la ibis: ^Aud'tbi enim área Nau-
cratim Egiptii priscorum quendam fuisse Deorum cui di-
cata sit avis^ quam Iblm voeant^ nomem autem Demoríi
'Theuth. Hunc primum omnium numerum, et numeri com-
putationem invenisse, et Geometriam, et Astronomiam, ta-
lorum rursus, alearumque ludos et literas. »
De manera que ya hemos dado con el inventor, no
sólo del juego de tabas y dados, sino de la Arithmética,
Geometría y Astronomía.
Después de haber escrito yo esto, vide á Pedro de
Guzman en los libros de los Bienes del honesto trabajo^
disc. VII, §. III, donde siente lo mismo que yo tenia
aquí escrito. Alégalo también Pedro Pantoja adTit. de
— 127 —
ale¿e lusu^ fol. 87, in margine, según lo cual yo osaría
afirmar fué Noé ó algún hijo suyo ó nieto, porque estas
ciencias ellos fueron los primeros que las enseñaron al
género humano después del Diluvio universal.
Del nombre de Theuth, inventor de los juegos de
fortuna, por ventura se deriva la voz de tahiir, con que
denotamos á los que juegan ansiosamente.
Ser la invención del juego de la Tí^'m muy antigua
se prueba de Luciano, en los Saturnales, úo de introdu-
ce al sacerdote de Saturno, que muchos juzgan ser Noé,
preguntándole que si en aquel primero siglo jugaban á
la Taba: «Quin illud etiam mihi responde: Talis ludere
in usufuií, íui quoque s¿eculi mortalibus;» y le responde
que sí, porque no llegaba la soltura á tanto que jugasen
millaradas de ducados, como ahora, sino cuando mucho
jugaban almendras ó nueces; porque ¿qué precio se ha-
bía de dar á hombres que ellos todos eran de oro? Sus
palabras: ^Erat sane, ut non depositis talentis, verum, ut
plurimum, nucibus; namque tándem pretio, certassent
ipsi talis cum ipsi toti essent aurei?»
Después de esto introduce á Júpiter, también jugan-
do á la Taba: tNuper vero Rex Ule atque omnium pater,
depositis Aegide ac fulmine .^^ Á los héroes pone tal vez
jugando este juego Apolonio en sus Argonautas. Todo
esto no lo digo á otro fin que su mucha antigüedad.
D. Diego. Resta saber si lo jugaron los mucha-
chos.
D. Fern. Nó sólo era juego de muchachos, pero
él mismo era símbolo del entretenimiento de esta edad.
Pausan ias, in Achaicis: «Talus quidem adolescentum eí
— I2« —
Virginum luscionem significat quíe a natura grandioribus
a liena teñera ¿etati non indecora est.»
Ninguna cosa hallaban más á mano los muchachos
para jugar, ni más fácil; y así, su afición fué siempre
una. Aristóphanes, en la comedia Avispas: «Equidem te
puto velle as trágalos occhare fuelle. y> Platón, in Lyside:
idnvenimus pueros calculis talisque ludentes.»
Plutarco, en el De Fortuna Alexandri, trayendo
aquella pérfida sentencia del capitán Lisandro: «Viros
jure jurando: pueros talis fallendo.y>
Julio Pólux trae por testigo á Platón de su senten-
cia: «Sed est pueros , in Spoliariis astragalos sportulis ra-
pere, Plato inquit.>y
Lucano compara á este siglo á el muchacho que
juega á la Taba, in Auctiene vitarum: «^lid est, Secu-
lum? Puer ludens, ludens talis.»
Este juego era el entretenimiento de aquel brioso
mancebo Alcibiades cuando, jugando con otros de su
tamaño, venía una carreta, y llegando á la sazón el rústi-
co carretero para que se quitasen de la calle, todos los
muchachos echaron á huir; sólo Alchibiades, á quien le
tocaba la mano, le mandó que se detuviese, y no lo ha-
ciendo por su villanía, se tendió de bruces en la tierra
diciendo: Pase si quiere, Plutarcus, in Alcibiades: <Pa-
cio etiam nunc lucitahat in bicotalis cum jaciens qu¿e vices
redirent, adipsum supervenit plaustrum omistum: ibipri-
muní aurigam sustinere jussit, quo non párente ob rustici-
tate sed per gente, alii pueri dimoverunt se: Alcibiades
pro vehiculo absesit se in faciem espendensque se esmodo,
dixit: Si velle t y transir et.»
— 129 —
Séneca, en el lib. IV De Constantia: «Non ideo quid
quam Ínter illos puerosque interesse quis dixerit quod illi
taloruMy nucanque et ¿eris avaricia est.»
Por último de esta averiguación digo que los mu-
chachos llamaban mujer, que es lo mismo que mocoso,
á los que no jugaban bien: así lo dice Fexto Porapeyo
en los Fragmentos: «Mulier dici solet, quasimucosuSy is
qui talis male ludit.-»
También era juego de viejos, por ventura porque
se cumpliese en ellos el proverbio: Bis pueri senes. Y
así. Cicerón, en el lib. De Senect, dice que se queden
los mozos con las armas, los caballos, lanzas, mazas,
pelotas, nadar y correr, dejando las tabas y los dados á
los viejos: ^Haheant igitur alii sibi arma, sibi equos,
sibi hastas, sibi clavam et pilam, sibi natationes, et cur-
sus, nos senibus lusionibus multis talos relinquant et tes-
seras. »
Y Juvenal, en una Sátira: «Si damnosa juvat senem
§. líí
Modo de jugar á la Taba.
D. Ped. Díganos V. m. ahora la forma de jugar
á la Taba.
D. Fern. Mucha dificultad adivino en la respues-
ta; pero diré algo de lo que entiendo, presuponiendo
— ijo —
que las tabas con que jugaban, ó eran de las mismas
naturales que se sacan de los animales, ó á su imitación
hechas de diferentes materias, como marfil, oro, plata,
etc. Jugaban tal vez con una taba sola; de ordinario era
con cuatro. Cicerón, I De Divinal.: aOjiatuor tali casu
jacti venerem efficiunt. »
El mismo, en otra parte: KVenerem jacti posse qua-
tuor tdlis jacti s et quadringentis veneréis non posse casu
consistere.»
Plauto, en la comedia Curculo:
Talos possit sibi in manum, prmjocat
Me in aleam,jusit buhorios quatuor.
Para evitar las fullerías y pandillas, no tiraban las
tabas con la mano, sino tenian un vasillo, que llama-
ban firgOyturricula ó fritillo^ el cual tenía dentro unas
como gradas ó escaloncillos: echaban dentro los talos ó
tabas, y meneábanlos muy bien, y luego los arrojaban
sobre una tabla que llamaban albeolo. Del vasillo habló
Séneca en la Coloqutntida:
Nam quoties 7nissurus erat, resonante frittllo
Utraque subdacto fugie-vat tessera fundo.
Marcial, en el lib. V, Epig. últ.:
Et blando male perditus frittllo .
Sidonio Apolinar, lib. II, Epist. IX: ^Crepitandum
fritillos, tesserarum strepitu;y> et in Carmina XXIII:
Hic talos crepitantibus fritillis.
Por ser este vasillo causa de evitar tahurerías, se
gloría en Marcial:
¿iua crit compositus manus impro'va mitire talos.
Si per me liccet nil, nisi 'vota facit .
— IJI —
Como si dijera:
La mano del tahúr procura clavar el dado;
Pero si por mí no es, no gana más que deseos.
A la tabla dijimos que llamaban albeolo. Así lo dice
Cicerón, De Finibus: «Aut alveolum poseeré^ aut quare-
re quempiam luáum.'»
También le llamaban tabla. San Isidoro: «In tabula
¡uditur pyrgOj tesserisque eitalis.»
D. Diego. Ahora nos dirá V. m., si es servido,
cuándo ganaban ó cuándo perdían.
D. Fern. Las suertes buenas ó malas se llama-
ban con todos estos nombres: cous^ chtus^ planus^ Venus y
caniSy basiliscuSy Hércules ^ vulturius. Y de otra manera:
MidaSy vulturiuSy Hércules^ Venus, canis, as¡nus, síes?-
choriy suppus, chius, cous, curipidis, signum.
D. Diego. No distingue V. m. las suertes buenas
y malas, para que sepamos cuáles eran.
D. Fern. Las suertes dichosas eran: Venus , cous ,
suppuSy basiliscus. Midas, Hércules; las infelices y azares
eran: canis, chiuSyplanus,vulturius, asinus.
Llamaban también á la suerte feliz senio y á la infe-
liz unió, nó porque tuviesen puntos, sino tomando la
metáphora de los dados, que tenian seis lados y en ellos
figurando desde un punto hasta seis.
Muchas autoridades se podrán traer de todo lo di-
cho, pero basten pocas que lo prueban bien. Propercio,
lib. IV:
F.t mihi per talos -venerejn quai-ente, secundas
Damnosi se??iper suhsiluere canes.
Yo, con tabas favorables,
Buscaba suerte de Vénusj
Pero los canes dañosos
Sallan por mal agüero.
San Isidoro: «Canem vitari ab aleatoribus, quia
damnosus est, et unum significat. Operi Senionem quia bo-
num jactum afferet.»
Marcial:
Senio nec nostrum cum cañe quassat ebur.
D. Ped, Díganos V. m. ahora cómo ganaban ó
perdian.
D. Fern. Si jugaban con una taba sola como
ahora, y echaban la parte de ella que hace algo de in-
chazon ó barriga, le llamaban los nombres de felicidad.
Venus, cous, etc., y ganaban. Si echaban la parte con-
traria á ésta, que hace una concavidad y es algo llana,
le llamaban canis, chius, planus, vulturius, etc. Cuan-
do jugaban con cuatro tabas era la suerte dichosa si
caian todas cuatro cada una en postura diferente; mas
si caian todas de una misma figura, era azar y mala
suerte.
Melch. En tomando V. ms. la taba no hay quien
se la quite de las manos, y también tengo yo voto en
esta facultad.
D. Fern. Y el primero: pues diga V. m. lo que
le parece, que todos obedeceremos.
Melch. Lo mismo es eso que si jugasen á la Pri-
mera con los naipes, que cuando vienen cuatro manja-
res diferentes gana el que juega; como si dijéramos los
cuatro sietes, ó tres sietes y un as, que hace primera pa-
sante.
— ^33 —
D. Fern. No estoy muy lejos de pensarlo así, y
aun por ventura degeneró de esta diferencia de lados de
las tabas la diferencia de los cuatro manjares: mas resta
averiguar lo que íbamos diciendo, y en Luciano hay un
lugar insigne con que lo averigüemos. Hablando de
un loco enamorado de una estatua de Venus, dice que
para ver si le habia de suceder bien ó mal echaba ¡as ta-
bas; y si salia la suerte de Venus se alegraba, y si lo
contrario echaba maldiciones: «Super mensa quatuor ta-
los Lybic<e capra componens, ludendo experiabatur quid
sibi sperandum foret. Et scopum quidem jaciendo sortitus
erat^ l¿etabatur nullo talorum effigie a equali cadente:
sin autem ut fit negligentiuSy talos jecisset in mensam et illi
abominavilius subsilnssent universe Gnido dirás impre-
cabaturj)
De aquí se entienden fácilmente aquellos versos de
Marcial :
Cum ñeterit nullus 'vultu enbi talis eodem
Muñera me dices magna dedisse tibi.
Cuando caen las tabas con lados diferentes.
Dirás que te envíe grandes presentes.
En esta materia hay un lugar de Suetonio Tranqui-
lo, in Augusto^ que á los intérpretes ha hecho mucha
dificultad su inteligencia. Trae este autor una epístola
original de Augusto á Tiberio, en que le dice: «Juga-
mos ayer y hoy, mi Tiberio, como unos viejos; porque
echadas las suertes de las tabas, el que echaba el can ó el
senion ponia cada vez un real, todo lo cual tiraba el
que echaba la suerte Venus.» «LucimuSj mi Tiberi,
— 134 —
yz^fyjxi'/Mzeri^et hodie^talis enim jactatis ut quisque senio-
nem aut canem misserat in singulos talos singulos denarios
conferehat: quos tollehat universos qui venerem jeserat.y*
La dificultad está en que hemos dicho que era suer-
te feliz el senion, y que con ella se ganaba; y se prueba
llanamente de aquel verso de Persio:
Scb-e erat voto quid dexter seiiio ferret.
Pues como aquí lo compara Augusto César al can,
y dice que si echaba el senion ó el can ponía un real
tantas veces cuantas echaba aquella suerte, y que se los
llevaba todos el que echaba la Venus; respondo que
cuando jugaban con una taba llamaban al can suerte
infeliz, senion; mas cuando jugaban con cuatro tabas,
llamaban y era suerte dichosa. Y porque Augusto jugó
con sola una taba, como consta de aquellas palabras in
singulos talos, por eso perdia el que echaba el senion ó
can.
D. Diego. Ha dicho V. m. los nombres de los
dos lados contrarios de la taba, y le faltan los otros dos,
que no nos ha dicho cómo se llamaban, ni si perdian ó
ganaban con ellos.
D. Fern. Respondo que al lado de la taba muy
llano le llamaban ternion, y al opuesto, que hace una
concavidad con esta figura c/o, le llamaban cuaternion: el
que echaba estos lados todos cuatro era suerte azar, y
perdia; pero si echaba uno ó dos terniones ó cuaternio-
nes, y los demás eran de las otras figuras, no perdia,
antes ganaba con el ternion tres dineros y cuatro con
el cuaternion. Tal vez dejaban la taba tan solamente, ó
dejaban las tabas, como jugando acá á la Perinola, cuan-
- 135 —
do sale la letra D, ó como cuando juegan al parar y sale
presa sin pinta, que si es la del contrario no pierde más
que el naipe y pasa al otro siguiente.
D. Ped. Yo estoy muy contento con lo dicho, y
pienso lo estará el Sr. D. Diego.
D. Diego. Yo lo estoy mucho, y me admiro de
la antigüedad, estimación y frecuencia del juego de ja
Taba, y me lastimo que á la buena señora la haya des-
terrado Bihariy supremo monarca de la ociosidad, á la
provincia de la Picardía. Mas quisiera yo saber, si en el
juego de la Tábanos quedan algunos rastros de lo que
fué antiguamente. .
D. Fern. Paréceme que podemos comparar el
juego de la Taba que hoy vemos usar con aquellas dos
famosas estatuas que en Roma llaman Pasquín y Mar-
fodio, que de puro manoseadas, traidas y llevadas de un
lugar á otro apenas les ha quedado rastro ni figura de
lo que antiguamente eran. Y así, ni más ni menos, ire-
mos adivinando los vestigios que hoy nos quedan en la
Taba de su uso antiguo, y de lo que fué y resta hoy,
que es bien poco.
En cuanto á lo primero de la taba, lo mismo es y
de la misma manera que Dios la crió; que como este es
derecho natural, no se puede mudar. Del nombre latino
queda algún vestigio, diciendo de talos^ taba. Al lado
que los latinos antiguos llamaron canis parece le llaman
ahora carne, aunque no es ahora ésta suerte infeliz.
De la voz canícula parece que tomó todo el nom-
bre la taba, pues algunos ó muchos lugares de Castilla
le llarnan carnicol. Yo he querido averiguar esto alguna
- 136 -
vez, preguntando á los muchachos, y he sabido que á
k suerte del un lado llaman ahora horca^ que es la suer-
te infeliz, como lo fué la de canis; á la contraria llaman
carne, que es la suerte de Venus. Suelen llamar tam-
bién á un lado chuque, que parece de género del nom-
bre chius.
La Perinola parece ser hija muy parecida á la Ta-
ba, porque tiene cuatro lados no más, y en ellos vemos
estas cuatro letras: T, S, P, D. La T corresponde á la
suerte de Venus, porque el que la echa se lleva todo el
dinero que los jugadores han puesto, como dijo Augus-
to en Suetonio Tranquilo: «dúos tollebat universos qui
veneremjecerat.% Y esta misma suerte se llamaba coo,
suppo, basilisco y Midas.
La contraria suerte es P, y corresponde al canis, ó
canícula, ó senion, y el que la echa pone el puesto, co-
mo vimos en el lugar citado de Tranquilo: «Talis enim
jactatis, prout quisque senionem aut caneni misserat, in
singulos talos singulos denarios conferebat.»
Llamóse también esta suerte plano, vulturio, chio,
asino.
La D y la S corresponden al ternion y cuaternion,
que parecen suertes medias ó indiferentes.
Melch. Algo tenía que decir Melchor; mas pues
ya no se hace caso de él, sería bien lo dejasen ir.
D. Fern. Tiene razón el señor Melchor, que
aqui quien puede hablar en esta materia sólo es él.
Melch. No digo yo tal, sino que en aquellos
nombres lo metió V. m. todo á baraja y se dejó mucho
por decir.
- 137 —
D. Fern. Á tiempo estamos todavía, señor Mel-
chor; diga V. m. todo lo que supiere de esta arte.
Melch. Digo que aquellos nombres modernos
que V. m. dio á la taba y á sus lados, no siempre son
siempre unos, sino que se mudan conforme á los jue-
gos: cuando se juega al juego que llaman Taba^ llaman
carne á la que hace aquella figura co, y con ella ganan;
y á la opuesta y contraria le llaman chuque, y pierden
con ella: cuando la taba cae á la parte llana que tiene
una concavidad le llaman un nombre deshonesto de la
parte trasera sobre que nos sentamos, y a la contraria á
ésta llaman barriga, por aquella hinchazón que allí
muestra el hueso, y con ésta ganan, perdiendo con la
contraria.
Hay otro juego de Taba que llaman Rey. En éste
tienen los mismos lados otros nombres: á la que hace
aquella figura co llaman rey, y á la contraria alguacil;
á la que hace barriga la llaman zapata, y á la contraria
llaman horca.
D. Fern. Decid cómo se juega ese juego.
Melch. Echa cada uno la taba en alto conforme
les ha cabido el tirar, y al que le cabe el lado que lla-
man rey lo es, y el que le cabe alguacil hace su oficio de
alguacil; al que la zapata hace oficio de verdugo, y al
que le cabe horca hace oficio de condenado.
D. Fern. Por manera que es un tribunal entero.
Mélch, Sí señor, porque hay rey, alguacil, verdu-
go y horca, que es el reo y el suplicio. El alguacil con-
dena primero á tantos azotes; si el reo consiente la sen-
tencia se ejecuta luego; si no la consiente apela al rey,
- 138 -
el cualj como le parece, aumenta ó disminuye la sen-
tencia.
§. IV.
Dados y Tesseras.
D. Ped. Muy engastado viene ese juego de la Ta-
ba con el juego de los Dados.
D. Fern. Ambos se comprchenden bajo de una
voz general latina, que es alea, que significa todo gé-
nero de juego de fortuna; aunque este de los Dados, por
ejercitar en él más que en otro su poderoso imperio esta
mudable y ciega diosa, se ha alzado con el nombre de
alea simpliciter; y ahora también entendemos con él los
Naipes, juego muy parecido al de los Dados en la fortu-
na, aunque nó en la materia y forma.
D. Ped. ¿Es antiguo el juego de los Naipes?
D. Fern. Nó señor, y por tanto lo excluiremos de
esta conversación como no digno de entrar en el colegio
de los demás; el de los Dados es muy antiguo, aunque
nó tanto como el de la Taba, porque lo inventaron los
de Lidia, y éste Noé ó sus hijos y nietos.
De que inventaron los dados y tesseras, que éste era
su nombre propio latino, los lidos, es autor Herodoto en
el lib. I; y aunque el nombre propio y más común de
los dados es tessera, el señor San Isidoro, en sus Ethi-
mologias, les llama con todos éstos: lessera, lepusculus,
— 139 —
jaculum^ quadrantal^ numerus. Ausonio les llama con
cuasi el nombre castellano data. Los griegos le llama-
ron /vco;, y al juego v^jr,iix. Tenian y tienen seis lados
todos iguales, y en ellos ocho ángulos, de donde consta
haberse engañado Cardano, lib. De Subtilit.^ en que dis-
tingue el cubo de la tessera. Engañóse también Toque-
lino, sobre Persio, que confunde el cubo con el astragalo
ó taba, que tiene sólo cuatro lados. Diferenciase asi-
mismo de la taba la tessera^ en que por cualquiera parte
que cae está igualmente firme, porque en ella no hay ó
no debe haber nada cóncavo (si bien ahora los hacen al-
go cóncavos, aguzando las esquinas ó ángulos de modo
que se tengan sobre ellos sin tocar otra cosa en la tabla),
en que la taba no puede tenerse más que en los cuatro
lados, y si alguna vez, que era cosa muy rara, caia de
punta y se tenía, era tenido por dichosísimo agüero y
fortuna; y así, se decia por proverbio: recto talo^ como
ya dijo Horacio:
Securus cadat, an recto stet tabula talo.
Diferenciábanse también las tabas de los dados en
que las tabas formaban juego con una ó cuatro, y tal
vez con cuarenta. La tessera ó dado no fueron más que
tres. Ovidio:
Par'va monére pudet, talorum dicere jactus
bt sciat, et vires tessera missa suas,
Et modo tres jactet números, modo cogitet apte
Siuam subeat partem, calida quamque 'uocet.
Vergüenza será decirlo,
Pero vaya de las tabas,
Cuyo juego es bien que sepa
, . La mozuela enamorada. -,
— 140 —
Juegue también á los dados.
Porque las suertes echadas
Sientan las fuerzas de amor,
Y reconozcan ventaja.
Tres números eche ahora,
Ó ya con astucia ó maña
Piense á qué parte se inclina,
A quién topa, ó á quién para.
Más claramente lo dijo Marcial:
Non sunt talorum numero pars tessera, dum sit.
Major quatn talis alea sape mihi.
No iguales en el número seamos
Los dados á las tabas, con que sea
El juego nuestro de mayor cantía.
No era de menor consideración la diferencia de las
tabas á la de los dados, porque las tabas no tenian pun-
tos y los dados los tenian, y de ellos y sus números, ca-
da un lado sus nombres. San Isidoro: «Jactus quisque
apud lusores v éter es a numero vocabatur, ut unio^ benio,
trinio^ quatrio^ quinio^ senio: postea apellatio singulorum
mutata est; et unionem^ canem, trionem^ suppum^ quatrio-
nem, planum^ vocabant. »
La suerte azar é infeliz era el uno, y le llamaban
can, y la más dichosa era el seis, y le llamaban por esta
causa el diestro, ó dichoso y feliz:
quid dexter senio jerret .
Scire erat in <voto damnosa canicula quantum r adere, etc.
Luciano, en los Saturnales: «Nisi forte tibi parum
esse videtury ut in Tesserarum ludo vincas; cum que c¿e-
— 141 —
teris alea in unionem volvatur íibi senionem in summo
latere ostendat.y>
Nuestro patrón San Isidoro: «Jactus 'Tesserarumjta
a peritis aleatoribus componitur, ut aferant quod volue-
rinty ut puta sentó ^ nem quia eis in bonum jactum afferat,
vitant; autem canem quia damnosus est unum significat.»
Alegoriza el Santo comparando el tiempo á los tres
dados, que no están jamás en un ser y siempre se mu-
dan, de la misma manera que el tiempo corre: <.<Nam
tribus tesseris ludere prehibent per tria s^eculi témpora
pretérita, presentia et futura^ quia non estant sed de-
currunt,»
Adriano Tuberno, en el üb. VI, cap. III de sus Ad-
versarios, dice que se dijeron dados de la voz latina da-
tus, data, datum, y lo prueba de los versos de Ausonio,
que dicen así:
h¡arrante7n fido per singula pufida res sur su,
¿lúa data per langas que re-vocata moras.
Yo pienso que del mismo antiguo modo de jugarlos
nos han- quedado en los juegos de naipes y otros juegos
lo que llaman Bolos.
Vtdimus et quando tabula certamine tonga,
Omnes quifuerant enufnerasse Bolos.
Cuando jugaban á \^ Pelota otros semejantes no en-
tra la mano, que entonces paga el bolo el que entra.
Llamamos manos á los jactos, y así llamaban los roma-
nos á lo mismo, de donde descendió la frase latina: Ma-
nus remittere; remitir lo que uno en una mano ó jacto
habia ganado.
Para que no hiciesen las tahurerías ó pandillas, ó
— 142 —
para que no clavasen el dado, usaban de aquellos vasi-
llos que llamaban turriculus^ fritillos ó pyrgos, que te-
nían dentro unas como cejuelas ó escaloncillos, donde
rodando los dados se mudaban con tanta variedad que
era imposible que el jugador, aunque tuviese más flo-
res que un Mayo, hiciese ruindad. Ausonio, de estos
grados ó escaloncillos:
Alternis ■vicibus, qua precipitante rotatur
Fundat et excussit per cania buxa gradas.
Bien claramente lo dijo Sidonio Apolinar, lib. VIII,
Epist. XII: «Hic tessera frecuens eboratis se saltatura
pyrgorum gradibus . »
De esta manera los arrojaban á la tabla llamada al-
veolo ó tabula, y no fristillo como algunos han dicho.
Fué este juego de Dados aborrecible en todos los
tiempos por lo mucho que en él se pierde, y por las mu-
chas ofensas á Dios y al prójimo que siempre trajo y
acarrea á los que lo juegan; y así lo prohibieron: las leyes
Ticia, Publicia y Cornelia; después, De Jure Dig. et
Cod., por todo el tít. De alea lusu et aleat,, L. vlt. c. de
relig. et supt. fundt. Autent. Interdicimus c. de sacris
ecless. Reprehendiéronlo el señor San Cipriano, y otros
muchos Padres antiguos, referidos de Juan Salisberiense
in Polycrat., lib. I, cap. V; y por las leyes de España, nó
sólo es prohibido el jugar los Dados, pero el mirarlos ju-
gar y el hacerlos: L. t, II, VII, tít. VII, lib. VIII Re-
copiL; y finalmente, el refrán castellano: í<Lo mejor de
los dados es no jugarlos.»
143 —
S. V.
De las Damas y el Axedréz.
D. Diego. ¿El juego de las Damas y el de Axedréz
son antiguos?
D. Fern. El de las Damas lo es mucho, y poco
menos el Axedréz: llamáronse las piezas de las Damas
cálculos^ en la lengua latina, y en la griega, y:r,rjw.. El
juego se llamó Latrunculorum lusus. Descríbelo Alexan-
dro ab Alexandro en sus Dias geniales^ cap. XXI, por
estas palabras: «Ludus Calculorum, veteribus pr¿ecipius
fuise traditur, qui et latrones dicti hi enim duas divissi
turmas erant colores dibersi, quorum alii milites alii hos-
tes: horum lusus erat^ ut turmis instructis velunt qui
congredi acie ■parábante hxnc inde sub hostium imagine
frocederent, ac pr¿escripto fine quo ad quisque progredi
debeat: ita cavere opportebat^ ut dum postem quisque in-
■vadere mititur, alterius non pateat in cursibus qui etiam^
exgemma^ fuere viris^ et mulieribus frecuens, a melioribus
vel summis honoribus, vel máxime ¿eltus et celebratus.
^em Tálame des invenisse pro di tus ad componendas
otiosi exercitus sedit iones.»
Así como este juego fué muy antiguo y celebrado,
hay mucha mención de él. Llamáronse también las pie-
zas calses, que es parte del pié, y no sé si el llamarles
hoy á las piezas peones viene del mismo principio, o
— 144 —
puede ser que como es una representación de batalla se
llamen como los soldados peones, á imitación de la in-
fantería, que camina á pié. Llamáronse latrones ó la-
trunculi, porque todo el cuidado del contrario es comer-
le á los otros sus piezas y cautivarlas; por eso les llamó
cautelosas Sóphocles, hablando de su inventor:
captas que temporis Turunculos ,
Scruposque que tesserasque fallendo otio
In<vemt, etc.
La materia de estas piezas solia ser de vidrio: Mar-
cial, lib. XIV, Epig. XVII:
hisidiosorum si ludis bella Lat*-onum.
Gemmeus iste tibi miles et hostis erit.
Y Lucano, más claramente:
Vitreo peraguntur ?nilite Bella.
Petronio Arbitro notó que entre el delicado apara-
to de la cena de Trimalchion, después de ella entró un
muchacho con una tabla de therebinto y las piezas de
cristal, y que lo más delicado que notó fué que en lugar
de las piezas blancas ó negras jugaban con monedas de
oro y plata. También fueron de otras materias estas
piezas, como hoy las vemos de madera y marfil. Sirvie-
ron asimismo las conchuelas de la orilla de la mar, Julio
Pólux describe este juego en el Onomástico, y dice que
á una parte de él llamaban la ciudad, y que á las piezas
llamaban canes, y que todo el cuidado del jugador era
coger dos de los peones de un color del contrario dife-
rente del otro en color. «Multis autem calculis constans
ludus Latrunculorum est loca lineis disposita habens: et
una quidem Latrunculorum pars civitas vocatur, et cal-
- 145 —
culi singuli canis: calculis autem in duas -partes secundum
colorem divisisy Indi hujus ars erat comprehensione duo-
rum calculorum concolorum^ alterum discolorem tollere.»
Marcial llamó mandras á las casas donde se asientan
las piezas:
Si -ijincas Noniumque Publiunque,
Mandras et 'vitreo Latrone clausos.
Aunque Josef Scalígero en las notas á una Égloga
de Lucano quiere que mandras sean los caballos de este
juego del Ajedrez: véase este autor, que en lo crítico es
aventajado.
A las calles llama Julio Pólux lineas^ y dice que
eran cinco de cada parte, y que á la calle de enmedio
llamaban sagrada, porque de ella no puede sacar nadie
la pieza que la ocupe libremente, si no es por mucha
traza y violencia; y de aquí se dijo el proverbio: «Mo-
veo hunc á sacra.)-) Sus palabras todas son éstas: «ínter
quinqué vero utrorumque lineas erat sacra vocata, et inde
movens calculum proverbio locum fecit. Moveo hunc a
sacra. »
Ovidio, con mucha claridad, describe el juego, libro
III De Arte amandi:
Caiitaque non tiilit latronum pralia ludat,
Unius cutn germino caLiilus hoste perit.
Bellatorque suo prensus sine compare pugnet.
jEmulus et coeptiim so-pe recurrat iter.
Las piezas ó cálculos con que cada parte jugaba
fueron, como ahora son, doce. Cicerón, in Hortensia:
«Itaque tibí concedo quod duodecim scrupis olim, ut cal-
culum reducás si te alicujus dati pcenitet.^
— 146 —
Aquí parece que llama Cicerón al lance, dado. El
movimiento de los peones ó piezas siempre era el ca-
minar adelante. Unos pasaban muchas casas, como
ahora las damas, otros caminaban de casa en casa, como
ahora, sin saltar, por lo cual á aquellos que hoy llama-
mos damas, les llamaban vagos ^ y á los peones ordina-
rios; y cuando encerraban á algunos les llamaban indios,
de donde proverbialmente á los muy pobres y que no
podian ir atrás ni adelante les llamaban indios. Señor
San Isidoro, lib. XVIII, et in cap. LXVII: «Calcuh
partim ordine moventur; partim vage; ideo altos ordina-
rios; allios vagos, appellant: at vero que moveri omnino
non pos uní. Indios dicunt: Un de e geni es homines Incite
vocantur quibus spes ultra procedendi nulla restat. »
De donde se entiende aquel lugar de Plauto en el
Penulo: ^Ad Indios rem rediisse.»
Así lo sienten Adriano Turnevo y Josef Scalígero.
Séneca hace memoria de este juego, reprehendiendo
que la sutilidad de los ingenios se gasta en cosas supér-
jíiuas: <i.Latrunculus ludlmuSy insuper vacius subtilitas
teritur.y>
Fuéronle aficionados jugadores el gran Pompeyo y
Scévola, Jurisconsulto, de quien dice Quintiliano, libro
XI Inst., que jugando con uno el dicho Scévola á las
damas jugó una pieza mal, siendo él mano, por lo cual
fué vencido y perdió el juego; y que yendo al campo,
acordándose de todos los lances que habia jugado, los
repitió por su orden y volvió á decirlos al jugador con
quien habia jugado, y el lance donde erró, el cual con-
fesó que así era verdad: «At vero Scévola in ludo duode-
— 147 —
cim scruporum cum prior calculum promovisset^ esset que
victus: dum rus tendí t repetito totui certaminis ordine
quo dato errasset recordattus rediit ad eüm^ qui cum lus-
serat: isque ita factum ese confessus est.y>
Séneca refiere de Canio, condenado á muerte, que
notificándole la sentencia fatal, estuvo tan en sí que
contó las piezas todas, y dijo al centurión que venía á
notificársela: «Séarae testigo que !e llevo una pieza de
ventaja.» <iLutrunculis ludebatur vocatus Canius^ nume-
ravit cálculos annuens centurioni: Testis, inquit^ eris uno
me antecederé.»
De este juego escribió un valenciano un libro, que
yo vide impreso y leí algunos años há, y otro llamado
Valle,
Suidas reduce el juego á Philosofía, y dice que la
Tabla, así dice la voz griega, significa el mundo infe-
rior ó la tierra; ser las piezas doce, significa el Zodiaco
y sus doce signos; la arca y los siete granos son los siete
Planetas; la torre significa la altura del cielo, de donde
nos vienen los bienes ó males: «Tabula enim est mundus
terrestris: duodenarius numerus est Zodiacus: ipsa vero
arca et sepíim in ea grana, sunt septem stell¿e planetarum.
Turris est altitudo Cceli unde bona et mala. »
Parece haber tomado aquel autor las mismas pala-
bras de Cedreno en los Anuales, si bien la forma de es-
tas piezas se diferencia en algo de las que hoy usamos
en Castilla.
El juego del Axedrez, aunque no es tan antiguo
como el de las Damas, es muy antiguo, pues lo inventó
Xérges, según Polidoro Virgilio, en el año de '^^'^^'^ del
— 148 —
mundo. Su iíivencion fué así: que no pudiendo aquel
sabio varón, ni atreviéndose á decir á un rey tirano
cuánto peligro corria su tiranía sin fuerzas, inventó este
juego para que fuese documento que la majestad del rey
há menester muchos que le defiendan y acompañen, y
que de otra manera no podia estar segura, y para esto
instituyó un ejército con su capitán, y otro contrario,
que cada uno procuraba dar mate al otro. Llamáronse
Ludus Schacorum, ah scandendo, que es pasar adelante y
subir; los griegos le llamaron ^oapiv^oan;. Pedro Gregorio,
en el Syntagma, piensa que es invención de los hebreos,
y que su nombre viene de las dos voces Schachi et
Mathi; que aquélla s\gv{\ñQ3. fortificar y esta otra ma-
tar ó ser muerto: y así el juego se acaba en jaque y ma-
te cuando el rey, cercado por todas partes, sin poderse
menear, está como muerto.
Marcos Gerónimo Vida hizo un elegantísimo poema
de este juego, en que atribuye su invención á los italia-
nos. Por ser muy largo, no lo referiré.
En nuestra lengua escribieron de él libros enteros
Rui López de Segura, impreso en Alcalá año de 1562,
y el Ldo. Martin del Rey no, á quien puso por título:
Dechado de la vida humana del juego de Axedrez; y
Fr. Jacobo de Thesalonia, del Orden de Predicadores,
entre otras obras escribió cuatro libros de sólo este jue-
go, y un tratado Antonio de Prado, Jurisperito, y otro
Thomás Foro, Semproniensis, que está en el VII volu-
men de los tratados de los doctores, fol. 168.
DIÁLOGO IV
DIÁLOGO IV
§. I.
De la Morra^ Micacion, Trompos y Peonzas.
D. Fern. ¡Quién pensara que después de tres días
que há que tratamos de estas niñerías no estuviesen ya
V. ms. cansados ó enfadados!
D, Diego. Muy al contrario, pasa en nosotros
que con la memoria de las cosas de la niñez, nos rejuve-
necemos.
D. Ped. Tienen no sé qué de gusto escondido,
que no se halla en otras ningunas, así por su sencillez
como porque aquel buen tiempo no puede ocurrir á la
memoria sin el gusto con que le acompañamos, tan sin
mezcla entonces de pesar.
D. Fern. Mucho temo no se diga por nosotros
loque Séneca: «Similli fuer i s sumus, quibus, omne lu-
dí crum in pretio est.y>
D. Ped. Muy lejos estoy de ese temor, asegurado
— 152 -
con la autoridad del Espíritu Santo, que en el capítulo
XXXII del Eclesiástico persuade holgarse honestamen-
te y jugar cada uno en su casa ó su retiro: <iPr¿ecurre
autem prior in domum tuam, et illic avocare et illic lude.
Et age conceptiones tuas^ et non indelictis et in verbo
superbo.» — Multa et ludo vide apudD. Thomam. 2. 2, q.
32, art. 7, et q. 168 de Modestia^ art. 2 et 3: — et Ricar-
dum^ in 4. sent,^ dist. 1 5 : — plurima apud Stephanum Co-s-
taní in trac, de Ludo qui habetur. — In tractatibus D. D.
Thom. 7, fol. 161: — et apud thomam Actium de ludo
Schacorum in iisdem tract. D. D. Thom., tom. 7,/ri78,
Paris, de Puteo et Sacra Lupi, aliosque qui habentur
eodem tom. 7 Doctorum.y>
D, Diego. A tan segura autoridad, y en materia
tan honesta, no hay que buscarle más razones, sino que
V. m. se disponga á la importunidad de nuestras pre-
guntas;, y porque pienso que nos hace falta mi criado,
será bien llamarle. ¡Hola, Melchor!
Melch. Señor, no estoy en casa.
D. Diego. Tú eres siempre de tan poco prove-
cho, que viene á ser lo misnio: mas ahora no faltes de
aquí, que te há menester el Sr. D. Fernando.
D. Fern. ¿En qué quedamos ayer?
D. Diego. De lo que V. m. ha comenzado no
pienso que queda nada por decir; sólo que el otro dia
apuntó V. m. que en ocasión diria del verbo mico micas,
á quien los pares y nones hablan usurpado el oficio de
j^ugar.
D. Fern. Ya me acuerdo de lo que dije del verbo
mico apuntando al Sr. Melchor.
— ^S3 —
Melch. También yo me acuerdo que me descar-
gué bastantemente.
D. Fern. Pues yo quiero ahora cumplir mi obli-
gación, y digo que en el reino de Valencia vi jugar un
juego que llaman la Morra, que hasta entonces no lo
habia visto jugar en mi vida. Después lo vi jugar á ex-
tranjeros en el Arenal de Sevilla, y dando vueltas á los
libros hallo que es muy antiguo.
D. Ped, Díganos V. m. primero la forma de ese
juego, que yo no lo he visto.
D. Fern. Vilo jugar de esta manera: los jugado-
res son dos; alzan de repente ambos las manos con los
dedos que quiere cada uno extendidos, encogidos los
otros, y al mismo tiempo que levantan las manos cada
uno dice el número que quiere, y el que acierta con el
número que dijo contando los dedos que ambos tienen
levantados, gana, y el otro pierde: como por ejemplo,
si uno alzara los dedos, y el otro dijere seis, que si no
hubiere más que cuatro dedos levantados, pierde el que
dijo seis, y si los hubo, gana; y si ninguno acierta la
suerte es indiferente y vuelven á jugar.
D. Ped. Ahora entiendo lo que dijo nuestro Mar-
cial cordobés á los opositores del magisterio de músi-
ca de aquella Santa Iglesia, en una Décima^ que si no
me acuerdo mal dijo así:
Los edictos con imperio
Maese Lobo ha prorogado,
Hasta que varíe el grado
De su vocal magisterio.
Si no lleva otro misterio,
El nuevo término corra,
— 154 —
Y juegue en tanto á la Morra
Nuestro pretendiente Bobo,
O apele de un maese Lobo
Para otro maese Zorra.
Dijo famosamente, haciendo alusión de los nombres
de los opositores, y tomando la metáphora del solfear
con los dedos y los gestos que los músicos hacen, á los
que hacen los que juegan ala Morra; y sólo resta que
V. m. nos diga su antigüedad.
D. Fern. Jugáronla muy de antiguo los rústicos
romanos. Marco Varron, alegado de Nonio Marcelo:
^Micandiim erit cum gr¿eco utrum ego illius nmnerum
anille meum, sequatur.» Cicerón, en el lib. De Divinat.:
<í¿Q.uid est sors? Ídem pro-pe modum guod micare, quod
talos jacere^ quod Tesseras.»
De aquí vino aquel antiguo proverbio: «Dignus
qué cum in tenehris mices.y> «Fulano es un hombre de
bien, que se puede tratar con él á ojos ciegas y jugar á
la Morra á oscuras.»
Nonio Panopolita, en el lib. XXXÍII de sus Dioni-
siacoSy describe buena parte del juego:
Ludus erat alternatim dígitos expandere
Has erige nt es, illas deprimentes .
Elegantemente Calpurnio, en la Égloga II:
Tyrsis et, o pueri, me judise pignora dixit.
Irrata sint moneo: satis hoc mercedis habebo.
Si laudem ■■uictor, sifert opprobia 'victus.
Et nunc alternos magis, ut distinguere cantus
Possitis, ter quisque manus jáctate micantes;
Nec mora: discernunt digitis.
Tírsis dijo: ¡Ohj mancebitos!
— ^ss -
Si mi juicio seguís,
No apostéis, no pongáis prendas
En contienda pastoril;
Baste por paga al que vence
Haber vencido la lid,
Y que del triste vencido
Los demás se han de reír:
Y para que vuestros cantos
Más se puedan distinguir,
Eche tres veces la mano
Cada uno de por sí.
Y sin detenerse un punto
Ellos lo hicieron así,
Siendo jueces sus dedos.
Que el pleito han de discernir.
Si seguimos el parecer de Cervantes, en el cap. V de
la Sabiduría á este juego parece aludió el Profeta Rey
en aquellas palabras del P salmo XXX: «/;/ manibus tuis
sor tes me¿e.-»
También está admitido comunmente que los solda-
dos que sortearon las vestiduras de Nuestro Señor Je-
sucristo las sortearon con dados, y así se pintan en los
instrumentos de la Pasión: mas muy consideramente
Nonio Panopolita, en la Paráphrasis del Evangelio de
San Juan, dice que á este juego de la Morra ó Mica-
cion las sortearon.
Purpurea?}! ne disecemus 'veram hanc tunicam
Di-vinajn, habentem formam peregrinam, sed oro y osa.
Dígitos nianus jadentes,p-ocul jacta signa 'victoria
Sor te 'videamus contentioras experta cujus erit .
Por esta causa dice Isaacc Casaubono en las Animad-
versiones á Suetonio in Augusto^ que á cualquiera con-
troversia donde habia duda, así en materia de precio
- 156-
como de justicia, se dirimía en lite con Micacion: tFuit
autem Micationis ujus frecuens apud veteres in controver-
sySyttan etiam in contractibus faciendis, si de pretio, aliave
quavis senon convenirent, Micat iones delanio emebantur.y>
D. Ped. Razón tiene Mico^ as, de quejarse que
tan lata jurisdicción se le haya quitado y dádosele en
España á los pares y nones.
D. Fern. Señor; como se le acabó á Roma su
monarchía, pasóse á los Pares de Francia, y luego á
Castilla y León.
D. Diego. En todo hay mudanza y variación.
D. Fern. Mientras mandó Roma, aun las carnes
en el matadero se sorteaban por Micacion; mas después
se prohibió por edicto de Turcio Aproniano, prefecto
de la ciudad, que hoy se conserva en un mármol que se
ve en Roma en la iglesia de los Santos Apóstoles, y lo
trae Joano Grutero en las Inscripciones del Orbe, que es
como se sigue:
Ex autor i t ate Turcü
Aproniani Prtefecti urbis
Ratio docuit, utilitate siiadente,
Consiietudine micatidi sum mota
Sub exagio potius pécora •venderé,
¿luam digitis coludentibus tr adere, etc
Por ser muy largo, y bastar lo dicho para nuestra
probanza, no lo pongo todo.
D. Ped. Muy admitido veo en el uso de los mu-
chachos el trompo, y según pienso, también tendrá an-
tigüedad.
D. Fern. Juzgo lo mismo que V. m., y nó con
pequeña probanza, pues el Profeta Rey toma de él la
— 157 —
metáphora en el P salmo LXXXII, y pide á Dios que
trate á sus enemigos como suele el muchacho al trompo
ó peonza: «Deus meus^ pone illos ut rotam.» Allí la pa-
labra rota signiíica trompo.
Así lo entiende Genebrardo: «Torque illos in niun-
dum trochis^ quo modo trochus solet torqueria pueris, jacta
illos ut super terram^ sphera et globus jactatur; ó como
la bola ó pelota, que no puede parar en cuesta.
Así lee el Caldeo: tPone eos ut rotam qu¿e vohitur
et movetur nec consistit in declivi.»
Los griegos le llamaron trochos; los latinos turbo;
nuestra voz castellana trompo más se llega á la voz
griega.
Aristóphanes habla de él en la comedia Aves como
de cosa muy usada:
Sy Trocho ui/iil JiJJerre opportet ,
Pi Inteligo
Troc/ium: et quidem sunt ?m/ii per Jo'vem
Optime Cercyrea tales ala.
¿íuibus te fac'iam hodie trochare.
Aquí se nos vino por su pié la etimología de la voz
castellana trocar., que es revolverse el estómago y lan-
zar, que parece haber salido de la voz trochos por el mo-
vimiento y vueltas que da esta invención de los mucha-
chos, la cual fué en dos maneras: su primera, el trocho
griego, el cual era una máquina redonda hecha con unos
aros ó círculos de fierro, y en medio de ellos otro arillo,
en que habia una campanilla ó cascabelejo que sonaba;
ésta, impelida con un instrumento que llamaban asa.,
que revolvia en círculo v corría velozmente, haciendo
- 158 -
un sonido agudo y suave. Describió Antilo un instru-
mento muy parecido á esto, que le llaman ensilicia, de
que trata Orivacio en el lib. VI de sus Collectaneos, y
Marcial en el lib. III de su Gymnástica^ cap. VIII. De
este trocho habló Horacio, lib. III, Carm. ode XXIV,
por juego de muchachos:
Nescit equo rudis Harere ingenuas puer,
Venarlque timet; ludere doctior,
Seu graco jubeas trocho
Seu malis 'vetita legibus alea.
No sabe el muchacho noble
Ni aun tenerse en el caballo,
Ni cazar, porque es más diestro
En el trompo y en los dados.
Del mismo habló Marcial en el lib. XIV, Epigra-
ma CLXVIII:
Induce ttda rota: das nobis utile munus,
Iste Trochus pueris, ut ?ni/ii cantus erit.
Tráigase aquí la rueda, pues ofrece
Buen entretenimiento: aqueste trompo
Es para los muchachos juguetones;
Mas para mí los hierros de una rueda
El mismo poeta, en otro Epigrama dice de esta
suerte:
¿Garrulus in laxo cur annulus orbe ^agatur?
Cedat autarglstis ob'via tornja trochis .
¿Por qué el anillo sonante
Anda en los mayores arcos?
Poique á los agudos trompoi
Se va la turba apartando.
- ^S9 -
Esta especie de trocho ó trompo, aunque fué ins-
trumento de lucioiies pueriles, lo fué también de varo-
nes, porque habia arte de él. Testifícalo Horacio en su
Jrte:
hidocttis que pila, discife, troc/ii've quiescit.
Mejor Ovidio:
Hic artem nandiprcecipit. Ule trochi.
Requeria mucha fuerza este juego, por ser el ins-
trumento pesado, y nó menos aquella asa. Propercio,
lib. líl, £%.*X1II:
Increpat et 'versi clauis adunca trochi.
Engáñanse los que han confundido este género de
trompos con los que hoy vemos usar nuestros mucha-
chos; porque, aunque el nombre era todo uno, la má-
quina y el modo de jugarlo eran muy distintos.
El segundo modo de trompos era el que hoy ve-
mos jugar, á que también llaman peonzas. Llamáronle
los latinos turbo ó turben. De él habló el Escoliastes de
Aristóphanes: «.Turbo est instrumentum quod ververe
vertunt pueri.» Y el mismo Aristóphanes, in Vespis:
<Versent se coram nobis more Turbinis.y>
Juéganlo de dos maneras: con un azotillo, dándole
aprisa, haciéndole dar muchas vueltas alrededor. Defíne-
lo Arcon Helinio, intérprete de Horacio: «.Torchus
turbo est quia ludentibus pueris scutica agitatur. »
Pintólo elegantísimamente Virg., lib. VII de su
Eneida:
Ceu quondam torto 'volitans subverbere turbo,
¿luem pueri magno in gyro 'vacua atria circiim
Intenti ludo exercent.ille actus /¿abena
— i6o —
Cur-z'aíh fertur spatils: stupet inscia turba,
Impubisque manus, fnirata 'volubile buxum,
Dant ánimos plaga:
Como debajo de torcido azote
Vuela el agudo trompo, que el muchacho
Al juego atento en el zaguán vacío
Al retortero trae, y él llevado
De punta de metal en retorcidas
Carreras es traido, y espantada
La necia turba de los rapacillos
Viendo el voluble box á quien aliento
Las heridas le dan, etc.
Tíbulo se queja del amor, que lo trata crnelmente,
como suele el muchacho á la pelota:
Na?!jque agor ut perplana citus seu 'verbere turbo
^lem celer assueta 'versat ah Arte puer.
Tráeme al retortero,
Como suele el rapaz con diestra mano
Vol/er un trompo por el suelo llano.
Box le llama al trompo Persio en la Sátira III, por-
que ordinariamente se hacian de esta madera. Virgil.:
Ne cuquis Callidior Buxum, torquerefragello.
También parece haber usado los muchachos del en-
cordonado, con que hacen mover los trompos velocísi-
mamente sin apartarse de un lugar, y tan sesgos, que
parece no se menean: de este género habló Aristópha-
nes in Vespis:
Tranquille ut coram nobis sese
Ferset turbinis instar.
Horacio, viéndose enhechizado de los amores de
Canidia, ó fingiétidolo, le ruega que desencordone el
trompo ó aquel ovillo con que le tiene fuertemente
atado:
Canidia, parce <vocibiis tándem sacris,
Citumque retro sal've tttrbinem.
Canidia, deja ya de cnhechizarme;
Suelta, suelta ese trompo encordonado.
Usaban las hechiceras para sus embustes de una fi-
gura que llamaban rombo^ que casi imitaba al trompo;
y así, Horacio le baptiza con ese nombre, y mejor Pro-
percio, lib. IV, Eleg. V:
Straminea rombi ducitur illa rota.
Los intérpretes de Teócrito le llaman á este instru-
mento mágico turbo. A su encordonado aludió Lucre-
cio, VI De Rer. Nal.:
Traxerunt torti mágica 'vertigine Fili.
Y Silio Itálico al encordonado del trompo comparó
lo enroscado de una serpiente:
Alter latifero stridebat tur bine serpens.
Pausanias, en el lib. VI, hablando de Policles, ven-
cedor, cuya estatua acompañaban dos niños, dice:
«Asistunt pucíones, dico: eorum alter 'Trochum pr¿efert,
tenían alter appetit.-^
Por último, no quiero dejar un Epigrama griego
que habla del trompo elegantemente:
At pueri ei talis ludentes turbine acuto
Vertebat lato quisque suum in tribio.
Con el agudo trompo los muchachos
En el ancho zaguán cada uno juega
Con el suyo, volviéndolo en redondo.
— l62 —
Tenían por costumbre decir los muchachos cuando
tiraban el trompo zw/.y-a üavrovsra, que es como si di-
jésemos: «Cada uno trompe con el que más le convinie-
re, ó con el más cercano;» como si acá dijésemos en
nuestro refrán otro nacido de un juego de muchachos,
que cuando lo juegan dicen: «Cada oveja con su pa-
reja;» sentencia digna de notar en los casamientos y
amistades, que no conviene elegir lo que es desigual, ó
por grande ó por pequeño. Y así, el filósofo Pitaco en-
vió á la plaza uno que le consultaba acerca de su casa-
miento, para que lo que allí oyese á los muchachos eso
hiciese. Véase Plutarco, De Educat.; Homero, en el IX
de la Iliada, y á Espondano, su comentador, fól. 164,
Glosa n.
D. Ped. He estado imaginando si el juego de los
Trucos es derivado de los Trochos, porque se parecen
mucho en los nombres.
D. Fern. No estoy de ese parecer, porque los
Trucos i las Bolas que los muchachos juegan, y el que
llaman Pilamaleo ó la Chucea son juegos modernos: así
lo siente Gerónimo Mercurial en su Gymnástica, libro
VI, cap. VIII.
i 11.
De la Pelota.
D, Diego. Estos días he visto muy valido y fre-
cuentado el juego de la Pelota, y ciertamente yo me
- i63 -
huelgo así de jugarlo como de verlo jugar, que no ss
qué tiene consigo de nobleza y gallardía.
D. Fern. Es ejercicio propiamente de nobles y
de príncipes, y esta propiedad no la tiene de nuevo; an-
tes pienso que nació y se crió con él, demás de que es
bonísimo adminículo de la salud.
D. Fed. Díganos V. m. lo que de él ha leido,
D. Fern. No podré yo decirlo todo sin incurrir
en nota de prolijo; pero diré algunas cosas, entresacán-
dolas de lo que de él han escrito varones gravísimos. Su
invención atribuyen unos á los lacedemonios; otros á
los siconios; Plinio, á un ilustre varón llamado Phito;
Agalis, in Atheneo^ á Naucicaa, princesa hija del rey
Alcinoo; Heredoto atribuyó su invención á los lidios,
in CU o.
Lo que yo pienso es que es aun más antiguo, si bien
Homero, en el Vi de la Odisea^ dice que cuando salió
Ulises á la orilla de la isla de los pheaces hecho una re-
saca del mar y ludibrio de las ondas, vio que después
que la infanta Naucicaa con sus doncellas lavó y tendió
al sol sus paños, quitándose los tocados de la cabeza, co-
menzaron á jugar á la Pelota.
Caterum post quam cibo saturata, ansillteque et ipsa
Pila ipsa ludebant, capitij redi?nicula depoiietues:
His aute?n Naucicaa pulchris ulnis incepit cantilenam.
Llamáronle los griegos l'^oj/pa; los latinos ■pila^ y
ambas naciones tuvieron diferentes juegos, algunos de
los cuales, aunque confusos en las tinieblas de la anti-
güedad, iremos declarando.
Los griegos tuvieron cuatro géneros de pelota, se-
— 164 —
gun Marcial en la Gymnástica, lib. II, cap. IV: grande,
pequeña ó mediana, vacía ó de viento, coryco. Los la-
tinos tuvieron otros cuatro: fuelle, trigonal, pagánica,
harpasto. Diremos de todas algunas cosas, y especial-
mente de la que ha quedado en uso.
Fuelle era una pelota grande, hecha de cordobán,
llena de viento, la cual, si era mediana, la impelian con
los puños; pero si era muy grande, la impelian con los
codos: y esta pelota se jugaba entre muchos, los cuales
al cogerla no habian de tocarse con los cuerpos unos á
otros, si bien con las manos se tocaban; y si entre dos,
era impelida estando el uno en contra del otro. El cory-
co era también pelota grande, y aunque en lugar de
viento la llenaban de harina, y tal vez de arena.
D. Ped. Díganos V. m. cómo se podia jugar esa
pelota.
D. Fern. Colgábanla del techo ó bóveda del
gymnasio, tanto distante del suelo, quedaba cerca de la
cintura de los jugadores; cogíanla con la mano, la arro-
jaban todo cuanto podían. En estas idas y venidas to-
paba esta pelota con los jugadores, unas veces en los
brazos, otras en los pechos y las espaldas, y de este mo-
do se ejercitaban; y no dudo, que demás de ejercicio
del cuerpo, que era lo primero que se pretendía, tenía
algún gusto y entretenimiento para los jugadores y los
que miraban; y este género de pelota me afirman perso-
nas de crédito que todavía se usa en algunos lugares de
Castilla la Vieja.
Pero no dejemos tan sin probanza el uso antiguo,
que lo testifica Antilo, médico, en OribaciOyy lo refiere
- ,65 -
Mercurial por estas palabras: «Corpus in corporibus
imbesillioribus grano Jiculneo, aut fariña: irrobustioribus
erana impleíur: ejus vero magnitudo ad vires et ad¿etatem
accomidatur; suspenditur autem in Gymnasii superne cul-
mine^ taníumque e térra distat^ ut fundum ad ejus qui
exercetur umbilicum pertingat. Hunc utrisque manibus
tenentes^ qui exercuntur priman quidem quiete ^postea vero
veementius gestante ita ut ipsum resedentem consequatur^
et iterum resedenti cedant^ violentia compulsi postremo
vero cum a manibus rej i siente emitunt^ ut cum revertitur
vehementius^ corpori adbentus suo ocurrat ad extremum
vero se inceden suam sapisime restituendo dimitunt ut ex
congres su sino a val de abertant retrocedat^ exquo sit ut
quandoque manibus occurrant dum propinquat; quandoque
pectore^ manibus pasis^ quandoque vero iis adterga vo-
lutis.y>
La pelota pequeña de viento, que impelían con los
puños, llamaron por esta causa folliis pugilatorius; así
parece de Plauto in Rudente: «Ex templo hercle ego te
follem pugilatorium faciam.»
Por su liviandad le llamó Marcial de pluma, nó
porque la llenaban de pluma: «Plumea sculaxi partiris
pondera Folli.» Y por esta causa la usaban los mucha-
chos y los viejos.
El mismo Marcial:
lie proculjwvenes, mitis mihi convenit cetas.
Folie decet fueros ludere. Folie senes.
Este género de juego de Pelota era muy apropósi-
to para la sanidad, y así el lugar donde se jugaba era
muy llano, sin empedrado ni ladrillado; antes tenía al-
— i66 —
gun polvo, nó tanto que impidiese saltar la pelota ni
correr los jugadores, pero de manera que pudiesen afir-
mar bien los pies. Así lo sienta Mercurial, trayendo á
nuestro Marcial en testimonio:
Colligit et refert lapsum de pul-Tjere Folle?n,
Et sijam lotus, jam soleatus erit.
D. Diego. No puedo entender aquel género de
juego de Pelota de viento que dijo V. m. que se impelía
con los codos.
D. Fern. Ni los autores lo declaran de manera
que yo lo pueda dar á entender bien; pero allí por los
codos entiendo los brazos, desde la cintura hasta las ma--
nos, porque como la pelota era tan grande que no la
podía comprehender la mano, cogíanla con los brazos
tal vez, aunque de ordinario andaba ella por lo alto y
los jugadores se levantaban todo lo que podían á coger
la pelota, extendiendo las manos siempre y levantándo-
las de la cintura arriba hasta ponerse de puntillas sobre
los pies. Y no se maraville V. m. de estos modos de ju-
gar, que como hoy no los vemos se nos hacen muy difi-
cultosos; mas quien ha visto estos días jugar en nuestro
lugar los moros de Berbería á la Pelota con unos garro-
tes de á tres cuartas en lugar de palas, y recogerlas con
ellos diestramente, sacar y rebatir, no se admirará de se-
mejantes modos antiguos.
D. Ped. Yo he leído en las historias de las Indias
que aquellos bárbaros juegan á la Pelota desnudos, y la
recogen con el cuerpo, y vuelven con los muslos y espi-
nillas, y otras partes del cuerpo que de todo nos parecen
ineptas para aquel ministerio.
— 167 —
D. Fern. Mucho más es volver la pelota con la
planta del pié, y con todo eso hubo en la antigüedad
quien lo hiciese. Así lo dice Manilio en el lib. V Astro-
lile filam celer't Jugientem redJere planta,
Et pedibus pensare manus, et ludere saltu.
Per totunque vagas corpus disponere plantas
Ut teneat tantos orbes, si'uiqtie ipse recludat,
Et <veluti doctos jubeat 'volitare per ipsum.
Diestro aquél en volver con diestra planta
La pelota que huye, compensando
Con los pi.ís el oficio de las manos,
Jugando á saltos y con vagas plantas,
Disponer todo el cuerpo, porque haga
Tantas vueltas, que en sí mismo se encoja,
Y que los pies por cima del mandados
Vuelen, á este ejercicio ya enseñados.
No se lee en la antigüedad el uso de las palas, que
ahora son tan comunes, para sacar y volver la pelota,
pero bien el de las raquetas.
D. Diego. No he visto jugar con raquetas.
D. Fern. Yo sí, en Sevilla, en la huerta de la Al-
coba, que es parte de la Alcázar real, donde apropósito
vi un juego de Pelota de este género fabricado allí.
Los más que jugaban eran extranjeros. La raqueta es
hecha de una redecilla extendida fuertemente sobre un
arco redondo y algo prolongado, con su manubrio ó ca-
bo para tenerlo y jugar de él. De ella hace memoria
Ovidio, lib. III De Arte amandi:
Recticuloque pila leves fundantur aperto.
Pelota trigonal no era porque fuese en triángulo,
— It)« —
que todas eran redondas, sino porque se jugaba entre
tres, puestos en triángulo para echarla uno á otro y re-
cogerla y volverla. Usaban de ambas manos, porque no
cayese en la tierra. Así lo dijo Marcial:
Capta'vit tepidiim dextra lanjaque trigonem.
Y en otra parte:
Si me mo-uilíbus seis expulsare sinistris.
Sum tua siiiesis Rus tice, redde pilam.
Alaba por esta causa la destreza de Polybio en usar
de la mano izquierda:
Sic palmam tibí de trigone nudo,
Uiictee det fa'vor arbiter corante
Nec laudet Polybñ magis sinistras.
Lo más cierto es que esta pelota trigonal se llama-
ba así porque el lugar donde se jugaba era triangular,
porque estaba cerca del baño ó hypocausto; este lugar
estaba siempre húmedo, resumándose las paredes, por
lo cual le llamaba húmeda Marcial á la pelota: tepidum
trigonem. Pruébase esto de un lugar de Papinio Stacio
en las Silv., lib. I:
^id mine astra solo referam tabúlala crepantes
Anditura, pilas, ubi langidus ignis in erat
Aedibus, et tenuem 'vol'vun hypoeausta 'vaporem.
Lo mismo se prueba de un lugar de Plinio el más
mozo, libro V, Epist. ad Apolinarem: nApoclyterio su?-
perpositum est spheristerium quod plura genera exer-
citationi pluresque circuios capií.»
Véase á Guevarcio sobre aquellos versos de Stacio,
y luego diremos en esta parte algo más de lo que él
advierte.
— 169 —
De esta pelota trigonal piensa D. Sebastian Covarru-
bias, en el Tesoro de la Lengua Castellana^ que se dijo
trinquete el lugar donde se juega; y Guevarcio, en las
notas de Papinio Stacio, advierte que se llamó trigor.
Lo mismo Pedro de Avala Pantoja, que recogió admi-
rablemente este juego y otros muchos, y los describe
con notable elegancia y claridad. Del que vamos ha-
blando escribió Alexandro, lib. III T)ier. Genial^ capí-
tulo XXI, por estas palabras: uTrigonalis altera in qiia
sinistr¿e 'pr¿eci-piiis usus tradiíur, nanque illius impulsu
magis quam dextrcC ludus agebatur cujus erat usus^ vel
máxime in corporis motu, et agilítate ut sciret apte pi-
lan? Jasere atque exipere modo incurrere, modo rrecurere.»
Séneca, en el lib. II De Beneficiis^ cap. XVII, hace
una elegante comparación de dar y recibir el beneficio,
volver y gratificarlo, considerando quién lo da y á
quién. Son sus palabras tan elegantes, que les haré agra-
vio si no las pongo todas: tVelo Crysippe noster^ uti si-
militudines de pil¿e lusu quam cadere non est dubium aut
mitentis vitio, aut accipientis, tune cursum suum servat
ubi Ínter manus utriusque cepta ab utroque et jacta^ et
excepta versatur. Nescesse est autem lusor bonus aliter
ipsam collusori longo^ aliter brebi mitat. Eadem Benefi-
ciis ratio est, nísi utrique person^e dantis, et accipientis
aptatur nec ab hoc exibit; nec ad illum perveni et ut de-
beat: si cum exercitato, et docto negotium est audacius pi-
lam mitemus; ut cumque enim venerit manus illam expe-
dita et agílis percutiet. Si cum tirone et indocto, non tam
rigide nec tam exacte; sed languidius et in ipsam ejus di
rigentes manus remise ocurremus.y>
— lyo —
Mas este juego que aquí describe Séneca no es de
la pelota trigonal, sino sólo entre dos, de la manera que
hoy se juega entre nosotros, en algún corredor, sobre
una cuerda, aunque debajo del nombre de pelota trigo-
nal también entendió Marcial la común en el lib. XIV,
Epig. CLXIII.
Llamáronle tepida ó caliente porque de ella pasa-
ban al baño, y era cosa usada estar baño y espheriste-
rio ó corredor de pelota juntos, y era fuerza comunicar-
se la humedad del un lugar al otro. De lo primero Pli-
nio, enellib. líl, Epist. De Spurina: ^ Ubi hora balney
nuntiata est; in solé si caret vento ambulat nudus: deinde
movetur pila vehementer, et diu.
Y describiendo el mismo Plinio una casa de placer
suya, dice: «Apoditerium superpositum est spheriste-
rium, quod plura genera exercitationis pluresque circuios
capit. »
Y Ulpiano en la ley Siquis D. m¿end.: «Ut in hortis
ejus quod raven m^e abebat in quos ómnibus annis secedere
solevat spheristeríum, et hipocausta, et qu¿edam alia vale-
tudini apta su¿e inpensafaceret.»
Habiaen Roma hora señalada para dejar el ejercicio
de la pelota y pasar al baño, á que tocaba una campana,
y esta es la primera vez que en la Historia Romana se
toca este instrumento, que después tocó y tomó la Santa
Iglesia Católica para convocar los fieles al templo. Mar-
cial, que vio y dejó advertidas muchas cosas de aquella
República, que delineaba para la eternidad, lo dice:
Redde pilam, sonat.as termarum-, ludere pergis?
Virgule 'vis sola lotus abire domutn.
Dad la pelota, que ya
Suena el metal de las termas:
¿Aún jugáis? Iréis á casa
Lavado con agua fresca.
PdotR pagcíftíca se llama de la voz pago, que es bar-
rio, y aldehuela, porque era tan frecuente su uso, que
donde quiera se usaba, así en los barrios de la ciudad
como en los pagos, aldeas y serranías de fuera. Era
también de cuero, llena de pluma, algo mayor que la
trigonal y más dura, por lo cual se jugaba con alguna
dificultad y trabajo, como de ella dice Marcial:
Hiec qua dificUi turget paganicu plufna.
Folie fninus laja est, mi/ius arcta pila.
Harpasto era el último modo de pelota de los roma-
nos, aunque la voz es griega, del verbo Kp-ndi^o, que es
arrebatar. Era también de cuero, y más pequeña que
lasque hemos dicho. Los jugadores la procuraban arre-
batar á los otros, y llamábanse ph^ninda, de su in-
ventor.
Ateneo, en el lib. I, cap. VIII: «Ludus autem pil<e
harpastum nuncwpatum pheninda vocabatur, quem ego
omnium máxime dilligo; et mox: appellabatur ph¿eninda
ad inmissione pila ludentium, ve I quia ejus inventor fui t
Phenestius P¿edotriba, ut testis Jubas MaurisiuSy idque
Antiphanis carmine confirmat.
Exerseat phcenindas apud píianestium.
Del nombre con que los latinos la conocían, Mar-
cial :
Slve harpasta mana pul'vurulenta rapis.
Et alibi:
— 172 —
Non harpas t a vagus pulvurulenta rap'is.
Llámala aquí pulvurulenta, porque como este jue-
go se hacía entre muchos sin dejar caer la pelota, y unos
procuraban quitársela al otro, era forzoso al impelerse
caer, y así se ejercitaban donde habia arena ó polvo.
D. Ped. Diga V. m. más claramente ese juego,
para que lo entendamos.
D. Fern. Yo pienso que era así: poníanse los ju-
gadores como dicen, anchos en rueda, y enmedio de
ellos, el que tenía la pelota hacía señas á uno como que
la queria arrojar á él, y así iba engañando y descuidan-
do á todos, hasta que de repente la arrojaba al que más
descuidado le parecia, engañando con su disimulación.
Así lo dice Julio Pólux en su Onomástico: aPherin-
da autem dicitur aut a 'primo inventare Phenindo^
aut a id est decidiendo:
quoniam alio simulantes -pilam in aliam partem mitunt,
decidientes credulum.»
Algo también toca Atheneo en el lugar citado: Sic
Antiphanes:
C api ens pilam ^ dedit quidem-, mox aufugit.
Lcetatm expulit simulque hunc alterum
Exirefecit.
Dice más Atheneo, que en este juego se guardaba
cierta concinidad, á manera de danza ó saltación: <iT)a-
vant operam^ ut quídam concinitas servaretur iníer
eos.»
El señor San Isidoro, lib. I Ethimolog., cap. XXV,
trae unas palabras de Nevio, poeta, en la comedia lla-
mada Tarentila^ donde hablando de una mujer impúdi-
— 173 -
ca describe el juego graciosamente, y de él se prueba
también que se ponian en rueda muchos, y que no se
jugaba entre sólo tres como quiere Pedro de Ayala. Las
palabras son : «Quasi in coro pila^ ludens datatim dat se se
et communem facit alium tenet^ alii admitat^ aln manus
est ocupata^ alii pervelit pendem alii dat annulem spec-
tandum alabris^ alium invócate et cum alio cantat et tamen
aliis dat dígito literas.»
D. Ped. Admirablemente lo describe, por cierto,
y me parece que estando en Castilla la Vieja vi jugar
ese juego entre mujeres, y le llamaban la Olla.
D. Fern. Así lo dice también Ramírez de Prado,
al lib. IV de Marcial, Epig. XIX. Ya vimos en esta
autoridad de Nevio, poeta, que los romanos llamaban á
este juQgo Datatim I udere. También lo dice Plauto 7;^
Curculione: «'Tune isti qui ludunt serví scurrarum data-
tim in via.y>
Lo mismo refiere Nonio Marcelo de autoridad de
Marco Varron, que dice jugaban los muchachos este
juego en Roma en la plaza, frontero á las carnicerías:
«Videbis Rom¿e inforo^ ante lanienas pueros pila datatim
ludere.»
Y este modo de jugar á la Pelota es algo diferente
del que llamaban raptim ludere y expulsim ludere, por lo
que se ha dicho y se dirá adelante; y así lo distingue
Adriano Turnebo en sus Adversarios, lib. VII, capítu-
lo IV, y Taumano In Curculione, art. II, sent. III. Y
con licencia y paz de los críticos, con quien no quiero
pleitos ni debates, con lo dicho, declaró un lugar de Ne-
vio, poeta, que cita Nonio Marcelo in Exordio: fíln molis
— 174 —
.inquit servi ludunt raptim pila^ datatim mor su;» con las
cuales palabras quiso decir que en las tahonas, esparte-
rías, ó ergástulos donde habia esclavos aherrojados ju-
gaban con la pelota, ó harpasto, arrebatándola como era
la ley del juego, mas en las cosas de comer no jugaban
ese juego, sino el que llamaban Dataiim, que era: pues-
tos en rueda, el que tenía el pan, queso ó fruta en la ma-
no, hacer que lo queria dar á uno y darlo á otro, en-
gañando al crédulo, que esta es la ley del juego; y hoy
dia se suele acá amagar á dar la cosa á uno y tirar la
mano, diciendo Miz, con risa de los demás y vergüenza
del que se dejó engañar con la golosina.
D. Diego. Yo me acuerdo que en la escuela jugá-
bamos los muchachos un juego llamado Al caer, (\\.\q
frisa algo con ese que V. m. dice que jugaban los escla-
vos en Roma, que es en esta forma: pónense los mu-
chachos en rueda, y uno en un puntero clava un pedazo
de pan y queso, ó fruta, y van todos mordiendo con
mucho tiento, dándolo el uno al otro y el otro al otro,
hasta que queda tan adelgazado el pan ó queso ó fruta
que se cae; y el que lo hace caer pone otro tanto, y vuel-
ven á jugar de la misma manera.
D. Fern. No dudo que á ese juego justamente le
podremos llamar Datatim ludere, y que de los modos
de jugar unos juegos nacen otros que les parecen, y se
quedan en aquella especie. A este juego parece que ju-
gaba aquel Poltrón que pinta Petronio Arbitro en el
Satírico: «Nec tam pueri nos quam erat opera pretium
ad spectaculum duxerat, quam ipse pater familias qui
soleatus pila sparciva exersebatur, nec eam amplius repC'
— 175 -
tevat qua terram contingerat;-» de modo, que cayendo la
pelota en el suelo, pierde aquel por cuya culpa cayó.
§. III
Otros juegos de Pelota.
D. Ped, Diga V. m. los demás juegos de Pelota
que en la antigüedad se usaban.
D. Fern. De propósito me he prevenido de al-
gunos libros, viendo que ya me es forzoso obedecer á
V. ms. por el gusto que me muestran en estas cosas, y
en ningún autor antiguo hallo junto lo que en Julio Pó-
lux, el cual, en el lib. III de su Onomástico^ cap. VII,
pone un juego de Pelota, que llamaban Episcoro; éste
era juego de mancebos, y se jugaba entre muchos en
dos bandos, tantos á tantos. Hacian en la plaza, calle ó
corredor, ú otra parte donde jugaban, tres rayas distan-
tes; en la de enmedio ponían la pelota, y las otras dos
rayas caian á las espaldas de cada banda; los que esco-
gian para sacar la pelota la tiraban á los otros, los cuales
ponian gran diligencia en volver la pelota hasta tanto
que los de una banda echaban fuera de la raya última á
los de la otra. Las palabras de aquel autor son tales:
«Etepiscirus quidem^ etiam ephevica et promiscua dici-
tur; luditur autem juxta multitudinem paribus ad 'pares
dispositi: deinde mediam Uneam indiferentem educentes
scirum vocant, huicque pila imposita est; alias duas^
— 176 —
lineas post utrorumqiie ordinem describentes ad ceteros
qui primum electi sunt fila mitunt^ quibus negotium est
pilam ad volantem rejicere doñee alterutri alios ad aliam
lineam usque pepulisent.»
Á este juego, por lo que tiene representación de ba-
talla, le llamó justamente Séneca Spheromachía, en la
Epist. VIII, y Papinio Stacio en las Silvas; y clara-
mente lo dice Julio Pólux: uLicet etiam spheromachiam
pil¿e ludum ad surcum vacare. -^
Este juego tiene mucha similitud con el que hoy se
juega, aunque ahora, como se saca la pelota con palas, se
saca desde el puesto de cada una de las bandas, y nó de
enmedio como antiguamente, porque entonces sacaban
la pelota con sola la mano en este juego de que vamos
hablando.
Pone luego nuestro autor otro juego, que lo descri-
be de esta manera: dar con la pelota en el suelo derecha,
y cogerla en el salto antes que vuelva á caer; y volvién-
dola á tirar, irla cogiendo de la misma manera muchas
veces. Y este juego dice que se Wdixm Aporragis: «.Apor-
raxis vero apportebat pilam diré ote in solum jacentem exi-
pientem saltum pil¿e manu iterum miíere.»
Ahora también lo juegan los muchachos.
El juego que luego se sigue tiene muy lindo nom-
bre, pues se llama Urania, nombre de una de las nueve
musas, hijas de Júpiter y de Menemosine; quiere decir
cosa del cielo. Jugábanlo así: inclinábase el que tenía la
pelota cuanto podia, mirando al cielo, que por esto se
le dio el nombre; arrojaba la pelota con toda su fuerza á
lo alto; cada uno de los jugadores cuidaba saltando co-
— 177 —
gerla, antes que tocase á la tierra: <<~In Urania vero hic
quidem reclinat sese: pilam in ccelum projictt: illis vero
asilientibus cura erat illatn -priusquam terram contigeret
urripere. y>
Este parece ser el juego que el rey Alcinoo hizo,
entre otros, en honra de su huésped Ulises, como lo di-
ce Homero en el lib. VIÍI de la Odyssea:
Hi igitur postquam pidchratn pilam in manibus
Acceperunt, purpuream quam ipse Polybus fecerat priuiens .
Hanalter jaciebat ad nwues umbrosas fluxus retro,
Alter aiitem a térra in altum elevatus facile accipiebat,
Ante qua?n pedes ad pa-vimentum 'uenireiit.
Después que recibieron en las manos
La hermosa pelota que de púrpura
El prudente Polybo hecho había.
Uno á las negias nubes la arrojaba.
Vuelto atrás; pero el otro, de tierra
En alto levantado, la cogia
Antes que al suelo con los pies tocase.
Prosigue muy á lo largo en este lugar de Homero
Eustaquio este juego de Urania, y lo advierte Hesi-
chio, y según parece del poeta, tenía conjunta danza y
tripudio. Por coger el uno primero que el otro la pelo-
ta, ocasionaba empujarse, y así le llamaban Expulsira
luderCy como lo oimos en aquel lugar de Marco Barron:
« Purgatum sciío^ quoniam videbis Rom¿e in foro ante la-
nienas pila expulsim luderejy
Acordóse de él Luciano también, en el diálogo
Anatharsis^ diciendo que lo jugaban los lacedemonios;
y de él propiamente habla el Jurisconsulto Alieno, leg.
si ex plagis^ %. ult. D. ad Leg. Aquiliam. Dice así: «Cum
- 178 -
pila complures luderent, quídam ex hic servalum, cum
pilam recipere cofiaretur, impulit: Servus cecidit^ et cruz
fregit qu¿erebatur an dominus servuli lege AquiUa cum eo
cujus impulsu cediderat agere ponit: responditior posse:
cum magis cusu quam culpa videreiur factum.»
La razón de dudar era porque no se daba la acción
de la ley Aquilia contra el que hizo caer este esclavillo,
que iba á coger la pelota, pues de la caida se le quebró la
pierna; y responde el jurisconsulto que no le compete,
porque esto le sucedió acaso.
D. Diego, Pues ¿por qué no fué culpa, si le dio
empeñon tal que lo hizo caer y quebrarse la pierna?
D. Fern. Porque era naturaleza del juego empu-
jarse, á que se obligaban los que jugaban por el mismo
caso que sabiendo el juego lo jugaban; y así, Acursio
en breves razones entendió la mente de esta ley en la
Glosa: «Erat enim^ inquit, de natura ludi unum allium
impeliere. Td
D. Ped. No me alegro menos de saber ese juego
que del entendimiento de esa ley.
D. Fern. Pone luego Julio Pólux otro juego, di-
ciendo que cuando dos muchachos arrojan la pelota á la
pared contando los saltos, al vencido le llamaban Asno,
y estaba obligado á hacer lo que le mandase el vence-
dor, á quien por esto le llamaban Rey: «Q^uando porro
pilam admirum ínitunt^ saltuum multitudo numeratur:
victus quidem Asinus vocatur, omneque per agebat injuc-
tum illi officium, victor vero Rex erat, et injungebat .y>
De aquí nació aquella neomenia ó proverbio de muchos,
que los grandes philósofos usurparon para cosas de vé-
- 179 -
ras: «Rex eris si recte feceris.y> Rey serás si bien hi-
cieres.
¡Qué bien todo el juego, Platón, en el diálogo
"Taríeo!: <k^í aberraverit is decidevit quem admodum
dicunt hi qui spheram ludunt^ piieri Asimis: qui vero nil
abcrrans vicerit: Rex noster esto.yy
El primero que notó este lugar á este intento fué
Erasmo, en el lib. III de las Ehiliady cent. V, y engáña-
se Lebino Torrencio, que dio este honor á Antonio
Mu reto.
La misma fórmula trajo Horacio en la Epís. I, lib. I:
^At piieri liidentes; Rex, eris ajunt, si recte feceris.^
Y Ausonio Galo, en los Monosílabos: <sGiui recte faciet,
non qui dominatur erit Rex.»
Sólo falta que el Sr. Melchor dé aquí su parecer.
Melch. Esos juegos de Pelota últimos juegan los
muchachos de esta manera: tira la pelota el que la tiene
al muro, y como va recogiéndola y volviéndola á tirar,
va diciendo: uno, dos, tres, Martin Cortés, en la cabeza
me des; cuando acaba de decir esto, recoge la pelota con
la cabeza; si no la recoge ó se le cae antes en el suelo, se
pone por asno, la cabeza baja y llegada á la pared; el
que ganó, que se llama Rey, se pone encima de él, ca-
ballero, y otro muchacho toma la pelota y hace otro
tanto como el primeí-o, hasta que pierde y se pone por
asno, y el rey desciende del primero y se sube en el se-
gundo.
También juegan á contar todos los saltos que da la
pelota, rechazándola á la pared, y á este juego llaman las
Bonitas: al que en él pierde le dan palmadas ó azotes.
— i8o —
D. Fern. ilhí reconozco yo algo de la costumbre
antigua, pues dice nuestro patrón San Isidoro que el
que perdía á la pelota lo azotaban; lib. XVIII, Ethi-
tnol.^ cap. LXIX: «Suram dicitur daré qui pilam crure
prolato feriendam pr^evet coUusoribus. »
Otro género de pelota hubo también, como es
aquella de madera que trae Mercurial en su Gymnástica
por autoridad de Avicena; y le llaman Vilamaleo. Hoy
permanece en España este juego, y le llaman el Mallo^
en el cual con m.azos de madera también avientan una
bola á quien más puede, con gran fuerza, y también le
llaman la Chucea.
Hubo también pelotas de vidrio, de que fué inven-
tor Urso Tagato, como parece del epitafio de su sepul-
tura, que se halló en Roma: «.Ursus Tagatus viíria^ qui
primus pila luei deeenter eum meis lusoribuSy'n etc.
Ejercitábanse en este juego de Pelota jugadores des-
nudos, en carnes, con solos paños menores que cubrian
las partes secretas, como parece por medallas de Marco
Aurelio Antonino, y Gordiano, y claramente lo dice
Ateneo, lib. I, cap. VIII: « Lude bat pila non in suaviter
Cd'cibius Chalsidiensis philosophus^ et alii complures An-
tigoni regis amici, simul vestes exuabent.»
Y Marcial le llamó á la pelota trigonal desnuda
por esta causa:
Sic fahnam tihi de trigone nudo
Uncto det favor arbiter corona.
Esta costumbre de desnudarse era muy ordinaria en
los ejercicios gímnicos, y en éste por razón particular
de pasar de él al hipocausto ó baño, que todo ello jun-
— i8i —
to debía ser muy apropósito para la salud. Galeno lo
alaba en el libro que de él escribió: «Máxime igitur
laudo hoc exercitium quod et corporis sanitatem suppedi-
tat^ et fartium concinitatem^ et ad hac animi virtiitem;
hoc autem est parvea pil^e exercitium^ nam et anim¿e ad
omnia prodesse potest et corporis partes omnes máxime
^qualiter exercet.y>
§. IV.
Hogueras de la noche de San Juan.
D. Ped. Con lo que V. m. ha dicho hasta aquí
me ha aficionado más esta materia lúdicra, y vengo en
esta consideración, que muchos dias há he revuelto en
la imaginación, pensando que por menudas que sean
las costumbres admitidas generalmente en las ciudades,
con todo eso tienen hondas raíces: á cuyo intento re-
cuerdo á V. m. una costumbre muy general en todos los
lugares, y especialmente en las aldeas.
D. Fern. En esas se conservan mejor las cosas,
usos y palabras antiguas: y así, lo que en ellas viere
V. m. usado, no lo condene fácilmente sin examinarlo
primero.
D, Ped. He visto en algunas fiestas ó regocijos,
y en especial la noche de San Juan, hacer la gente rústi-
ca y mozuelos grandes hogueras, por cima de las cuales
saltan con mucha porfía y regocijo.
D. Fern. Es costumbre digna de que se repare
en ella, y tan general, que Simón Mayólo dice de ella
así en el coloquio que llamó In benilias in nocte S. Joan-
nis Bapt'ut¿e: iln plurrmis per Germaniam 'vicis, et op-
pidis publici ignes parantiir^ ad quos utriusque sexus JU'
venes et senes convenientes choreas cum cantu agunt;
multas enim supertitiones observant.»
Y aunque hoy no tienen esas hogueras humo de
antigüedad, no dudo es costumbre traducida de ella
hasta nuestra edad continuadamente.
Esto me da también á entender el tiempo en que de
ordinario se hacían, que es en la Primavera, cuando las
mieses van creciendo y granar.do, porque en este mis-
mo tiempo celebraban los rústicos pastores las fiestas
llamadas Palilia, en honra de la diosa Palas, haciendo
hogueras de heno y saltando por ellas para expiarse y
limpiarse: Marco Varron, apud veterem Interpretem:
«Palilia tum privata quam publica sunt apud rústicos ut
congetis, cum f¿eno Stipulis ignem transiliant his Palili-
bus^ se expiceri credentes.»
Por entender los antiguos que pasando por el fuego
se limpiaban de los pecados, les llamaban á estas fiestas
lustraciones, y dice Columela que se hacian entre otros
sacrificios por las sementeras, y que era envejecida cos-
tumbre; lib. II, cap. XXVIII: <íHoc loco cretum habeo
cum solemnia festorum p-<ecen suerim, desideraturos lus-
trationum, caterorumque sacrificiorum^ que pro frugibus
jjunt morem priscis usurpatum.»
Dice justamente que fué costumbre muy antigua,
pues por lo menos nació en el principio de la ciudad de
Roma, instituyéndola Rómulo, su fundador. Dionis.
- i83 -
Halicarn., lib. I. Antiquit. Rom.: «Deinde focos anlc ta-
bernáculos fieri jubens^ educit populumflamwias íransilien-
tem expiationi polluttonum causa.y>
D. Diego. Díganos V. m. la forma que tenían
las tales lustraciones.
D. Fern. Eran así: después de haber hecho mu-
chas ceremonias á su usanza y dicho ciertas oraciones a
la diosa Palas y á Fauno, deidades de los campos, en-
cendían las hogueras de heno, y saltaban por cima de
ellas. Ovidio, IV Fast.:
Moxqiie per ardentes stipulas crepitantis acervi
Trajicias, celeri stranua membra pede.
Persuadíanse que esta ceremonia, no sólo limpiaba
al que la hacía, como es cierto que el fuego purga y
cuece el metal, sino que también limpiaba su ganado.
Omnia purgat edax ignis, niit'iutnque metalli
Excoqiiit: id circo cum du ce purgat o<ves.
Por esta causa lustraban los ejércitos, las curias, las
colonias, los ganados, las casas, los lechos, de que trae
muchos ejemplos Simón Mayólo en sus Días Canicula-
res^ De cult. et orat. Deor.
El fuego no era sencillamente hecho de sólo heno ó
leña, porque le añadían agua y piedra azufre, y el sal-
tar tenía también su cuenta, que no habia de ser menos
de tres veces. Ovidio, Fast.:
Certe ego transiUi positas ter iii ordine flammas .
Y Propercio:
Terque meum tetigit. Sulphure et igne caput.
Mejor lo dijo Ovidio en el VI de los Metamorpho-
Terque senemfla?nma, ttr aqua, ter ¡ulphure lustrat.
D. Ped. ¿Teniau dia cierto esas lustraciones?
D. Fern, Había lustros y lustraciones. En cuan-
to á las hogueras y sus ceremonias todo era uno; pero
en cuanto al tiempo nó, porque lustro llamaban á un
general sacrificio y expiación que hacian en Roma cada
cinco años, para expiar y limpiar la ciudad y sus veci-
nos, y de aquí vino el llamarse el espacio de cinco años
lustro. Las lustraciones particulares cada uno las podia
hacer á su voluntad cuando edificaba la casa, estrenaba
el lecho, abria la puerta de su casa ó tienda, como ahora
lo suelen hacer quemando romero; pero habia tiempo
señalado para la general y solemne lustracion de las se-
menteras y ganados, aunque en esto hay variedad de
opiniones, que unos dicen que se hacía por el parto de
Ilia, y así les llamaban Parilia quasi de parta Hice, que
fué el nacimiento de Rómulo. Probo Gramático: «Pales
dea pasiorum est, cujus dicitur sacrum appellari Parilia^
transposita litera qu<e si suo loco esset Palilia potius di-
cerentiir qui dies yiatalis est urbis Rom^e, ut in ignem
transiliant accensis stramentis more agresti.»
Muy bien describió esta solemnidad Propercio,
lib. IV, Eleg, ÍV:
Urbifestus erat: dixere Palilia paires,
Hic primas ccepit ítiíenibus esse dies
Annua pastoruf/t cotivi-via lusus in urbe,
Cum pagana madent jercula delitiis,
Cumque super raros fcenii flamma?itis acervos
Trajicit itnm andas ebria turba dapes.
Era dia festiv'o para Roma,
Que llamaron Palilia los mayores,
~ 185 -
Y el que ilustró primero sus almenas;
Cuando en festivos juegos y convites
Los pastores se alegran, abundando
Sus mesas de sus rústicos manjares;
Cuando la turba harta va saltando
De llama resonante las hogueras.
Los más de estos autores dicen que estas fiestas ó
lustraciones se hacían cada año en el mismo dia que tu-
vo principio Roma, con los cuales se conforma Ovid.:
Per flammas saliysse pecus, salitsse colonos,
¿lucdfit natali nunc quoque Roma tuo.
La misma opinión sigue Eusebio en el Crónico^ y
quiere que esta fiesta tuviese dia cierto y señnlado, que
eraá 25 dias del mes de Abril, aunque Plutarco quiere
que fuese á 24. No falta quien diga que estas fiestas y
regocijos de las hogueras se hacian también á 24 de Ju-
nio, dia del gran Precursor de Cristo, San Juan Baptis-
ta, que hoy celebra la Santa Iglesia, y que á este dia,
muchos siglos antes que el gran Bautista naciese, le lla-
maban Lámpara, conque parece quiso Dios honrar antes
el dia en que habia de nacer aquel lucero, que habia de
dar testimonio de la luz. Algo de esto tocó San Theo-
doreto. Balsano refiere las palabras de Michael Cons-
tantinopolitano, y Josef Scalígero lo deduce de San
Juan Crisóstomo, in Séptimo operis magni.
D, Diego. Dijo V. m. al principio que esta cere-
monia habia tenido principio y continuación desde la
gentilidad; y resta que V. m. nos diga algunos ejemplo'í
con que lo averigüe.
D. Fern. Bastante probanza es la que V. ms. han
oido, juntándola con lo que hoy ven en las aldeas y en
^+
— i86 —
Jos campos entre los rústicos y gente de más lozana
edad, aunque ya sin aquel humo de gentilidad, tomando
de toda la fiesta no más que el regocijo y entretenimien-
to. Pero como el demonio en todos los siglos ha sido
muy vigilante, pretendiendo que el honor que se le de-
be á Dios se le dé á él, pasó esta superstición á aquel
pueblo antiguamente regalado de Dios, y entre los pe-
cados que la Escripura cuenta que hizo Manases, fué
uno hacer que sus hijos pasasen por el fuego. Paralipo-
men, lib. II, cap. XXIII: «Jdifrevitque altaría in domo
Domin!^ transireque fit filios suos per ignem.>->
La misma historia se lee en el lib, IV de los Reyes,
cap. XXI; y por Ezequiel, cap. XX, se queja grave-
mente el Señor de las idolatrías en que habian incurrido,
y en especial de ésta: «Et in oblatione donorum vestro-
rum cum traducatis filios v estros per ignem, vos pollui-
mini in ómnibus idolis ves tris usqiie hodie.»
Estas malas hogueras consagraban al ídolo de Mo-
loch en un lugar que llamaban Toph, que quiere decir
tímphano, porque los malditos sacerdotes, al tiempo que
hacían pasar al muchacho por las llamas, tocaban adufes
y otros instrumentos músicos para que los padres no
oyesen los gritos que los pobres muchachos daban al
quemarlos el fuego y se compadeciesen de ellos.
Llegó la misma idolatría hasta los tiempos de la
Iglesia cristiana, pues la reprehende Tertuliano in Apo-
logeticOy adversus gentes: « Grande videlicet negotium fo-
cos, et choros in publicum educere et vicatim epulare.»
«Después, los Padres del concilio Trulense, viendo
que esta gentílica ceremonia se continuaba, la reprehen-
- i87 -
dieron gravemente en el Canon LXV; y ya estaba pro-
hibida expresamente por los Cánones apostólicos.» Cle-
mente, in VII, cap. IV: «.Non dahis operam magice arti^
non lustrabis lustratores, enim non eris incantans, ñeque
lustrans filium tuu?n.»
Aún duró mucho tiempo esta persuasión general de
que el fuego purgaba y limpiaba las cosas polutas y
manchadas, y quedó el uso en los muchachos, de que
hay un raro ejemplo en el lib. VII, cap. XVI, de la
Historia Tripartita: estaban jugando unos muchachos
en una plaza á la Pelota; pasó acaso por allí Lucio, obis-
po arriano; sucedió que la pelota, mal sacada ó mal re-
chazada, pasó por entre los pies de la cabalgadura en
que iba el Obispo arriano: viendo esto los muchachos
católicos, dieron grandísimos gritos, juzgando su pelota
por manchada con sólo la sombra del hereje; oyendo el
Obispo los gritos de los muchachos, mandó á uno de los
que le seguían que se quedase y viese lo que hacían. Los
muchachos encendieron una hoguera y pasaron la pelo-
ta por medio de la llama, juzgando que de aquella ma-
nera quedaba limpia; y ésta dice el autor que era cos-
tumbre de muchachos, reliquias de la antigüedad. Oiga-
mos las mismas palabras del historiador: «Adolescentes
in plater alter alteri porrigentes lusu delectahantur; isto
auteyn Lucio transeúnte contigit ut sphera cadens per
asini pedes transir et^ in quo vectavatur, stuno pueri vehe-
menter ejulabant arbitrati spheram pollutione repletam:
at Ule Lucius hoc intelligens pr<ecepit quidam sequentium
ut spectaret et quo generetur agnosceret: pueri vero acce-
dentes ignem et spheram jaculantes per mediam flamman
— • Ibb —
hoc modo arbítrati siint exptatam; et hoc quidem novi ju-
venile esse, ct consuetudines antiqu^e reliquias.-»
§. V.
De los Corros.
D. Ped. Muy dados de las manos vienen á esta
fiesta de las hogueras de la noche de San Juan los cor-
ros, músicas y bailes; y pues la costumbre antigua los
juntó, no es razón se dejen para otra ocasión : aunque no
dudo de su antigüedad y uso, me alegraré oir algo de
ellos.
D. Fern. Algo queda dicho cuando tratamos de
la saltación; pero el corro que V. m. pregunta, que es
el que vemos usado tales dias, de las mozuelas princi-
palmente, parece que se alzó con el nombre antiguo,
pues de la voz chorus se dice hoy corro, dando espíritu á
la letra r. Platón lo difine, II De Legib.: «Omnis chorea
tripudium est et cantus.y> Séneca, en la Epíst. LXXXV:
«Muliitudo canentium atque saltantium.»
San Isidoro, nuestro patrón, diferencia el choro de
la chorea, haciendo al choro cosa sagrada y á la chorea
profana: «Chorus est multitudo in sacris collectus; dictus
chorus quod inito inmodum corona circa aras starent, et
in psallerent: nam chorea ludicrum est cantilena vel sal-
íationis classium.>
Bien se echa de ver que el corro es en algo diferente
— 189 —
de la saltación, porque en ella no había más que tripu-
dio y gesticulaciones del cuerpo, sin canto; mas en el
corro hay forzosamente canto, y juntamente tripudio y
saltación. Virgilio lo entendió así cuando dijo:
Omnis qiicfii choriis et soc'ú comitantur orantes .
Donde Servio:
Chorus fropié est cce-uúrum cantas atque saltatio.
Y en otra parte dijo Virgilio:
Pars pedibus plaudunt choreas et carmina dicunt.
El uso de los corros, aunque hoy no ha quedado si
no es en las aldeas y gente de la media plebe, fué anti-
guamente justo empleo de las señoras é hijas de los
príncipes para cantarle alabanzas al Señor, como lo hizo
María, hermana del gran sacerdote Aron, siendo ella la
que guiaba el corro, después de aquella gran maravilla
de undir Dios á los gitanos en el mar. No se desdeñó es-
ta señora de coger el adufe la primera, para que á su
ejemplo le siguieran todas las señoras mujeres cantando
y bailando; aquélla dio principio con aquel glorioso
canto que comienza:
Cantemos al Señor gloriosamente,
Engiandeciendo aqueste gran Guerrero,
Que al mar echó caballo y caballero.
<<^Sumpsit ergo María ■prophetisa^ sóror Aarori^ tym-
■panum in manu sua^ egress^eque sunt omnes mulleres post
eam cum íympanis et coris quibus pracinebat dicens:
Cantemus Domino glorióse enim magnificatus est:
Equum et assensorem projicit in mare. »
Fué uso en aquel tiempo, salir los corros de las mu-
jeres á cantar la gala al vencedor en los recibimientos
— IpO —
triunfales, como el de David, vencedor del Filisteo, en
e! cual salieron todas las mujeres de la ciudad al recibi-
miento, ordenadas en corros, con adufes y panderetes,
cantando unas y respondiendo otras, «Saúl mató mil
y David diez mil.» Reg. I, cap. XVIÍI: aEgresscc
sunt mulleres de universis urbihus Israel cantantes^ cho-
rosque ducentes in occursum Saúl regís in tympanis l¿eti-
tice, et sistris^ et tnuiue sibi res-pondentes ■pracinehantlu-
dentes ut que dicentis: Precussit Saúl mille, et David
decem millia.-»}
De este entretenimiento hace memoria en sus ende-
chas el santo Job, cap. XXI, según la versión Tyguri-
na y Batablo: «.Ad íympanum et citharam docunt choros.^}
¡Qué de veces David! «Laúdate Dominum in tympano
et choro: laúdate Eum in choris et órgano.»
Estos corros, adufes y cantos juntó todos el bien-
aventurado San Agustin, para hacer fiesta á la Anun-
ciación de la Virgen Santísima en el sermón XVIII de
SancliSj II de Anuntiatione: «Plaudat num organis Ma-
ría et Ínter veloces artículos tympana puerper¿e concre-
pent Letantes chori, et alternantíbus modulís dulcía can-
tica misceantur.-»
Y pues la autoridad de San Agustin nos ha traído á
la memoria los corros del día dichoso de la Encarnación
del Verbo Divino, no será fuera de propósito lo que de
este mismo dia, 25 de Marzo, he observado en la lec-
ción de la antigüedad.
Celebraban los phryges este dia en honra de la ma-
dre de los dioses con particular alegría y gusto, dicien-
do que en él se acababa y tenía fin el llanto, tristeza y
— 191 -
obscuridad, porque el sol ya vencía en tiempo á la no-
che, haciendo alegres y mayores los dias; y así, llamaban
á este dia Hilaria, que en romance suena las alegrías; y
mostrándolas en las obras exteriores, se disfrazaban re-
presentando cada uno diferente persona de la que era,
de tal manera que nó fácilmente se pudiera discurrir
cuál era el verdadero ó fingido personaje: habla de esta
materia Herodiano en tales palabras: «Pasimque ómnibus
ludendi licentia permititur, sic iit -personas induant quas-
cumque libitum.»
Véase también á Macrobio en los Saturyíales.
Todo se puede ajustar muy bien á la Encarnación
del Verbo, acabadas las sombras de la ley Vieja con la de
Gracia, pues se celebra la fiesta á la verdadera Madre de
Dios, cuya Anunciación dio final al llanto, sombras y
tristezas de la ley Antigua, y principio al dichoso tiempo
de las alegrías y de la Gracia.
Y Platón, en aquella su concertada República,
quería que hubiese corros y que en ellos entrasen chi-
cos, medianos y grandes, cantando himnos á Dios; y
así, consagraba el primero corro á las Musas, por ser de
muchachos y muchachas: Primus itaqiie puerilis Mu-
sarum chorus^ studiosi toti civitati decantaturus ingre-
diuntur.»
El segundo corro era de los mancebos, dedicado á
Apolo, cantándole Péanes.
El tercero era de los varones desde treinta hasta se-
senta años, en honor de Dionisio Bacho, á quien canta-
ban ditirambos; y finalmente quería que todos, chicos y
grandes, hombres y mujeres, siervos y libres, cantando
— 192 —
himnos, llenasen toda la ciudad de alegría y contento:
« duod opporteat viros omnes et pueros, liberas ^ et servas,
másenlos y et /¿eminas, et universa?n civitatem toti civitati
qu¿e diximus variis ínodis decantare, ut ex innumerabili
hymnorum varietate in explehili qiiodam, modo volump-
tate concinentes afficianttur.yy
D. Diego. Esta doctrina de Platón para su Repú-
blica no parece sino un vaticinio de lo que estos dias he-
mos visto en Sevilla y en toda la Andalucía, y en la
mayor parte de España, en honor de la Inmaculada
Concepción de la Virgen Santísima; y tengo por impo-
sible que en ninguna república, gente ni nación se ha-
yan visto corros tan grandes y devotos que á voz en
cuello cantasen este piadoso Misterio con aquel devoto
hymno: nT^odo el mundo en general,» etc.
D. Fern. Muy bien lo advierte V. m., y cierto
que tengo por imposible haber oido semejante ejemplo
en ningún siglo; pues vimos en muchos de estos corros
juntos príncipes, grandes, hombres de todas suertes,
mujeres, niños y doncellas, siervos, libres, con un ad-
mirable consortimiento de devoción, por todas las ciu-
dades y templos, á veces con tripudios y cantos, alaban-
do á Nuestro Señor y á su Madre Santísima en este
piadoso Misterio de su Limpieza: y en Sevilla se juntó
en una de estas procesiones ó corros, según se dijo en-
tonces, tan gran número de toda suerte de personas,
que pasaron de veinte mil, cosa que no sé si otra vez se
ha oido en el mundo.
Mas vueltos á aquellos nuestros corros menos gra-
ves, fueron muy usados en los floridos tiempos de los
— 193 -
héroes y semideos, pues Homero los trae en el libro
XVIII de su //?W^:
Firgines aute?n et jwuenes innupti, pueriliter sapientes,
Textis in calathis portabant diilcem fructum-^
Hos autem ínter puer medios cithara sonora
Sua'viter sitarisabat^ corda autem belle resonabat
Teñera njocei hi autetn pulsantes terram simul,
Cantuque sibiloque tripudiantes sequebantur.
Doncellas y mancebos no casados
Que saben, como niños, niñerías,
Dulce fruta en tejidos canastillos
Llevaban: iba entre ellos con vihuela
Sonora un muchachuelo que tañia
Resonando las cuerdas dulcemente,
Cantando con voz tierna, y le seguían
Bailando á compás otros, juntamente
Con canto y silbo haciendo cabriolas.
Exprime en el mismo libro todas las ceremonias del
corro, pintando otro de esta manera:
Ibi quidem adolescentes et -virgines formossissima,
Hi quandoque cursitabant docñs pedibus .
Agiliter admodum, sicut cumquis rotam aptam rnanibus
Sedens jigulis tenta^-verit si currat,
¿iuandoque rursus cursitabant, per ordines dispositi inter se
Plurima delectabilem c/ioreutn circunstabat multitudo
Oblectans sese: dúo autem saltatores inter ipsos,
Cantum incipientes 'versabant super eos medios.
Allí con hermosísimas doncellas
Bellos muchachos danzan con pies diestros
Velocísimamente, como rueda
Que ollero prueba, á ver si está corriente.
Otras veces danzaban por su orden,
Dispuestos entre sí y á la redonda.
Gran multitud mirando está este corro,
as
— 194 —
Y se alegra: mas dos mancebos bellos,
Lindos danzantes, el cantar comienzan,
Dando mil vueltas por el medio de ellos.
Hesiodo, en el principio de su 'Theogoráa, alabando la
belleza de las Musas, dice que danzan en corro con de-
licado pié, tripudiando en el ámbito de la ara paternal.
Las Gracias ó charites fingían que andaban siempre
en corro dadas las manos, para significar la mucha be-
nevolencia y amor que se tienen. Séneca, en el libro de
Beneficiis: <s.¿QjÁÍd Ule consertis manibus et incedere un-
tium chorus? ¿Quare sórores, et quare manibus con-
sertis? >">
Gustaban de esto los dioses soberanos, pues Apolo
en Délo instauró esta costumbre.
Delon 7naternam iifvicit Apollo
Instauratque choros, mixtimque altaría circmn,
Cretes Drjopesque fremunt pictique Agathyrsi,
Su Delon natural visita Apollo
Instaurando sus cantos, y mezclados
En torno de las aras, relinchaban
Cretenses y pintados agathyrsos
Con los driopes.
Lucio Apuleyo, en el X de sus Milesias, pinta
un corro ó é2iWT.2L de niños y niñas elegantísimamente:
«Nam puelli puell¿eque Jlorenti vir entes actatula, forma
conspcui, veste nítida, in cessu gestuosi, dispositis ordi-
nationibus, decoros ambitus inerrabant; nunc in orbem
rotarum fiexuosi; nunc in obliquam seriem connexi, et in
quadratum pallorem cum ea tiset in caterv¿e desidium se-
parati,»
- 195 -
Como el corro era cosa sagrada, contenia misterios
de naturaleza; y así, las primeras vueltas que daban eran
de la mano izquierda á la derecha, significando el mo-
vimiento rápido del cielo de Oriente á Poniente: luego,
de la derecha á la izquierda, dando á entender que tal
es el movimiento natural del cielo de Poniente á Orien-
te: la tercera vuelta era en redondo, con que significa-
ban la perfección de la esfera con su movimiento del
Setentrion al Mediodía, y del Mediodía al Septentrión:
salir un muchacho á bailar primero significa el Sol, que
alumbra los demás astros: luego una doncella, la Luna: ir
sacando de una en una, es dar á entender los cursos de
los planetas: y, finalmente, todo el corro significa las
estrellas del firmamento, que en el corro con suave y
dulce armonía hacian fiesta á su Criador.
Algo de esto tocó Luciano en un Diálogo que de
esta materia escribió: «.Etenim ipsa siderum chorea et
errantium cuní non errantibus conjunctio^ corumdemque
modulata atque consinna paríicipatio^ et illa bella, tum
pulchre instituía armonia primogenite saltationes argu-
menta fuere et inditia certissima.y>
Dá la razón Servio, observantísimo de la antigüe-
dad, por qué aun las danzas y corros que se ordenaban
para alegría de los pueblos se dedicaban á los dioses so-
beranos, y responde que nuestros mayores con grandí-
sima consideración ordenaron y quisieron que nó sólo
con el afecto del alma religiosamente se ha de alabar á
la suprema deidad, pero porque también no hubiese
parte en nuestro cuerpo que no sintiese esta religión:
c<Sane quidem ut in religionibus sal tare tur, h¿ec ratio est.
— 196 —
quod nullam majores nostri partem corporis es se volue-
runt quce mnreligionem sentiat.»
Dionisio Alicarnaseo acredita la costumbre de ir en
los corros uno que guia y enseña á los demás las fórmu-
las del danzar y cantar, y dice que á éste llamaron Pre-
sul: «duemque chorum pracedebat unus vir^qui praibat
c¿eteris saltationis formulas, quem Prasulem vocavant.^
A veces, este que guia lleva una toballa, cinta ó liga
y va asido todo el corro que le va significado. Por ven-
tura esta es la saltación que los griegos llamaron cordax,
de que hace mención Aristhóphanes en la comedia de
Nubes; y de ella entiende Pólux que habló Horacio
en aquel verso:
lortum digna sequi potius quam ducere funem.
%. VI.
Instrumentos del Corro.
D. Diego. Buena parte del corro son los instru-
mentos, con que la miásica se compone y se da al com-
pás, á las gesticulaciones y meneos de los que bailan.
Los ordinarios son vihuela, tímpano ó adufe, pandereta
y sonaja, y otros de este género.
D. Fern. Son tan naturales del corro esos instru-
mentos, que nunca faltan de él, especialmente el tím-
pano ó adufe, á que también llaman pandero.
D. Ped. ¿Qué voz es esta pandero, que es epíte-
to de los necios?
- 197 -
D. Fern. En cuanto al origen de la voz, es grie-
ga: 7rav§c'|0tg, sive -nxv^épx, instrumento músico, cosa del
dios Pan, de quien tomó su nombre España, y de quien
nos quedó la palabra espanto y bandurria, que en su
origen es griega. Así lo sienten Martin Antonio del Rio
y Bernardo Aldrete. Llamar á los necios panderos, no
sé que tenga otra razón sino porque el pandero es hue-
co y no tiene dentro más que viento. Es cierto que el
tímpano fué instrumento propio de mujeres y nacido
para el corro. Virg., IX Mneid.:
Tympana vos buxusque; 'vocat Berecynthia matris,
Indea, si/lite arma 'viris, etc.
Y Ovidio, IV In Pastor.:
Inhunt seminares et in unia timpana tundent.
Atheneo en el lib. XIV, que trae á Diógenes, trá-
gico, in Semele:
AuditioJie cogno-vimiis Asiaetisis mitJiatas,
Cybeles f aminas fortiinatis satas pkrygibus^
Tympanorum aris per cussorum strepitu
Ac cymbalorum quie, manibus ptdsatitur tnurmure
Trementes celebrare sapientem, ac Medicam deam.
Por oidas sabe.nos que de la Asia
Mujeres consagradas á Cibeles,
Hijas de phrygios bien afortunados.
Que repicando con la mano adufes.
Vacías de metal y campanillas,
Celebran con temblor su diosa Médica.
Aristóphanes en la comedia Li sis trata:
Ergo illi luxus fceminarum promicat,
Sonusque tympani, et frecuens Baccatio
Adonidisque, etc.
Dos especies de tímpanos habia, como también aho-
ra: el uno redondo, cubierto por ambas partes con pe-
llejos; el otro cuadrado en arco menor, y otro cubierto
por sola una parte ó hasera. Estos últimos siempre se
tocan con las manos y los dedos; son los instrumentos
más cercanos al son, y parece haber habido también es-
ta especie antiguamente. Lucrecio:
Tympa/ia tenta tonant palmis, e te.
Donde no sólo nos dejó probanza de lo que deci-
mos, sino por la extructura de las voces, el mismo soni-
do que resulta del tímpano tocado con los dedos ó pal-
mas de las manos, por admirable onomatopeya, como
Enio para significar el ruido de la guerra:
África terribili tre?nu¡t korridat térra tumulta.
Y Virgilio, el sonido que hace un buen caballo an-
daluz corriendo:
Sluadrufedante fiitrem sonitu qiiatit singula campmn.
Vueltos á nuestro intento, que adufe y tímpano sean
una misma cosa, y propia de la trápala y bullicio de un
corro, Ovidio lo dijo:
¿luecumque áspides, clamor jwvenilis , et una
faeminece 'voces percussa que tympana palmis .
Ayúdanos Tíbulo hablando de Berecinthia:
Nvues cita ccepit manihus lenje tympanum.
Tomó con nevadas manos
Veloz el adufe leve.
Y Cátulo muy bien:
Rangebant alii, proceris timpana palmis.
Juntamos al tímpano con la sonaja, como lo vemos
— ^99 -
junto en la Escritura, Reg. I, cap. XVIII: «.In timpanis
letiti¿e et in sisíris.» Parece ser !a sonaja el sistro, por
la etimología del nombre sistro, hoc est á qtiatiendo. No
falta quien diga que entre los egipcios era cierto género
de trompeta. Entre las demás naciones cosa sabida es
que es crepitáculo mujeril. Juvenal:
Lis et iratoferiat mea lumina sistro.
Era muy propio de los sacerdotes isiacos, medio
mujeres. Ovidio, II Meiamorphos.:
Per tua sistra precor per Anubidis ora ^verendi.
Marcial, en el lib. IV:
Siquis plorutor eolio tibi cernida pendet,
Hac quatiat teñera gárrula sistra maiiu.
Y en otra parte :
Linigeri fugiunt cal-vi, sis traque turba,
Job juntó al tímpano la vihuela: <.<Ad tympanum et
citharam ducunt choros.y>
Es natural uso de los que bailan en el corro la casta-
ñeta, y pienso que compite con los demás crepitáculos
en lo agudo de su sonido, y aun en su antigüedad. Esto
averiguamos de Atheneo, lib. IV, donde dice que hay
otros instrumentos diferentes de los que el viento anima
ó se alargan con cuerdas, y que sólo hacen ruido con el
repique. De los cuales habla Dicarcheo en el libro de los
Ritos de Grecia, como de instrumentos muy acomoda-
dos á los bailes de las mujeres, que tocados con los dedos
resultaba un suave estrépito, como lo significaba en un
cántico de la diosa Diana, que comenzaba:
Otro tenía en las manos
Sus castañetas doradas.
— 200 —
Dicen las palabras de Atheneo esto mismo: ^Quiri
et alia diversa sunt tum ab iis qua -protenduntorfide^ cre-
ptu solum obstrepentia, veluti cremhula, id est crepiía-
cula: de illis Dacharcheus in lib. de Grecia ritibus, ait:
popularía supra qiiam credat alisquis instrumenta fuisse
quadam saltationibus et cantibus faminarum accommoda'
ta, quibus percussi digitis suavis ederetur strepitus: eaque
significare in cántico Diana cujus hoc est initium:
Catiebat alius haberis in mariibiis
Crembula áurea de cor ata.»
No dudo que aquí trata Atheneo de la antigüedad
y uso de las castañetas, á quien los griegos llamaban
crémbala; mas cuando yo lo dudara no me dejara Isaaco
Casaubono, intérprete y comentador de Atheneo, que
en este lugar dice que estos instrumentos que llamaban
crémbala se hacian: «Expusilli tintinabuUs alligatis:
Hispani ex duabus aureis veluti exequis lancibus colisis
strepitum ejusmodi illi vocant castañetas. »
Y aunque es verdad que lo más ordinario es que los
que bailan se valen de castañetas, ó de madera ó de
metal, sin ellas y con los dedos hacen agudo son á las
veces.
En la Profecía de Ezechiel, cap. XXV, amenaza
Dios á los moabitas porque se habian holgado mucho
con los trabajos de su pueblo, y celebrádolo en bailes, y
dice: aFro eo quodplausisti manUy et percusisti pede^ et
gavisa est in corde.» Donde los intérpretes sagrados en-
tienden que plaudere manu et percutere pede es danza
haciendo castañetas, zapatetas y cabriolas, como en el
villano. Vaya por apendix de las castañetas, que con
— 201 —
ellas dadas con los dedos pedian antiguamente el orinal,
como parece de Marcial, lib. III, Epig. LXXXVII:
Digiti crepantis signa no<vit eunuchus
Y en el lib. VI, Epg. LXXXIX:
Ciim peteret seram media jam ?iocte matellam
Arguto madidus pollice Panaretus.
Y en otra parte:
Dum poscor crepum digitorum, et njerna moratur
Oquaties pellex culcitra facta mea est.
D. Ped. Pues ¿en qué pecaron las tejoletas, morte-
ruelos y cascabeles, y otros crepitáculos, que si no en los
corros, en varias tropas de mozuelos, suenan?
D. Fern. V. m. quiere ver junta una pandorga,
pues me llama con todo ese ruido de instrumentos, cuyo
sonido, si no es tan suave, pienso que lo será el saber
su antigüedad; que pues los autores más graves de
aquellas grandes repúblicas griega y latina no se desde-
ñaron de dejarnos escrita su memoria, no es justo nos
desdeñemos nosotros de saberla. En cuanto al uso
de las tejoletas, Pólux afirma que le tuvieron los grie-
gos, y que les llamaron phryginda; y porque no dude-
mos del uso, dice que phryginda era interponer en los
dedos de la mano izquierda tejuelas partidas, y herirlas
con la mano derecha á compás: «Phyginda texuelas
contritas simstr¿e manuSy digitis interponentes, ¿extra ma-
nUy secundum numerum feriunt.»
Atheneo les llama lepadas, lib. V, cap. IV, y allí
Isaaco Casaubono: «Puellos enim inditis in lapadibus
sonare^ et procatiores^ conchis quas tellinas vocant.y)
Cuenta que el rey Antíocho, en ciertas fiestas ó es-
— 202
pectáculos, en lugar de los suaves instrumentos que
otros llevaban, llevó él, por mostrar tristeza, tejoletas:
« Antiochus ut magis se dejiceret t ex tas circunferevat íi-
hiarum^ loco.»
Por uso universal lo vuelve á referir en el lib. XIV,
tomándolo de Didimo: «.Lepadas patris ohscindunt et
crembalisant.»
Y declarando al mismo autor, dice: ^Didymus scri-
bit^ quosdam solitos lir¿e vice chonchis et textis complosis
numero sum, sonun saltantibus exitare, ut testatur in ra-
nis Aristophanes^ velut est illa, qu<£ textulis crepitum
dat.y>
Casaubono, en este lugar: nCapuent ex textis, et osi-
reis nostratibus inter dígitos insertis.y)
De esta música se acordó Ju venal en la Sát. XI:
audiat illa,
Testarum crepitus cuín njerbis nudum olido stans
Fornice mancipium.
Tocaban las mujeres públicas de Roma tejoletas,
como ahora dan con una cañuela en la silleta, haciendo
un sonetillo. No le faltó esa música á Nerón, pues para
ellas y otras semejantes y poco mejores tenía (según di-
ce Suetonio) cinco mil mancebos de robustísima juven-
tud, hijos de caballeros, que con bombos y tejoletas le
hiciesen aplauso, sustentándolos á gran costo y ense-
ñándoles este ministerio: «Ñeque eo segnius adolecentu-
los equestris hordinis et quinqué amplius millia robustissi-
m¿e juventutis undique elegit, qui dibisi infact iones, plau-
suum genera condiscerent, bombos et imbrises et testas va-
can t, operamque navabant insignes pinguissima coma, et
— 203 —
excelentissimo cultu pueri neccine anulo l¿evis quorum du-
ces quadragena milia merevant.»
Lo que aquí llama Suetonio bombos, era cierto gé-
nero de aplauso que imitaba á las abejas ó el sonido de
los tímpanos, como vemos lo hacen hoy en las galeras
cuando saludan unas á otras, ó algún capitán que pasa.
Imbrices, imitaban al ruido que causaba el agua cayen-
do en la tierra, que es un silbido que hacen ahora los es-
tudiantes cuando el cathedrático entra en el general, y
con esto lo aplauden: así lo dice Casaubono, y lo deduce
Lycophron y Sóphocles.
Tal género de música como los dichos son los mor-
teruelos; y aunque en lo antiguo fueron de barro, y los
tocaban con palillos, no por eso se diferencian mucho
de los nuestros. De estos instrumentos hace Suidas in-
ventor á Diocles, atheniense. Señor San Isidoro distin-
gue menudamente el morteruelo de otros instrumentos,
y dice que se hacian de metal ó de plata, y junta una
pandorga como las que vamos diciendo; lib. III Eti-
molog.: «.Tertia est diviiio rithmi^ pertinens adnerbos et
pulsuSj cuidatur species diversarum cythararum^ timpa-
num et cimbalum et systrum acetabula. Áurea et argén-
tea vel aUaqu¿e metalia rigore percusa, reddunt cum sua-
vitate tinitum.y>
No se olvidó de los mismos crepitáculos Casiodoro
en aquella erudita carta que escribió á Symacho: (c^id
acetabulorum tinitus? Quid dulcissitni soni referant va-
ria percutione, modulamem.»
A este instrumento aludió Propercio en la Eleg. IX
del lib. ÍV:
204 —
Nanus et ipse suos bre'vlter concretas inartus
Aptabat, truncas ad cava buxa manus.
Así lo siente en este lugar Escalígero.
Los cascabeles no tienen menos celebridad en las
danzas y corros y en las carreras de caballos. Si la voz
cascabeles es latina ó bárbara no me entrometo: la mis-
ma de que usaron los autores, con poca diferencia, se
conserva hoy. Acordóse de este crepitáculo Cicerón,
•pro Celio: «Mimi etiam exüus, non fabul¿e in quo cum
clausula non invenitur fugit^ aliquis e manibus deinde sca-
bela concrepant aulaum tollitur.»
Suetonio Tranquilo, hablando de Cayo Calígula,
contando aquella pesada burla que quiso hacer á unos
caballeros, dice: i^Deinde repente magno tibiarum et sca-
velorum crepitUy cumpalla tunicaque tallari prociluit, ac
desaltato cántico abiit.»
Casaubono, en las advertencias en este lugar, dice
así : «Assentior autem amacissimo Scaligero^ qui scabelos
esse putat, apud Suetonium et Arnobium, quod Hispani et
Aquitani casca-velos dicunt. Erat, hoc enum et crepitacu-
lis generibus quíbus vel cum musicis organis, vel inopia
eorum ut notat scholiastes^ Aristophanis ad Ranas^ ute-
bantur. »
El lugar de Arnobio parece también á la letra:
«Etiam me aureis tinnitibus, et quasationibus cimbalo-
rum"^. lEtiam me timpanisl ¿Etiam me simphoniisl l^id
deficiunt crepitus scaveloruml»
DIÁLOGO V
DIÁLOGO V
§. I.
D. Diego. Es tan necesaria cosa el juego y entre-
tenimiento á la vida humana, que le compara Cicerón al
sueño y descanso de los trabajos; y si no es posible sin
descansar y dormir, sigúese que tampoco sin entrete-
nimiento. Oigamos al Príncipe de la Elocuencia, I Off.:
^Ludo autem et joco uti illis quidem licet^ sed sicut som-
no^ et quietibus cateris tum cum gravihus seriisque rebus
satisfecerimus.yy
Juan Estoveo, Serm, II: «.Vita^ sine festibitatibus
via est longa sine dibersario.^
D. Thom. 2. 2, q. i68, art. 3, ad. 3.""': «Ludus est
nesesarius ad conservationem humante natur¿e.y>
D. Ped. Añada V. m. que fuera imposible durar
mucho un trabajo continuado, sin alternarlo con algún
descanso y entretenimiento. Ovid.:
Oiiod caret alterna requie dura<vik no» est.
— 208 —
Ya V. m., Sr. D. Fernando, entenderá dónde va á
parar el discurso del Sr. D. Diego, que le hallo tan afi-
cionado como yo á estas materias lúdicras; y pues ha-
ciéndonos V. m. lo que suele, habia de dar lugar á que
nos entretuviésemos cazando ó jugando, ¿qué mejor
juego puede ser que aquel donde los vemos todos repre-
sentados, nó sólo como hoy se juegan, sino de la mane-
ra que en los tiempos pasados se jugaban? Con todo eso,
si esto es cansancio de V. m., no queremos gusto á
vuestra costa.
D, Fern. Tan lejos estoy de cansarme, que si
V. ms. no me preguntan esta materia comenzada, les
solicitara yo á ellos: quiero confesar mi flaqueza inge-
nuamente, que con amigos tan de corazón fuera falta
de urbanidad no hablar con sencillez. Si V. ms. me pre-
guntaran cosas de mucha consideración, por ventura no
supiera responderles; mas estas cosas menudas, donde
aunque yerre no se aventura nada, ¿por qué las tengo
de negar á quien doy el alma?
D. Ped. Esa confianza da seguridad á nuestro
atrevimiento; y así, suplico á V. m., que aunque nos-
otros no sepamos preguntarle, V. m. prosiga la materia
lúdicra, que es tan extraordinaria, que ningún crítico la
ha tratado en estos tiempos: digo, esta parte que se llega
más á la edad pueril.
D. Fertu. Yo me he habido en esta materia como
las hormigas, que de una gran sementera ellas sólo co-
gen'cl granillo que por descuido se le cayó de la espiga
al labrador, ó lo que barriendo la era, por poco menos-
preció. De todas las materias de la antigüedad hay tan-
— 209 —
to escrito, que no parece que hay olvidado nada de lo
que se puede coger en esta gran mies de los autores
griegos y latinos: todo está recogido y barrido por va-
rios autores y varones de recóndita erudición. Sólo este
granillo quedaba, para que alguna hormiguilla como yo
se entretuviese: «Parvum priva decent.yy Ayer, sino
estoy olvidado, dijimos de los corros y fiestas del dia de
San Juan, y parece que podemos juntarles las burlas y
juegos saturnales, porque aunque no convienen en el
tiempo, convienen en el entretenimiento,
D. Diego. Díganos V. m. primero qué eran fies-
tas saturnales.
D. Fern. No será necesario tomar tan de atrás
la carrera como la tomó Pretextato en Macrobio, capí-
tulo VII, donde, y en Justo Lipsio, que escribió de esta
materia, podrán V. ms. ver mucho y muy curioso. Yo
no diré sino lo que nos toca de nuestra materia. Los
saturnales eran fiestas que se hacían en honor de Satur-
no, rey de Italia, en cuyo tiempo fué el Siglo de Oro,
cuando aún no estaba introducida en el mundo la ser-
vidumbre. Celebrábanse estas fiestas los seis ó siete dias
últimos del mes de Diciembre, y en ellas los esclavos,
en memoria de la común libertad de aquel dichosísimo
siglo, se igualaban con sus señores y se les permitía y
daba á todos licencia de jugar. Macrobio: «Regni ejus
témpora felicis sima feruntur, cum propter rerum copiam
tum etiam quod nondum quisquam serviíio vel libértate
discriminahatur. ^¿e res inteligi potest, quod saturnali-
bus tota servís li cent i a permititur.»
Las mujeres tenían también sus fiestas saturnales
27
— 2IO —
en el mes de Marzo. Vide Jacohum Guterrium^ De Ju-
re Pontificio. En estos licenciosos dias, amos y criados
no trataban cosas de veras; todo era comer, beber, em-
borracharse, dar voces como locos, jugar, hacer reyes,
convidar á los esclavos, cantar y bailar desnudos, y ha-
cer con el cuerpo mil desvergüenzas, arrojarse en el
agua fria, tiznarse el rostro. Buen testigo es Luciano en
sus Saturnales: «Nec tamen in his ipsis septem diebus se-
rium quippiam aut publicum tractare mihi permisum est:
Verum potare^ inebriare^ vociferaría ludere certare tesse-
riSy creare Reges , fámulos in comvibium adhivere^ canere
nudus; lascivo corporis motu saltitare, non nunquam et
in gelidam aquam daré pr^cipitem facie fulgine oblita.»
Por haber sido Jano compañero de Saturno, les
consagraron á ambos los dos meses de Diciembre y
Enero juntos; y así, también en las fiestas de Jano ha-
cian estos disparates en formas y en figuras monstruosas
de demonios, vistiéndose los varones en hábitos de mu-
jeres, afeminando el rostro. Alvino Flaco, De Divinis
Oficiis: « Unde inperiti homines, Janum veluti Deum co-
lentes, diem ipsum multis spurcitiis sacrarunt: quídam
mutabant se in species monstruosas, inferorum que haviíus
transformabant: alii In femíneo ge stu mutati virilem vul-
tum ef¿eminabant.y>
D. Diego. Todo eso vemos hoy, especialmente en
las aldeas, donde el dia de los Santos Inocentes, que
concurre en el mismo tiempo en que antiguamente co-
mo V. m. dice, celebraban los saturnales, la gente
rústica hacen semejantes disparates, pónense carátulas
y echan coplas de repente. Virg., II Georg.:
— 211 —
Oraque corticibus sumunt horrenda cwvatis
Et te Bache -vocant per carmina lata.
De aquí el uso de nuestras mojarrillas, disfrazados,
de la mañana de San Juan, la danza de matachines, etc.
El tiznarse el rostro es muy usado.
D. Fern. En los autores encontraremos con esa
costumbre. Patronio Arbitro: «Cum Ascultos arahatus
tot malis in somniim laberetur, illaqu^e injuria depulsa
fuerat fuella iotam facum ejus fugiline longa, perfri-
cuit. »
Nonio Marcelo nos asegura que fué juego y burla,
y que lo mismo es tiznar el rostro á uno que hacer bur-
la de él y tenerlo por hombre ridículo: «Sublevit signi-
ficat illucit^ et pro ridiculo habuit tractum agerere ludi
quo dormientibus ora pinguntur.»
Lo mismo se averigua de Plauto en la comedia
Aulularia^ act. IV, esc. V:
Fidei sensebum maximam multo fidem
Es se: ea sublevit os mihi -pe sume.
Y en el prólogo del Epidico:
mox compresa
Cognosit opera sibi senis os sublitum,
Suble-vit os Ule lena et matri mulieris.
Y en Captivis:
Ita mi histülido sursum <versus os suble-vere
Offucciis.
También soüan pintarse el rostro con moras, aun-
que fuese fuera de tiempo de los saturnales. Virgilio:
Jamque "videnti
Sanguineis frontem moris, et témpora pingit.
— 212 —
Peor era darse con estiércol en las narices, y colgar
de los genitales, como amenazan á uno holgándose con
él en el Pluto de Aristóphanes, act. II, esc. IV:
Prendemus te, et pr¿e gaudio Ulisem imitantes
Tibi suspenso a testiculis, ut irco nares.
Liniemus stercore.
Tales burlas como las dichas le hacian sus truhanes á
Claudio, emperador de Roma, tirándole huesos de
aceitunas al rostro, dándole humazo á las narices y po-
niéndole alguna cosa asquerosa en las manos para que
cuando despertase se untase el rostro, como es ordina-
rio llevarse las manos á él después de despierto; y final-
mente, otras cosas que V. ms. oirán de Suetonio, cuyas
son estas palabras: «Et quoties post cibunt ohdor miseret^
quod eifere accidebat olearum ac palmularum ossibus in-
cessevatur: interdum ferul¿e flagro ut per ludum exitaba-
tur a corporeis solevant et ?nanibus ster tentiis socci in-
duci, ut repente experge factus faciem sibi confricaret.y>
Atar los muchachos también á el que está dormido,
burla fué que los muchachos juguetones hicieron con el
viejo Sileno. Virg., Eglog, VI:
Silenumpueri somnio HJidere jacetitem
Adgressi, nam sepa senex spe carminis ambo
Lucerat injiciunt ipsis ex 'vincula sertis.
Dar sopapos gracia es que se halla en el uso, y lo
fué antiguamente, pues Aristóphanes la trae en la co-
media Corealia Celebrantes:
Egregius es: sed infla buccam dextram
Mu ¡Hei mihi! eu. ¿S^uid clamas ti?
Propio de las fiestas saturnalicias es mantear. Por
— 213 —
travesura de Othon en su perdida mocedad la refiere
Tranquilo, diciendo: «Que bella que anda de noche, en-
contrando algún pobrete, ó que no se podía defender
por estar enfermo ó cargado de vino, extendiendo su sa-
yo lo manteaba.» «In prima adolecentia prodigus ac
procax a deo ut aparte flagris s¿epius objungaretur, fere-
vatur et vagari noctibus^ atque inbalidum quemqiie oh-
viorum vel potulentium corripere^ ac distinto sago inpo-
situm sublime jactare. »
Fué tan común aquella burla antiguamente como
ahora, pues Marcial cautela á su libro que no crea ala-
banzas fingidas temiendo que después de ellas lo man-
tearían.
Audieris cum grande sopkos dumhacia captas.
Ibis ab excuso misus in asir a sago.
Del mismo entretenimiento hace memoria Ulpiano
en el lib. Collat. jiiris cum lege Mois., según Isaaco Ca-
saubono sobre Suetonio, in Othone.
Suelen fingir un ahorcado, y suele ser fiesta de mu-
cha risa y alguna vez pesada. También la hallamos en
la antigüedad. Ateneo, lib. XIV, lo refiere de los de
Tracia: «Seleucus eo Thracihus in convihiis scrihit^ sus-
pendium ludere teretilaqueo altiori quodam loco adaptato
subjectaque ad perpendiculum saxo volubili si quis asien-
disset: illos ergo sortiri et cui sors ohvenisset falsem cum
manu tenentem insistere lapidi; ac eolio resstim innectere:
alliumque tune aceendentem saxum pelleri quo fugiente
misimox false laqueum abscindaty qui pendet stragulatur
et periit aliis ridentibus^qui mortem ejus pro joco havent.»
Casi á éste semejante es aquel espectáculo que Cor-
— 214 —
nelio Tácito escribe que en Alemania se usaba: que los
soldados desnudos se arrojaban á las espadas desnudas,
con tal destreza, que sin hacerles mal se entretenian, ad-
mirando su destreza: ^Genus spectaculorum enum, atque
in omni C¿etu idem, nudi Juvenes quibus in ludicrum est
Ínter gladios se atque infestas frammeasjaciunt. Exita-
tio artem paravit ars decoren. >
Xenofonte refiere de los thraces que en unas fiestas
hicieron muchas de estas demostraciones, y en especial
una manera de danza de espadas, hecha con tal destreza,
que pareciendo que se herian unos y otros en todas las
partes de su cuerpo, no se maltrataban; y que fingían
un muerto de tal manera, que nadie pensarla lo contra-
rio. In VI Expedit. Cyri: «Traces prius surrefere, et ad
tibiam armati saltarunt^ atque alte quidem a térra se sum-
ma cum agilítate atolevant, iit gladios tenentes quibus al-
ter alterutrum berverabat, ut plañe omnem hominem per-
cusam existimarent: sed erat ea ludendi ars qUísdam^ Iten-
qui aliumjam mortuum efferet^ cum Ule nulla ex parte
non mortuus videretur.»
Platón, in Cutydemo, pone una treta que acá se ve
muchas veces, que es trompicar sobre los filos de las es-
padas: «Non tamen inquam super enses humi inclinato
capite transilire^ et super rotam vohi.»
Más destreza parece tomarla de la punta y tragár-
sela, y es tan antiguo este embuste como los demás,
pues Lucio Apuleyo lo testifica: aCirculatorem adspexi
equesirem spathampraacutam mucrone infesa devorasse.»
Lib. I Be Asíno Áureo; y Juan Bautista Pió, en las Ano-
taciones de Sidonio Apolinar.
— 215 -
¿Qué diremos de los volatines, á quien los romanos
llamaron funámbulos, sino que son tan antiguos en el
mundo como en el ocio, pues hace memoria de ellos
Terencio? y nó sólo fueron los hombres, pero aun los
elefantes, que parece cosa increíble, si Suetonio Tranqui-
lo no lo dijera, que en unos espectáculos los dio el empe-
rador Gal va: «Elephantos funámbulos edidit.»
En tales fiestas como éstas suelen poner un lebrillo
lleno de estiércol de los bueyes, blando, y apuesta uno á
sacar algo en la boca, asidas las manos atrás. A esto lla-
maban fecacion, y era juego usado, pues Julio Pólux lo
pone entre otros que causaban risa: «Fecatio riscis gra-
tia inventa est. Oportet ex enim aliquid infíesís leviter
immersum in manibus retroductis ore eximere.»
Apuestan también á beber en algún lebrillo de vino
ó agua sin resollar, y de esto se acordó Atheneo, lib. Xí,
cap. últ.: «Sedest opus manus post terga cum contraxeris
bibisse flatibus sine.y>
No deslinda aquí si estos flatos han de ser por la
parte antica ó postica, dejándolo al buen entendedor.
En estas ocasiones se hacen apuestas también á
quién alza más peso con los dientes: llámale á esto rai-
pusara. Con este juego engañaron los criados de Amu-
lio á Remo, hermano de Rómulo, fundador de Roma,
que para cogerlo fué menester apostar quién llevaba
más trecho una piedra de pesar lana que allí los pastores
tenian, asiéndola con los dientes, las manos atadas atrás.
Remo dijo que la llevaría él desde donde estaba al mon-
te Aventino; y dejándose ligar las manos, lo llevaron
contra su voluntad á su abuelo. Así lo cuenta el autor
— 2l6 —
de la origen romana, en tales palabras: «.Jt vero lib. II
Pontijicalium -proditur misos ab Amulio qui Remum peco-
rum^ pastor em atraherenty cum non ociderent vim afferet
opportunum tempus sibi ad insidiandum nodos quod tune
Romulos aberat genus lusus simulasse quinam eorum ma-
nihus post terga ligatis lapidem^ quo lanapensari solebaty
módicas sublatum, quam longisime perferret. Tum Remum
fiducia virtum in Aventinum usque se perlaturum spopon
disse, Dein. post quam vinciri se passus est, Alban abs-
tractum.»
Acurcio, en la glosa de la Ley finaU c. de Relig. et
suptibusfun.: «Et Raipusa ubipondus dentibus elevatur.»
Tráelo también Juan Bautista Pió, Annot. Post.^ y Alia-
to, lib. I. Pratermisorum.
Rociarse con agua ó tomándola con la boca ó en al-
gún modo de jeringa era juego que frecuentaban mucho
loslacedemones. Pesado era el juego que Eliogábalo ha-
cía con sus truhanes, pues los ataba á una rueda de no-
ria y los hacía volver en ella sumergiéndolos en el agua;
y burlando de ellos, les decia que eran amigos Ixiones.
«Parásitos ad rotam aqiiariam ligavat^ et cum vertigine
sub aquas mitebat rursusque in summum revohebat^ eos-
que amicos Ixiones vocavaí.»
Así lo dice Lampridio en este Príncipe; á que, según
la sentencia de algunos autores, aludió Juvenal en la Sá-
tira XI:
Et Lacedetnonio Pytismate lubricat orbetn.
Quieren que aquí la voz pytisma sea del verbo
TTOTt^Ko, que es leviter y rorare. Así lo entienden As-
cencio y Mancileno y Pedro Crinito, cuyas son las pa-
— 11'] —
labras siguientes: «Jam eo^illud allias ad te scripsi^quod
apud Juvenalem sententiam de Pytismate commutaret
afirmans: ludum magis quendam in Laconisis frecuentem
innui cum quis alter alteri aquilam tnspuens colluderat .y>
Aunque Angelo Policiano, en la Centuria I, capítu-
lo XXVIII, quiere que se lea en aquel lugar Pytilismate^
que es un juego ó ejercicio de que hace memoria Gale-
no, lib. II Rxercit.^ en el cual los mancebos, poniéndose
de puntillas, movian velocísimamente los brazos atrás
y adelante, y que se hacía cerca de las paredes: ^Pytili-
sare est^ cum quis quam summis pedíbus ingrediens manus
protendit velocissimeque movet alteram retrorsum^ scilicet
alteram prorsum, quo potisimum gymnasii genere apud pa-
r tetes exercentur. »
Dejo las demás interpretaciones de este lugar, por-
que no hacen á nuestro intento. A estos que así rociaban
llamaban autocabdalos, y los coronaban con yedra.
Atheneo, I. XÍV, c. VIÍI. Sermus Delicus, in libro De
Peanibus: «Qui vocantur Auticabdali coronati hedra sen-
sim irrorabant.»
i II.
Darse grita.
Cuando tan licenciosas fiestas hace la gente rústica
no perdona los oprobios que la lengua puede decir, dán-
dose grita unos á otros; costumbre que dice Horacio,
zS
— 2I8 —
in Epist. ad August., que se tenía después de alzados
los Agostos.
Agrícola prisa fortes, par^voque beati,
Pondita post frumenta le-v antes tempore festo
Corpus, et ipsum animum sapejinis duraferentem
lellurem porco, Sil--uanum lacte piabant,
Floribus, et 'vino genitum memorem 'verhis a-vi
Fescenina per hunciti'venta licentia morem,
Versibus alternis oprobria rustica ludit.
Los antiguos labradores
Con poca hacienda ricos,
Después de alzadas las heras
Y de recoger el trigo.
Para aliviar el trabajo
Del cuerpo, en tiempos festivos
(Que este es el fin deseado
Y á sus cuidados debido),
A la diosa de la tierra
Le daban en sacrificio
Un puerco, lechea Silvano,
Al Genio flores y vino.
Este rito licencioso
Inventó los fesceninosj
Unos á otros se echan coplas,
Pullas con rústicos dichos.
Por los caminos es cosa muy usada esta grita, y los
que van navegando por los rios, que todos unos á otros
se dan grita y dicen oprobios. Horat., Epist. I:
Tune pueris nauta, pueris con-vitia nauta
Ingerere.
Mejor que todos Ausonio, en su Mosela:
Lata operum plebes festinantes que coloni,
Fertice nunc summo properant nec dejuge dorso
— 219 —
Certantes stolidis clafnoribíis; inde 'viator
Riparum subjecta terens, hinc navita labens
P robra canunt seris cultor i bus.
La plebe alegre y labrador ligero
Que aprisa á subir va por el collado,
O descendiendo ya por la ladera
Contienden con clamor desentonado.
Y luego el caminante que la orilla
Pasa del rio, ó ya sea el navegante
Que el agua va cortando con la quilla,
Al labrador tardío
Oprobios dice, que resuena el rio.
J3. Ped. ¿Por qué dice Ausonio que á los labrado-
res tardíos les daban grita, y qué grita era la quedaban?
D. Fern. Por antigua ley de agricultura, según
Catón y Marco Barron, la poda de las viñas se debe
hacer cuando se hace la sementera, ó por lo menos que
esté hecha cuando llega el equinocio vernal, que es á
21 de Marzo. Plinio pone la ley: «Pautationem equi-
nocttio ■paractam habet.» Y quien esta ley no entiende
es cierto que no entiende la poda, por lo cual á los que no
hablan podado les daban grita con aquella iníliusta voz
de avecilla ominosa llamado cuquillo, que en el equino-
cio comienza á cantar como dando la vaya á los tardíos
podadores y labradores, diciéndoles cu^ cu; y á su imita-
ción, los marineros y caminantes suelen repetir la misma
infausta voz cu^ cu^ dándose grita unos á otros. Todo
esto nos dejó escrito Plinio en el lib. XVIII, c. XXVI:
«Dum sciat inde, matam ex probationem f¿edam pu-
tantium vites per imitationem alitis temporarü, quem cu-
culum vocant. Dedecus enim habetur oprobiumque meri-
— 220 —
tum falcem ab illa voluere invite depredendi, ut ob idpe-
tulantie sales etiam cum primo veré ludantur auspicio la-
men^ destetabiles videníiir.>
Horacio otra vez acredita esta costumbre, nó sólo en
la Primavera, sino también en la vendimia:
TuTn Pr¿e7testinus regerit con'vitia dienus,
Vindemiator et in'victus usciu sape <viator,
Cesisese magna compelans, ^ooce Cuculujn.
Entonce el prenestino le echa pullas,
Duro vendimiador nunca vencido,
A quien el caminante muchas veces
Con grandes voces llama de cuquillo.
Acron Helenio en este lugar de Horacio lo declara á
guisa de intérprete: «.Hoc autem ipsa renovímus^quodvia-
tores^ s¿epe vendimiatores^ agant convitiis cum transierint^
et illi respondeant ita aut cuculos illos apellent quasi Pi-
gros.y>
Lo que más me admiró es hallar esta grita en Aris-
thóphanes, que escribió antes que Platón. i\.quel poeta,
en la comedia Ranas:
Et apreendentes quisque 'verbum proferas.
Ñeque e manu mitatis priusquam clamitem
Cuculí tnore: Cu, cu.
Otra vez el mismo Aristóphanes, en la comedia
Jves:
AUgipti autem et phanices cuculus rex erat,
Et quando cuculus dixise cu, cu, tune phanices omnes
Frumenta et hordea in campis mate'vant;
Hoc erat illud'verbum 'vere cucii herniosi in Campum.
Parece haber tomado de esta grita ó celéuma de ca-
— 221 —
minantes la metáfora el profeta Jeremías, en el capí-
tulo XXV, según la versión de los setenta intérpretes:
<(Verbum respondivit superlotum suum set illi quato vi-
de mi atores respondebant.»
Mas esto es meter la hoz en mies ajena; contenté-
monos con apuntar el intento.
D, Diego. ¿Por qué, siendo el cuquillo ave de
tan mala naturaleza que se come los huevos ajenos y
supone los suyos para que otras aves los crien, llaman á
quien padece adulterio cu^ cu, habiendo de llamarse á
quien le pone los huevos, que ese es el verdadero cu-
quillo?
D. Fern. El mundo juzga siempre al revés. An-
tiguamente denostaban con nombre de cuquillo á los
malos maridos, como la otra buena mujer que halló al
suyo en un torpe hecho. In Asinaria Plauti:
At etiufn cuhat cuculus: surge amatar,
I domiinu
Aún empolla los huevos el cuquillo;
Levántese, galán, y vaya á casa.
Y en la misma Fábula^ á este intento:
Cano capite cuculum, uxor ex lustris rapit .
Al viejo verde, cuquillo
Lleno ya todo de canas,
Sin vergüenza su mujer
Por la mancebía lo arrastra.
A los habladores importunos llamaban también cu-
quillos: así le llamó Lycophron á Ayax en su Alexan-
dra; y Aristóphanes, en la comedia Acarnanibus:
— 222 —
Suo crearunt me sufragio tres
Cuculí: ac pro inde hoc execratus inii
Fadus.
D. Ped. No sé cómo afrenta tanto V. m. al cu-
quillo, pues en verdad que dice Pausanias, lib. V Elia-
corum, que en el templo de Juno, en Cuboca, estaba esta
diosa con una granada en la mano, y en la otra un cu-
quillo, y da la razón: que Júpiter, enamorando á Juno,
se volvió en este pajarito tan donoso; Juno, viendo que
se le venía á la mano, como niña amiga de pajaritos, lo
cogió, y él á mi fée, á la noche remaneció Júpiter.
D. Fern. Ahí verá V. m. quién era Juno, pues
antes que se casara con su marido ya lo tenía hecho á
cuquillo. Mas por cosa notable, referiré á V. ms. lo que
cuenta A miaño Marcelino de unos muchachos españo-
les. Tenían costumbre en España cuando entraban luz
en algún aposento, como ahora solemos decir «Loado
sea Jesucristo,» ó «Buenas noches dé Dios á V. ms.,»
de decir «Venzamos,» como gente tan guerrera. Esta
era su mayor gloria y á esto se enseñaban. Los mucha-
chos españoles, entrando con luz donde estaban unos
soldados romanos, dijeron aquellas palabras: uno de
ellos, no sabiendo la costumbre, interpretando siniestra-
mente como que les diesen grita, ó por ventura que era
señal de alguna traición, desnudando la espada, mató á
su huésped con toda la desdichada familia. Asi cuenta
esto Amiano, cuyas palabras son: «dúo tempore in His-
pania contigit^ ut lumem pueris sub noctem inferentibus,
at que pro more funde ^ manavitut illatis luminibus ínter se
salutem in Hispania dicentibus^ vincamus: Romanus qui-
— 223 —
dam verba puerorum crudeliter interpretatas^ districto
gladio hospitem cum familia jugulavit.»
Lo mismo refiere Juan Mariana, lib. IV, cap. XVII.
Refiero de buena gana este caso, porque nó todas
veces es segura cosa dar grita, y se han visto muchas
desgracias, porque nó todos los hombres son de un hu-
mor, ni todos los tiempos unos.
§. 111.
Otras burlas señalando con las manos^ y poner nombres.
No se contenta la malicia humana para el cumpli-
miento de sus antojos con aprovecharse de la lengua, y
con ella significar y decir oprobios á su hermano, ya en
burlas, y lo que peor es, ya de veras; sino que también
se vale de las manos y otras gesticulaciones del cuerpo
para este fin. A este género de burla llamaron los lati-
nos sanna. Persio, en la Sátira I, pone en tres versos
tres especies de ella:
o sane a tergo cum jnilla sicoma pinxlt ,
Nec manus aurículas imitata est nonjilis albas,
Nec lingua tamtum sitiat canis Apules quantum.
Al primer modo de esta burla llamaban Cigüeña.,
que era levantar la mano encorvada, moviendo el dedo
índice. La segunda era poniendo las manos en las orejas,
imitando las del asno, de que motejaban á aquel con
quien se burlaban. La tercera era sacar la lengua como
-— 224 —
perro sediento, para dar á entender lo poco que estima-
ban al burlado. Hesiodo y sus intérpretes se acuerdan
de esta costumbre, y Juan Izetez, cuyas palabras refiere
en este lugar Isaaco Casaubono. El glorioso San Geróni-
mo refiere al monje rústico, que no crea á sus aduladores,
porque por detrás le han de hacer tales escarnios como
burladores, quede él se habian de reir: «.Ne credas adu-
latoribus tuis, imo irrisioribus aures ne libenter acomodes
qui cum te adulationibus foverint^ et quodam ?nodo inpo-
tem mentís efecerint, si súbito respexeris^ aut ciconiam
post te deprehendes colla curbari^ aut manus aurículas
agitari asini^ aut ¿es tuautem canis protendi linguam.y>
Algo de esto tocó el mismo santo varón sobre So-
phonias: «Ciui si scirent holdamviris tacentibus prophe-
tassCy quam fost tergam meum incurvarent in Ciconiam.»
Suelen también torcer las narices, volviéndolas á un
lado con el dedo. Acredita su antiguo uso Apuleyo, VIH
Miles.: iiSed post quam non cervam pro virgine^ sed asi-
numpro homine succidam^ cum videre nare detorta magis-
trum suum varié cavillabantur.»
El darse higas y formar la mano imitando el príapo^
no le costó menos que la vida á C. Calígula, burlándose
con Cayo Cherea, á quien pidiéndole el nombre le soüa
dar á Venus, y cuando le pedia la mano para besársela
le ponia en aquella deshonesta figura. Suetonio: «Jam
ut molem et ef^eniinatum^ omni probo dono tare consveverat.^
et modo signum petenti Priapum aut Venerem modo ex
aliqua causa egenti gratias^ osculandam manum offerre
com motam efformatamque in obscenum modum.>
Solian también, como ahora, levantar el dedo de en-
— 225 —
medio, bajando los demás. Marcial, lib. II, Epig, VIII:
Rideto muhum qui te, Sextille, Cynedum
Dixerit, et digitum ;porrtgito médium.
Ríete, Sextillo, mucho
Del que Cynedo te llama;
Y para burlarte de él^
El dedo medio levanta.
Ju venal;
Cum fortuna ipse minad
Mandaret, laqueum medicumque ostenderet unguem.
Por esta causa, y por su torpe uso, le llaman á este
dedo desvergonzado. Marcial:
Oscendi digitum: sed impudicum
Alclionti, Dasioque, Simachoque .
Persio le llama infame:
frontem que atque 'vada labella,
Itrfami digito, et lustralibiis ante salibis
Expiat.
Reprueba Nuestro Señor estas burlas, y da á enten-
der lo poco que le agradan por Isaías, en el cap. LVIII:
«Si abstulerís demedio tricathenam^ et desieris extendere
digitum et loqui quodnoíi -prodest.-d
El señor San Gerónimo entiende que aquella frase
extendere digitum es el oprobio de que vamos hablando,
y con esta opinión pasan Lira, Estrabon y el padre Mar-
tin Antonio del Rio en los Adagiales Sagrados., fol. 406.
Lo mismo quiso significar San Isidoro cuando, hablan-
do de los dedos de las manos, llegando al tercero, dice:
^Tertius impudicus, qui per cum probra insectatio expri-
mitur,»
— 226 —
No paran aquí las triscas de la mano; que la misma,
encorvada sobre el rostro, como los que miran algo á
lo lejos, moteja de bubo. Atheneo, lib. XIV, cap. XII:
^Bubo figura qu<!edam prospicientium^ summanque manum
sufra faciem curbancium . »
Efectos de las burlas es ponerse nombres postizos,
que muchos duran toda la vida, y son más conocidos
por ellos sus dueños que por los que les pusieron en la
pila de baptismo; que tanto como esto puede la mali-
cia de los hombres, inclinada siempre á lo peor; y como
el mundo siempre ha sido uno, siempre ha tenido esta
mala costumbre, y dura muchos siglos. Demóstenes, en
la oración que hizo contra Cenon, depone de ella por
estas palabras: «.In priínis igitur, dicam vobis ea per qu¿e
tum audiore a contumelia et iis qu¿efacta sunt abducía, et
dictum mullos es se in urbe, honestorum virorum filies, qui
ludibriis causa homines adolecentes varia sibí mutuo cog-
nomina fecerint, atque alios meretriculas.»
Este agravio que él culpa en los otros lo experimiCn-
tó en sí mismo, pues los muchachos le pusieron á él por
nombre postizo Batulo, por ser cuando muchacho flaco
y enfermizo. Así lo dice Plutarco en su vida: «Unde
cognomem probrosum Batulum, deridentibus corporis ejus
debilitatem pueris dicitur imbenisse.»
Pirro, rey de los epi rotas, se llamó así porque los
muchachos se lo pusieron: «Hic etiam puerili, cognomine
dictus est Pyrrus.»
El nombre que en el dia lústrico le pusieron á
Achiles fué, según Apolodoro, Lingiron; después le lla-
maron Achiles, que quiere decir el que se cria sin pan.
— 227 —
Celio Rodiginio, Lect. Anüquar.^ lib. XXIV, c. VI.
Aquel espanto de Anníbal y único remedio del pueblo
romano, Quinto Fabio Máximo, por su mansedumbre
y silencio cuando muchacho, y por la gravedad de sus
costumbres, le pusieron los muchachos Ovejita. Plutar-
co, in Fabio: «Ovicula puer di c tus est^ ex mansuetis et
gravibus mor i bus, quippe sedattus ejus ingenium, et taci-
t umitas magnaque in fruendis puerilibus delectationibus
íarditas, ac labor in percipiendis literis,y> etc.
Homero, en el lib. XVIII de la Odisea, dice que
Tro, aquel pobre que quiso competir con Ulises, se lla-
maba de su nombre propio Arneo, y porque hacía man-
dadillos le pusieron Tro.
Arneus autem nomine eral; hoc enim imposuit 'veneranda mater.
Sluoniam nunciat defere'vat prqfectus quando aliquis juhebat.
Ergacilo Paracito, en Plauto, acredita buena parte
de esta costumbre: «Inventus indidit nomen, scorto mihi
eo quia invocatus soleo esse in convivio. >
Cayo Calígula, con ser hijo de un varón principalí-
simo y muy querido del ejército romano, por haberse
criado con hábito manipular entre los soldados, le lla-
maron Calígula, que es como si dijésemos Calzilla: «Ca-
ligul¿e cognomen Castrensii joco tra^út, quia manipulario
habitu Ínter milites educabatur.»
Lucio Apuleyo acreditó la misma costumbre; IX
Milessias: «Nostri qu¿endam bar bar um nostr^e civitaíis
Decurionem, quem scorpionem pr¿e morum acritudine vu¡-
gus apellat.»
228
§. IV
Otros juegos que trae Julio Pólux.
D. Ped. Gomenzó V. m. á decir el otro dia algu-
nos juegos que Julio Pólux trae en el Onomástico^ libro
VII, cap. IX, y con otros que se han ofrecido interrum-
pió V. m. los de aquel autor; y aunque no nos pesa de
haber oido lo que V. m. ha dicho, deseo ver ya lo que
dice, porque oigo con summo gusto las curiosidades
que suelen traer estos autores.
D. Fern. Nó sin mucha razón dijo Horacio:
'VOS exemplaria gneca
Nocturna ^vérsate manu, 'vérsate diurna.
No he hallado en ningún autor tantos juegos ó lu-
ciones pueriles juntas como en Pólux, y yo no diré todos
lósque él escribió, porque algunos están ya tan fuera
del uso, que apenas los puedo entender; y aun para los
que de presente se usan habré menester la interpreta-
ción dfe nuestro Pedro Triba, Melchor.
Melch. Juegue limpio V. m., ó ¡por Dios! que
me ponga en lo del Rey.
D. Fern. No se enoje V. m., señor Melchor, que
enlamarle á V. m. Pedro Triba es decirle que es maes-
tro de estos juegos, en lenguaje gregüesco.
Melch. Ahora, señor, gregüesco y Pedro Triba
todo ello me güele muy mal; pero pase.
— 229 —
D. Fern. Nuestro autor dice que habia un juego
que hacían con las codornices, en esta forma: señalaban
un círculo en el suelo, y allí metían dos codornices á que
riñesen, y la que echaba á la otra del círculo quedaba
vencida, y también su dueño, que perdia ó la codorliiz
ó el dinero que ponían. Otras veces metian una codor-
niz, y el que jugaba con el dueño de ella dábale un papi-
rote y arrancábale una pluma de la cabeza; si la codor-
niz huia perdia el dueño, y si estaba queda vencia y
ganaba la codorniz ó el dinero: «Verum et cothurniceni
ferire ludus est, circuios enim describentes, cothurnices ad
pugnas mutuas constituebant^ eversa vero circuloque exen-
des vincebatur^ et ipsa et cothurnices domines^ et non nun-
quam quidem pro ipsis ludebatur, non nunquam pro pecu-
nia. Est non nunquam cum hic quidem constituit cothur-
nisem: Ule medio fieri digito deinde capite pennam evellit^
et si coturnix induraverit, victoria penes ejus nutriotorem
est: concedente vero ea et fugiente.feriens aut evelens
vincit. »
También trae este juego Suidas, con la voz lpxvvw,ma.
Alguna vez he visto reñir dos gallos y maltratarse
el uno al otro hasta que el uno huye.
D. Diego. Yo he oido decir que en algunas pro-
vincias es eso como acá las fiestas de toros, y en Grecia
é Italia se usó mucho antiguamente; y aun en España
debió ser más frecuente que ahora. Aun todavía deci-
mos cuando dos contienden sobre alguna cosa: (< Fulano
es mi gallo,)» porque aquel que tenemos por más valien-
te entendemos que saldrá con la victoria.
D. Fern. Es esto tanta verdad, que los dos hijos
— 230 —
de Severo Augusto, Baciano y Geta, comenzaron sus
disgustos y competencias de la de este juego de gallos y
codornices. Así lo cuenta Herodiano en el lib. III:
«Interque se fratres disidevant puerili ■primum certamine
c¿edendis coturni^ cuturnicum pugnis quelina^ eorumque
conflictibus ac puerorum colluct aliones exorta discordia.»
Luego pone nuestro texto una nómina de muchos
juegos, que explica refiriendo cada uno de por sí. El
que pone en primer lugar, si no le llamamos el rey de
los juegos, por lo menos le llamaremos el juego del rey.
Llámase en griego Basilinda. El lugar de Pólux de in-
terpretación de Ruderijo Gualtero dice de esta manera:
iiRegius staque est cum sorte dispositis, Rex quod facien-
dam est pr¿ecipit: qui vero famulus sorte jactus est omnia
peragit.»
Dice que se disponen los muchachos por suerte, cada
uno en el lugar que le cabe; el rey manda lo que se ha
de hacer, y á el que le cabe la suerte de ser criado hace
todo lo que le manda.
Melch. Ese juego también llaman hoy dia del
Rey, y lo es aquel á quien le cabe la suerte, la cual se ha-
cía á Castilla y León, ó Pares y NTones; el que es rey
manda á cada uno de los otros lo que quiere por su an-
tojo. Si le manda que se desnude, al punto se desnuda
en pelota; que lleve á cuestas una piedra, la lleva; si
quiere que cante ó baile, ha de cantar ó bailar, aunque
no sepa.
D. Fern. Lo mismo dice, y con harta elegancia y
propiedad, Luciano en los Saturnales: <t.Vides nimirum
quam ingens sit bonum, quem admodum et illud cum tello
— 231 —
Víctor solus ómnibus Rex prajiceris^ ut non solum ipse non
feras uUa ridicula rerum, etiam ipse possi aliis imperare
huic, ut turpe quiddam de ipso vociferetur illi ut saltet
nudus^ ut que sublata in humeros tobicina ter Domum ob
ambulet. »
Á tal género de reino parece que miró Paulo Oro-
sio hablando del infelice Átalo, lib. Vil, cap. XLII:
«duid de infelicissimo Attalo loquar? cui occidi inter
tiranos honor mori lucrum fecit. In hoc Abaricum impera-
tore facto^ r efecto^ acdefecto, sitius his ómnibus factis pe-
ne quam dictis mimum risit, et ludum spectavit imperii. »
El bárbaro emperador Máximo, en la habla de Gor-
diano á los soldados, les dice: uNerum nequid magis ri-
diculum edexerim cartaginenses insaníum, atque sane in-
felisissimo^ et extremo jam atatis delirante dubium sua-
suan coactu quasi aliqua in pompa ludunt principatum.»
Era este mismo juego parecido al juego que llaman
de los Jueces, porque en él imitaba un tribunal, hacien-
do raaxistrados con sus protextas y litores. Séneca, en
el lib. De Constantia Sapientis^ hablando de la ambición
de los pretendientes, y catariberas: «Non ideo quidquam
inter illos puerosque interesse, quis dixerit quod illi inter
ipsos magistratus gerunt, et pretextam fascesque ut tri-
bunal imitantur. Hi eadem in campo foroque et in curia
ludunt.y>
Plutarco dice que en esto se entretenia Catón siendo
muchacho, y fingiendo acusaciones y reos condenados:
^Ludus erat juditia acusat iones damnatorum obduct io-
nes.»
A Rufino Crispino, hijo de la señora Popea y ente-
— 232 —
nado de Nerón, le costó la vida jugarlo, pues por ello,
sin otra causa, lo echaron en la mar. Suetonio, in Nerone:
nPrivignum Ruffinum, Popea natum^ impúber em aduc,
quia ferevatur Ducatus et imperta ludere, mergendiím
mar i dum piscare tur servís suis demandabit.»
Esparciano dice que el ordinario entretenimiento
de Alexandro Severo, siendo niño, fué jugar el juego
de los Jueces, llevando delante de sí lictores con sus se-
gures, y mucho acompañamiento de muchachos, y él
muy grave como juez: aln prima pueritia nuUum
alium ludum^ nisi ad judices exercuit, cum ipse prelaíis
facibus ac securibus ordine puerorum circunstante^ judi-
caret.f)
A este juego parece aludió Horacio cuando dijo de
la Fortuna:
sanjo leta negotio
Ludum insolentem, ludere pertinax
Transmutat incertos honores,
Nunc mlhi, nunc alii benigna.
Este juego, que los griegos y romanos tenian por
entretenimiento, tenian los persas por doctrina é ins-
trucción; y así, cuenta Xenofon en la Pedia de Ciro,
que siendo niño, se querelló ante él un muchacho de
que yendo por una calle, y llevando vestida una camisa
larga hasta los pies, se la quitó otro muchacho que era
más alto de cuerpo y tenía una camisa muy corta. Lla-
mado el reo y el actor, Ciro dio por sentencia que lo
hecho estaba justificado, y absolvió al reo, dando por
razón que habia hecho lo que estaba bien á entrambos,
pues al actor, que era chico de cuerpo, le estaba bien la
— ^33 —
camisa chica, y al largo la más larga; y al contrario, no
le estaba bien la camisa larga al que era chico de cuerpo.
El actor, agraviado, apeló para ante su ayo, el cual revo-
có su sentencia y reprehendió íi Ciro, porque el juez no
ha de mirar lo que está bien á cada una de las partes, si-
no lo que dispone la justicia, que es dar á cada uno lo
que es suyo.
Prosigue nuestro autor: «Ostracinda verOjCumfue-
ri lin¿e in medio ducta et divisi ínter se duas in partes:
h¿ec quidem extra textulam^ altera intra esse existimatur
mitente autem aliquo^ ad lineam testulam qu¿ecumque
pars superior fuerit^ hi ad illum festinantes et conversi
fugiunt. duicumque autem fugientium captus fuerít Asi-
ñus vocatur: hic vero testulam projiciens dicit Nox^ Dies;
interior enim ejus pars pile oblita est, qu¿e nocti respón-
dete vocatur autem tes tule y trasmutatio hoc ludí genus.y>
En castellano, para que Melchor lo entienda, dice:
que divididos los muchachos en dos bandas, hacian una
raya enmedio: á una de las bandas llamaban dentro de-
ja la texa, y á otra fuera de la texa; esta texa tomaba uno
y arrojábala á la raya. El que vencia partia corriendo, y
todos los de su banda con él, y daba tras de los de la
banda vencida, que iban huyendo: el que de estos era
cogido del que iba tras él le llamaban Asno, el cual to-
maba la texa y decia noche ó dia, porque por la parte de
adentro estaba empegada y correspotidia á la noche. Es-
te juego se llamaba Vuelta la teja^ y Platón, en Phedro^
hace memoria de él.
Melch. Tan en griego lo ha dejado V. m. como
antes estaba.
30
— 234 —
D. Fern. Hermano Melchor: yo os pongo el ca-
so á la letra; vos, como intérprete ó faraute, tenéis obli-
gación de ver qué juego de los que juegan ahora los
muchachos parece á el que se ha dicho.
Melch. Ese juego tiene algunas cosas parecidas
al juego que llaman Daca la china, que es de esta mane-
ra: hacen los muchachos una raya, y dividiéndose en dos
bandas, uno toma una tejuela y mójala en saliva, arro-
jándola en alto, diciendo: «¿Vino ó pan?» Responde el
otro: «Vino, que Dios dará pan, ó pan, que Dios dará
vino.» El que acierta queda hecho rey ó capitán de
aquella banda; y dispuestos los muchachos, sentados en
el suelo, cada uno pide que le den la tejuela. El capitán
de todos la da á quien le parece, tan disimuladamente
que no lo puede echar de ver el otro capitán su contra-
rio, el cual anda tentando las orejas á los muchachos,
para ver si por alguna señal puede echar de ver quién
tiene la tejuela ó la china. Si acierta con ella, se la lleva
á su banda; si no, van saltando los de esta banda que
tiene la china, hasta que lleguen á aquella raya. En to-
cando en ella huyen los vencidos. Los vencedores van
tras de ellos persiguiéndolos; si cogen alguno, el que lo
coge le llama Asno, y se le pone á cuestas y lo ha de traer
hasta aquella raya.
D. Diego. Muchas cosas tiene parecidas ese juego
al que dice el Sr. D. Fernando.
D. Fern. No es necesario que convenga en todas
las ceremonias, porque la variedad de los tiempos y la
que naturalmente tienen los muchachos jugando los
juegos puede haberle dado alguna diferencia, quedan-
— '^3S —
dose el mismo juego en sustancia: y esto sea doctrina
general para todos los juegos, y baste advertirlo una vez.
Pasa adelante: «Dielcistinda vero^ plerumque in pa-
lestris luditur, verum lamen etiam alibi: diia autem
sunt puerorum partes alii trahentes alio: si que ad aliam
partem transmigrante penes illam victoria est. »
Dielcistinda es un juego que se suele jugar en la pa-
lestra y en otras partes: hay en él dos bandas de mucha-
chos que los unos procuran traer á los otros cada uno á
su banda; esto se entiende asiéndose fuertemente de las
manos: la parte que lleva á la otra queda vencedora.
Melch. Ese juego se llama Hurta la ropa. Pó-
nense los muchachos en dos bandas, con una raya en
medio; ásense de las manos, diciendo gurrimaco; el
que más puede cautiva al otro y lo lleva á su banda.
Lo mismo hacen en un juego que llaman Sonsoluna,
teniendo la sombra unos y otros la luna por jurisdicción,
y andan diciendo Sonsoluna.
D. Fern. y aun las palabras de ese juego tienen
rastro de la lengua latina, que es señal de que lo juga-
ban en tiempo de romanos, pues todavía permanece la
forma: Sum sub luna. Más á nuestro intento habla Pla-
tón en el Phaeton^ expresando el juego Dielcistinda pere-
grinamente: «Paulatim enim procedentes in médium am-
borum ignoranter cecidimus: ex nisi aliquo modo nos met
ipsos defendentes coadamus^ panas luemus per inde, atque
illiqui in contraria distrauntur.»
A esta contienda y juego pareció aludió Valerio
Flaco, VI Argonaut.:
Talis utri?nque labos, rapt ataque limite in arelo
— 236 —
Membra ruiri miseranda jneaiit, hi tendere contra,
Hi contra, alternceque 'virum ?ton cederé dextra.
Al dicho se sigue Misinda: uMisinda vero connivens
voces ohservat^ et quecunqiie suffugentium arripuerit, sta-
tim hunc connivere cogit, et conniventem oculatos casu in-
venire sique quis connivens atingut, aut aliquid pr^mos-
tret divinatur num adeptus sit.»
Hasta aquí nuestro texto, el cual es dificultoso,
porque á mi parecer casi en todos los juegos no dice
ninguno más que en suma, dejando muchas circunstan-
cias como cosa entonces sabida. Lo que yo entiendo del
presente es que Miscinda se llamaba eljuego en el cual se
poniaunocon los ojos vendados, haciendo que no veia;
escuchaba, empero, las voces de los que jugaban con él;
si cogia á alguno lo ponia en su lugar para que hiciese
otro tanto.
Melch. Hasta hoy es el juego Adivina quién te
dio y que así le llaman.
D. Ped. Si no decis cómo es, no podemos decir si
acertáis.
Melch. Es de esta manera: pónese un muchacho
los ojos cerrados; los otros andan alrededor, dándole
pellizcos, diciendo: «Adivina quién te dio, la madre
que te parió;» el que está puesto escucha las voces dón-
de suenan, y atinando por ellas, si coge á alguno le pone
en su lugar.
D. Fern. Muy bien habéis dicho hasta ahí; mas en
nuestro autor el mismo juego se continúa de modo que
el que de nuevo se ponia, cerrados los ojos, buscaba á
los que se habian ido á esconder, y si llegaba á donde
— 237 —
estaba alguno escondido, ó se lo mostraba alguno, habia
de acreditar quién era.
Melch. Ese es otro juego de por sí, al cual lla-
man el Esconder.
D. Fern. No nos lo esconda V. m.
Melch. Pónese un muchacho cerrados los ojos;
los otros muchachos van llegando á él, diciendo: «¿Qué
tiene en el pié?» Responde: «Un ascua.» Y el otro dice:
«Pues no se te quita hasta la Pascua.» Dicho esto se va
á esconder; después de todos escondidos, va el tal mu-
chacho buscándolos, diciendo: «¿Hay galgos?» Y respon-
de cada uno desde donde está escondido: «Galgos hay
en el pajar.» Si por la voz conoce y coge á alguno, lo ha
de llevar á cuestas, y pónese en su lugar.
D. Fern. Ahora estará el Sr. Melchor conten-
to, que viene la Olla.
Melch. Nunca viene á mal tiempo, si ya no vie-
ne en relación, como yo sospecho.
D. Fern. Como nos la dejó guisada Julio Pólux,
que dice así: «Chitindra ollaricus ludus^senus quidem in
medio residit^ et olla vocatur: allii vero vellunt aut cir-
cumtrahunt aut etiam ververant circumcurrentes sea ab
ipso comberso deprehensus^ ejus loco residet.»
El juego llamado Chitrinda ó de la Olla, Pónese
uno en medio sentado, que se llama la Olla; los otros le
andan alrededor pellizcando, trayéndolo á la redonda y
dándole golpes; si él coge á alguno, lo pone en su lugar.
Melch. En todo ese juego no tengo que poner ni
quitar, porque es el mismo que se suele jugar ahora, y
se llama la Olla,
— 238 -
D. Fern. Pues el mismo se jugaba en otra forma:
<Estque non nunquam ut quis capí ti oüam, sinistraí te-
neat manu in circulo abambulans. Hi vero ipsum feriunt
interrogantes quis ollam? et Ule respondet: Ego Midas:
quemcumque vero contingerit pede^ hic pro ea cum olla
circum iit.»
Pónese algunas veces uno en la cabeza una olla, y
teniéndola con la mano siniestra, anda alrededor; los
otros le dan golpes, preguntando «¿Quién tiene la olla?,»
y responde él: «Yo, Midas.» Si toca alguno con el pié,
lo pone con la misma olla, para que ande á la redonda.
Melch. El mismo se usa hoy, y le llaman la Olla,
mas también le llaman Siembro y aviso.
D. Ped. Decid ese juego, que no me acuerdo el
haberlo oído.
Melch. Es muy conocido, y juégase así: hacen
una raya redonda, y el que le toca ser la olla pone en
medio de aquel círculo un sombrero, diciendo: «Siem-
bro y aviso, pan y paniso. Si no hay quien lo coma, có-
malo Mahoma.» Los otros andan alrededor por ver si
le pueden coger el sombrero, y llevarlo á coces. Si él le
toca con el pié á alguno, lo pone en su lugar.
D. Fern. El que llama nuestro texto Cinetinda,
dicelo refiere Grates en sus juegos. La sustancia de él
era besarse y abrazarse. «Sed Cynetinda a Ruveev, quod
osculari est nomen sumpsit^ quod sestari videtur Grates
in ludis^ sed f ere de plerisque in ea fábula idem poeta di-
servit.»
Esto dice Pólux que era haber de ser los que juga-
ban muy grandes amigos. Por cosa nueva lo vende Le-
- 239 —
lio Biscibla, lib. VII, cap. XÍII, Horat subses, y dice lo
jugaban las mujeres, sus inventores. Jugaban al princi-
pio de la Primavera y coronaban de flores al que más
suavemente besaba. Sus palabras son: «Observandum
novum genus liidi, sive certaminis a Magarensibus insti-
tuti: hoc est puerorum osculis de certantium sub initium
veris: premium erat ejus qui suavius osculum inperssiset
cor olla ex flor i bus. y^
Con algunas más ceremonias se debia hacer el juego
amatorio que llamaban Cotabo, de que habla Atheneo,
lib. XV, cap. I, y dice así, trayéndolo de Eubolo:
Sífamincs adñorent liceret.
Tempore saltare noctis; <vobÍ5 ego,
Tum mala niciterium, tres tenias
Novemque addentur Hits oscula.
Lícito es bailar, si hay damas.
Todo el tiempo de la noche:
Yo por premio de victoria
Prometo á los vencedores
Manzanas á cada uno,
Y á cada uno tres cordones,
Y que le dé nueve besos
A la que le hace amores,
D. Ped. Ese juego viene á ser alguna especie de
sarao algo más licencioso que los nuestros: pero yo me
acuerdo haber visto jugar un juego amatorio, y ridículo
juntamente, sorteando el abrazarse con unos cabos de
cintas de que cada uno de los circunstantes, que ordina-
riamente son hombres y mujeres, ó mujeres solas, se ase;
y aquellos que salen asidos de una cinta se abra-
— 240 —
zan, y si son ambos varones hay mucha risa, y si varón
y hembra se abrazan y quedan compadres, de donde
tomó el nombre el juego.
D. Fern. El mismo se solia sortear con dados, y
por las suertes se conocian los que se querían bien.
Propercio, lib. III:
Sit sors, et no-vis talorum interprete jactu,
Quem grwvibus petinis verheret Ule fuer.
D. Diego.
fecimus et nos
Hac jwvenes .
D. Fern.
Esto desistí netnpe nec ultra,
To'visti error em brevi sit quod turpiter audes.
Más varonil es el que se sigue en nuestro texto:
«Acinetinda autem contentio erat^ quis sese immoviliter^
stando substineret.»
Asinetinda dice que era una porfía de estar en pié
sin moverse de un lugar. Éste no es tanto juego, como
apuesta que suelen hacer soldados y mozos robustos.
Habla de ella Galeno, libro II Be Sanitate tuenda. Mer-
curial, en la Gymnástica^ lib. III, cap. III, aunque no
alega al señor San Isidoro, que habla expresamente de
este ejercicio como uno de los tres agonísticos en el li-
bro XVIII, cap. XX Etimolog.: Agonum genera fiiisse:
Immensitas virium: Cursus coleritas: Standi pacientia.»
Fué también pena de los soldados que no hacian
con puntualidad lo que sus capitanes les mandaban.
Más usado es el que ahora viene, Schemphilianda: «In
circulo sedetur unus auteni fuña hahens^ clam apud ali-
- 241 -
quem deponit. Si vero Ule apud quem jaceat ignoraverit^
circulum circum currens vapulat. Si vero deprehenderit
curre nt e?n fugat ververibus.y>
La forma del juego llamado Schenophilinda es:
siéntanse los muchachos en rueda; uno que tiene un cin-
to ó cordel, se lo pone á escondidas á el que quiere; si
éste no lo siente, el que se lo puso da tras él alrededor
de la rueda dando de azotazos, mas si el tal siente ó co-
ge el cinto que le han puesto, da tras del que se lo puso.
Melch. Ese juego se suele hacer con un zapato,
y se suele hacer también con un cinto, y le llaman Es-
conde la cinta; aunque también se suele jugar de otra
manera.
%■ V
Llevar el gato al agua, y otros juegos.
D. Fern. Pasa nuestro autor aun juego muy co-
nocido, y que para su inteligencia no sería necesario
nuestro intérprete. Llamáronle los griegos l.Tio(.TÁpGci\ \os
\?iimQs funis contentiosus; los españoles le llamamos Lle-
var el gato al agua^ que viene á ser proverbio del que
vence al otro en contienda. Su difinicion es ésta: (i<Sca-
perda trabem in medio stabilium perforantes, per fora-
men autem funis tractus est, cui utrinque unos alligatur;
non trabem adspiciens, sed adversus: quicumque vero alte-
rum vietraxerit, ut intrabis summitatem perveniat, hic
— 242 —
vincere putatur et hoc scarpedam trahere vocitant^ non
nunquam duoterga invicem prabentes trahunty uno alli-
gati vinculo.»
Fijaban enmedio un madero horadado por arriba; por
allí metian una soga; á cada cabo de ella se ataba uno y,
vueltas las espaldas, tiraba el uno en contra del otro has-
ta que el que más podía subia al otro á lo alto del made-
ro. Tal vez se hacía esto sin poner palo, sino tan sola-
mente atándose con una soga y tirando cada uno para
arrastrar al otro. Hasta aquí nuestro texto.
Melch. Ese es juego muy usado, aunque yo no
lo he visto jugar, poniendo un palo enmedio, sino en
su lugar una tiranta ó viga de las casas donde se suele
hacer; y el que tira más da con el otro en la viga con
mucha risa de los que lo miran. Otras veces lo hacen
sin echar la soga por la tiranta ó viga, sino en el suelo,
cerca de algún charco ó lodo; y porque el que más pue-
de lleva al otro yendo á gatas para echarlo en el agua, le
llaman Llevar el gato al agua.
D. Fern. Tenéis razón y sois hombre advertido,
mas nuestro juego también lo advirtió Aristóteles, y
le llama A'vaaastvorra^orr/.oy. Tráelo Cicerón proverbial-
mente en muchos lugares, y el buen viejo Septimio.
Clemente Tertuliano es muy frecuente en usurpar esta
metáphora en el libro de la Resurrección de la carne:
«Nolo nunc contentiose fuñe dusere hac an illa hominem
perditu depostulet.
Y en ellib, IV, contra Marcion: nDe titulo quoque
funis ducendus est contentionis pari nisu hiño fluctuan-
tes.y>
— 243 —
Y en el libro que escribió contra losjudíos: ((.Alter-
nis vicibus contentioso fuñe ut erque diem in vesperam tr¿e-
runt.y>
Horacio se valió de la misma traslación en el libro
III, 6"^/. II:
Inijitiis tanto le'vius muer ac prior Ule
Qui ja?n co7itento jam laxo f une labor at.
Tanto en los vicios menos miserable
Y mejor es aquel que ya da larga,
Y ya acorta la rienda á su trabajo.
Imitóle Persio donde dijo:
Jam nunc adtringas, jam nimc granarla liixes.
Y en otra parte:
Sua dederat siipra repeto funemqiie r educo.
Casaubono en este lugar siente que habla de este
juego, aunque otros comentadores entienden que es otro
en el cual los muchachos atan alguna raposa ó otro ani-
malejo, y lo sueltan ó fingen que lo sueltan, y cuando
se piensa libre se halla atado y volcado de su prisa en
huir y de la cuerda á que estaba asido. Nonno Panopo-
lita, en el lib. XXXVII. Dionisiacon parece alude á él
en tales versos:
hi'vicem tr alientes alternatim fuñe manum
Ventre medio ele^uabit per altigradas 'vias
Summo stringentes: erat <vero circum cursans 'vir
Utrum circum -volutujn ducens alteri jugo.
Tremare trahens tractusque
Andaban arrastrándose uno á otro
A veces, y con sogas el vientre atado,
Hasta que el uno al otro levantaba
Por caminos muy altos apretado.
— 244 —
Allí vi andar un hombre á la redonda
Trayendo á otro que como él temblaba,
Siendo arrastrado el mismo que arrastraba.
Jano Grutero,/« SuspitionibuSy hablando de este jue-
go, entiende que habla de él Platón en el Penulo^ y lo
describe así: <Erat etiam similis ludum puerorum qui
ducevat sparteam ressim et tandiu trahebant^ doñee aut
rum-perent^aut alteruter omissa funis prehencione innates
caderet.y>
Aludit Plautus in Penulo:
¿Jam tenetis? Si tenetis diicite
Cave dirumpatis.
Dice que al mismo juego llamaban Certam dueere.
«Adit submanum in Plauti Penulo^ pág. 855: ubi multa
novis tamem pr¿eter rem.»
Suelen también contender los mozos de otra mane-
ra. Clavan una soga en la pared, bien alta del suelo, y
asiéndola, suben poniendo los pies en la pared todo lo
que puede alcanzar su fuerza, y suelen caer con mucha
risa de los circunstantes. A este juego aludió Plinio el
más mozo en el lib. IX, Epist. ad Lupercum: * Vides
qui funem in summa mituntur quantos solent exitare cla-
mores cum jam^ jam casuri videntur.»
De este género de ejercicio y juego habló Galeno,
II De Sanitat. Luem.: iiPr¿eterea si quis per funem ma-
nibus aprehensum scandat^ sicuti in palestra pueros exer-
cent qui eos ad rafur preparant.»
De la porfía de este juego salió nuestro usado refrán
poner pies en pared, por porfiar y defender bien una
cosa tenazmente. Suelen también subir por la pared
— 245 —
arriba sin soga, y aquel vence que más alto dio en la
pared con la punta del pié. Esta contienda le costó la
vida á nuestro García de Paredes, y á quien no pudie-
ron tantos ejércitos armados mató un juego de mu-
chachos.
Melch. Yo pienso que éstos me han de matar
también á mí si duran mucho.
D. Diego. Tú tienes tan poco entendimiento, que
no gustas de lo que cualquiera hombre discreto y sabio
gustara mucho.
D. Fern. Tened paciencia por un par de dias,
pues estos señores la tienen para oir estas niñerías.
D. Diego. No tenemos que responder á esto sino
lo que dice Flinio en la Epístola á Fausto: «Lusus vo-
cantur, sedhilusus non minorem ínter dum gloriam conse-
cuuntur quam seria.»
D. Fern. Ahora, señores, mucho me da que pen-
sar Melchor; pero ahora pensemos lo que dice Pólux
tras lo dicho: «In Aphetinda autem ut conivere licet
oportte but testulam in circulum demitemtem sic moderarte
ut in circulo consisteret.»
Dice hacían un circulo en el suelo, y luego tiraba
uno una teja al tal círculo, con tal moderación que que-
dase dentro de él.
Melch. Ya hemos dicho de ese juego que se lla-
ma la Rayuela; juéganlo con cuartos ó monedas gruesas
antiguas: y si es con almendras, en lugar del círculo ha-
cen un hoyuelo redondo, y si las almendras quedasen den-
tro ganan, ó cuando entran pares, y si son nones ó no
entra almendra ninguna en el hoyuelo pierden.
— 246 —
D. Fern. Dice luego: «.Streptinda porro testulam
aut numisma in tabula jacens desuper injecta alia iestula
aut numismate^ convertevant.»
Dice que ponian encima de la mesa tendida una te-
juela ó moneda, y luego dejaban caer sobre ella otra
moneda ó teja para hacerla volver del otro lado.
Melch. Ese es el juego de la Apatusca. Ponen
una moneda, ó muchas una sobre otras, y luego tiran
á volverlas; si las vuelven ganan, y si no las vuelven
pierden las que quedan por volver, ó á lo menos, tira
otro muchacho.
D. Fern. Dice luego Pólux: <!.Sed Pleystovolinda
non, tesar arum modo sed Astragalorum est de majoris nu-
meri jactu.y>
Dice que Pleistobolinda era un juego, que ganaba á
él quien jugando con los dados ó con las tabas echaba
mayor número.
D. Diego. Ese juego se juega hoy con unas pie-
zas de hueso como dados, con sus puntos desde uno
hasta seis, y el que echa mayor número gana. Llámase
este juego de las Harinillas.
D. Fern. Luego viene Apodridascinda, con tal
descripción : « Caterum Apodridascinda est, hic quidem in
medio connivens considet, aut alius ejusdem cohivet oculos,
hi vero ocultantur ipso autem ad inquisitionem consur-
gente quemlibet oportet ipsum in locum suum fr¿evenire. »
Apodridascinda es ponerse uno enmedio, cerrados
los ojos ó tapados del otro, en tanto los muchachos se
van á esconder; en levantándose á buscarlos el que es-
taba sentado, los que estaban escondidos porque no los
— 247 —
coja vienen corriendo al puesto. No dice más nuestro
texto, y está claro que se deja algo por decir, pues no
dice qué pena tenía el que era cogido antes de llegar al
puesto.
Melch. Para eso está aquí Melchor. A ese juego
le llaman Sal^ salero. Es así: pónese una rueda de mu-
chachos, y uno enmedio; éste dice en alta voz, tenien-
do cerrados los ojos y andando á la redonda: Sarabuca
de rabo de cuca de acu candar, que ni sabe arar, ni fan
córner^ vete á esconder detrás de la puerta de San Miguel.
Donde para al decir esto, aquel muchacho sale y se va á
esconder, y así va repitiendo las mismas palabras y
echando á fuera muchachos hasta que se han ido todos.
Después los sale á buscar, diciendo: Sal, salero, vendrás
caballero en la muía de Pedro. Ellos procurarán salir de
donde están, y llegar primero al puesto, porque al que
puede coger lo hace que lo lleve á cuestas. Este es el jue-
go cumplidamente.
D. Fern. V. m,, señor Melchor, lo ha dicho muy
bien. Si supiese decirnos aquellas palabras qué signifi-
can, de Sarabuca de rabo de cuca, etc.
Melch. Señor, yo no sé decir más sino que ésta
es la algarabía de allende, que quien la habla no la sabe,
y quien la escucha no la entiende.
D. Ped. Esas palabras deben de ser como unas
que encontrará V. m. en el M. Catón, De re rustica^
cap. CLX: Motas, reta darles, dur darles, st atarles di-
sunapiter, ó por ventura eran tales los versos Sallares y
las precaciones de Numa Pompilio, que los mismos que
las decían no las entendían.
— 248 —
D. Fern. Dejémosle, pues, á los muchachos sus
Véráos, y prosigamos con nuestro buen viejo Pólux, que
dice: «£/ Chalsismus est, talis rectum numisma rotantes
oportet rotatam illud continuo digito sustinere. Quo ludí
genere inprimis Phrynem meretricem delectam esse tra-
dunt.y>
El juego llamado Calysmo es tal: rodar la moneda
derecha de canto, haciéndole dar muchas vueltas con el
dedo sin dejarla caer; y á este juego dice que jugaba
Phryne, meretriz, y que era su deleite. No es sólo nues-
tro autor el que dice esto, que también se acordó del
juego y de Phryne Plutarco en persona de Phsrectates,
en el libro De Música^ por estas palabras:
Fhryms pecuHarem imnñtens tiirbinem
Fketendo me et 'versando totu7!tperdidit.
El juego que ahora se sigue tras éste es así: ^Himan
telingmos si-ve inplüatorius duplicis lori lahyr'mthi^ in-
morem quídam est complicatio per quam opertet báculo
incerto dupUcaturam iangere, nisi enim lorum salvatar
irñplicatur loro vaculis, et hunc inserens victus est.»
Yo entiendo que este es el juego que llaman de la
Co7Tegüela, que los gitanos, amigos siempre de embus-
tes, juegan de ordinario. La sustancia de él es desatar
dos correas, á modo de un labyrinto, en un palo por don-
de entran y salen aquellas correas, que si no se saben, ó
aciertan, ó desenlazan, se van implicando ó enlazando
más á aquel palo, y el que no sabe desatarlas pierde. De
este juego habló Eustaquio en la Iliada de Homero:
«Duplicis lori obliqua circum actio;>^ que es lo mismo
que dice Julio Pólux. Este juego es muy semejante al
— 249 —
juego de P asa ^ pasa ^ ó Maese Corral, que los jugadores,
con tres cubiletes y unas pelotillas, juegan con tanta li-
gereza de manos que parece que se juntan todas tres pe-
lotillas en uno, estando cada una repartida en el suyo; y
hacen otras pruebas, que aun á los muy atentos admi-
ran, y les da gusto el ver los engaños de sus ojos. Séne-
ca, en la Epístola XLV, lo dijo así: «Siscita sine moxia
decipiuftt, qiiomodo pr¿etigiatorum ace tabula et calculi in-
quibus falasia ipsa delecta.y>
Juan Escobeo, en el Sermón LXXX, compara, dice
Arzelisao, á los dialécticos á estos embusteros jugadores
de manos, que engañan alegremente: «.Arzelisaus phi-
losofus ajebat dialécticos similes pr¿etigiatoribus calcula-
riis qui jucundi decifiunt.»
Estos se llaman circulatores, porque andan haciendo
gente de rueda en rueda y de ciudad en ciudad; y al-
gunos de ellos traen culebras grandes en el seno, que se
les enlazan en la garganta y por los brazos, y les llegan á
la boca, con lo cual admiran á las gentes del vulgo y
asombran tal vez los muchachos y las mujeres fáciles, y
les ocasionan olviden lo que llevan, para tomárselo. Cau-
teló tales bellaquerías el jurisconsulto Paulo en la ley
última De variis et extraor. crimin.: «.In circulatores
qui serpentes circumferuyit proponunt, si cui ob metum
eorum damnum datum est promodo admissi actio dabitur.»
Suelen traer éstos unas varillas, con que hacen sus
ilusiones, que llaman la varilla de las siete virtudes, y
me parece que veo algún rastro de ellas en el diálogo
de Luciano, de Apolo y Mercurio, donde hablando
Apolo con Vülcano le dice: «Ala tus quoque estat vir-
32
— 250 —
gam quandam apparuit mirificam potestatem et vim ha-
bentem.» Y responde Vulcano: «Copillam de di ipsi ut
esse quassi ludicrum.»
Un poeta, cuyo nombre no me acuerdo, dice clara-
mente esta costumbre antigua de la tal varilla.
Hancque tibi 'uirgam qualifelix atque he atas
Eficere dabo
Por eso la aplican los poetas á Mercurio, con que
hace lo que quiere engañando y adormeciendo los ojos
con ella, y haciendo que una cosa no parezca lo que es,
propio de embusteros. Homero, en el XXIV de la
Odisea:
Mercurius, autem animas Eyllimus e'voca'vit.
Virorum procorum tene<vat autem -virgam in manihus
Pulc/iram, aiirea?n kac hominu?n oculos mulcet quorufn vult.
Tales eran las varas de los magos de Egipto, imita-
dores falsos de la vara milagrosa del Santo Moisés, que
por virtud divina obraba maravillas verdaderas, no apa-
rentes y falsas como las de los que le querían imitar. De
esta casta de juegos es uno que hallo sólo en Ausonio,
en el Idilio XVII. Llámale Ostomachia. En suma, dice
que son huesezuelos que hacen catorce figuras geométri-
cas, porque son de lados iguales ó de tres rectángulos,
y oblicuos isóceles, ortogónicos, isopleutos y escalenos.
Juntando variamente estos huesezuelos salen mil especies
y figuras diferentes: ya un elefante, jabalí, ó ánsar que
va volando, un soldado, un cazador, y un perro de caza,
una torre, un cántaro, y otras cosas tales y tantas como
cada uno tiene la traza para fingirlas y variarlas: <Simi-
le ut dicas lúdicro^ quod gr¿eci Oq o¡xay.ioív vocant. Ossicula
— 251 —
ea sunt ad summam quat uor de cim figuras geométricas ha-
bent; sunt enim ¿equilátera^ vel triquestra extensis lineis
aut rectis angulis, vel obliquis, isosele ipsi, vel isopleura
vocant orthogonia quoque et scalena. Harum ossicularum
variis coagmentis simulantur species mille formaturum:
elephantus^ bellua^ aut aper bestia^ anser volans^ et mir
millo in armis subsiasens^ venator et latrans caniSy quin et
turris et cantarus et alia hujus modi innumerabilium fi-
gurarum que alius alio scientius variegant, sedperitorum
conunnatio miraculum est imperitorum junctura ridicu-
lum.»
Porque no nos quede nada que decir de este género
de juego, no es razón que de aquí falten los títeres, fi-
gurillas que imitan los hombres y mujeres, y parece que
hablan y hacen todas las acciones que suelen los hom-
bres, y tirando de un hilillo menean y tuercen la cerviz,
mueven los ojos, acuden con las manos á cualquier mi-
nisterio, y finalmente cualquier figurilla de estas parece
que vive hermosamente. Casi lo mismo dice L. Apule-
yo, que nos resucita esa antigüedad en el libro De Mun-
do: «Annon ejus modi compendio^ astutia unius comvertio-
nis multa et varia pariter, administrant etiam illi qui in
ligniolis hominumfiguris gestiunt movent? Ojiando filium
membri quod agitari sdet traxerint torqu¿ebitur servit
mutavit caput oculi bibrabunt manus ad ministerium pres-
to erunt nec in venciste totus vi de bi tur vivere.»
Mureto, en sus Varias, lib. I, cap. XV, dice que
Platón en el I de su República miró á este juego de tí-
teres: «Hic respectum putat ad illud quo Flato hominem
quati oblectamentum quoddam Deorum sensuit, tali quo-
— 252 -
dam artifitio efictum quali erant in cuncuU puerorimiy in
quis sifuniculus tractares eorum aliqua par corporis mo-
veretur 0au/7.aTa, gr¿ecus dicta^ et qui tales, incunculas
lucelli causa circunferebant audiebant.>
Pólux dice así: «Epheddrismus: lapidem exijentes ad
illum e minus pilisjaculantur, aut lapidibus qui vero la-
pidem non prosternit prostenentem vajulat comprehensis
ab ipso oculis doñee recta ad lapidem perveniat.»
Digo, y confieso ingenuamente mi flaqueza, que no
me alegré poco cuando hallé este juego, que fué mi afi-
ción y cuidado pueril. Declarólo en gracia de nuestro
faraute Melchor. El Ephedrismo es levantar una piedra,
y desde lejos tirarle con pelotas ó con piedras; el que no
la derriba, en pena lleva á cuestas al que la derriba, el
cual le lleva, los ojos tapados con las manos, hasta que
acierta con la piedra; al cual le llama Diodoro desparti-
dora: quem diremptorem vocitant.
Melch. Ese, mi señor, es el juego que llaman la
Maruca ó Marichiva, y se juega ahora de esta misma
manera, aunque tiene también otras ceremonias, y una
de ellas es que si juegan muchos, el que gana á todos los
persigue corriendo hasta coger á alguno, el cual los trae
á cuestas, tapados los ojos, hasta el lugar donde estaba la
moruca; y los que se escapan van huyendo al puesto,
y han de escupir en él, porque si no escupen, le queda
acción al que ha ganado para que lo traiga á cuestas si co-
ge al que no ha escupido.
D. Ped. En verdad que me da qué pensar esa ce-
remonia, pues hemos visto que las que hacen los mucha-
chos todas tienen sólido fundamento en la antigüedad.
— '2.S3 —
aunen los juegos tan mínimos y pueriles como vamos
diciendo, y me parece se puede decir por ellos lo que
Ovidio de los Mirmidones:
Pariiujn genus est, patiens que laboris
Suasiti tenax, et quod queesita reservent.
D. Fern. En esta materia crece la dificultad al
mismo paso que disminuye la importancia de ella. Mas
por la reverencia que se debe á la antigüedad, será bien
discurrir sobre esta ceremonia de escupir en el puesto
para quedar libre y seguro el que allí perdió, y vino hu-
yendo y temeroso de que lo cogiese el otro. No en balde
le llamó Propercio arcana á la saliva, por los misterios
que en sí encierra:
Aiit no f ñas arcanas tollat 'versuta salibas.
Y si la saliva es misteriosa en ceremonia tan repetida
de los muchachos, y tan retenida en todos los siglos,
misterio tiene. Ante todas cosas, es cierto que para los
encantos y hechicerías usaban de saliva, y escupian tres
veces echando tres chinas en el seno. Así Petronio Ar-
bitro, en el Satírico: «Hoc per acto carmine ter me jusit
expuere terque lapillos conjicere in sinum, quos ipsa pr¿e-
cantatos purpura invoherat.»
Plinio, hablando en esta materia, lib. XXVIII, ca-
pítulo II, et IV: «Cum h¿ec dixetis tribus digitis terram
tanges: y después idque ter.-»
Mas muy lejos está la sencillez de la puericia de la
malicia de la hechicería y encanto, y así su ceremonia
no toca en este escollo. Plinio, que con curiosidad ad-
virtió muchas cosas, dice que la saliva puesta con el de-
do tras de la oreja quita la solicitud y cuidado del áni-
- 254 —
mo: <kSal'iva post aurem dígito relata solicitudinem ani-
mipropiciat.»
¡Oh remedio fácil y barato de la mayor peste del
género humano! Según esto diremos que escupiendo el
muchacho, es dar á entender que con aquello sana de su
cuidado y temor que tenía no le cogiese el otro. Hace al
mismo intento lo que dice Plinio en el libro XXVIII
citado, cap. IV, cosa admirable y fácil de experimentar:
que si á alguno le pesa de haber herido á otro lejos ó
cerca, si luego se escupe en la mano con que hirió, al
momento se alivia de la pena el herido: «Mirum dice-
mus, sed experimento facile: si quem peniceat ictus ¿emi^
ñus cominusque illati, et statim expuat mediam in ma-
num qua percussit, levatur illico percussus a p¿ena.y>
De donde parece haber tenido principio aquella re-
petida costumbre de hacer escupir en la mano á los ni-
ños cuando les han dado algún golpe y hecho llorar, y
ellos escupiendo se sosiegan.
D. Diego. Parece que no se satisface la dificultad,
porque es ceremonia que el escupir hade ser en el pues ■
to, y no en otra parte.
D. Fern. Pues digamos que es expiación el escu-
pir, como lo fué del fucino y del morbo comicial; porque
lo mismo es escupir en ellos que echar de sí el contagio:
«Despuimus comitiales morbos, hoc est contagia egeri-
fnus.)^
Y esto también habia de ser tres veces, como parece
de J avenal y de Theócrito, en el Idilio VI. Finalmente,
escupian al nombrar cualquier cosa cruel, triste ó abo-
minable. Y así, Séneca, en el Ve Consolatione ad Mar-
- ^5S —
í!am: «Quis non si admoneatur ut de suis cogitet tanquam
dirum omnem disputat.»
Pero en especial y más á nuestro propósito hace lo
que dice Plinio en aquel cap. ÍV, que escupiaii cuando
pasaban por algún lugar donde habian tenido peligro:
«.ínter afnuleta est edita quemque viin¿e expiere item
cum quis transsierit locum in quo aliquod periculum adje-
rit. »
Y así, diremos que escupir los muchachos en el
puesto es abominar y expiarse del peligro que en aquel
lugar antiguamente tuvieron; aunque ya los muchachos
no lo hacen por aquel fin, sino por costumbre y ceremo-
nia del juego.
D. Diego. Mucho me contenta esa razón, y me
parece no se podrá hallar mejor ni más ajustada.
D. Fern. Podré exclamar como Archímedes: Eu-
'píav:(áj Eupíarw/ Mas yo sé bien que podré decir: «In-
veniOj sed quod Plautus in Aulularia, quod pueri in-
fava.»
D. Diego. Otra dificultad le queda á V. m., no
mayor que esa ni de menor importancia: Dígame V. m.
¿por qué cuando los muchachos han reñido y se meten
en paz, para firmeza de ella echan pelillos cortándoselos
de la ropa y echándolos por el viento?
D. Fern. Delgada dificultad, por cierto; y si yo
la disuelvo, ha de decir V. m. que cortó un pelo en el
aire. Si V. m. me pregunta la significación de esta cere-
monia osaré afirmar que es lo mismo echar pelillos que
decir: que como aquellos se los lleva el viento, y de ellos
no se hallará arte ni parte, aunque con cuidado los bus-
— 256 —
quen, así no se acordarán más de los agravios pasados,
como si el viento se los hubiese llevado y no importasen
un pelo. Y así, la ceremonia se ha hecho refrán, y de-
cimos echar pelillos, por olvidar para siempre las dife-
rencias que entre algunos ha habido. Resta ahora saber
su antigüedad, y de ella yo no hallo pelo ni hueso, si no
es en Homero, en el III de la lliada, donde, juntándose
griegos y troyanos para hacer paces, y pues que Páris y
Menalao eran solos los interesados en Helena, ellos solos
riñesen y con el duelo singular se llevase la dama el ven-
cedor, quedando los demás amigos; y dice Homero
que la primera ceremonia fué cortar los pelillos de los
corderos que trajeron para sacrificio.
Atridis aiitem extrahens manibus, cultum
Slui et apud ensis magnam niaginam semper pendebat,
Agnorumex capitibus abscindit pilos. Sédeos postea
Pracones trojanorum et archi-vorum, distribuerum Priñdpibus.
§. VI.
Juegos de los PaneSy Bolillo^ de los Pretendientes
de Penélope y otros muchos.
Viene luego Epostracismo, y lo difine así: «.C^te-
rum Epostracismus testulam marinam in aqu¿e superji-
ciem mittunty numerantes ipcius saltus in aque superficie
fados ante submersionem éx saltam enim rnultitudine ja-
centi victorifl adscrivitur.»
— 257 -
El juego Apostracismo, es coger una tejuela de la
orilla de la mar y arrojarla por la superficie de ella, con-
tando los saltos que da, porque aquel lleva la victoria
que más saltos le hace dar antes que se unda.
Melch. a ese juego llaman los Panes ^ porque ca-
da golpe que da la tejuela forma un círculo redondo que
imita las hogazas de pan.
D. Ped. Muy ordinario es ese juego, y me mara-
villo que sea antiguo.
D. Fern. No sólo hace memoria del Julio Pólux,
sino también otros muchos y graves autores. Hesichio
dijosu difinicion muy breve: «Epostracismos^ ludiis quí-
dam est in quo pueri téstalas jacent in mar i. y)
Mucha ventaja lleva á todos Minucio Feliz con aquel
Diálogo que escribió contra los gentiles, en el cual muy
de propósito describe este juego con todas sus particu-
laridades y ceremonias: %Ut cum ad huno locum ventum
est, pueros videmus certatim gestientes testarum in mare
jaculationibus ludere: is lussus est: testam terentem jac-
tatione fluctum l¿evigatam, legere de litare eam testam pla-
gio citu digitis comprehensam, inclinem ipsum atque hu-
milem quantum potest, super undas irrotare, ut illud vel
anataret dum leni tmpetu labitur. Vel summis fluctibus
tonsis emicaret, dum asiduo saltu sublebatur. he in pue-
ris victorem ferebat, cujus testa et procurreret longius et
frecuentiiis exileret.»
D. Ped. Por cieito, con notable elegancia lo pintó.
D. Fern. Pues oiga V. m. á Silio Itálico en el li-
bro XIII De Guerra Punicay que describe elegantísi má-
mente algo d¿ lo que sucede en este juego:
33
— 25^ —
Sic ubi pr¿srrumpit stegnantem calcidus undatn
Exiguos formal per prima <volum¡}ia giros,
Max tremulum njibrans, 7notu giscente liquorem,
Multiplicat crebros sinuati gurgitis obes
Doñee postremo laxatis circulus Oris,
Contigat geminas patido curbamine ripas.
Así como en el agua sosegada
Pequeños cercos rompe y va formando
Coalas primeras vueltas piedra echada,
Luego un círculo y otro acrecentado
Da el tembloso licor á la ensenada.
Hasta que corvo toca, dilatando
Una y otra riberaj así la fama
De rueda en rueda crece y se derrama.
«.Ferum Cindalismus ludus est ■paxilorum: Kt^aXt?
enim Paxillos vocaverunt. Opus autem erat non modo
pasülum terree argmlos¿e infigere^ sed etiam in fixum
elidere ververantem caput altero paxillo: unde etiam
procer bium manavit clavo et paxillo paxillum.yy
Dice que Cindalismo qs juego de bolos. La obra era,
nósólo hincar uno en la tierra arguilosa. pero también,
después de estar fijado, derribarlo dándole en la cabeza
con otro bolo, de donde se dijo el refrán: «Un clavo sa-
ca á otro clavo y un bolo á otro.»
Melch. No hay en ese juego qué decir, porque se
juega ahora de la misma forma, y le llaman el Bolillo.
D. Fern. Hesichio hace memoria de él por jue-
go, y sólo hallo de diferencia de wwtstros juegos de Bo-
los que acá tiran á derribarlos con bolas que son globos
redondos, y en aquel juego antiguo tiraban á unos bolos
con otros; lo cual me reduce á la memoria un juego dig-
no de saberse, que jugaban los procos pretendientes de
— 259 —
Penélope, que lo describe Atheneo en el lib. I de sus
Gymnosophístas, el cual lo tomó de Apion Alexandrino,
que oyó á Cteson Itacense.
D. Ped. No nos niegue V. m. esa curiosidad.
D. Fern. El texto de Atheneo, de interpretación
de Natal, De Comitibus, es como se sigue: «Procidispo
fuerunt calados inter se contrarios, paris paribus tot nu-
mero, quod ipsi erat opponeníes, atque sic quinquaginta et
quatuor ex utraque parte statueban, spatium quod in me-
dio erat vacuum relinquebatur, in quo unum ponebat
calculum quem vocavant Penelopem: hanc scopitm facie-
bant, siquis calculo percuteret postea cui sors accldisset is
ictum in hanc intendebat: si quis 'vero illam antigisset
ulteriusque propuliset suum calculum in loco project¿e ex-
puls^eque Penelopes et in quo illa prius leterat, deponere
oportebat, atque rursus cum Penelopem in quo loco secun-
do commorat est firmarit, secundum projicere calculum,
quod si quis aliis in tactis solam illam ¿epuis consequere-
tur erat victor multamque havere spem indebatar se Pe-
nelopem esse dueturum. Curi machiis s¿epe viserat hoc ludo
quare máxime omnium Penelopem conjuguint spera-
vat.y>
Dificultad tiene el texto griego, pues Isaaco Casau-
bono lo vuelve algo diferente; mas Juan Kspondano,
sobre el lib. I de la Iliada de Homero, fól. 7, trae
ambos textos, y da á entender que es mejor el de Natal
De Coraitibus, y promete el suyo, que aún no hemos
visto. Yo entiendo que el juego es así: los príncipes que
fueron pretendientes, ó procos, de la reina Penélope, eran
ciento y ocho; éstos se dividieron en dos bandos, tantos
— 26o —
á tantos, y pusieron otros tantos cálculos fronteros unos
de otros, de manera que á cada parte estaban cincuenta
y cuatro; dejaban vacío el espacio que estaba enmedio,
y aquí ponían un cálculo, á quien llamaban Penélope. Á
ésta hacían escopo y blanco para tirarle; después, á quien
tocaba la suerte éste era el que primero tiraba á darle;
si alguno le acertaba y aventaba su cálculo, lo ponían en
lugar de la Penélope que había derribado, y luego, en
habiendo vuelto á poner á Penélope en el lugar que te-
nía, volvía á tirar el segundo cálculo; y si alguno sin to-
car á los otros cálculos más veces conseguía el intento
de derribar á Penélope, éste era vencedor, v todos le
daban buenas esperanzas que se casaría con la verdadera
Penélope deseada y pretendida de todos. Este es en sus-
tancia el juego de los Procos.
D. Diego. ¿Cómo dijo V. m. la voz cálculos lati-
na en su misma lengua?
D. Fern. Porque sí vuelvo damas ó piezas de
axedrés, no pienso igualo con lo que el texto siente,
porque éstas son muy pequeñas para el juego que aquí
se representa, y me parece que en el tamaño y grandor
más se allegaban á bolos que á piezas de axedrés, pues
con éstas no era posible tirar con fuerza, si no es sien-
do grandes, sí bien pudieran tener la misma hechura; y
más semejanza tiene este juego con el de los bolos que
con el de las tablas, porque sí bien el número es desigual,
el modo de armarlos se parece en algo, y nuestro hecho
imita á aquel que representaba á Penélope, en estar de
por sí y tirar todos á él.
D. Ped. Reparo en aquella condición de que el
— 26l —
que acertaba á Penélope, con tal condición ganaba, que
no había de tocar en los cálculos de los demás.
D. Fern. Yo saco de ahí una moralidad impor-
tante, y juzgo que nó sin misterio se ponia aquella
condición; que era advertir al pretendiente de Penélope,
que de tal manera la conquistase y pretendiese que no
tocase en el honor y estimación de los demás, sino que
encaminase su pretensión sin daño ajeno: de donde nun-
ca jamás me pareció bien aquella costumbre que en Sala-
manca tienen los pretendientes de cáthedras, desacredi-
tándose los uno? á los otros públicamente; pues de tal
manera deben hacer en su causa, que consigan la desea-
da Penélope sin tocar en el cálculo, estoes, en la estima-
ción ajena. Nuestro texto: «Incotyla: hic quidem cir-
cum agit maniis retro et connectit: illius manibus insis-
tens, et -prehendit ferentis oculos;hinc ludum et equitatio-
nem Cybesindam vocant.»
El juego llamado Encotila es así: vuelve uno las
manos atrás, ase la una de la otra; otro muchacho péne-
se en ellas de rodillas, y tápa!e los ojos con ambas ma-
nos. Á este juego llaman la Caballería y Cibecinda.
Melch. Ese juego es ordinario, y lo llaman los
Caballos, y también las Galeras, porque el que sobre el
otro va pone las manos en forma de espolón de navio, y
con él se embisten unos á otros y le. hacen una batalla
graciosa.
D. Fern. Semejante á este juego es el que Hesi-
chio llama Ippas^ de que hace memoria Bulengero, ca-
pítulo XXA'^: <':Hippas lususfuit^ cum alter alterius pue-
ri dorso incid^ns ut equo vehitur.»
— 262 —
Entre nuestros muchachos no hay cosa más usada:
llámanle Filderecho.
No es de menos frecuencia el que ahora viene:
«Musca Mnea^fascia alicigus pueri oculos obligantes hic
quidem comvertitur; clamans: ¿vEneam venaveris mus-
caml sii vero respondentes venaveris sed non capies^fini-
culis ipsum cedunt usque dum aliquem arripiaí,»
«La Mosca de metal.» Ellos responden: <v Cazarás,
pero no la gozarás.» Diciendo esto le dan con los cinco
azotes hasta tanto que coge á alguno, que se pone en su
lugar.
Melch. Lo mismo, sin quitar ni poner, se usa,
salvo que en lugar de aquellas palabras, «Mosca de me-
tal,» dicen acá: «Par par^ gallinetas al corral.»
D. Fern. Admírase Pedro Victorino en el libro
XV de sus Varias, de que este juego se difundiese en
muchas provincias y llegase á nuestra edad. Sus pala-
bras son éstas: «Musca Mnea ludus, hic puerilis qui in
cusu veterum gracorum erat et in allias etiam térras, ma-
neret usque ad nostra témpora, apud nos permansit, et quod
non minus murum est quamvis diversa lingua ah eadem
renomen traxit ipsum enim illi suo sermone Xa>x£coy
v.viGiv vocahant: nostri vero pueri et ipsum muscam ape-
llant non tamen Mneam sed s¿ecam ,y>
D. Diego. Si Pedro Victorino se admira, y con
razón, de la perseverancia de este juego, ¿qué hiciera si
se hallara donde tantos y tan admirables se han referido,
como en esta plática.''
D. Fern. No se olvidó del que vamos hablando
en el lib. líl, cap. 1 De S^ectis.: «Musca Aenea: nostri
— 263 —
etiam pueri hoc ludí genere pasim utantur, sed diverso
nomine apellante nimirum {Giocare^ ascapuciay leorho).
duod in eo pueros velut obccecatos cadere contingiit^ sed
in aliis Italia locis, item aliis nominibus iit ( Giocare ala
Gata ciega). In Etruria apud burgentes (^Gallina bu, bu),
Apud Holandros ut audio, Iloender ¥^oi).y>
Eustachio, en el lib. XXI de la Iliada de Homero,
dice que los griegos le llamaron Mosca de metal por un
género de tábanos que tenian alas de color de metal.
Algo parece á éste, otro juego que los muchachos suelen
jugar imitando ciegos, y tirando á tirar con un palo á
tiento, y diciendo: «Yo soy ciego y no veo nada; á quien
diere no se me da nada.» Llamábanles andavatas anti-
guamente á los que de esta manera se burlaban ó palea-
ban. Erasmo congetura de Séneca que ésteerajuego en
la Iliada II, Ent. III: <,<.C¿eterum fuerint ne populi, an-
davat ad eum modum soliti pugnare an gladiator um gemís
qui clausis oculis tender ent in adversarium, an potius lu-
sus genus, ut prope modum ex Séneca licet conjiceret, ?ton-
dum satis compertur haheo.y>
Como quiera, fué cosa muy usada, pues se halla de
él mención en los autores: «D. Hieronímus, adversus
Helvidium, ad hoc provandum congerit, descripturis exem-
pla quam plurima more andabaturum in tenebris gladium
ventilans,»
ídem contra Juvinianum: «Melius est tamem clau-
sis quod ajunt oculis Andabatarum more pugnare, quam
directa spicula clypeo non repeliere veritatis. »
De Honieio se entiende aludió á esta manera de ju-
gar pesadamente, cuando introduce á Ayax Telamón
— 264 —
peleando, cerrados los ojos. A mí me causó admiración
hallar el juego que viene; Exere ó dilecte el Sol: «Lusus
vero, exere diiecte Sol, plausus habet puerorum, cum acla-
matione hujus modi, quando nubes fr¿evertit Solem, unde
Stratis in ■phenisiis inquit:
Deinde Sol obtenperat pueris
Si dicatit: «Exere o dilecte Sol.»
El juego que llaman, Sal, sol amado, contiene aplau-
so de los muchachos en aclamación cuando el sol va pa-
sando por entre nublados; por lo cual el poeta Stratis,
en sus Phemsas, dijo así:
Obedece aun el sol á los muchachos
Cuando dicen: «Sai, Sol, oh Sol amado.»
Melch. Lo mismo dicen ahora: <s~Sal, sol, y dame
en los ojos, que los tengo cenagosos, y> cuando va el Sol
entre nublados.
D. Ped. Así es, y yo lo he visto decir muchas ve-
ces, y lo dije siendo muchacho: mas en esa aclamación
de los griegos aun reverencio su elegancia en el decir,
pues la contienen aquellas palabras, «Sal, oh amado so1.>í
D. Fern. Con mucha razón dijo Horacio:
Gracis ingenium Gratiis dedit ore rotundo
Musaloqui
D. Ped. Ya que V. m. nos ha dicho el aplauso
que los muchachos hacen al Sol, será razón que nos di-
ga por qué los mismos enseñan á su hermana la Luna,
cuando es nueva, la bolsa, que parece es género de aplau-
so, y el mostrársela es como ponerla debajo de su pro-
tección.
D. Fern. Puede ser que porque la haga crecer
— 0.6^ —
como ella va creciendo; y por ventura esta es la razón
porque en muchas monedas antiguas, como en las de
Juliano Apóstata, en las de Faustina, y las de muchos
municipios y colonias, como Hipa, Ilipla, Orippo, Cas-
canto y otras, veo está esculpida la luna nueva cornicu-
larmente, si no es porque la luna nueva es contraria á
los ladrones y hurtos. Y así, Virgilio, en el I de las
Geórgicas, dice:
Non fuga melior contraria furtis.
Y Juan Espondano, sobre el III de la litada, vers. X :
«Ideo novam Lunam contrariam furtis dixit. Virg., I
Georgicorum.» Y diremos que mostrarla es invocar su
protección contra los ladrones, para que la guarde de
sus uñas.
Del juego que se dice Fecacion, que es el que se si-
gue en el aplauso de los muchachos, ya dijimos; y así,
pasaremos á el siguiente, que es así: <i.Galleruca animal
volatile est, quod et melotantham vocant, cui limum alli-
gantes dimitunt quod in circulum instar ínter volans dum
implicatur. »
Galeruca es un animal volátil, que también llaman
melothanta, el cual le atan una pelotilla de lodo, para
que volando se enrede.
Melch. Eso hacemos acá con los escarabajos, ca-
balletes y avispas, con las que le solemos enviar cartas
al rey.
D. Fern. Del juego se acordó Aristóphanes:
Sed cogitatione iiti 'vinctum compede,
Sluodam scarabaum sursum laxa
In aerem.
34
— 266 —
Largarle has las alas pensamiento.
Como al escarabajo que das al viento.
Sigúese Chelichelona: «Chelichelona autem virgi-
num lusus est, simile qui piam cum olla havens: h¿ec enim
residet, et testudo dicitur: h¿ec vero circum curcitantes
interroganti Chelichelona^ quid agis in media? Illa vero
respondet: lanas conjecto et filum milesium. Deinde h¿e
rursum: Tuus verojilius^ quid faciens periit? Illa vero
dixit: Álbum ab equis in mare deciliit.yy
Esto es: Chelichelona es un juego de muchachas,
que tiene similitud con la Olla. Pónense en rueda, y una
enmedio, que se llama tortuga; las demás andan alrede-
dor corriendo y preguntándole.
Y ella responde:
TexenJo estoy lana y lino milesio.
Vuelven ellas á decir:
¿Qué hizo tu hijo, que murió tan presto?
Y ella responde:
Cayó del caballo en el mar soberbio.
De este juego hace memoria Eustachio sobre la
Odisea^ fól. 767; Bulengero, De ludis veterum, capítu-
lo XLI.
Melch. Un juego hay acá que parece á ese, por-
que se pone una muchacha enmedio de muchas, y dice:
«Aquí está D/ Sancha cubierta de oro y plata.» Y ella
responde: «¿Quién es este hombre que me anda persi-
guiendo de noche y de dia?» También parece á otro jue-
go que se dice ¿A dó las yeguas.'', en el cual andan las
muchachas corriendo á la redonda; pero la que anda
fuera no está sentada, antes procura coger á alguna que
— 267 —
se ponga en su lugar, y anda diciendo un cantarcillo de
esta manera: «¿A dó las yeguas?», y ellas responden:
«En el prado están. — ¿Quién las guarda? — El malvi-
Han. — ¿Y lo que te di? — Con putas y rufianes me lo co-
mí.— ¿A dó la puta? — Ando y ando, y hela aquí.» Y
á la que coge se pone, y vuelven á correr.
D. Fern. Luego dice Julio Pólux así: Taliíro lu-
ciere est^ medio manus dígito pollici smnmiso nasum fe-
rire.y>
Dice que el juego Talitro es herir la nariz con el
dedo de enmedio, que se pone debajo del dedo pólice.
Melch. Ese juego llaman. Pasa, Gonzalo, y tiene
más de burla que de gracia.
D. Fern. Con todos los dedos tiraba á sacar ojos
Drucila, hija de aquel monstruo C. Calígula, aun sien-
do muy niña, en nada parecida á su padre tanto como
en la crueldad y fiereza. Suetonio: '(.Nec ullo firmiore in-
dicio sui seminis ese credevat quam feritaíis, qu¿e illi
quoque tanta jam tune erat, ut in festis dígitos ora et
oculos simul ludentium infantium incesseret.yy
Prosigue el texto: ^ Ratha pygüein est pede obliquo
coxam percutere.yy
En breves razones, viene esto á ser tirar coces, aun-
que en él no se declara si es á sí mismo ó á otra, y am-
bos sentidos dan lugar. Dice luego: aPeníalita autem
sibi lapili sint, sive calculi seu astragili, quinqué sur-
sum ejiciuntur ut manus comversa, eaque prejecta sunt
inposteriorem manus partem recipiantiir, vel sinon omnia
potest ea saltim qu¿e novit Et in manu jacent digitis de^
niio recipere.»
— 268 —
El juego Penthalita es echar hacia arriba cinco chi-
nas, ó tabaSj ó contadores, y recibirlas en el envés de la
mano, y si nó todas, por lo menos aquellas que sabe, y
estando eti la mano volverlas á coger con los dedos.
Melch. Ese es juego muy usado de todos los mu-
chachos y muchachas.
D. Fern. También he visto jugar otro juego con
seis chinas, que llaman el Castro^ ó Tres en carro ^ ó
Tres en raya^ y hace memoria de él Ovidio, III De
Art. mnandi:
Par-va tu 'veüa capit temos utrinque lapillos,
In qua 'V ¡sisee et continuase suos.
De hoc ludo Bulengerus, lib. único De Ludis, capí-
tulo IV, et, apud Gallos Madrillas appellari ait.
Luego prosigue Pólux con tres juegos de doncellas,
que llaman Pitameliades: «Picíariy et Piíamelia virgi-
num ludis ponsas enim celebrantes currunt se invicem ad
fortinationem exit antes.»
Éste, según la opinión de algunos, toca algo en el
juego de las Mayas, de que hablaremos luego.
Ahora se sigue: «Platogonium vero^ amatores aut
amic¿e ludevant. Sic autem et crepitaculum vocatur, et
sistrmn quo sopiunt cum voluptate mitrices ¿egre dur-
mientes pueros^ sed et papa-veris et lelephüli dicti^ folia
primis duobus sinistr¿e manus digiti: in circulum flexis
imponemtesj etvola alterius manus percutientes^ si ruptum
hoc istuc solium sonum clarum ederet^ eos qiios amabant
sui meminisse existimabant. Insuper et lilium dúplex exis-
tenSy et vacuum interius inflantes ut spiritu impleretur
in fronte^ rumpentes sonó huic similia judicabant.»
— 269 —
Platogonio es un juego que hacian los enamorados
y enamoradas, y llámase también Platogonio una sona-
juela ó adufillo con que las amas arrullan á los niños que
duermen mal. Lo que los enamorados hacian para ver
si los querian bien, era coger la flor de la adormidera ó
amapola entre los dedos primeros de la mano izquierda,
formados en círculo, y hiriéndolos con la palma de la
mano derecha hacerlos crugir; si crugia recio y claro,
creian que aquellas á quien amaban tenían memoria de
ellos.
Melch. Eso también se hace ahora, y algunas ve-
ces echan dos hojas de olivo al fuego, ó de laurel, y del
estallido toman el agüero.
D. Fern. Siempre los enamorados han tenido
muchas impertinencias, y entre ellas una semejante á la
dicha, de que hace memoria Theócrito:
Alba supercuso crepuere papa<v era pugno.
Como también la que dice Pólux en el resto de
nuestro texto, dándose en la frente con dos lirios, lleno
uno de viento, y haciéndolo romper y crugir. Y cuando
á uno le zumban los oidos, decir que alguien lo está
nombrando, de que hay refrán en un epigrama an-
tiguo:
Gárrula quid totis resanas miJñ noctibus auris
Nescio quem dicis nunc Ttieminisse tnei.
Aristeneo, lib. II, cap. XIII: «Non ne auris tibí
resonabant quando lacrimans tui memoriam faciebant.»
Papinio Stacio, in Silv.:
lude sonus geminas fniki circuit aures.
Tocan lo mismo Plinio y Luciano, y lo he visto
— 270 —
en Plutarco. Todo esto tiene algo de di vi nación y su-
perstición; y si alguno advertidamente y de propósito
hiciere caso de ella, pecará gravemente, pues todas estas
cosas están prohibidas por Derecho canónico y por le-
yes del reino, lib. VIII, tít. IV, L. VI Nov¿e recopi-
lationes ibi.
Ni palmada de niño ni de virgen. Á este género se
puede atribuir otra burla ó engaño que se suele hacer á
los muchachos, persuadiéndoles que un cardillo descu-
bre las cosas que hacen; y así, suelen las madres ó tias
decirles que tal y tal cosa que hicieron se la dijo el car-
dillo, voz que á mi juicio tiene su origen en la lengua
griega RapSía 07, que quiere decir el corazón, porque
aquello que nos da el corazón decimos que lo dice el
cardillo, quasi cardia, estoes, el corazón meló dio ó me
lo dijo.
Finalmente pone el juego que llaman Collavisare, y
lo define así: Collavisare est cum hic quidem planis ma-
nibus proprios comprimí t oculos^ Ule vero feriens interro-
gat: Utrum nam peracusserit? »
Este es el juego que los impíos judíos burlando de
Cristo Nuestro Señor jugaron con él, según San Lúeas,
cap. XXII: üEt velaverunt eum^ et percutiebant faciem
ejuSy et interrogaverunt eum^ dicentes: Profetisa quis est
qui te percussit.yy
La misma fórmula trae San Mateo, cap. XXVI:
«Profetisa no bis, Criste, qui est qui te percussit.»
San Marcos, cap. XIV; San Juan, cap. XVIII.
Demás de hallarlo tan expreso en los Santísimos
Evangelios, lo hallo en las Ranas de Aristófanes, donde
- 271 -
azotando Caco al dios Baco le pregunta: «^Nunquid
percussit te^. iNunquid te tetigiñ-»
Y sea el fin de la plática de hoy la Pasión de Nues-
tro Señor Jesucristo, con que nos podemos ir á comer.
D. Ped. Bien es que la mesa se consagre á tan
fausto nombre, cediendo los de Volupia y Angerona.
Et mine a moto quaramus seria ludo.
DIÁLOGO VI
15
DIÁLOGO VI
§. r.
Estimación de los muchachos j Mayas y sus ritos.
D. Ped. Mucho debe la posteridad á los escritores,
que nó sólo las cosas mayores y tocantes á los príncipes
y monarcas del mundo escribieron, sino también, humi-
llado el estilo, tocaron á las cosas menores y de la plebe,
previniéndole al gusto algún divertimiento. Tales juzgo
á las Milesias de L. Apuleyo, el Satírico de Petronio
Arbitrio, algunos Diálogos de Luciano, y en Julio Pó-
lux lo que V. m. ha referido de juegos.
D. Fern. Nó todos los ingenios se inclinan de
una manera; y como la naturaleza en sus obras exterio-
res es varia, para su mayor grandeza y hermosura, así
ni más ni menos en el mundo menor, que es el hombre,
se halla esta hermosa diversidad; de donde han produ-
cido tantas y tan diversas obras como de los antiguos
hoy gozamos; esforzados en nuestros siglos algunos in-
— 276 —
genios han resucitado aquellos antiguos alientos y dado
á luz muchas obras de ingenio dignas de admiración.
D. Ped. ¿y por qué nó, señor, ha de haber quien
dé á aquella parte menos, que decimos, á la plebe li-
teraria, no le dé un poco de divertimiento, dejando caer
la pluma entre los muchachos de la escuela, que juntos
en sus cabildos los imagino dar justas quejas, que sien-
do ellos la felicidad de los tiempos, la esperanza de las
repúblicas, para cuyo aumento antiguamente se hicieron
las leyes Papinia y Julia, y otras muchas De prole augen-
da^ no haya en este tiempo quien escriba y celebre sus
cosas? Aumentan su razón con decir que ha habido
quien cante de las ranas, de los mosquitos, de las pulgas,
y que en ésto gastaron sus ingenios los mayores y más
insignes del mundo, Homero, Virgilio, Ovidio, y de
ellos y de sus juegos se haya escrito cosa alguna: antes
por burla y menosprecio llaman á sus cosas niñerías, ha-
biendo sido en tiempos más dichosos á quien los sacer-
dotes de Júpiter se repartían. Pausanias, in Archaisis:
«Priscis quidem temporibus decernebatur Jovis sacerdo-
tium pueris qui primas in pulchritudine tulisent. ■»
Y admitidos en los cabildos y senados de Lacedemo-
nia y Roma, donde se hizo mucho caso de los Papirios y
Pretextatos, sienten mucho acordarse la amistad que
con ellos mostraban los héroes, semideos y filósofos, pues
Hércules, domador de monstruos, tenía esto por mayor
entretenimiento; y Dionisio Bacco se embebecía tanto en
jugar con los muchachos, que no sentía que los Titanes
lo despedazasen. Archinas Terentino enseñó á la anti-
güedad el aprecio que de ellos se había de hacer, ju-
- 277 —
gando él de muy ordinario con los muchachos, y esto
mismo vio aquel á quien ninguna parte de la Filosofía
se le escondió, Sócrates, y asi no tuvo empacho ni de-
cayó de su sabiduría cuando, poniendo una caña entre
las piernas, corrió con sus hijos y fué burlado de Alci-
biades. No sintió otra cosa Homero, poeta de celestial
ingenio, cuando acomodó á las vehementísimas manos
de iVchíles sonorosos instrumentos de cuerda. ¿Oué di-
ré de aquellos claros ejemplos de la prudencia militar,
Scipion y Lelio, que en las riberas de el mar de Gayeta
jugaron con las chinas; por lo cual juntamente merecie-
ron que de ellos dijese Horacio:
Virtus Scipiada et mitis sapientia Lali
Nugari cumillo et disunti Itidere?
Corroboran su pretensión con el ejemplo de Ana-
xágoras, que estando ya en las vísperas de su entierro,
donde todos los afectos mal regidos cesan y comienzan
á aparecer los crepúsculos de la verdad eterna, pregun-
tándole los príncipes de la ciudad Lamsacena que qué
gustaba que se hiciese por él después de su entierro,
respondió: «t//^«m quot annis^ quo mense defesisset
ludere permiíerentur.»
Válense de lo que dijo y hizo el filósofo Pithaco,
que preguntándole uno que se quería casar á quién es-
cogería acertadamente por mujer, no se atrevió á res-
ponder á tan gran consulta, sólo tomando por asesores
á los muchachos que jugaban en la plaza, á cuya au-
diencia remitió el pleito, y allí se dio aquella tan justa y
verdadera sentencia: «Cada oveja con su pareja.» No se
quieren valer de Agesilao, que corría parejas en caba-
— 278 —
Hitos de cañas con sus hijos; ni del gran Cosme de Me-
diéis, que aun estando en la plaza enseñaba á sus nietos
á tañer pitos de alcacer, porque esto lo pudo causar el
demasiado afecto de padres: pero válense de la misma
verdad, Cristo, Señor Nuestro, que increpando la dure-
za de los judíos, les dice el juego que los muchachos de
aquella república solian jugar: «Cui autem stimabo si-
milem generationem istam? similis est pueribus in foro
qui clamantes co¿e qualihus dicunt? Cacinimus vobis et
non saltastisy et nos lamentabimus^ et non planxistis.»
Y que en el Deuteronomio, cap. XIII, hizo Dios
tanto caso de ellos, que los igualó con los grandes, man-
dando que á los unos y á los otros se les leyese la Ley.
Lo mismo fué en tiempo de Josué, cap. VIII; Jo-
sias, Reg. IV, cap. XI; Esdras, cap. VIII, y Nehemias.
Finalmente, la reverencia, estimación y trato de los ni-
ños y el hacerse como ellos no importa menos que la
salvación. La misma palabra del Padre lo dijo; Math.,
cap. XVIIÍ: lAdvocans Jesús parvulum statuit eum in
medio eorum^ et dixit: Amen dico vobis ^ nisi conversi fue-
ritis, et ejiciamini sicut parvuli^ non intrabis in regno Cce-
lorum. Qjii susceperit unum parvulum in nomine meo, me
suscipit. ^i autem scandalisaverit unum de pusiliis is-
tis, qui in me credunt, expedit ei ut suspendatur mola asi-
naria in eolio ejus, et demergatur in profundum maris.»
Concluyo con que por su boca sale perfecta la ala-
banza de Dios. Psalm. VIII: «Ex ore infanti^m et lac-
íentium perfecisti laude m.y>
Que es decir, que la boca de los niños es la que le
agrada más; y así, á ellos les dio inaugurar los reinos
— ^79 —
más dichosos que ha habido en el mundo, guardando
Dios el acierto de la mayor y mejor elección para la boca
de los niños, como se vio en el reino de Numa Pompi-
lio, imperio de Augusto, obispado de San Ambrosio. A
ellos se les debe la felicidad, esperanza y bendición de
Dios en los pueblos cuando en sus plazas alegremente
juegan: «Cotnplebunlur infantibus et puellis ludentibus
'platea ejus.»
D. Fern. Por cierto V. m. ha declamado famosa-
mente, esforzando mi pusilanimidad; que yo por no mar-
chitarme en el ocio de esa soledad con tristes desvelos y
pensamientos confusos, suelo por divertirme y ocupar el
tiempo entretenerme en estas niñerías; pienso que no son
del todo vanas.
D. Diego. Muy buen paso dan ambos V, ms. á
mis deseos; y asi, no veo que tenga V. m. excusa algu-
na en proseguir esta materia comenzada, si es que aun
queda algo que decir.
D. Fern. N^o sé qué restos me mueven todavía en
la memoria; y de esta vez pienso dar con todo lo que de
varia lección he advertido y opinado: y porque la en-
vejecida y continuada costumbre de celebrar las mucha-
chas el mes de Mayo en todas las ciudades de España
las fiestas de las Mayas, me ha dado siempre motivo de
pensar que con ser cosa muy antigua, asimismo encierra
en sí algún oculto misterio, discurriendo por sus cere-
moniosas acciones, podrá ser saquemos (como dicen) el
ovillo por el hilo.
D. Diego. Certifico á V. m. que ha tocado el
punto de mi deseo, porque estando en Salamanca oí dis-
— 28o —
putar á hombres doctos de esta materia, ocasionando la
ley única, C. de Maiuna, lib. XXXÍ, pensando algunos
que en aquella ley se trata de este juego.
D. Fern. Yo me alegro que V, m. tenga alguna
noticia ya del, conque le hallaré más afirmado y atento:
y en cuanto á esa dificultad que V. m. dice oyó en Sa-
lamanca, aunque venero aquella Universidad, osaré afir-
mar que en aquella ley en ninguna manera se habla de
este juego. Suidas dice que fué una fiesta que en Roma
se hacía en el mes de Mayo, en el cual los príncipes de
la ciudad de Ostia, holgándose, se echaban en la mar
unos á otros: i< Maj urnas fe stum fuit Rome Mayo mense,
quo principes civitatis Osíie^ qu¿e marítima urhs est^ de-
litiis voc antes alii altos in marinas aquas conjicebant.»
Sigúelo Andrés Alciato en el Peregon, lib. III, ca-
pítulo V"; á ambos refuta el cardenal César Baronio en
las notas al Martirologio XXVI, Decemb., y aunque
da sus razones, no trae la autoridad de Niceforo Calix-
to, conque del todo queda convencida aquella duda.
Afirma este autor que las fiestas que llamaban Mayunas
eran una contienda naval que los gacios en Grecia hacian,
donde se mostraban todos muy dados al culto de los
demonios; pero después que se convirtieron cesó aquella
idolatría. Sus palabras, vueltas en latin, son tales en el
lib. VIII, cap. XXXIII: Proinde populi multi et urbes,
tota ad Christum se convertebant, quem ad modum Gac-
corum navale^ quod maj urna dictum fuerat Demonum to-
tum se ad nos contulit.»
De manera que aquella ley no habla de nuestras Ma-
yas, sino de aquellas fiestas de los gacenses, primero per-
— 28l —
mitidas por Arcadio en aquella ley única, C de Ma-
juma, y después prohibida por Teodosio el Menor, libro
XV, tít. VI, Cod. Teodotiani. Dice que estas fiestas de
las Mayas no son otra cosa que una representación del
casamiento á que siempre aspiran y se van disponiendo
las mozas: á la verdad, tiene algunas ceremonias de ca-
samiento, como es engalanarla, subirla en tálamo, el
agua que la rocian. De lo primero habló Optato Afro,
lib. VI: «Hoc^ nec mulieres patiuntury qu¿e carnaliter nu-
hunty ex quibus si aliqui Mariium mutare contingerlt,
non reperitur illa temporibus festinitas, non in altum to-
litur, non populi frecuentia procuratur.yy
Del rociarla con agua, M. Varron : «Aqua asperge-
batur nova nupta^ sive vipura, castaque ad virum ve^
rine^"^ etc.
Nonio Marcelo dice que el agua se traiaen un vasi-
llo que- parece también á la almarraja que le ponen á
la Maya: «Contra a novo marito cum ignis efoco titione
ex felisi arbore et aqua in ¿equeali allata esset.-»
Véase Bernabé Brisonio en el lib. De Ritu nuptia-
rum, donde asaz trata esa materia de las ceremonias y ri-
tos del matrimonio; y si éste fuese como dice Covarru-
bias el que las Mayas representan, entenderíamos que
aquellos juegos que Pólux en el lib. VII, cap. IX, trae,
aquella Pictamelides, Pitari Pitamelis, son de las Ma-
yas que vamos tratando: <.<Firginum ludi sponsas enim
celebrantes.-» currunt se invicem ad festinationem exi-
t antes. >
A esta opinión resisten dos razones, que á mi pare-
cer son suficientes para entender que las Mayas no re-
36
— 282 —
presentan matrimonio. La primera el tiempo en que las
celebran, que es siempre el mes de Mayo, de donde
ellas tomaron el nombre, ó por mejor decir, la que se lo
dio al mes se lo dio á ellas: si bien Ovidio, gran investi-
gador de fiestas y ceremonias antiguas, en los Fastos,
hablando del mes de Mayo, dice:
Slueritis unde putem Majo data nomina mensi,
Non satis est liquido cognita causa mihi.
Como quiera que sea, en este mes de Mayo no se
casaban antiguamente, porque en él se celebraba á los
Lémures, que son dioses de los difuntos, ó los mismos
difuntos, sus fiestas; y por eso estaba admitido en el
vulgo que las que casaban en el mes de Mayo eran malas
mujeres.
Mense malas Majo nubere <vulgus ait.
Pues celebrar representación de matrimonio en
tiempo ominoso y contrario á las esperanzas que se pro-
metían, bien se ve que este pensamiento no se encami-
na bien.
La segunda razón, porque si las Mayas representan
matrimonio, como eligen desposada, hablan de elegir
también desposado, cosa que jamás hacen; y no habien-
do matrimonio sin ambas condiciones, tampoco su re-
presentación lo puede ser, por faltar lo sustancial y esen-
cial de la acción. Por lo cual es forzoso adelantar nues-
tro discurso, investigando otro principio. Ningún autor
hallo que trate esta materia debidamente, aunque algu-
nos han alucinado deseando acertar. Estos son: Pineda,
en la Monarquía, tomo I; Puente, lib. III, cap. XXI;
Simón Mayólo en sus Vias caniculares; Alexandro, Ab
- 283 —
Alexandro Geni; Mosquera Barnuevo, en el Comento de
la Numantinay cant. II. Quien mejor discurrió y pensó
fué Alonso García Matamoros, en el tratado de las
Academias, el cual dice que las muchachas españolas re-
presentan á Maya, hija de Athlante, que en ingenio y
hermosura excedió á todas las de su tiempo, y así le con-
sagran divinos honores, no persuadiéndose que puede
ser fábula lo que tan tenazmente y por tantos siglos el
uso conserva. Sus palabras son las siguientes: «Maya
Athl antis filia, quod ingenio et arte -putar etur exellere a
cuntis Hispanice famineis, divinitus Honorata fuit: Nec
enim fabulam potui inquan putare, quod me non semel
apud graves Autores legisse memini. Narrant enim di-
catos fuisse illi mensi Majo in singulos annos propter in-
gens doctrin¿e miraculum statos solemnesque honores qui
in morihus etiam nostris (quod mirari subit) nunc per-
severant dum antiquo. Scilicet Hispanice ritu, egregia
forma puellam, quam nostri homines Majam vocant, mi-
ris exornari modis videmus. Hunc in loco paulo celtiore
sedentem ¿equ¿e formosa circunstant virgines, cui totos
mensis Maii triginta dies velut regin¿e libenter obediunt
veteris illius Viraginis gentilia traditione memore s.y>
Ya aquí tenemos más cierta luz de esta ceremonia,
aunque para que yo discurra deseo que V. ms. me digan
las que hoy usan las muchachas, que pienso de su tena-
cidad son las mismas que en aquellos antiquísimos si-
glos celebraban.
D. Diego. Yo las diré muy puntualmente. Jún-^
tanse las muchachas en un barrio ó calle, y de entre sí
eligen á la más hermosa y agraciada para que sea la
— 2^4 —
Maya; aderézanla con ricos vestidos y tocados; coró-
nanla con flores ó con piezas de oro y plata, como reina;
pónenle un vaso de agua de olor en la mano; súbenla
en un tálamo ó trono, donde se sienta con mucha gra-
cia y majestad, fingiendo la chicuela mucha mesura; las
demás la acompañan, sirven y obedecen, como á reina,
entreteniéndola con cantares y bailes, y suélenla llevar
al corro. A los que pasan por donde la Maya está piden
para hacer rica á la Maya: y á los que no le dan les dicen
«Barba de perro, que no tiene dinero,» y otros oprobios
á este tono.
D. Fern. Paréceme que lo ha descrito V. m. muy
puntualmente; y es tan común la ceremonia, que pocos
la ignorarán. Guiaré mi discurso por el tiempo y cere-
monia de él, para que de aquí investiguemos lo más
cercano á la verdad, opinando por la incierta luz de las
conjeturas; y conformando aquesas ceremonias con lo
que hallaremos en la antigüedad, parece que la opinión
de Matamoros de que esta fiesta se celebre en honor de
Maya, hija de Athlante y madre de Mercurio, y que
ella dió nombre al mes, sea la más cierta y probable,
por lo que, dejadas varias opiniones, dice Macrobio en
el üb. I de los Saturnales^ cap. Xil: «Contendunt alii
Majam Mercurii matrem mensi nomen dedise^ hunc má-
xime probantes^ quod hoc mense mercatores omnes Maj<£
pariter Merctirioque sacrificant .-»
y parece cosa en razón que siendo esta señora hija
de Athlante, rey de España, aquí le hiciesen mayor ho-
nor y reverencia por su admirable ingenio y hermosura;
y así lo dice Ovidio, V. Fastorum:
— 285 —
Sluarum Maja suas forma superas se sórores
Traditur
Y esto conforma con la elección que las nuestras
hacen de la más hermosa.
Celebraban la fiesta en las Kalendas de Mayo, te-
niendo á la misma Maya por la tierra, á quien celebra-
ban con nombre de Buena diosa, de que es autor Corne-
nelio Labeon en Macrobio: «Autor est Cornelius Labeo
huic Majíe, id est ^ térra eodem Kalendis Maii dicatam
sub nomin¿e Bon¿e De¿e.»
Trátanla como á reina y señora, poniéndola orna-
mentos de tal, y cetro en la mano, porque tiene el poder
de la diosa Juno. El mismo autor: «Hanc Deam poten-
tiam habere Jtmonis, ideoque regale scepriim in sinistra
manu est additum.)>
La corona de flores se le pone por la Primavera. Así
lo dijo Cátulo:
Miki csrolla ficta veré ponitur,
Y como la tierra es madre de las flores, cuyo reino
tiene su mayor aumento en Abril y Mayo, celébranla
su fiesta en el último dia de aquél y primero de éste.
O vid., Fast,:
Mater ades florum ludís ceiebrandajocosis;
Distuleram partes mense prior e tuas,
bicipis Aprili, transís in témpora Maii,
Alter te fugiens aun 'venit alter habet.
Pero ¿para qué atribuimos á la diosa de las flores lo
que era muy natural de la Ninfa mayor, á cuya imita-
ción, como en la otra fiesta antigua, las Gracias y las
Horas, deidades de la creación de Hesiodo en su Teo-
— 286 —
gonía, en éstas las muchachas traen canastillos de flores
y clavellinas con que hacen coronas y ciñen las sienes de
la ninfa Maya? Gran socorro nos da O vid.:
Con-veniunt pictis in cinte njestibus Hora,
Inque la'ves calathos ínunera nostra lengut.
Prot'tnus accedunt Char'ttes nectumque coronas
Certaque celestes implicatura comas.
La gravedad y señorío de reina y levantarle como
tal en trono, obedecerle las demás teniéndole suma se-
veridad, toca algo en la diosa Maya, ó majestad, de
quien dice O vid.:
Nec mora concedit medio subltmis olympo,
Áurea purpureo conspicienda sinu;
Concederé simul pudor et metus omne videres
Numen ad hanc ijultus compasáis se suos.
Nótese la majestad, el vestido rico, la obediencia,
reverencia y miedo que todas las muchachas muestran á
la Maya como á señora y diosa: y más abajo describe
Ovidio cómo la acompañan niños y niñas:
Illa comes pueris 'virginibusque 'uenit .
El vasillo con agua para rociar no disiente de lo di-
cho, antes consuena; pues la tierra, que es la diosa Maya
ó diosa buena, no puede criar nada sin el rocío: ó di-
gamos que es aquel vaso que en los sacrificios de esta
diosa se usaba, en el cual llamaban al vino leche, y al mis-
mo vaso melaría: «Fas in quo vinum inditum sit me-
larium neminetur, et vinum et Lac nuncupetur.»
La descripción de tal vasillo, como el que hoy se
usa, la hallo en aquella solemnísima pompa que Lucio
Apuleyo ambiciosamente pinta, lib. XI, y dice que era
- 287 -
de cuello largo como la almorraja, y que iba junto á la
diosa: 'kOracula faverrime. Cav ata fundo quam rotundo
minis ex trine e cus simulachris JEgiptorum efigiata ejus
orificium altiuscule levatum, in calcalem prorrecíum lengo
ribulo prominebat.»
Y aun estas almarrajuelasque hoy se usan tienen de
vasos sacrificiales el no poderse tener en pié, como aque-
lla que antiguamente llamaban vasa fictilia, que era pre-
ciso derramarse, y así no podian asentarlas en la tierra.
Pedir á los que pasan también es ceremonia en la anti-
güedad con los dioses; costumbre que reprehendió Mi-
nucio Félix en el Octavio: «Mendicantes vicatim Déos
ducunt.»
Hace mención de esta costumbre Plutarco in Iside^
y L. Apuleyo en el lib. VIII de las Milesias; y fué tan-
to el exceso, qué fué menester corregirlo por ley de las
Doce tablas: «Pr^eter idea matris fámulos nequis stipen
cogito.»
Vióse bien practicado en los actos de nuestras san-
tas Justa y Rufina, que perecieron por no querer dar
la stipe á la diosa Venus, llamada de los antiguos sevilla-
nos Salambona.
D. Ped. Los ritos de aquellas antiguas fiestas de
la ninfa Maya y las presentes de nuestras Mayas están
muy ponderados y todas ellas se combinan bien, y pare-
ce que se están señalando con el dedo; sólo resta que
V. m, declare aquella fórmula de pedir para la rica Ma-
ya, en la cual muchas veces he reparado y preguntado á
las muchachuelas que para quién piden, y ellas tenaz-
mente responden aquello mismo.
D. Fern. No es digna de menosprecio fórmula
tan^antiguay repetida, y juzgo que lo es tanto como las
demás ceremonias, y uso de las Mayas; y tal vez he
pensado si quieren decir que piden para hacer rica á la
Maya; pero ellas no piden sino diciendo: «Para la rica
Maya,» y fuera disparate pedir para la rica si por esto
querían decir que la Maya era rica, pues el decirlo era
ocasionar que nadie les diese. De donde aquel nombre
de rica no puede ser epíteto y adjetivo de la Maya, sino
nombre sustantivo de alguna cosa; y siendo así que es-
te uso excede aun la memoria de los romanos, ó por lo
menos durando en España su monarquía se exercitó y
frecuentó, diremos que pedir para la rica Maya es pedir
para aquel tocado que los romanos llamaban Rica^ el
cual era cosa sagrada y lo usaban las flamínicas, mujeres
de los flamines ó sacerdotes. Era colorado, deshilado y
cuadrado: hacíanlo de lana blanca, y las que lo hilaban
habían de ser doncellas ingenuas, ciudadanas de Roma, y
que tuviesen padre y madre. Así lo dice Paulo en los
Fragmentos rica: «Vestimentum quadratum^ jimbriatum
purpureum^ quo flaminica propallio utebantur. Alii dicunt
quo ex lana fiat succida alba quod conjiciunc virgines in-
gés ingenue, Datrima Matrim^ cibes et inficiatur ca-
rulee colere.^
Festo Pompeyo dice que las ricas eran un tocado
pequeñuelo, cuadrado, deshilado, para tocar la cabeza:
«Rica et Ricula vocantur parva ricinia, ut palióla ad
usum capitis facta.»
Aristóphanes, en la Lusistrata, parece que se con-
forma con esta opinión, según el intérprete latino: «G?-
2«9 —
peris ricam tibi quam dedero circum caput hac in lolve
tuum.»
Granio, otro autor, dice que ricas eran los apretado-
res, bandas ó listones que las flamínicas se ponían en la
frente por seiial de su dignidad sacerdotal: «Granius
quidem aut ricam es se multe bre singulum capitis, cuo
provita flamimca redimitur.»
No debió tener la rica sólo este uso, aunque siempre
fué cosa sagrada, pues también se cubrian la cabeza con
ella cuando las mujeres sacrificaban: así lo dice M. Var-
ron, en el IV de la Lengua latina: «Rica a ritu quod
romanu ritu f¿e mina eum faciunt capita velant.»
Flauto lo equipara al vestido real: «Ricam, bacili-
cum aut exGticum hac vocabula actiones subigunt ut fa-
ciant viri.»
Últimamente, Nonio Marcelo dice que es el pañuelo:
«Rica est quod nos sudarium dicimus.y>
Pues ahora, sea la toca ó sobretoca de la Maya, vo-
lante, apretador ó pañuelo rico, á todo el vestido de que
ricamente le adornan á todo ello llamaban rica, y para
ello pedian, conservándose esta voz en esta envejecida
ceremonia, bastantísima prueba de su antigüedad, que
las muchachas religiosamente han continuado en esta
fórmula de pedir para la rica á la Maya, porque las mu-
jeres conservan incorruptas las palabras y la antigüedad.
Así lo dice Cicerón, líl De Oratore: «Facilius enim
mulleres incorruptam antiquitatem servant, quod multo-
rum sermonis experte catenent semper qu¿e prima dedi-
cerunt. >
La última ceremonia es que dicen oprobios á los
37
— 290 — "
que piden y no les dan, diciéndoles: «Cara de perro,
que no tiene dinero.» «Barbas de gato, que no tiene
cornado.» De las actas de Santa Justa y Rufina consta
que las maltrataron y afrentaron de palabras y obras,
quebrantándoles sus vasos, de que se sustentaban. Mas
aun el modo de comunicar de nuestras muchachas es
harto sencillo y semejante á los oprobios que Achiles
dijo á Agamenón, llamándole «Cara de perro,» porque
le llevaba á la doncella Briceida. Homero, Iliada VI:
SJc te o nialde impudens, consequimur ut guadear
Honorem conser-vantes Menelao canino nj'ir 'vultus.
Y hablando con el mismo le llamó «Borracho, ojos
de perro.»
Fino gra--üa in oculos habens.
Y Aristhófanes, en las Avispas:
Cujus terribiles oculi fulgebant fronte canina.
§. II.
Columpios y otras fiestas de mujeres.
D. Diego. Fiestas de mujeres, particulares del mes
de Mayo, son las que V. m. ha dicho: mas el columpiar-
se y mecerse es uso de todo el año, y pues también es
entretenimiento de mozuelas, á propósito será que V. m.
nos diga algo de él y de su antigüedad.
D. Fern. Que el uso de los columpios sea muy
antiguo dice la voz griega y latina que los significa, pues
— 291 —
es cosa clara que todo lo que tiene su nombre propio en
aquellas dos lenguas se usó en ambas repúblicas, como
también es consecuencia, que lo que no tiene nombre
griego ni latino, tendremos sospecha de que es cosa muy
moderna y de poco tiempo inventada; mas lo que nos-
otros llamamos en España columpios, tiene en la lengua
griega su nombre, que es At'ropa, y en latin oscilum. La
voz castellana columpio no sé qué origen tenga: sólo
me acuerdo haber leido en el libro De recta pronuntia-
tione de Justo Lipsio, que esta misma voz columpio ha-
lló en una inscripción antigua; mas él no entendió lo que
significaba, antes la tuvo por monstruosa; ni yo sabré
decir si allí significa nuestro columpio, por ser fragmen-
tos que no dan más luz. Oscila dice Servio que se lla-
maron los columpios: <i.Abeo quod cillerentiir his^ id est
mover entur.y>
De su origen y principios hay varias opiniones entre
los místicos y teólogos de la gentilidad. Dicen que ha-
biendo el dios Baco enseñado á Icaro, ateniense, padre
de la doncella Erigone, el uso é invención del vino, Ica-
ro incautamente, no estimando tan divino don como era
justo, lo profanó enseñándolo á ciertos hombres rústi-
cos. Estos, permitiéndolo Baco airado, después de haber
bebido mucho y perdido el uso de la razón, pensaron de
sí, según los disparates que hacían, que Icaro les habia
dado veneno, por lo cual lo mataron. Cuando esta últi-
ma desgracia le sucedió, acaso habia ido su perro con
él, que viendo á su amo muerto, como si el instinto na-
tural de su amor y fidelidad fuera racionalidad, volvió á
casa de su amo. Erigone, que de no venir con el perro
— 292 —
su padre tomó mala sospecha de algún infelice suceso,
salió de su casa, guiándole el amigo perro por los cami-
nos que ella no sabía, hasta que le puso con el cuerpo de
Icaro, su padre, muerto. Viendo tamaña desdicha,
aconsejóle su atrevido dolor que tomase un lazo y se
colgase de un árbol; pero los dioses soberanos, que des-
de su estrellado alcázar vieron que el aire meneaba aquel
desdichado columpio, compadecidos de ella, volvieron
á la doncella Erigone estrella, que hoy es el signo Virgo.
No quedó sin su debido galardón el bendito perro, que
también lo volvieron en otra estrella, que es el Can me-
nor. Valía entonces muy barata la inmortalidad, pues la
echaban á los perros. No paró la ira de Baco en el vir-
ginal suspendió de Erigone y muerte de su padre: antes
sucedió que viendo las doncellas atenienses el buen
despacho suyo, dieron todas en ahorcarse. Ni era de tan
poca consideración este daño que no solicitase mucho á
los sabios y celosos atenienses á consultar el oráculo.
Respondió que aquella pestilencia virginal cesaba si bus-
casen los cuerpos de Icaro y su hija; mas como buscados
no pareciesen por la tierra, por mostrarse obedientes
observadores de los mandatos divinos, colgaron de altos
árboles sogas, y mecíanse arrojándose de arriba á bajo,
para que con esta diligencia echasen de ver los dioses
que buscaban aquellos cuerpos nó sólo por la tierra si-
no también por el aire, conque los dioses, aplacados, sus-
pendieron la pestilencia de aquellas doncellas, y cesó,
pero nó el uso de los columpios, que ya por cosa agrada-
ble á los dioses proseguian; mas como sucedia que me-
ciéndose en ellos, algunas veces caian en vergüenza de
— 293 —
los que los miraban, ponían unas figuras en su lugar y
las meneaban y mecían, á las cuales, como dicho es, lla-
maban At'wpag, y los romanos Oscillay ab eo quod cille-
rentur his^ id est moverentur. Todo esto cuenta Servio
en el lib. II de las Geórgicas de Virgilio, porque el poeta
lo tocó en aquellos versos:
Et te Bachi vocant per carmina Ixta tibique
Os cilla ex alta suspendunt molli a pinu .
Adriano Turnevo, lib. XX Adversar, cap. XXIV,
declarando el lugar de Virgilio, dice que nó todos los
críticos convienen en su interpretación; mas él de su pa-
recer piensa son los columpios: «Constat ex gramaticis
gr¿ecis, solitos athenienses de arboribus melles sive baca-
nalibus suspendere sesiones, et gestationes quas Moras
vocant, aut cunctabor affirmare oscilla esse qu¿edam ut sic
dixerim suspendicul.i quibus se in aere -pendentes agita-
bant,y>
Trae por testigo á Hesichio. Otros autores más re-
catados en dar crédito á semejantes narraciones dijeron
que se inventaron los columpios para columpiarse y
limpiarse de los pecados, porque habiendo purgación de
ellos por agua y fuego, era justo que hubiese también
por el elemento del aire: estos tres géneros de purgato-
rio tocó Virgilio, lib. VI Eneid.:
alia panduntur inanes
Suspense ad 'ventos-, aliis sub gurgite 'vasto
Infestum el-vitur siclus aut existur igni.
Muy á la larga cuenta esta fábula Higinio en los
signos celestes, in Arctophilace, y en la fáb. CXXX. El
intérprete de Arato, en la voz Canis. Hesichio, Plutarco
— 294 —
y Macrobio Cornificio dicen que esta invención comen-
zó en la Italia, cuando habiendo peleado el rey Latino
contra Mesencio, rey de los cerites, nunca más pareció;
por lo cual mandaron á sus esclavos que le buscasen
dentro de seis dias por la tierra y por el cielo; no pudie-
ron cumplir este rigoroso mandato sino fué inventando
los columpios, á imitación de los atenienses. Los que
reducen las fábulas á Filosofía moral, dijeron que los co-
lumpios se inventaron para contemplar en su instabili-
dad la de las cosas humanas, que ya suben y se encum-
bran, ya con ímpetu y presteza bajan, y lo que vimos
levantado, en breve momento lo vemos caido y humi-
llado, ó para que en los columpios se nos acordase de
de las primeras cunas en que nos mecieron, todos re-
medios encaminados al conocimiento propio, y cautelar
á los mortales la poca seguridad que pueden tener cuan-
do se vieren levantados de la fortuna, y que no pierdan
la esperanza del todo cuando se hallaren caídos y bajos,
que podrá ser que la mudanza los vuelva al puesto don-
de se vieron. Mas dejadas moralidades, del columpio
tomó la metáfora Petronio en el Satírico, diciendo de
un viejo verde: «Sic ínter mercenaria anamicum que
posítus senex veluti oscillatione ludebat.»
Y Tertuliano: allla dicitur Carthago studiis aspe-
rrima helli prima omnium armasse in oscillum pendutis
Ímpetus.»
De este entretenimiento escribieron Adriano Tur-
nevo, Advers., lib. VII, cap. XX, et lib. XX, capítulo
XXIV; Scaliger., in Aujon., lib. II, cap. XXVI; Mar-
tin del Rio, Frag. Hipolact., III, v las notas satir. de
— 295 —
Petronio, fól. ii 6; Pedro Pantoja, de M^¿2/., fól. 230.
De este género de columpios eran unas máquinas
que llamaban pentauro, ó por lo menos eran semejan-
tes. No me atreviera yo á juzgar esto si Gerónimo Mar-
cial no me ayudara en la Gimnástica^ lib. III, cap. VIII:
«Credo valde similem es se jactationem illam Peíauro qua
hodie apud multas fuellas et fueros efficitur, as seré ad
laqueari a funibus quatuor suspenso, et ibi sedentibuSy
pueris, aut puelis veluti per aerem jactatis cuncti qiiod
genus sub oscillarum appelatione a veteribus significatum
puto.»
Dice que Abicena habla de ellos en la primera parte
del lib. IV, cap. XIII: «JEger penatur super instru-
mentum, quod pueri veljuvenes solertin arern concuti.»
Lo mismo vemos imitado en las monedas de César
Augusto, y fué invención tan general que la conocie-
ron los de Tracia y los egipcios: de aquella máquina
llamada petauro habló Juvenal en la Sátir. XIV:
An magis oblectant animum j adata petauro^
Corpora quique solent rectum descenderé funetn.
Y Marcial en el lib. XI:
¿iuam rota transmiso toties fortam inpacta petauro.
Arrojaba esta máquina de sí al que en ella se ponia,
y habia hombres y muchachos de tan desesperado atre-
vimiento que se ponian en el petauro para que, imitan-
do á las aves, volasen, ó los volasen por los aires. Clau-
diano:
Fel qui more anjium cese jaculantur in auras,
Corporaque adificant ce/eri, eres sentía nexu,
S^uorum compositam puer augmentatus in arcem
— 2g6 —
Emicet, et 'vinctus planta 'vel cruribus harens,
Péndula librato fingut 'vestigia saltu,
Alternosque scient mrAus: ellatus et Ule.
Una máquina muy semejante á estos columpios ó
petauros he visto imitada estos dias en algunas fiestas
públicas en nuestro lugar, y á la verdad muy semejante;
porque un madero fijo en el suelo y otro que por lo alto
de él se mueve velozmente, y atravesado otro madero
de donde penden los columpios, de manera arrebatan á
los que en ellos se ponen, que no teniéndose muy bien,
los hace volar muy lejos, y mientras andan allí asidos
subiendo y bajando se entretienen ellos y entretienen á
quien los mira, que son ordinariamente gran multitud
de muchachos y gente déla primera tijera.
Tuvieron las mozuelas otros entretenimientos que
por los tiempos del año solemnizaban; tales fueron las
fiestas que llamaron Caprotinas. En ellas las mujeres,
vestidas de hojas de higueras, saliendo al campo, junta-
ban sus criadas, corrían unas tras otras y alrededor, ha-
ciendo un modo de batalla, dándose con aquellos ramos
y tirando pedradas. Plutarco en Rómulo: «Invitant f se-
mina extra urhem fisa Ramis in umbralas. Coactu anu-
llo circum currunt^ luduntque mox verberibus lapidibus-
que ínter se prelianíur.y>
Corrían también tras de una cabra á pedradas, en las
fiestas de la diosa Juno Phalisca, y la que la matábase la
llevaba por premio. O vid., líl Amor, eleg. XII:
In'visa est Domina sola capilla sua.
Illius inditto sil<vis inventa sub altis
Dicitur in'ventam detinuisse fugam
— 297 —
Nunc quoque per pueros jacuits iiicessitur índex,
Et pramium autori 'vulneris ipsa datur.
D. Ped. Á la primera fiesta imitan ahora las mu-
jeres, saliendo al campo y dándose con los jamones, y
tirándose naranjas. La segunda está admitida en los
muchachos de la escuela, que corren los gallos y el que
lo mata lo gana.
^. III.
Consejas: la Mala cosa: el Diablo Cojuelo.
D. Ped. Soseguemos un poco esta gente menuda,
y hagamos que al fuego las noches de invierno cuenten
sus cuentos y consejas, que es uso tan admitido en nues-
tra edad, que no pueden dejar de tener antiguo origen,
según las demás cosas que V. m. ha dicho.
D. Fern. Nó sólo es uso y costumbre antigua,
pero precepto de la educación acertada. Por lo menos,
la apadrina Platón en sus leyes: «iVcj carminihus fabu-
lisque, et saluta ratione, et cartibus esse optimam ■pueris
occinemus .»
y Ausonio:
Suescat peritis fabulis,
Simul jocari et ludere.
Mas háse de advertir, que las consejas que se les en-
señaren sean buenas, y de que aprendan á serlo. Plutar-
co, Tie Educatione pueror.: ^ Plato nutritibus prudenter
38
— 29» —
pj'íecepity ne quasivis fábulas pueris recitent, ne eorum
animi pravitate ac stoliditate ocupentur.»
Conviene que las consejas les entretengan y enga-
ñen, porque sería cosa peligrosa ocupar el ánimo tierno
con algún mal ejemplo. Así, los maestros de los mu-
chachos persas, gente que con rigor advertido y tem-
plado crió sus hijos, les enseñaban á contar y cantar
consejas, pero acomodadas y útiles. Acredítalo Strabon
con el lib. XV: «Dicipimarum contínentisimis atuntur
( Pers¿e) qui et fábulas acomódalas ad utilitalem in te-
xunt, cum cantu et sine cantu.-»
La razón porque á los muchachos le son útiles las
buenas consejas da Strabon en el lib. I: porque como el
hombre naturalmente desea saber, las consejas despiertan
el entendimiento y dan camino al estudio de la sabidu-
ría, y á entender el lenguaje: <i.Cupidus enim cogitationis
est homo, ad quam rem fabularum studium aditum eipa-
raty hinc nanque incipiunt pueri audire, et magis magis-
que sermonibus auscultandis vacare.»
De manera, que nó sólo son las consejas antiguas,
pero es antiguo consejo que los muchachos las apren-
dan, y aun el modo de contarlas parece también here-
dado; y lo mismo suelen los muchachos decir, que cuan-
do hablaban los bueyes como ahora las piedras: y á este
modo he encontrado en Philostrato una conseja en la vi-
da de Apolonio: «Itaque de ilia cogitans recordatus est
fábula quam sibi dum adhuc infans^ fasciis ligaretur^ et
nutriretur in Olympo horce narrabant devacca quce quon-
dam homini locuta^de térra ac de se ipsa qu^edam enarrans
homines ad solis amandos bobes compulit.»
- 299 ~
Muy bien el viejo de Tertuliano, en el libro contra
Valentiniano, toca las consejas de las torres encantadas y
los peines del Sol: ^Jan si in totam fahulam in nititur
te infantia^ aliquid tale iníer somni díficultates ad nutri-
cula audivisse lamia turres et pectines Solis.»
Estas torres y lamias son de la misma casta de las
que su abuela contaba á. Policiano que había en los de-
siertos, las cuales se tragaban vivos los muchachos que
lloraban: «Míhi quidem etiam perulo avia naravat^ esse
aliquas in solitudine lamias^ qu¿e plorantes deglutirent
■pueros. »
Luciano, in Fhilopseade^ pone muchas de estas ma-
las cosas; los pegasos, chimeras, gorgones, cíclopes:
«Pegasos, pr etérea chimeramque, et gorgones, et ciclopes,
qu¿e mentes, afficere piierorum queant, quilorbam ad huc
lamiamque metunt.y>
Suelen los muchachos antes de comenzar un cuento ó
conseja decir: «Érase lo que era, el mal se vaya y el bien
se venga; el mal para los moros, y el bien para nosotros.»
Así parece que imitan la fórmula de Plutarco in Sympho-
siac V^I: «Bulinum foras: intro divitias et sanitatem.»
Y Tertuliano contra los Valentinianos: «.Malum
foras.»
Q. Sereno Samonico, en el libro de Medicina: «Sed
fortuna potens omnem convertat in hostes.» El mal para
los moros.
Á estos modos de hablar llama Tertuliano dicibula,
dichillos, contra Valentiniano: «Satis meminerat Ptolo-
meus puerilium dicibulorum: in maripoma nasti et in
arbore pise es.»
— 300 —
Nuestros muchachos á este tono: «Por la mar corren
las liebres, por la tierra las anguilas.»
Suelen asombrar los muchachos nombrándoles San
Antón, Carne pies, la Tragamasa, la Paparrasoya. A
este género llamaban mamas. Así lo dice Sexto Pompe-
yo en los Fragmentos: «Manías autem, quas nutrices
jninantur pueris, perhulis larbas, id est Manes ^ quos deos^
deasque puíabant.»
Y aun por ventura de la palabra manía viene llamar
hoy mandria á un hombre tonto, que no sirve más que
de espantajo y figura, aunque también llamaban man-
dras á los caballos ó bagajes y á las piezas del ajedrez
que llamamos caballos. Llamábanles también manducos,
porque hacian unas malas figuras con grandes bocas y
dientes, é iban dando dentelladas como acá Jas tarascas
y mojarrillas. Plauto, in Rudente: «¿Qui si aliquo ad
ludos me pro manduco locum? ^^a propter? ^ia Pol,
clare crepito den ti bus.»
De estos terriculamientos habló Juvenal, Sátira III:
Cum persona pallentis hiatum
In gremio ?natr¡s formidat rusticas infans.
Temen aquellos nombres formidables los niños, y el
depravar el rostro ó hacer movimiento con los dedos.
Séneca lo testifica: «More puerorum^ quibus tneíus jucu-
tit umbra^ et personarun deformitas, et depravata factes
lacrimaSy vero evocant nomina parum grata auribiis et
digitorum motus^» etc.
D. Ped. Eso viene á ser una general persuasión
que todos los muchachos tienen de un espectro, sombra
ó espantajo que llaman la Mala cosa, la Muía descabeza-
— 30I —
da, el Diablo Cojuelo, la Pantasma, y otros nombres se-
mejantes.
D. Fern. Certifico á V. m. que cuando encontré
en algunos autores esta tropa de trasgos, que me hice
cruces, nó tanto de miedo como de admiración, de ver
en ellos casi lo mismo que hoy experimentamos en nues-
tros muchachos, y tuvimos creido cuando lo fuimos. A
ésta, pues. Mala cosa, le llamaban Empusa ó Gilo. N ice-
foro Calixto, lib. XVIII, cap. IX, dice que la vio el
emperador Mauricio sacar un niño de su aposento como
que se lo queria tragar, aunque no le pudo hacer daño:
\dllud vero quod anicularum^ est mihi prope incredibile
adherís perc¿epe eamque Empusa dicitur^ allius vero Gilo
dixerit^ infaníem ex cubículo velunti eum inferre po-
tuisse.»
Este Empusa ó Mala cosa decian que se les aparecia
á los que sacrificaban á Hecate ó á los dioses Manes, va-
riando muchas formas, y asombrando á los desdichados
al medio dia, y que andaban en un pié. Celio Rodiginio,
lib. XI, cap. XVI: «Esse vero Phantasma, damonides
sive specírum, quod sese infelisibus imperat mulíifician-
que demutet formaní^ ut se meridiem plurinium ostentet
cum inferís parentatur nomínis ratio ut Eustathio pla-
ceta quía uno incedat pede.»
Las formas y figuras que mudaba y variaba esta
fantasma súbitamente eran haciéndose, ya buey ó vaca,
ya una muía, ya una mujer hermosísmia, y luego dejado
de ser mujer parecia perra, ardiále la cara toda y tenía
un pié de hierro. Elegantísimamente Aristóphanes, en
su comedia Ranas:
— 302 —
At maxlmam profecto 'video bolluam
í¿}Halem? no'vamquie incuncta súbito 'vertitiir
Modo bos, modo autem muía, rursum J amina pule herrima y
Age ubi est> recta ad illamferor
Aut rursus, aut est mulier, imojam canis,
Igni totafacies refulget, et crus alteriim es i illi
JEneum, Empusa, pro inde est.
Consideren V. ms. las palabras de este antiquísimo
poeta, y compárenlas con lo que los muchachos dicen
asombrados en sus consejas, que asombran de la confor-
midad que han no con otro rudimento á la memoria,
que á veces le llaman ala Mala cosa la Ternera descabe-
zada: <.<Modo Bos y modo autem Muía.-»
En toda Sevilla y su comarca ven los muchachos á
D." María de Padilla en un coche, ardiendo en llamas
de fuego: uRur sus f semina pulcherrima, igni totafacies
refulget. »
Siempre también lleva allí consigo el Diablo Cojue-
lo: «Crus est alterum illi Mneum Empusa prohinde
est.yi
Casi lo mismo dice Aristóphanes refiere Luciano en
el áVúogo P hilos eude: ^Multl forma quodam spectrum et
quod allias apparebaiy primum quidem muliebrem formam
referebaty deinde in Baccamformosam vertevatur, postre-
mo catula zñdebatur.'d
No carece de misterio decir que esta bestia ó fantas-
ma se aparece al medio dia á los desdichados, porque
esto tiene más de verdad ya que de conseja, entendiendo
que este espectro Empusa ó Mala cosa es el demonio
meridiano, de quien pide David á Dios que le libre, po-
niendo su verdad por escudo para no temer los temores
— 303 -
de la noche y el acometimiento y demonio meridiano,
en el Psalm. XC: «.Non timebis a timore nocturno ab
incurso et demonio meridiano. »
Véase á Martin Antonio del Rio en las Mágicas
Disquisiciones^ lib. II, q. XXVII, sect. IV.
El glorioso San Gerónimo, obispo Nacianceno, ha-
blando con los depravados afectos del alma, y aquella
parte bruta que turba la razón, le dice sentidísi mámente:
«Empusa Menas, animal er misserrima: Empusa Menas,
quo voluptas te trahit''^.
D. Diego. ¿Por qué llaman el Diablo Cojuelo,
siendo él tan ligero que cérea en un momento y anda
toda la tierra^
D, Fern. Por ventura nació esta persuasión de
que como cayó del Cielo se le quebró alguna pierna.
Esto creerán los que cuentan las consejas, y sea entre
ellos Homero, que en el himno de Apolo, y en el libro
XVIII de la Iliada, dice que cuando Júpiter echó á
Vulcano del Cielo, cayó precipitado en la isla de Lem-
nos y que se le quebró una pierna y quedó cojo.
quando me dolor capit procal delapsum,
Matris mea 'voluptate, qu<e me 'volebat oi ultaret
Claudiim existentem .
Ya tenemos aquí un celestial caido del Cielo, cuyo
nombre era Vulcano, dios del fuego, como lo es Luci-
fer príncipe de los demonios. Yo probaré que al mismo
llamaron los gentiles Lucifer, y tuvo templo donde es
ahora Sanlúcar de Barrameda, ciudad de los ilustrísi-
mos duques de Medina-Sidonia. No lo dice menos que
el Príncipe de la Geografía, Strabon, lib. III: <¿Inde
— 3^4 —
supra B¿etim navigatur^ et urbs succedit ebora, et Luci-
fer i fanum^ quod vocant Lucemdeibiam. »
Del mismo lugar he visto y tengo muchas monedas
de bronce, por la una parte la efigie de Vulcano, con su
birrete y tenazas, y por el reverso un lucero; y en otras
monedas está esculpido el templo mismo, con que que-
da sin duda, por la misma confesión de los gentiles, que
su dios Vulcano es Lucifer, que cayó del Cielo, y que es
el dios del fuego, á que eternamente está condenado, y
que está cojo, porque tiene depravada la voluntad para
no poder arrepentirse y subir otra vez á aquella silla de
que cayó. ¿Quién duda que los gentiles, grandes imita-
dores en sus fábulas de las verdades de la Escripíura,
tomaron esta fábula de la caida de Luzbel del Cielo, cu-
briéndola con nombre de Vulcano, pero no disimularon
que era del Infierno, ni que era cojo, para que de aquí
entendamos que es el Diablo Cojuelo? Este pensamien-
to lo hallé que también lo habia ocupado en parte Juan
Espondano en los Comentarlos de Homero: «C^terum
hic Vulcan'í lapsus non valde abest ab historia sacra, qu¿e
angelos detrusos CívIg pariter, commemorat, et nescio hanc
hoc ignara illa et c¿eca antiquitas adum brarti.y>
No sé qué se tienen estas cosas malas y del Infierno,
que las más ciertas señas de que se camina allá es cuando
en este mundo tenemos algunas cojeras, que así se lla-
man las malas costumbres. Las más ciertas señas que le
dieron á Psiche de que iría derecha al Infierno, fueron
que, habiendo andado buena parte del mortífero y es-
pantoso camino del Infierno, encontraría un arriero cojo
que llevaba un asno cojo cargado de leña, pero que no
- 305 —
le hablase aunque le pidiese algunos garrotillos para su
carga, que se le iba cayendo. Oigamos el discreto ha-
blador L. Apuleyo, VI Melis,: «Jam que confecta bona-
parte mortífera vitt¿e continuaveris^ claudum assinum
lignorum gerulum cum agasone simili, qui te rogavit deu-
denti sarcina susíi culos porrigas, sed tu milla de prompta
voce tacita pretérito.'*
Polifemo, Oficial de Vulcano, mostró ser grande y
horrendo, pero también cojo; estaba siempre cerca de
su fragua. Homero, Iliada, XVIII:
Dixit: et ab incudis loco mostrum ingens surrexit,
Claudicans subtus, autem sur a 'valide incedebant distorta.
Por esta razón tenian por cosa abominable y de mal
agüero encontrar algún cojo. Plin., lib. XXVÍII, capí-
tulo IV : «Simili modofastinationes reperciitimus dcxtr^e-
que clauditatis ocursum.y>
Y aún duraba esta persuasión en tiempo de San Juan
Crisóstomo, pues él la reprende en la Hom. XXI, ad
popul. Anthioch: «Et qui tándem sunt omnia s¿epe quis
domum suam egresus^ hominem vides manoculum aiit clau-
dican ten et ahominaturus est.y>
Á este mismo intento, Marcial:
Crine riiber, niger ore,
Brebis pede, lumiae l¿esus,
Rem magnam prestas, Zoile,
Si bonus est.
Rubio y de color moreno,
Un pié breve, un ojo tuerto.
Una gran cosa harás cierto,
Zóylo, si tú eres bueno.
39
— 3o6 —
Mejor pintó Homero un bellaco maldiciente, y le
pone este vicio de cojera. Éste era Tersites, de quien di-
ce en el II de la litada:
7/iersites autem immoderate 'verbo usus crositabat^
Strabo erat, claudus autem altero pede.
D. Ped. Mucho tiempo há que tiene V. m. á los
muchachos sin menear las manos y los pies, helados de
miedo de la Mala cosa., y será justo que los veamos ju-
gar algunos de los juegos que suelen á la candela.
D. Fern. Al propósito será eso el juego que lla-
man Fa-pa sal., y aun importara que nos lo dijese Mel-
chor, que ya casi está olvidado.
Melch. Hacen en las cenizas unas rayas largas, y
al cabo de ellas un circulo redondo como un ojo, y ta-
pados el un muchacho los ojos va con un puntero adi-
vinando cuál es el Papa sal, que así llaman á las rayas
largas, y cuál es el Ojo de buey, que es el círculo. Si
yerra, lastímanle la cara con un tizón de la candela, á
que ordinariamente se juega este juego, y de verle así
tiznado se rien los circunstantes.
D. Fern. Esa es ceremonia común á muchos jue-
gos, como ya vimos tratando de ella, y consta de un lu-
gar dePetronio, que aunque tiene varias lecciones, la que
hace más á nuestro propósito es que: ^Illa qucc injuria
depulsa fuerat ansilla, totam faciem ejus fulgine longa
perfricuij et non sensientis, lahea humerosque sopitis ti-
tionibus pinxit.»
Que parece mucho á la ceremonia de este juego de
tiznar el rostro con tizón. Pero al mismo juego hallo
— 307 —
muy semejante el que Bautista Mantuano toca en la
Égloga V, Candidus:
Tune jubet hibernos noctu 'vigilare Decembris
Aniefocum, et cineri ludos inarrare badila.
El juego del soldado es muy ordinario en todas oca-
siones. Dirálo Melchor.
Melch. Fingen un soldado que viene de la guerra
destrozado y desnudo, y cada uno le manda una pieza
de vestir, como camisa, sayo, calzón, etc. El que trae
un palo, que es el soldado, anda variando, y pidiendo lo
que cada uno le mandó, le da el castigo que quiere el
que trae el soldado.
D. Fern. Paréceme que aludió á este juego
M. Varron en la comedia Cornicula, referida en el libro
YV De lingua latina: «Itaque dictum est in Cornicula:
Militis adbenta quem circum eunt ludentes, qui cessamus
ludos faceré? Circus noster ecce adest.yy
La burla graciosa de descuidar á uno contándole
algo y haciéndole atender a otra parte, y en el ínterin
cogerle alguna cosa ola bolsa, le hallo en Aristóphanes,
en la comedia Equiíe:
At per Jovem, etiam in tne puero 'uersutia fuerunt
3uos quos enim sic dolare ad eos locutus,
Spectati pueri: Non 'videtis 'vir no'va'í id est hundo,
lili 'videnjant, Ínterin ego carnes auferebam.
¡Por Júpiter! que yo cuando muchacho
Mil tretas supe: á todos engañaba,
Diciéndoles: «Mirad; mirad, muchachos.
¿No veis la golondrina? Ya es verano.»
Y al que más embobado la miraba,
Yo entretanto la carne le hurtaba.
- 308 —
El señor San Agustín, sol de la Iglesia Cathólica,
con ser la doctrina que en sus muchos é innumerables
libros escribió tan levantada, no se desdeña de traer al-
gunas cosas menudas de juegos de muchachos, y á fée
que lo sabía muy bien, pues cuando oyó la voz de uno
que fué motivo próximo á su conversión, entendió que
en alguna casa por allí cerca jugaban ó cantaban mucha-
chos, y oyendo aquella voz: Toma y lee, toma y lee,
pensó si era algún juego ó cantar que tenía alguna fór-
mula: «Vocem de ve ana domo, vel potius de Ccelo, tonan-
tem audibit, seu puerire peíentis: Tolle lege, toUe lege:
mox que, vultu mulato quam acurate secum expediré cepit,
curum ne pueri ludentes aliquid tola cantare solerent.
Posidius in ejus vita.»
Él mismo cuenta de sí una travesura de ir á hurtar
peras mal maduras con otros muchachos, y en otra par-
te cuenta el juego de los Apedreaderos ó catervas; pero
en el Serm. XXIV, De Verbis Apostoli, trae un juego
parecido al que acá los muchachos llaman Moros vie-
nen. Las palabras del Santo son tales: «.Pestilentia ad
hostium venit, numnium qu^erit da illi dúos, et ducat se.»
En románcelo vuelvo así: í;La pestilencia viene, un
cuarto quiere: dale dos, y vayase con Dios.»
No pasemos en silencio una burla graciosa de la co-
dicia inconsiderada, que hacen los muchachos, hincando
cuartos ó reales en el suelo, para que los que pasan se
bajen á cogerlos; y cuando con más gusto los agarran,
se hallan burlados, por estar el real ó cuarto clavado en
el suelo, ó asido del hilo engañoso. De esta graciosa bur-
la hace memoria Horacio, Epist. XVI:
— 309 —
Cur nielior ser-va quo liberior sit avarus
Intrlbis fixum, qui se demitit ab assem
Non -video.
Imítalo Persio en la Sátira V;
In queluto fixum pos sis transcenderé nummum.
Tenga también la gula su pago en el juego que
suelen hacer los muchachos arrojando por alto la fruta y
recogiéndola con la boca abierta; pues no le costó me-
nos que la vida á Druso, hijo del emperador Claudio,
que recogiendo de esta manera una pera ó cermeña, se
le atravesó de tal manera en la garganta, que lo ahogó.
Suetonio: «Drusum pompe iis impúber em admissit^ pro-
per lusum in sublime in jactato, et hiata oris excepto
strangulatum.»
Sirva esto de aviso á todos los muchachos golosos,
como á nosotros de ejemplo del mismo juego, lo que
dice Aristóphanes in Equitibus:
Hei ?ni/ii misero perii! non isti senex
Domi sapit optime: sed quando in hac petra concidct
Haut aliter^ atque pueri solent
Cum fieos laqueo appensos patulo ore capiunt.
¡Ay de mí, perecido é desdichado!
Sabe mucho este viejo marrullero.
Todo el dia en su casa está sentado
En una piedra, de que hace otero:
La boca abierta, el cuello levantado,
Para tragarse al triste pasajero;
Como cuando el muchacho está aguardando
El higo que del hilo está colgando.
¡Qué bien piensa el poeta lo que hoy vemos de los
— 3IO —
viejos, que se ponen en su puerta á otear cuanto pasa y
no pasa por la calle.
§. IV
Dioses de los muchachos. Muñecas.
Aunque la república pigmea de los muchachos or-
dena y trata sus juegos con ímpetu natural, de que son
llevados, y así muchos de los juegos le son natura-
les, como lo dijo Platón en el VII De Legibus: (íFue-
rorum ludi quídam sunt ipsis guodam modo naturales^
ad quos quando comveniunt sponte feruntur;» con todo
eso, es grande imitadora de los mayores: y así, en sus
juegos hemos visto imitados reinos, reyes, jueces, tri-
bunales, batallas, certámenes, circos, anfiteatros y to-
do género de entretenimiento. Mas hasta ahora poco
hemos visto de una parte de república muy principal y
muy necesaria para su conservación, que es la Religión,
cosa que me persuadí siempre que tuvieron imitada co-
mo lo demás, mayormente en gente á quien por la ig-
norancia es tan común el miedo, pariente cercano de la
Religión. Y aunque podamos entender que los padres
en tiempo de la gentilidad, les enseñaban la doctrina
que ellos seguían de sus dioses, con todo eso la propen-
sión natural de imitar]^ adjudicó los suyos propios á la
puericia. Estos eran unas figurillas, á que llamaban Os-
cillas ó Sigilla. Esto me da á entender Macrobio en el
— 311 —
lib. I de los Saturnales^ cap. XI: Vel nunc sigillaria, qu¿e
lussum reptandi adhuc infantite oscillis factilibus pra-
ventj tentat oficio r eligí onis adscribere.yy
Cantacuceno, Sobre la Sabiduría, da buen paso áeste
pensamiento, así de la imitación de los muchachos, co-
mo de su religión á tales figurillas: «Pueri ¿edificante na-
vigant, agros colunt, nuptias effingunt, simulachra quí-
dam proferunt, et circa illa colletantur.»
Que fuesen cosa sagrada estas imagencilías lo dice
Macrobio, lib. I Saturnal., cap. XI: «Inde, usum talia si-
mulacra fingendi, inter sacra mansisse.»
Así, tenian fiesta particular, que era en el mes de
Diciembre, al mismo tiempo que se celebraban las fiestas
saturnales; y así, se enviaban por fiesta y regalo de estas
Oscillas ó Sigillos, como ahora suelen acá enviar en el
mismo tiempo ojuelas y buñuelos, y otros dulces y cosas
de comer. Una de este género, hecha de barro, se halló
en un sepulcro, y la conservo en mi casa: es figura de
un pastorcito, sentado en una peña, con su gaita en una
mano y la otra teniendo la alforjuda que trae á las es-
paldas. Otra halló el maestro Juan Ximenez Bernal,
del tamaño de un dedo: es imagen de la diosa Venus
Gnida; es de bronce, el rostro venéreo y risueño, el ca-
bello tendido de parte y parte cogido en rizos; en la ma-
no tenía alguna concha ó flor, y por estar truncada por
la muñeca no se puede saber; la otra mano tiene sóbrela
parte natural, cubriéndola. Dije que era la diosa Venus
Gnida, porque todas sus señas descubrió Luciano en el
diálogo de los Amores: «.Allii ípsa igitur^in medio posita
est ex Parió marmore, opus sane pulcherrimum, atque pra-
— 312 —
clarum et risu quodam simúlalo siih ridens; nulla veste
illam ipsam tegente nuda consficitiir^ nisi quatenus altera
7nanu -pudenda quati ohlita sui abscondit.»
Ovidio:
Ipsa Venus fubem quoties 'velamina ponit ,
Protegitur lava semi redacta manu.
En las Kalendas de Mayo hacian fiestas á los dioses
Lares, y en ellas levantaban altares con estas imágenes
pequeñas. Ovidio:
Prastiiibus Maja Laribus njidere Kalendce,
Aram constituí par-uaque sigua deum,
Festo habla más largo, y dice que por las cabezas li-
bres colgaban estas imágenes, y por los esclavos pelo-
tas: «Pil¿e et efigies muliebres^ et, viriles ex lana et com-
pitalibus suspendabaíur in compitis quod hunc diem fes-
tum esse deorum in fororum^quos vocant Lares, putarent;
quibus tot pil¿e quot capita servorum, tot efigies quot
esent, et simulacris contenti.»
De ser esta costumbre religiosa dimanaba también
la que habia de que llegando las doncellas á la pubertad
colgaban estas figuras ó muñecas en el templo, dedicán-
dolas á la diosa Venus. Toca la costumbre Persio en la
Sátira II:
Dicete Pontífices, in sancto quidfacit aurum?
Nempe hoc quod -veneri dónate a 'virgine puppa.
Decid, los sacerdotes, ¿qué hace oro
En el templo? Lo mismo que muñecas
Á la estatua de Venus ofrecida.
De aquí vino á decir Prudencio contra Simaco:
— 3^3 —
piierorum infantia prima
Errorem cum lacte bibtt. Gusta 'vera ínter
Vagitus def arree mola, saxa in Uta ceeteris
Viderat, tinguentoque Lares palle scere nigros.
Bebe error con la leche la primera
Edad de los muchachos, que ha gustado
El forro de la mola entre pucheros:
Ó mirándolas penas enceradas
Con ungüento humedecen á las Lares
Amarillos del humo.
Venía á ser tan común el uso de estas Oscillas como
ahora el de las muñecas, que sucedieron en su lugar,
aunque sin aquella falsa religión que los antiguos les
atribuian: mas en los tiempos de Arnobio Afro aún no
habia cesado el adorarlas, pues en el lib. V las refiere
como cosa todavía supersticiosa: ^Sape numero videmus^
h¿ec signa modo parbula jieri^ et palmarem in minutiem
contrahi."»
Los griegos, que nada dejaron de inventar y aun en-
señar á los otros, también las tuvieron: llamáronles
Keu/sas, y de ellas hace mención Dion Crisóstomo,
en la Oración Rodiaca; Lactancio Firmiano, lib. I, capí-
tulo IV Divin. instit ; señor San Agustin, lib. VII,
cap. III de la Ciudad de Dios. Tenía también la edad
infantil, en la común religión de los romanos, sus particu-
lares dioses que mirasen por ella: y así, habia diosa Cu'
nica, que cuidaba de los niños en la cuna; Adeorta y
Abeona, que entraban y salian con ellos; Bona mente,
que les daba buen entendimiento; Statano y Fabulano,
para que les enseñasen á tenerse en pié y hacer peninos
y hablar. Tomaban los nombres estos pueriles dioses de
— 3H —
los oíicioSj y así: «Obstando et fabulando, stanus fabu-
hnus ofabulanus.»
Y así, estos dos dioses me parece á mí que dieron
principio á aquellas dos palabras repetidas, Sutano y
Fulano^ que es decir que no sabemos más señas de la
persona que decimos, sino aquellas tan comunes á todos
los hombres, que son estar en pié y hablar; Stanus et
Fabulanus. Covarrubias dice que de dicciones hebreas.
Lo cierto es que de esta lengua muy poco se ha pegado
en Castilla, y menos en Andalucía, si ya no se derivase
de la arábiga, su parienta; y aunque parezca litigar en
ajeno fuero, doy un paso más adelantado, asiéndome de
Sagrada Escriptura, que en el cap. XXI del Génesis di-
ce así: iiCunque vidiset Sara filius Agar Mgiptice lu-
dentem cum Isaac filio suo^ dixit Abraham ejice ancillam
hanc et filium ejus.^
Vio la buena vieja Sara jugar al niño Isaac con el
muchachuelo Ismael, hijo de Agar, y le pareció tan pe-
sado el juego, que al punto dijo á su marido que echasen
á madre y hijo de casa.
Dudan los doctores qué juego fuese éste que estos
dos niños jugaban, que tanto escandalizó á Sara y
Abraham para echar de casa á Agar y Ismael; y dejadas
varias interpretaciones que no hacen á mi intento, siem-
pre pensé que fuese este juego de las muñecas, á las cua-
les el muchachuelo Ismael, enseñado de los demás mu-
chachos gentiles, enseñaba á reverenciar al santo Isaac;
y como cosa cercana á ser idolatría de veras, tan daño-
sa para el alma del que habia de ser patriarcha y santo,
al punto le pareció atajarla.
- 3^S —
Parece que este mi pensamiento le habia ocupado
primero el señor San Gerónimo sobre el Génesis, donde
dice: «Sive quod idola ludo,feceritjuxía illud quod ali-
biscriptum est; sedit populus manducare et bibcre et sur-
rexerunt ludere.»
La misma opinión fué de Nicolao de Lira, afirman-
do que la tuvieron los hebreos, y San Buenaventura so-
bre el cap. XII de la Sabiduría; y en el mismo capítulo
Lorino, cuyas son estas palabras: «Ocupetur circa idola
et icunculas quibus pueri delectare solent, et ludere ima-
ginibus; eodem faceré videtur lusus Ismael cum Isaac ^qui
ut pridem notavtmus, -vel impertabat lasciviam vel con-
fictionem et adorationem idolorum.»
Jacobo Bidermano considera esta misma costumbre
de tener muñecas en los santos Inocentes, entre otras ni-
ñerías que elegantemente describe in Herodiade:
Forte siias piiltes et a?nati gaudia lecti
Liquerat rei politus ,puppasque ex more traehat,
Jam satur ad soliti dilecta crepundia ludi,
Magnus et bullas ínter pupposque togatos
Sig?2orum numerus.
Últimamente, eran dioses de los muchachos Inter-
duca y Manuduca, para traerlos en casa, y de la mano.
De Manuduca parece que se derivó á nuestra lengua el
nombre de muñeca, por estas figurillas que vamos di-
ciendo, y por la parte que junta al brazo con la mano,
que también le llamamos muñeca: «Q.uasi quod manura
ducaty aut Manuduca sit.»
No para aquí la imitación política de nuestra alegre
república, que no sabe estar parada; y así, dice Horacio
- 3i6 -
que tiene otras acciones, como son edificar casas, correr
en caballos de caña, uncir ratones á las carretillas y jugar
á Pares y nones.
/Edificare casas, equitare iii arrundine longa,
Ludere par inpar, plostello adjuiigere tnures.
Yo me acuerdo que siendo de esta edad, edifiqué en
un grande arenal de un camino, después de haber llovi-
do, una ciudad con sus murallas y plazas, comparti-
miento de barrios, calles y casas, y quedé más ufano
que Rómulo con su edificio; mas sucedióme lo que dice
Homero sucedió á los achibos con sus reparos y tor-
res, que se las derribó Apolo, y toma la metáfora de las
casas que vamos diciendo, en el lib. XV de la Iliada:
Hac iüi profundehantur turmatim, anteibat Apollo,
Aegidem gestans valde pretiosam-. diruit murum Archiboriim
Facile admodum: ut cumquis arenam puer prope mare,
S^ui postqiiam fecerit opera Insoria per infantiam,
Post iterum destruit pedibus et matiibus liidens.
Por allí los soldados se extendían
En tropa, mas guiábalos Apolo,
Que llevaba un escudo muy precioso,
Y el muro derribó de los achibos
Facilísimamente; como cuando
Edifica un muchacho en el arena
Junto á la mar, que luego que ha acabado
Las obras á que su niñez le inclina,
Con pié y mano jugando las derriba.
Séneca, en el libro De Constantia Sapientis^ repre-
hendiendo á los mayores en las obras de los muchachos,
«//// in litoribus arena congesta, simulacra domun exi-
tant.>:>
— 317 —
Y Luciano, en el Diálogo Hermotimo, sive de sectis:
«Q.uoniam illud per simile erit puerorum ¿ediculis, quas
alia et infirmas pararle solent^ ita protinus sub vertunt
ac diruunt.y>
Aristóphanes, en la comedia Nubes, dicede un mu-
chacho artificioso y grande imitador:
Nesis soUcitus sed doce: ingenios us es,
Suapte natura: nam Funtillus cum aduc puer esset,
Aedificabat hic intus casas-, naves sculpebat, et posellas cortea
Fingebat: Rafias etiam faciebat sibi
Ex punicorum malorum putamine.
De las carretillas, que es entretenimiento muy de
los mismos personajes, demás de los lugares citados, el
mismo Aristófanes, en sus Nubes:
Naín et ego olim, dum tibi
Aduc sexenni et balbucienti, sum obsequens
Plosteüiim emi tibi in festo dialium,
O bollo quem primutn pro mercede acceperam.
Tíbulo, de las cosas que vamos diciendo:
Turbaque 'vernarum faturi bona signa coloni
Laudet, et ex 'virgis extruet arte, casas.
La santa Madre Teresa de Jesús se solia ejercitar
en esto en su niñez, que fué vaticinio de las que habia
de edificar después de su orden del Carmen. Así dijo el
poeta que escribió su vida:
Tomó en ella unas tejitas,
Y unas con otras compuestas
Levantaba unas casitas.
Entre los árboles puestas,
Como en los montes ermitas.
Dióle este ejercicio el cielo,
- 3i« -
Y casicas dio en labrar;
Pronóstico que en el suelo
Habia de edificar
Las ermitas del Carmelo.
La misma niñería llora tiernamente Lope de Vega
Carpió, en un epicedio á su hijo Félix, en sus Rimas Sa-
cras.
§. V.
Juegos de los muchachos.
Muy en diminución hemos venido con nuestros jue-
gos pueriles, pues de juegos los hemos hecho juguetes,
y con todo eso no se nos han de quedar en el tintero.
Llamábanles los latinos Crepundia ó Crepitacula ó Cre-
fando. De este género son los adufillos ó sonajuelas, de
que hizo memoria Lucrecio:
Nec crepitaculis opus est, ftec quidquam adhibenda est.
Alma mitrisis blanda atque infracta coquella.
No es menester sonajuela.
Ni que le procure el ama
Enseñar blandos halagos
Demediando las palabras.
Marcial;
Si quis plorator eolio tibi 'vernulla pendet,
Hac quatia teñera gárrula sistr a manu.
Arnobio, contra los gentiles: ^Et ut ad silentium
— 319 —
pabides nutrisis motibus et crepitaculis adducerentur
auditis. »
No se olvidó nuestro amigo Julio Pólux: «Sic au-
tem et crepitaculum vocatur^ et siferum quo sopiunt cum
voluptate nutrices <£gre durmientes pueros.»
Y Tertuliano, contra los judíos: «Scilicet vagitu
adarma esset comvocaturus gentes ^ et sigum belli non tuba,
sed crepitaculo daturus.-*
Siendo ya mayorcitos los niños, tienen otros jugue-
tes, como espadillas, hachuelas, manecillas, etc. De esto
dejó hecho un copioso inventario Plauto, en la comedia
Rudente. acto IV, scen. IV:
DiJiMONES Loquere nunc jam, puella. Gripe, anitmim advorte, ac tace.
Faljestra Suf2t crepundia. — DíEM. Ecca 'video. — Gripus. Perii in pri-
mo proeliol
Mane, ne ostenderis. — D^M. Suafacie sunt} Responde ex ordine.
Pal. Ensiculo est aureolus primumlitteratus. — D^m. Diee dum:
In eo ensiculo litterarum quid est? — Pal. Mei nomen patris.
Post altrinsecus est seuricula ancipes, item áurea
Literata: ibi matris nomen in securicula est. — Djí;m. Manel
Dic, in ensiculo quid nomen est paternum? — Pal. D amones.
D^M. Di inmortales ubi loci sunt spes mea} — Grip. himo adepol, mea}
YiMU, Perge, te obsecro, continuo. — Grip. Placide! Aut item malam cru-
ce m.
D^.M. Loquere matris nomen hic in securicula quidfiet.
Pal. Dedalis. — D^m. Dime ser^atum cupiunt. — Grip. At me perditum
Dru. Filiam meam es se hanc oportet. — Grip. Sit per me quidcm.
¿liti te di omnes perdant, qui me hodie oculis 'vidiste tuis
Meque adeo scelestum, qui non circumpexi centies
Prius, me ne quis inspectaret, qua?n rete extrai ex aqua.
Pal. Post est sicilicula argenteola, et dua connexa manicula et
Suculo. — Grip. ¿iuin tui dierecta cum súcula, et cu?n proculis ¡
Pal. Et bulla áurea est, pater qiiam dedit mi/ii natali die.
— 320 —
D. Acaba de hablar, muchacho.
P. Pues estame atento, Grippo.
J. No hables palabra, Trachalio.
P. Traigo aquí mil juguetillos.
D. Ya los veo. En los encuentros
primeros he perecido.
D. Está queda. No los muestres.
¿Cómo son? Por orden dílo.
P. Es lo que traigo, primero,
Con letras un estoquillo.
D. Di más.
P. Traigo una hachuela
Muy aguda, de dos filos^
Y es también de oro, y con letras
De mi madre el nombre escrito.
Dos manecillas asidas,
Y de plata un cuchillillo,
Y una puerquecilla.
D. Vete
Con ella y con los cochinos.
P. Una Nómina de oro
Traigo, demás de lo dicho,
Que en el dia que nací
Me la dio mi padre mismo.
El mismo Plauto llama á estos crepitáculos Monu-
menta incunuco; act. VI, scen. VI: «Cistellum domo affer
cum monumentis.y) En el cual lugar un intérprete anti-
guo: a Monumenta sunt qu¿e Grec<e dicuntur Xvjipiruj.xxa.'»
Véase á Taubmano en este lugar.
De el uso de los juguetes se entiende un lugar de
Theophrasto Erecio, en que, hablando de las ceremo-
nias de un adulador, que queriendo agradar á un señor
le tomaba las barbillas á sus hijos, y dándoles juguetes
les decia: «En utrem, en securim.» Así lo entiende Ca-
saubono.
— 3^1 —
Bien podrán entrar en esta cuenta las Nóminas.
D. Diego. Mucho es que sea el uso de ellas tan
antiguo.
D. Fern. Dicen que tuvo principio de que un hi-
jo de Tarquino Prisco, siendo muy muchacho, mató
un enemigo en batalla. Por esta hazaña, el Senado Ro-
mano le donó en remuneración un corazón de oro,
para que, viéndoselo puesto los otros, entendiesen que
aquel niño tenía un corazón de varón grande.
Hay quien diga que son mucho más antiguas estas
Nóminas, y que Pitágoras las enseñó á su discípulo Lu-
cumon Hetruceo; y siendo tan sabio el inventor, no
fué acaso la invención, porque era señal y símbolo para
que todos estuviesen advertidos, que en tanto se podian
llamar hombres, en cuanto sus corazones se aventajasen
á los otros en valor. Así lo dice Macrobio: «Ut bullam
inspicienteSy ita demum se homines esse cogitar ent si corde
prestarent.»
Era también símbolo del consejo y de la verdad.
Como insignia de tanta consideración, no la traían sino
los muchachos nobles. M. Tullio, in Ferrinis: «Bulla
in toga pretexta ornamentum erat pueriti¿e inditium^ at-
que insigne fortun¿e.
Servían también estas Nóminas ó bullas para conocer
por ellas los niños que se perdian. Parece esto de un lu-
gar de Plauto, en la comedia Stellaria:
Nam hic crepundia insunt, qiiibus cum te illa olim ad me detulit.
Síuam mihi dedit furentes te ut cognoscant facilius .
Y Cicerón, en Bruto: «Nunc quoniam totum non
41
— 322 —
n¿evo aliquo aut crepundis, sed corpore omne videris velle
cognoscere. >
Ayconio Pedianodice, que no sólo los nobles traian
estas bullas ó dijes, sino también los libertinos; pero de
materia baja y pendientes de correas, siendo las de los
nobles de oro y plata. El primer hijo que tuvo Hercilia,
una de las sabinas arrebatadas, fué encomendado con este
hábito, y otro tal se le dio al muchacho Papirio por su
astucia y silencio varonil: colgábanlas, en llegando á ca-
torce años los niños, á los dioses Lares, como las mucha-
chas las muñecas á Venus, Persio: «Bulla que succintis
Lar i bus donata. pependit.»
Los triunfadores llevaban en su carro triunfal bulas,
porque en tan alta gloria no les hiciese mal la envidia; y
con este intento se les ponen ahora á los niños con reli-
quias de santos y Agnus de cera: y no se les ha de per-
mitir que traigan unas cedulillas supersticiosas, como las
que algunas embusteras inventan, con caracteres no co-
nocidos y oraciones del ánima sola, que quien las rezare
no morirá en agua ni fuego, ni de muerte súpita. Tal
era aquella de que hace memoria y burla Luciano en los
Saturnales:
«Atque id quiden est sciendam^ quod ea columna ma-
nevit.»
Ñeque /ames, ñeque pestilentia, ñeque incendium, ñe-
que quid quam aliqui molestum, in illorum domum, introi-
hit.y>
También es el uso de las Higas antiquísimo, como
lo dice el nombre, que en su origen es griego. Al prin-
cipio traian los niños la parte natural del hombre figura-
— 3^3 —
da: para templar eti aquella deshonestidad, la mudaron
en Giga. x'Vsí lo dice Martin Antonio del Rio en las
Mágicas Disquisiciones, lib. III, q. IV, sect. I: i<Vel
si quid, turpiculum -pueri gestent appensum eolio, unde
facini nomem inditum virili membro, eo quod contra faci-
nationem talia, gestarent oscilla: et mutato in paulo ho-
nestiorem niodum more digitos dúos cum pollice, sin in-
certo ut tale quid exprimant degagate, vel evore, ve I ar-
gento, ut fit hodie in Hispania (Higa vocant) et elegans
doctor is Castellanis epigramma cujus lemma est Higa.y>
bt pueri cat'eant ladentia lamina 7natru?n,
Colla appensa ferunt signa, Priape, tua;
Nomine nostra te dixerunt Vmga púdico,
malis t antis ista medetur a'vis.
Vide plura apud Ramirencium in Pentecontharco,
cap. XXXI.
Tiene de imitación, y de entretenimiento y juguete,
la afición y uso de los pajarillos, á que todos los niños se
inclinan; y así, no será razón negárselo á esta plática.
Plauto pone en honra este juguete, y dice que es de lo?
muchachos nobles y patricios:
^asi patriáis pueris, aut monédala, aut anates,
Aut coturnices dantur, quis cum lusitent;
Et mi ad-veniente upupa, qua medelectet data est.
Pajaritos suelen darse
A los muchachos patricios
Para jugar, como urracas.
Codornices ó anadinos.
Y aun también una abubilla
Me dieron recien venido,
Para alegrarme con ella
Y tenerme entretenido.
— 324 —
Ovidio, hablando de la estatua de Pigmalion, X
Meth.:
Muñera fert illi chancas teretesque lapillos^
Et par ni as njolucres, et flores mille color um.
Conchas le trae por regalo,
Con aguijuelas redondas;
Aves pequeñas y flores
De mil colores y formas.
¡Qué famoso dejó aquel pajarillo de su querida Les-
via, Cátulo, llorando su muerte!
Lugete, Veneres Cupidinesque,
P as ser mortuus est mea puella.
Síuem plus illa oculis amabat.
Llorad, Venus y Cu'pidos,
El pájaro de mi niña.
Se murió. Más que á sus ojos
Ella lo amaba y queria,
Y en otra parte, el mismo poeta:
Passer delitia mee puella
Siui cumludere, quem in sinu t enere
Cui primum digitum daré ad petenti
Et aeréis solet exitare mor sus.
De mi niña el pajarillo,
Que era toda su alegría.
Que lo guardaba en su seno,
Que con él jugar solía;
Ai que metía en el pico
El dedo que le pedia;
Que se lo comía á bocados
Cuando los labios le pica.
Arnobio lo halló muy apropósito para hacer callar
- s-^s —
á los niños: «Ut parvuli pasiones quo lacrimis parcant
ahstineant que plorantibus. Pascerculos, Pullulos, eque-
leoSy Panes acciplunt.y
Plinio redujo el entretenimiento á razón de estado;
lib. IV, Epist. II: <í.Haheat puer manulos multos junctos
et solutos habeat Canes ^ LucinaSy Psítacos^ Merulas.-»
San Agustín comparó esta niñería á lo que vemos
pasar en el mundo con los de mayor edad: «Anuntiabus
et pilulis^ et passerihus ad Prefectos et Reges transiré.
^. VI.
Cantares de los muchachos. Nina, nina, y Lala, lala.
De esta vez despacho con todas las menudencias
que restan comenzadas, concluyendo los lúdicros pueri-
les con algunos cantarcillos, cuya imitación ó cuya sus-
tancia hoy dura, con no poca admiración de quien con-
sidera la instabilidad de las cosas humanas, que todas
tienen mudanza, y que se hallan en la república pueril
conservados sin ella y lleguen á nuestra noticia y uso
como estuvieron en antiquísimos siglos. Tal es el testa-
mento de Grunio Coroco Procelo, que lo cantaban los
muchachos en la escuela con mucha fiesta y risada, como
ahora el testamento de la zorra ó del gallo: por esto se-
rá agradable, y por lo que tiene de graciosa antigüedad.
Tráelo Bernabé Brisonio en el lib. Vil De Formulis,
fól. 756: contiene las palabras y cláusulas que se siguen:
— 3^6 —
«M. Grunius Corocotta testamentum feci. Patri
Verrino Lardino do^ lego^ darique voló glandis modios
XXX. Matri mea Vetunna Scrop¿e do, lego, dari laco-
nic¿e siliginis modios XL. Et sóror i mea Guirina, in cu-
jus votum interese non potui, do, lego, dari hordei modios
XXX et de meis visceribus. Dabo donabo sutoribus setas,
rixatoríbus capitinas, surdis aurículas, causidicis et ver-
vosis linguam, pueris vecicam, puellis caudam. Lucanicus
signavit. Nuptialicus signavü. Lardio signavit. 'Terci-
llus signavit, Celsanus signavit. Cimatus signavit. »
La gracia de este testamento está en la alusión que
estos nombres hacen con las cosas de un tocino, nó co-
mo los nombres suenan, sino á lo que significan; y si
errare en esto, allí se quedan ellos enteros, para que
V. ms. jueguen mejor y rian más:
«Marcos Grumio Corocota, hago mi testamento. A
mi padre Verroquino Lardino doy, mando y quiero que
se le den treinta fanegas de bellotas. A mi madre Sancha
Añeja doy y mando que se le den cuarenta fanegas de
trigo candial. A mi hermana Cochina, en cuyas bodas
no me pude hallar, mando que se le den treinta fanegas
de cebada, y algo de mis asaduras. Daré á los zapateros
cerdas, á los pleiteantes la cholla, á los sordos orejas, á los
abogados y habladores la lengua, á los muchachos la
vegiga, á las muchachas la cola. Longaniso lo firmó.
Bodero lo firmó. Lardion lo firmó. Rascón lo firmó.
Altozano lo firmó. Cominero lo firmó.»
El señor San Gerónimo, en la Epist. ad Eustachium^
afirma que los muchachos en su tiempo lo cantaban con
grandes risadas en la escuela: «Testamentum autem M.
— 3^7 —
Grunii Corocote Procelli decantant in scholis puerorum
agmina cachinantium.y>
La palabra Corocota, como las demás, hace alusión á
cosas y propiedades del cochino. Ella imita aquel ruido
ó estridor que el puerco anda haciendo siempre, y fué
nombre de un famoso ladrón español, de quien habla
Dion en el lib. LVI, diciendo que Augusto César
mandó tres mil ducados á talla á quien lo prendiese ó
matase; y sabiéndolo él, se fué á presentar ante el Em-
perador, y pidió el premio, que fué perdonarlo y darle
los tres mil ducados. De la misma manera que Corocota
es nombre propio de varón, lo son todos los demás, y
con la misma alusión á otras cosas tocantes á la materia.
Digamos ahora de las reverendas madres de todos
los cantares, y de los cantares de todas las madres, que
son Nina, nina y Lala, lala^ cuyo uso es tan natural,
que no habiendo qué cantar, ó no sabiendo, ellos mismos
sin cuidado ni artificio; y son tan bien contentadizas,
que se contentan con cualesquiera tono y no extrañan
ninguna voz por mala que sea, condición muy propia
de madres.
Juzgo que el cantar Nina, nina es la voz Ncenia,
que con poca corrupción persevera. Así lo tuve siem-
pre creído, y después he visto á D. Francisco Fernan-
dez de Córdoba, que en su Disdacalia multiplex^ capí-
tulo XL, lo dice así expresamente; de que me holgué,
por tener apadrinado mi pensamiento con el de un hom-
bre docto y de buen gusto en todas letras.
Esta, pues, antigua voz N¿enia, según M. Varron,
Festo Pompeyo y Nonnio Marcelo, era canto desagui-
- 328 -
sado, insuave y triste, que las preficas 6 plañideras ó en-
dechadoras decian á los difuntos. Llamóse así por la si-
militud que tiene con las cadencias de los que lloran:
«Quosdam dicunt ve lie i de dici Nc^nnia, quod et voci si-
milior querimonia flentium sit.»
Foreste canto triste le usurpó Ovidio, VI Fast.:
Ducit Supremos Inania nulla choros,
Y aun Cicerón afirma en el II De Legibus que tam-
bién los griegos lo usaban, en esta oración: «Eosque can-
tus adtibicinem prosecuatu)', cui nomem N¿enice, quo vo-
cahulo etiam Grecos cantus lúgubres nominantur .y>
De este canto habla Papinio Estacio en el VI de la
Thebaida:
Lege Phrigum mata: Pelopem mostrasse ferebant
Exeqiúale sacrum carmenque minoribus umbris
Utile.
Plauto le usó por el fin y remate de una cosa. Así lo
dijo in Pseudolo: «Ubi circumvortor cado, id fuit N¿enia
ludo.y>
San Gerónimo contra Rufino, por lo que solemos
decir niñería ó cosa de poca importancia: «Nisi forte
non fuit in presentiarum, qui tuas emmendaret N¿enias.y>
Por esto me persuadí en algún tiempo que la voz
castellana niño y niña se originaba de aquí; pero no es
así, porque son puramente dicciones griegas: Núvvto?,
Así lo siente Josef Scaligero, y de la voz niña hay
una inscripción sepulcral que lo prueba: uNinnia Cro-
nis. A ni. H. S. E.» «; Aquí está enterrada la niña Cro-
nis, de tres años. »
— 329 -
Hubo también apellidos de Niños en gente nobilí-
sima, como hoy en España; y así, hubo un cónsul en
Roma que se llamó Q^Ninnio Hasto, que fué cónsul
el año de la fundación de Roma 866 y de Cristo 114.
Véase Onufrio Pan vino, en los Fastos .
Este cantar inventó Simónides, natural de la isla
Cea.
Sedne rclictis Musa frocax jocis.
Cea retractes muñera Nania.
Mas no, dejados los juegos.
Quieras, Musa sin vergüenza,
Repetir los tristes dones
Del cantar de la isla Cea.
Llamaban á los cantarcillos de los muchachos Ne-
nias. Este es nuestro intento, y lo acredita Horacio, li-
bro I, Epig. I :
Roscia, díc sodes melior lexum fuerm-um
N nenia quee regnum recte faáentibus offer.
Ley Roscia, di por tu vida
Si de los niños la Nenia
Es mejor ley que á los buenos
Ofrece que reino tengan.
Las Nenias, cantarcillos que aquí toca Horacio, son
las que dijimos que decian los muchachos en el juego de
pelota llamado Urania:
Rex eris, si recte feceris.
Y en Otra parte: « dui recte faciet^ non qui dominatur^
erit Rex."»
En el mismo sentido lo dijo Tíbulo, de enmendación
de Josef Escaligero, Elegía LXVIH:
42
— 330 —
Nec pecatum a me quisquam pote dicere,
Verum isti populi Nainia qui itefadt.
Nadie puede decir que yo he pecado,
Si no es la Nina Nina de este pueblo (*).
Quiso decir que no habia cosa más pública en él,
pues lo cantaban los muchachos como el cantar de Nina,
nina; y adviértase en aquella dicción Nainia ú óix^tongo
desatado, como también lo suelo oir á los muchachos,
que dicen Naina, naina. De manera, que así entre los
romanos como entre nosotros, Nasnia, ó Nina, nina, es
cantarcillo y nombre de cantar, como decimos el Conde
Claros j que es tonadilla y cantar juntamente, que co-
mienza:
Conde Claros sin amores no podía reposar.
No le faltan padrinos y testigos de su antigüedad á
la madre Berecinthia, la Lala, lala, grande arrulladora
de niños, y á quien todos debemos los primeros boste-
zos, por ser hija de lallo^ lallas^ que significa dormir.
En esta acepción la toma Persio, Sátira III:
Et similis regnum pueris Pappare minutum
Pos sis et irattus mamma lallare recusas.
Algunos comentadores de este lugar, dormidos al
sordo arrullo de este verso, entendieron que lallare era
lac sucsere, mamar; mas dispiértales el sueño Cornuto,
antiguo intérprete de Persio, y abrió los ojos á todos
para entender y restituir la verdadera lección de Auso-
nio en una epístola ad Probum:
(*) Después de escrito este tratado llegó á mi noticia que Jobiano
Pontano habia escrito un tratado de este intento de la Nina, Nina, y le
llama Na^niie, y no lo he visto hasta ahora.
— 33^ —
Sic iste, qu't naius est tuus,
Flos flosculorum RomuU,
Nutrisis Ínter lemmata
Lilisque somníferos tnodos
Sucset peritisjabulis,
Simul jocari et luciere.
Así aqueste, que es tu hijo,
De Rómulo flor de flores.
Entre las temas del ama
Cante tonos dormidores;
Soñoliento Lala, Lala,
Que entre consejas entone
Discretas, para que aprenda
Entretenimientos nobles.
Donde se leia lilii se ha de restituir lalli, que es es-
te antiguo cantar. Así lo advirtió primero Mariángelo,
y lo trae Elias Vineto sobre este lugar de Ausonio.
Apadrina todo este pensamiento y la costumbre de
Francia, Josef Escaligero, en las Lecciones Ausónicas,
que por haberle visto después de todo esto escrito, y
conformarse con lo que yo tengo escrito, me alegré no-
tablemente. Sus palabras son tales, en el lib. II, cap. XI,
In dimetria ad Prohum^ Pref Pret.: i<Lallas et RaraSa
vpcú.í'j^oc, nutricum: hoc est N¿eni¿e nuíricum, qua pueris
incucunt somnos, sub inde hoc reperendo Lalla, Lalla^
quod et multis locis mutrices hodie faciunty unde ¡aliare
pueri dicabantur; cum hac catiuncula somno declinat ocu-
los, Grec¿e mamma seu mutrices pro eodem nina., nina
quod et Gr¿eccus facti tasse, inditio est N¿enia illa qu¿e
Greca vocabantur Nwvtou,» etc.; cuya tonadilla llamó
con mucha propiedad somnífera. De ella habló Nomnio
Panopolita, lib. III de sus Dionisiacos:
- 33^ —
Et pueromm resonans cantinelam incitatricem somni,
Ambos dormieiites sopi'vit nutricali ai-te.
Con el cantar de niños, que trae sueño,
Ambos los adurmió como ama diestra.
Y de ella entiendo que habla Quintiliano, que dice
que Cricipo inventó canto particular para amamantar
los muchachos: «Cricippus etiam nutricum qua adhi-
hentur infantibus allactationi^ suum quoddam curmen
asignat, »
Los griegos le tuvieron también, según esto, y le
llamaban AaXta?.
Nota muchas cosas en esta materia Casaubono sobre
Theophrasto y sobre Ateneo, lib. XIV, cap. III.
Por último, digo que ellos significaban la puericia
con esta letra A, que es la que llamamos lambda; nos-
otros, L. Así lo dice Juan Bautista Porta, De Oculis
notis, lib. I, cap. III.
Acabamos esta plática con aquellas palabras mal
formadas con que saludamos á nuestros padres en los
umbrales de la vida, Tata, Mamma, y significamos
nuestras necesidades pidiendo, Pappa, Búa, que son las
mismas que griegos y romanos usaron, y de que también
nosotros somos herederos. Aristóphanes, en la comedia
Lucístrata:
Heu tur pus Ule non vocavis Mammiam?
Fuelló Mamma, MammaMammao Mamtniam^
El viejo Catón, en el libro de Educación de los mu-
chachos: «dui ciburn et potionem Búas et Pappas vocant^
et Patrem "Tattam, Matrem Mammam.'»
— 333 —
Planto, en la Mostellaria: (íEquidvideor tibi Mam-
mam adire?»
De una viejona que por parecer niña llamaba á todos
Mammas y Tatas, dijo graciosamente Marcial:
Mammas aique Taitas 'vocant Afra, sed ipsa tatarum
Diu et Mamtnarmn maximima Mam?na posiet.
Tatas y Mammas á todos
Llama la señora Afra:
Dice bien: que es bisabuela
De los Tatas y los Mammas.
De ambas voces se halla memoria en inscripciones
sepulcrales:
^MILI^. SIRIADI. V. A. LII.
M.IIII. D.IIX. VETURIA PRI-
MIGENIA. MAMM^ PIENTISS....
P.
KALE. MATER. MIRTILUS.
TATA. ET. EROS. COMFECER.
No se nos olvide un brindis, y aquello porque azo-
tan á los muchachos si lo callan. Lo uno y lo otro lo ha-
llo en la comedia Nubes, de Aristóphanes:
Cumtu adhuc balbucires, quid }m?n velles 'videbam,
Nam si Brin diceres ego adbertens potu exibebant
Si Mammam posceres, ego panem curricula ajjerebam,
Priusquam diceres Cacam.
De aquella voz Brin, que así está en el texto grie-
go, por ventura vino á llamar el convidar con la bebida
brindis y brindar. Mas ya há rato que Horacio me está
diciendo al oido: «Z)¿? nuces pueris iners.»
Lo que yo á V. ms. digo, como dueños y señores
— 334 —
mios, es lo que Sidonio Apolinar: <!.Illud veri, nec ve-
recunde ■peto, ut presentibus ludrias , ignoscatis libenter.»
§. Vil.
Disputan los interlocutores si conviene que se sepa
y publique esta plática.
D. Diego Ha dicho V. m., señor D. Fernando,
tan bien y cumplidamente todo lo que toca á esta mate-
ria lúdicra, de que yo no pude presumir de que hubiese
que tratar la parte del primer dia, y yo he puesto de la
mia tanta atención y gusto, que puedo decir que no sólo
oia, sino que veia jugar á los muchachos en Roma y
Atenas.
D. Ped. Mucho reprime la presencia del señor
D. Fernando, y la opinión que tenemos de su modes-
tia, á la demostración de admiración y gusto que dos
tan leales amigos como el señor D. Diego v yo pudié-
ramos hacer de la plática de estos dias, de materia tan
exquisita, que nadie la ha tratado tan realzada de varia
erudición y no vulgar antigüedad; pero este medroso
encogimiento no podrá detener las riendas á la voluntad
agradecida; cuya significación, reservándola para su de-
bido lugar, sólo falta una cosa, que dándome V. m. li-
cencia, la tengo de decir.
D. Fern. Reconociendo tan grandes favores de
V, ms. y de mi amistad, nó de mis obras, me alegro
— 33S -
mucho me adviertan faltas; que como estoy cierto que
en lo dicho he incurrido en muchas, deseo enmendarlas,
y más viniendo tan puras del mal olor que le suelen pe-
gar los alientos plebeyos y envidiosos.
D. Ped. No está la falta en lo que se ha dicho,
que para advertirlas sería necesario ojos más de linces,
y advertencia más crítica que la mia; lo que á mi pare-
cer falta es la licencia de V. m. para que todo lo dicho
se reduzca á escrito, porque la memoria de tan alegres
horas no se pierda, y porque los amigos que no se han
hallado presentes participen de nuestro giKto.
D. Diego. Lo que el señor D. Pedro pide, suplico
yo encarecidamente, porque aunque V. m. me previno
en pedirlo, no se me alcanza en desearlo.
D. Fern. Aunque sus deseos de V. ms. son efectos
de su amigable y generosa voluntad, y que yo deseo
satisfacer, aun con riesgo de mi opinión, juzgo que con-
viene dilatarlo, para que, reprimiendo el afecto de la
amistad, deliberen sin pasión lo que á todos puede estar
bien. Si todos los que la hubieran de leer fueran tan
sinceros jueces como V. ms., poco se podia aventurar
en las faltas de ingenio y erudición que todo lo dicho ha
tenido: <!.Sum memor ipse mei satis, et mea frivola novi.'»
D. Diego. Eso no ha de ser bastante para que
V. m. niegue tan justa demanda.
D, Fern. Denme licencia V. ms. para que defien-
da mi causa. ¿Qué dirán V. ms. de un mercader á quien
se le confió algún caudal, si fuese á una feria á emplear-
lo, y esperando todos que viniese muy acrecentado, ha-
llasen que el empleo todo fué en muñecas, pitos, caba-
— 33^ —
Hitos de cañas, y alfileres, y otras bujerías, con que nos
suelen llevar la plata de España; ó que este tal merca-
der, aventurando su caudal y su persona, como dijo Ho-
racio,
Impiger extremos currit mercator ad Indos,
Per mare pauperiem fugiens, per saxa,per ignes,
después de haber llegado á salvamento y tratado la mer-
cadería con felicidad para volver rico á España, se des-
perdició en comprar cocos, jicaras, guacamayos y calta-
nillas? Claro está que de V. ms. y de todos sería justa-
mente burlaÜo.
Ceu Nwvis Hispanice magister
Dedecoriim pretiosus Emptor.
Pues si yo, después de haber estudiado y ocupado
el tiempo y caudal en comprar y revolver libros, ferias
donde se hallan joyas de tanto precio, cuando se habia
de esperar de mí algún tratado con que ayudase á la Re-
pública literaria, saliese ahora con esas niñerías, ¿no me-
recería ser desterrado?
Alfredo Tana, á la cocente arena
Di Lybia.
D. Ped. De manera cierra V. m. el paso á nuestra
pretensión, que le temo enojado á la réplica; mas con
la licencia que me da la merced que siempre de V. m.
recibo, v nuestra antigua y verdadera amistad, diré mi
parecer.
Aunque el espacio que V. m. ofrece para deliberar
en todos los casos es acertada y cauta prevención, en es-
te caso, largando los ojos de la consideración á los in-
convenientes que suelen suceder, no hallo ningunos de
- 337 —
momento. Los que V. m. ha representado, se reducen á
cautelar el riesgo de su opinión y estimación, fruto que
dan las obras de erudición en el tribunal de Soylos y
Aristarcos, que culparán á V. m. que se ocupó en ta-
les niñerías. No hallo que V. m. sienta ni se recate de
otro inconveniente; y si bien es verdad que es imposible
agradar á todos, y mucho mas reprimir las lenguas de
los maldicientes, «quod omnes rogant^ sed felices inpa-
íram,y> no me parece que en reducir á escrito esta pláti-
ca hallen materia de murmuración y censuras; porque
de estos maldicientes unos saben poco ó nada, i<et illos
premet nox fabulequ^ manes ;y> otros saben algo: y és-
tos, como deben ser candidos jueces, no pueden tener
por pequeño y ocioso su cuidado de V. m. ó su deseo.
No hay parte en la sagrada antigüedad, por pequeña que
sea, que no merezca cultura y estimación; como no
tendría culpa, sino alabanza, el agricultor que igual-
mente labró la viña, sin mirar que lo muy pequeño no
habia de dar fruto. Si hubiese alguno tan inconsiderado
que esto juzgare, acumularía á tal desprecio, nó sólo
su opinión de V. m., sino también otras muy grandes
reputaciones. ¿Qué diría de los que han escrito de me-
dallas, de los vasos y estatuas.^^ ¿Qi?^ precio tendrían las
vigilias empleadas en averiguar antiguos trajes y vesti-
dos.^ ¿Quién hubiera visto sacados de entre sus mismas
ruinas y restituidos á la luz los teatros y anfiteatros''
¿Para qué se han empleado desvelos doctos en los triun-
fos, pompas y gladiatores.^ Pero allanemos este tropiezo,
y pensemos que á los autores de aquellas obras los de-
fiende su erudición, y que en ella halla qué admirar y
43
— 33^ —
qué aprender la mayor envidia; lleguemos á esta nues-
tra plática. No es de otro género, pues también en su
antigüedad y retazos de ella se conformó con los demás.
Todo lo que V. m. ha dicho es relación de gravísi-
mos autores, investigados con atención, juntando lo que
estaba esparcido y reduciendo á orden lo que no lo te-
nía. Pues ¿-quién habrá tan atrevido y profano, que sien-
do lo que V. m. ha dicho de Platón, Homero, Aristóte-
les, Marco Tulio, Varron, Virgilio, Macrobrio, Pólux,
y otros clarísimos varones, luces de la antigüedad y or-
namento de la república, se atreva á poner en ello len-
gua? Mas estos mismos rigorosos censores se podían
mover á título de amistad, culpando á V. m. que ya
que ocupó las buenas horas en la lección de los libros
donde se hallan cosas tan preciosas, no tomó asunto
más levantado, y á esto se encamina la similitud que
V. m. trajo del mercader que empleó en bujerías su
caudal, de lo cual me tengo yo de valer prosiguiéndola,
para responder en contra de su mismo intento. Yo digo
que sería muy inconsiderado aquel á cuyas manos llegó
consignada una rica y surtida cargazón de muchos far-
dos, si porque en el primero y segundo que abrió se ha-
lló empleada cantidad de azabaches, agujas, cintas y al-
fileres, sin proseguir adelante con su cala y cata, luego
desestimó todo el empleo y lo abromó y echó en un rin-
cón, sin hacer caso del. Como sería de liviano y anticipa-
do juicio el otro que, entrando en una casa grande y
principal, porque vio en los corredores algunos países y
pinturas de poco precio, sin ver más juzgó que las que
el señor de aquella casa guardaba en sus salas y camarín
— 329 —
eran de la misma manera; ó porque vio en alguna pieza
en el aparador platos de barro, desacreditó todo el apa-
rato de la mesa, sin prevenir que el aparato de plata ó
china estaba con justa causa guardado.
Multa di'vitis in domo
Sita est per omnes ángulos pelex:
Fulget aureus Seyphus.
Nec are desit expolita pel-vis,
Est, et olla fict ¡lis
Granjisque et ampia argéntea est pafopsis,
Sunt aburnea qua piam.
Non nulla quercusunt ca-vata et ulmo,
0?nne 'vas Jit utile.
S}uod est adusum congruens herüetn
Instruum enim domiim
Ut empta magno, ist parata ligno.
Y con licencia de V. m,, y por no salir de su estilo,
la tengo de volver así: con que pido perdón á las faltas
de repente:
Están las casas del rico
Llenas de muchas alhajas;
Resplandece el vaso de oro,
De metal vacía no falta;
Hay olla hecha de barro,
Y grande fuente de plata;
Son de marfil unos vasos
Y otros de encina labrada:
Que todos son menester
Para el señor de la c asa,
Tanto lo que cuesta poco
Como en lo que másse gasta.
Mucha reprehensión merecia su trabajo de V. m.
si toda su lección se encaminara sólo á este fin: mas si
entre los estudios más serios y para mayores fines se di-
— 340 —
virtió un poco el ánimo, ¿qué culpa ó qué crimen co-
metió? ¿No es fructuosa la tierra que lleva entre bellos y
acopados árboles las pequeñas y humildes pero vistosas
flores: Mezcló la sabia naturaleza de agradable variedad
todas sus obras, para hacerse admirable: «Ut enimvariis
multatis que seminibus^ ita ingenia nostra, nunc hac, nunc
illic medial ione recoluntur.yy
Sic Jiominum ingenium flecti duciqueper artes,
No?i rígida docta íno-uiHtate dotet.
Considera muy bien Piinio el más mozo que nues-
tro ánimo se fatiga atraido de su inconstancia ó su fla-
queza en la consideración atenta de las artes. Justo es
que respire y se alegre para cobrar nuevos alientos; y
siendo esto, nó sólo voluntario, sino forzoso, m.uy acer-
tada diversión y entretenimiento buscó V. m. en los
juegos de los muchachos. Porque ¿qué mejor entreteni-
miento que en aquello que en primer lugar merece este
nombre? ¿Qué más inculpable diversión que en los sen-
cillos juegos de la niñez? No juzgo sólo que V. m. se
ha entretenido docta y discretamente, sino que merece
alabanza y agradecimiento de la posteridad. Huya de
aquí Némesis. Á esto no obsta la pequenez de la ma-
teria, ni ésta disminuye un punto el premio, porque no
es gran pintor el que pinta gigantes, ni malo el que pin-
ta pigmeos. Aquel se dirá buen pintor que, guardando
los preceptos del arte, obra con perfección y valentía.
Aquel se llamará mal pintor:
Infelix operis sumtno qui poneré totum
Nescit
- 341 —
Nó porque el otro poeta fanfarrón comenzó su obra
con loca hinchazón:
Diuitias Priami cantanjo et nobile bellum,
se dejó de reir con justa causa Horacio:
Partiirie?it montes nascetiir ridiculas mus.
Más alabanza mereció Virgilio por su Mosquito que
Claudiano por su Gigantomachia. ¿Quién habrá en el
mundo, de sano juicio y mediana noticia de erudición,
que no estime en más las Ranas de Aristófanes y Home-
ro que los Caballeros del Phebo? Que aquellas durarán,
con emulación de los siglos, y éstos, como fábulas des-
proporcionadas y vanos encantamientos, perecieron con
la vida del autor, sin admiración ni agradecimiento de
'iddie. El ser materia pequeña y olvidada antes realza el
ingenio. Más acredita la agudeza de su vista el que en
la noche oscura con incierta luz de estrellas descubrió el
menudo aljófar, ya perdido y envuelto en el arena, que
el que vio acaso las murallas y torres de su patria, si
bien éstas son de mayor precio y valor. Acabo con lo
que Plinio ad Tuscum siente: «Lusus vocatur sed ilusus
intendum, non minorem gloriam quam seria consequun-
tur.»
D. Fern. Aunque de las bien ordenadas razones
que V. m, tan eruditamente ha pensado y dicho, experi-
mento los quilates de su ingenio, que há muchos dias
conozco y estimo mucho, más se adelantan los que re-
reverencio de su verdadera amistad, pues sube á tanto
precio lo que en sí no lo tiene, con sólo el crédito que le
da, previniendo desde ahora razones de mi defensa con-
tra la sospecha de mi injusta calumnia;causa por sí bas-
— 342 —
tante á que pospuesto el amor propio me sujete á la ley
de su gusto. Pero hay otra tercera especie de hombres en
el mundo, como aquellos que finge Aristóphanes en el
convite de Platón, bien que aquéllos se llamaban an-
dróginos, y éstos críticos.
D. Diego. Ese es un género de gente pestilencial,
que se ha pegado de unas ciudades en otras, y ya casi
llega á las aldeas el contagio.
D. Fern. Pues si este discurso, así cual es. llegase
á las manos de uno de estos enfermos de presunción, no
dudo que lo arrojaría por ahí:
Ingenúnans tremulus naso crispante cachinas.
O si por hacerle gran favor le leyese, en acabando,
si tuviese tanta paciencia, se mostraría como fiero león
airado.
Atque animi intenpres mana'vit lingua cruorem.
Estos son semejantes á aquella diosa Até de Home-
ro, de la cual dice se derivan todos los males, que todo
lo anda, y es tan perniciosa que dando con su cabeza en
las nubes pone los pies sobre todas las cabezas de los
mortales, á los cuales apesta é inficiona su aliento; y es
tanta su malicia, que se atreve á poner lengua en el mis-
mo Júpiter y los demás celestiales. Finalmente, ésta es
la calumnia, cuyos sacerdotes (si tan venerable nombre
merece tan infame gente) son los maldicientes.
D. Ped. No digo yo que no son dignos de temer
los críticos, mucho más que aquellos dias que los mé-
dicos llaman críticos en las enfermedades; porque en
éstos alguna vez dan muestra de mejoría los enfermos:
más aquéllos siempre desahucian sin piedad, y muchas
— 343 —
sinjuicio, como lo promete su nombre, haciendo contra
lo que profesan. Mas para pasar por peligros tan conoci-
dos he hallado un medio, y no es el que tomó Ulises, ta-
pándose los oidos, pues no remediaremos nada si deja-
mos abiertos los de todos.
D. Diego. Yo lo deseo oir, porque sería para mí
de mucho disgusto cualquiera de los dos inconvenientes:
ó que la opinión del señor D. Fernando recibiese algún
detrimento, ó que esta plática se malograse, olvidando
tantas curiosidades ocultas como el señor D. Fernando
ha investigado.
D. Ped. No tiene riesgo ninguno de los que V. m.
ha propuesto escribir este volumen, y que éste no se
muestre sino á alguno muy amigo, con gusto y mandado
del señor D. Fernando.
D. Fern. Sea muy enhorabuena, con que también
le tengo de poner una nómina:
Bullatis ut mihi nugis .
Pagina t urges cat.
Y ha de ser la que Marcial puso en su lib. X, con
una oración contra el Tacino, que comienza:
Nasutus sis US que licet, sis de ñique nasus.
D. Ped. V. m. lo pertrechará de manera que nos
atrevamos á enviarle tal vez á Sevilla.
D. Fern.
Sunt isti dúo, tres've qui revol-vant .
Nostrarum lineas ineptiarum.
Estoy cierto que con ellos se cumplirá la sentencia
Plautina:
— 344 —
J'rovisores arburabunt, si probis narraberis .
Bien los buenos judgadores,
Si á buenos se lo contares.
Nunc itaque et verbus, et catera luJrica pono.
Laúdate pueri Dominum.
Laúdate nomen Domini.
Ipsi Gloria.
EISAIQNAi:
VARIOS TRATx4D0S
ANTIGÜEDAD
DEL APELLIDO CARO
Á D.FERNANDO CARO,
Regidor Perpetuo de la Villa de Carmona,
EL DR. RODRIGO CARO, S.
Pregúntame Vm. por la suia si este apellido de Caro
es antiguo, i si en los tiempos passados por las historias
consta auerse llamado Caros algunos varones famosos?
y en tal caso me manda le sirva con hazer una breve re-
capitulación i catálogo de ellos. En ambas cosas inte-
resso tanto gusto, que después de auer hecho lo que
Vm. me manda, no me queda deudor de cosa alguna,
por ser común la causa i el gusto. Bien quisiera io sa-
tisfazer este intento con más copia de libros que los que
en esta villa tengo, hallándome en parte que me pudie-
ra valer de los de mis amigos; pero como lo que aquí
escribo no es más que obra de la memoria, en hallando
algo de nuevo, lo podremos añadir.
- 348 -
Ante todas cosas, agradesco á Vm. el gusto que no
sólo en ésta, pero en todas las cosas de antigüedad
muestra, i le exorto á que lo prosiga, pues el conoci-
miento de ella es utilíssimo i necessario á toda suerte de
personas i gentes, en especial á los que professan letras
ó gobiernan repúblicas, porque entre otros bienes i ece-
lencias suias introduze en la mente hábitos de sabiduría
i prudencia, i despierta el conocimiento de las cosas,
para de todas hazer cabal y justo aprecio; da hermo-
sura i ser á las sciencias; establece el verdadero sentir
en la variedad de opiniones, porque reconociendo sus
autores, sabe discernir sus razones i méritos; haze es-
pléndida i autorizada la oración, mysteriosa i sonante
la poesía; i, finalmente, no ai cosa en las artes i ciencias
que más las ilustre i realce. ¿Qué más? De ninguna
cosa se jactan i precian tanto las familias i linages nobles
como de la antigüedad, y tantos más grados i quilates
de valor se les da, quanto más luengo tiempo an tenido
en la común opinión fama i possession de respeto. Esto
es, porque como el olvido i la instabilidad de las cosas
umanas hazen tan conocida guerra á su duración, lo
que de sus rigores se escapa es tenido á maravilla.
Aquello maiormente está sugeto á mudanza i ruina, que
tiene por lei nuestra mudable i varia voluntad, como
son las vozes i nombres de las cosas, que bien así como
las hojas de los árboles enlas selvas cada año se mudan
i renuevan, naciendo unas i envege^iéndose otras. Ho-
racio, á este intento:
Ut silva folíis pronos mutantur iri annos
Prima caJiint, ita 'verborum •uetus iníerit cetas.
— 349 —
Nosotros i nuestras cosas somos debidos á la muerte.
El nombre ¿qué otra cosa es sino voz, y qué otra
cosa es la voz sino un poco de aire herido? No tiene
más ser ni sustancia. Por esto llamó vanos los nombres
Ovidio:
^id Styga? quid tenebras et nomina njana íimetisF
Y Lucano, en su Pharsalia:
Et nomina 'vana Catonum.
Por su vanidad perecen y mueren. Ausonio:
Monimenta fatiscunt .
Mors etiam saxis, nominibusque 'venit.
Por esto con justa razón merecen respeto los nom-
bres que del olvido i la mudanza, que es su muerte co-
mún, se escaparon; i luego que en la lecion los encon-
tramos, pulsan el ánimo i llaman la atención.
Por ventura fué esta la causa que movió al doctíssi-
mo Antonio Agustin, arzobispo de Tarragona, á hazer
un libro bien grande, en que recapituló los nombres
propios que en los libros del Derecho se conservan.
Si io ubiera tenido este intento, por ventura ubiera
colegido un gran catálogo de nombres de familias que
hoyen España se conservan. Los queaora me ocur-
ren son éstos: Pon^e, Pacheco, Estúniga, Calvo, Lai-
nes, Elío, Mesa, Palma, Varo, Merino, Melio, Pino,
Mena, Pastor, Copones, Florido, Mela, Parra, Mato,
Serrano, Abbad, Cano, Marín, Falcon, Adrián, Laso,
Leen, Mi lian, Arellano.
No es menos frequente ni ^élebre que todos los di-
chos este apellido i nombre Caro en historias é inscrip-
ciones, de que haré á Vm. una breve recapitulación y
- 35^ —
compendio, traiendo por testigos de lo que digo no só-
Jo los autores, sino los mismos lugares originalmente,
para que se entienda que no hablo de cabera como di-
cen. I porque siempre en tales casos es justo temer la ca-
lumnia, es forzoso enbra^ar el escudo contra ella, i des-
de aora protestar que mi intento no es por esto texer
descendencias, ni derivar genealogías; porque aunque en
la de este apellido a auidoen esa villa i en otras de An-
daluzía, Castilla i Valencia, i de presente ai, insignes fa-
milias i varones, no es mi intento dezir que estos ó
aquellos vienen de alguno de los que aquí nombrare,
sino sólo manifestar la antigüedad i célebre mención de
este nombre i apellido: pero aunque los que ubieren
tenido nuestro nombre no sean deudos ó progenitores
nuestros, es bueno hazer parentesco de solos los nom-
bres para imitarles en la virtud ó ecelencia que tuvie-
ron, conque merecieron la inmortalidad. No va tan des-
calco de razón i fundamento este parentesco, que no lo
tenga con firmeza en el Derecho. El jurisconsulto Pa-
piniano lo dixo en la leí 76 cumfilius. Vide 1. uxorem 29,
ff. de maniimissis in testamento. Cuiacius doctissime ind.
% pater: Dig. de legat. 11^ allí. Sempronio plus trihuas in
honorem nominis mei: porque la similitud ó unidad del
nombre causa amistad.
Marcial, lib. X, epigr. 73, ad Marcum:
Possefti nisi munus amare
Maree tuum, poteram Nomen amate meum.
Fué cosa muí usada en el pueblo romano que los
que passauan á agena familia por adopción ó arrogación
dexassén su propio nombre i el de su familia natural, y
- 35^ -
tomassen el nombre de aquella á que passavan por adop-
ción; como lo hizo Paulo Emilio, hijo de Paulo Emilio
Macedónico, que por adoptarlo Scipion dexó el nombre
propio y se llamó Scipion como su padre adoptivo. Y
no auia otra razón más fuerte para tal mudanza, si no
tuvieran por parentesco la similitud del nombre, imitan-
do la naturaleza, i supliéndola con arte; por lo qual na-
die que esto supiere se maravillará que passe en nos-
otros lo que tan común a sido en el género umano, es-
pecialmente en las repúblicas políticas i bien goberna-
das.
Viniendo á nuestro intento, el primer Caro que á
esta memoria viene fué soldado valentíssimo de Alexan-
dro Magno, cuia historia escribe elegantemente Quinto
Curcio en el lib. IX de las Cosas de Alexandro^ cuias
palabras trasladaré fielmente en la manera siguiente:
«Avia Alexandro tomado la ciudad de Nora y otros
muchos pueblos de menor contía, cuios vezinos se aco-
gieron y hizieron fuertes en un peñasco tan alto, y tan
fuerte por naturaleza, que llegándolo á conquistar Hér-
cules, según fama, se desistió del propósito. Falto de
consejo Alexandro, porque el tal peñasco, que se llama-
ua Dorinis, era tajado por todas partes, se le ofreció un
ombre maior, diestro en aquellos lugares, con dos hijos
suios, el qual le dixo que si se lo pagaua le mostraría
camino para ganarlo. Ofrecióle Alexandro ochenta ta-
lentos, y tomando por rehenes uno de los dos hijos, le dio
soldados para la conquista. Fué por capitán de los sol-
dados armados á la ligera Mulino, secretario del Rei,
para que cercando la peña por la parte que tenía un cer-
— 3S^ —
ro frontero entretuviessen i engañassen al enemigo. Este
gran peñasco, nó como los ordinarios se levanta poco á
pocoá su maior altura; antes, á manera de una íorre (i),
estaua derecho: bien que por la parte baxa era más an-
cho i en la superior más angosto. Passa á la raíz de él el
rio Indo, hondo por ambas vandas; por otra parte esta-
ua cercado de lagunas i pantanos, en tal manera que era
impossible combatirlo sin terreplenarlas. Estaua á mano
una selva, de la qual mandó Alexandro que cortassen
fagina, pero que no truxessen más que los troncos, por-
que no se estorvassen, i él echó mano el primero á un
árbol, i lo arrojó al pantano: acudió luego con alarido
i gusto todo el exército, no dexando ninguno de hazer
cosa que el mismo Rei auia comenzado: detuviéronse
en esto siete dias; i estando ia llenas aquellas cavernas,
mandó el Rei que los flecheros i los soldados llamados
argianos forcejassen por subir arriba. Escogió él mis-
mo de su compañía treinta valientes mancebos, á los
quales dio por capitanes á Caro y Alexandro. A éste
advirtió el Rei que mirasse que tenía su nombre mis-
mo; i porque el peligro era mui cuídente, no pareció
que convenia que el Rei en persona fuesse á esta im-
presa: mas así como se dio señal de acometer, como
varón de audacia prompta, vuelto á los de su guarda,
mandó que le siguiessen, i él el primero acometió al
gran peñasco, no quedando macedón que no le siguiesse,
porque dexados sus puestos, todos siguieron á su Rei.
Era cosa de lástima verlos caer de lo más alto i que se
(i) Meta está en el thsto de Q. Curtió; pero como este género no
está en el uso, trasladamos torre.
- 3S3 —
los tragaua el rio, i movía tristeza i dolor aun á los que
no peligrauan, adivinando en la miseria agena lo que
para ellos estaua también guardado; i volviéndoseles en
miedo la misericordia, no llorauan ia los muertos, sino
a sí mismos; auíanse ia empeñado tanto que no era po-
sible volver atrás, sino siendo vencedores, aunque á
mucha costa, porque los bárbaros arrojauan grandes
peñas sobre los que subían, las quales, no pudiéndose te-
ner los soldados por la altura, daban con ellos abaxo.
Auíanse escapado del peligro Alexandro y Caro^ capita-
nes de aquellos treinta que el Rei auia enviado delante,
i ia comentaban á pelear de cerca con los enemigos;
pero como los bárbaros arrojauan dardos de lo alto, re-
cibían muchas heridas. Acordóse el capitán Alexandro
de lo que el Rei le auia dicho, i peleava con más ánimo
que recato, hasta que caió muerto, herido por todas las
partes de su cuerpo; y viéndolo Caro ia caído, no acor-
dándose más que de su venganza, comentó á arrojarse
contra el enemigo, dando á muchos la muerte, ia con
la lanza ia con la espada: pero cercando á uno solo tan-
tos enemigos, cayó sin fuerza y sin vida sobre el cuer-
po de su amigo. Viendo tan miserable caso Alexandro
Magno, mandó dar señal de recogerse.» Hasta aquí
Q. Curtió, á nuestro intento.
Sucedió esta batalla cerca de la Olimpiada 114,
de la fundación de Roma 400 años, i antes que Nues-
tro Redentor Jesucristo nacíesse350 años. Tanto es an-
tiguo en varones célebres el apellido y nombre de Caro^
pues le tuvo este ínclyto mancebo, que murió por su
Reí i por su amigo.
45
— 354 ~
I de su historia consta también lo que poco á de-
zíamos de la similitud del nombre, pues Alexandro
Magno le hizo cargo al compañero de Caro que advir-
tiesse tenía su nombre, para que le imitasse en el valor.
Las palabras de Curtió son éstas: «Duces, inquit, his
dati sunt Carus et Alexander^ quem rex nominis, quod
sibi commune esset cum eo admonuit.» I esta similitud
de nombre fué vastante para que no cediesse al rigor
de la muerte. Ergo Alexander et promissi memor, et no-
minis sui dum acrius quam cautius dimicat^ undique con-
fossus obrruitur.
Este Caro^ como parece de Q^ Curtió, era griego,
natural de Macedonia, porque los soldados pretorianos
de Alexandro que él llevava en su guarda i compañía,
de la qual era Caro^ eran macedones, como e! Rei tan-
bien lo era.
De Macedonia passaremos á nuestra patria España,
igual i semejante á ella en el valor de sus naturales. De
aquí fué Caro^ capitán general de los pueblos segeda-
nos, arevacos i thitios, que todos ellos lo eligieron de
común parecer contra los romanos, que entonces hazian
la guerra en España la Citerior, por aquella parte que
oi llamamos Castilla la Vieja, cerca de Osma. Salió Caro
á la batalla con veinte i cinco mili ombres, y contra él
el cónsul Marco Ful vio Nobilior, que traia en su exér-
cito treinta mili de pelea i muchos ciudadanos romanos.
Úbose Caro y su gente tan valerosamente, que desba-
rató el Cónsul y lo puso en huida, auiéndole muerto
mucha gente, i entre ella seis mili ciudadanos romanos,
cuia muerte fué sentida i llorada en Roma. No le costó
— 3S5 —
á Caro de valde tan illustre vitoria, porque de manera
le empeñaron su valor i corage en la prosecución de
ella, que peleando fortíssimamente caló muerto i ven-
cedor. Este sucesso cuenta Apiano que passó 6o i años
déla fundación de Roma, 150 antes que Nuestro Señor
naciesse. Parece que las provincias que en el mundo con
más orgullo an imperado, con invidia unas de otras, an
produzido varones de este nombre insignes; pues de
Macedonia, patria del maior capitán del mundo, passa-
mos á España, patria de los Trajanos, Adrianos i Theo-
dosios, i de aquí á Italia, señora del mundo, asombro de
todos los siglos que son i serán, en la qual nacieron mu-
chos de este apellido Caro, insignes varones tanto en la
guerra como en la paz. En ésta más que en aquélla
resplandeció Tito Lucrecio Caro, natural de Roma, de
la nobilíssima y antiquíssima familia de los Lucretios;
fué admirable poeta i philósopho de la secta epicúrea:
escribió doze libros De Rerum Natura, i fué el prime-
ro de los romanos en aquel género, como lo dize él
mismo:
Auia PieriJum peragro loca nuUius ante
Irita solo.
Cicerón alabó i estimó mucho sus obras, i las corri-
gió. Ovidio adivinó por su ingenio i grandeza su in-
mortalidad, pues dixo que sólo el último fuego del dia
del Juizio las consumiria.
Carmina sublhnis tune simt peritura Lucreti.
Exitio ierras cutn dabit una dies.
Onrran los poetas latinos su memoria con magnífi-
cos epítetos i encomios: unos le llaman admirable, otros
— 35^ —
sublime, otros de arduo furor. Véanse Ovidio, Mar-
cial, Quintiliano, Papinio Estacio, y otros.
Amólo tanto Lucilia, su muger, .que- dándole un pó-
culo amatorio, le quitó la vida. Floreció más de cien
años antes que Jesucristo naciesse: de él no quedan oi
más que seis libros, De Rerum Natura.
Poco después de Tito Lucrecio Caro florecieron en
Roma Marso, Rabirio, i Macro, poetas, i entre ellos
fué célebre Caro. De él haze memoria Ovidio en el IV
de Ponto^ el. i6, en aquellos versos:
Et qui lunoiietn leesisset in Hfcule Carus,
Junonis si mtn inni gener Ule foret.
El mismo Ovidio tuvo un amigo llamado Caro,
persona de mucha cuenta i valor en Roma, que le de-
fendia en su destierro i permanecia su amigo en su cai-
da, cumpliendo con la ethimología del nombre de Caro
que tenía. En el líl de los Tristes lo dize Ovidio:
Su7n quoque Care tuis defensus 'uiribus absens;
Seis Carum •veri nominis esse loco.
En el IV de Ponto, en la Elegía XIII, escribe al
mismo Caro, rogándole mucho que, como persona lle-
gada al emperador Germánico César, interceda que se le
al^e el destierro, y le da cuenta de su vida en él. Comien-
ca esta Elegía:
o miJii non dubios inter memorande sodales
¿lui quod es, id ■veré Care ijocaris, ciue.
En Novempopulonia, ciudad de Francia, dura hasta
oi una inscripción de Marco Tarino Caro, sacerdote.
Tráela Jano Grutero en las Inscripciones del Orbe. Co-
mienza así:
— 3 57 -
M. TARINO. CARO. SACERD.
Cornelio Tácito, en el lib. I de sus Historias^ haze
memoria de Julio Caro^ soldado legionario, que mató á
Tito Vinnio, amigo del emperador Galba: <^Ante ¿edem
Divi Julii iacuit primo ictu (T. Vinius) in poplitem
mox ab Julio Caro legionario milite in utrumque latiis
transverberatus. »
En tiempo de el cruel Domiciano ubo en Roma un
varón noble, que fué delator ó fiscal, llamado Metió
Caro, el quai, sirviendo á la auaricia de su dueño, fué te-
nido por mal ombre. De él ai hecha memoria en autores
de aquel tiempo. Plinioel más mo^o, en la Ep. á Voco-
nio, lib. I: «Lacerat Herennium senecionem tam intem-
peranter quidem ut dixerit ei Metius Carus: Qiuid tibi
cum meis mortuis^.y> I en el lib VI, Epístola ad Hispa-
num: <íPetit ut Carus veniat, nosque si potest, in alliqua
inquisitionis vestigia inducat.»
De éste habló Juvenal en la Sátira \, v. 35:
¿íuem Massa timet qiiem muñere paipai
Carus, ei a trepido Thimele summissu Latino.
No lo olvidó Marcial, lib. XII, Fpigram. in thele-
sinum ii, et ibi Radericus:
Ecce reum Carus, detulii adsit agellus
Exsilii comitem queris? agelluseat.
Plinio, lib. VI, Ep. a Voconio, nombra á Atilio
Caro, que, pues él confiessa ser su amigo, sin duda era
persona de mucha cuenta. «Scribis, inquit, Robustum
splendidum equitem romanum cum Attilio Caro meo ocri-
culum usque iter fecisse deinde nusqua'm campar uisse.y>
Si los comentadores de Juvenal entienden que este
- 358 -
Attilio Caro es el delator Metió Caro^ se engañan,
pues en los nombres ó pronombres son diferentes.
Luciano el que se llamó Blasphemo, en el lib. II de
las Verdaderas Historias^ haze memoria de Caro^ que
fué vencedor en lucha, exercicio en los buenos tiempos
mui valido i estimado.
En el tiempo de Tito Aurelio Antonino, sucessor de
Hadriano, nuestro italicense ó sevillano, fué cónsul en
Roma Caio Popilio Caro: tubo tanbien dignidad de so-
dal hadrianal. Consta de los Fastos Consulares \ de una
piedra antigua in Tibure in cede Bivi Pauli non procul
ab Urbe.
CAIO. POPILIO. C. P. QVIRINA
CARO. COS. VII. VIR. SODAL.
HADRIANAL. LEGATO. IMP.
CAES. ANTONINI.
Marco Valerio Marcial, en el lib. ÍX, escribe dos á
Caro. La una comienza así. Epigr. XVIII ad Carum:
o cui 'virgíneo flavescere cofiíigit auro
Dic ubi Palladium sit tibi Care decus>.
La segunda, ad eundem Carmn, acaba con un dísti-
co tal:
Non solum Pallas íribuit tibi Care coronam
Effigiem domini quam colis illa dedit.
Lambino, Turnebo y otros gramáticos dizen que
este Caro fué abogado; otros que capitán de cien sol-
dados; Radero que fué vencedor en los juegos quin-
quatrios en onor de la diosa Minerva, i que por esto le
dio el Emperador una corona de oro en premio. De
— 359 —
qualquier modo él fué persona principal y ^élebre.
El mismo poeta Marcial, en el dicho lib. IX, escri-
be otro Epgramma á Caro^ deudo suio (lib. IX, Eftg,
^^, ad Carum cognatum), á quien enviava ciertos rega-
los. Comienza así:
Si mihi Picena iurdus palleret olma.
Y en la mitad del Epigramma:
Cara daret solemne tibi cognatio nomen.
Algunos exemplares leen Clara. Estoi por los ori-
ginales que dizen Cara, con la qual voz satisface dos
intentos: el uno del apellido de su familia, que se 11a-
mauan Caros, y el otro de la propinquidad i amor de
deudo. I pienso que estos Caros eran españoles, porque
lo era tanbien M. Valerio Marcial.
En el lib. X satiriza á un Caro que fué médico y
murió de quartanas. Dize así:
Nequius a Caro ni/iil unquam Máxime factum est
¿i¿(am quod febre perit,Jecit et Ule nefas.
No a auido qué desechar en todos los Caros de
que hallamos hecha memoria; pero el que se sigue vas-
tava para dar mucho onor i ser á este apellido de Caro,
pues lo tuvo no menos que un emperador romano. Es-
te fué Marco Aurelio Caro, electo por el exér^ito año
de la Natividad de Nuestro Señor de 283. Fué su ele-
cion aprobada por el Senado, porque en muchas digni-
dades i cargos que Caro auia tenido en tiempo de
Probo, su antecessor, se auia mostrado merecedor de
tan gran monarchía, así en paz como en guerra. Fue-
ron sus hazañas muchas: en suma, venció los Parthos;
tomó por fuerza de armas las famosas ciudades de Seleu-
— 36o —
ciai Thesiphpnte i la provincia de Mesopotamia. Atajó
un raio el curso de su vida i sus Vitorias, estando en
su tienda. Dexó dos hijos emperadores augustos. Carino
i Numeriano. En Ibi^a permanece oi una basa de esta-
tua con tal inscripción:
IMP. CAES. M. AVRELIO. CARO.
Pío. FELICI INVICTO. AVG. PONT.
MAX. TRIB. POT. P. P. COS. II.
PROC. ORDO. EBVSI. D. N. MER.
«El Concejo de Ibicja puso y dedicó esta estatua á su
señor el emperador Marco Aurelio Caro, piadoso, felice,
augusto, pontífice máximo, tribuno de la plebe, padre de
la patria, cónsul segunda vez, porque mui bien lo mere-
cía.»
En Tarragona, en la iglesia de Santa Tecla, está la
inscripción siguiente:
FORTISSIMO. ET. CLEMENTISSIMO.
IMP. CAES. M. AVRELIO. CARO
INVICTO. AVG. P. M. T. P. COS. II.
PROCONSVLI. M. AVRELIVS. VA
LENTINIANVS. V. C. P. P. HISP.
CIT. LEG. PR. PR. D. N M. Q.
EIVS.
«Al fortíssimo i clementíssimo emperador Cesar Mar-
co Aurelio Caro, invincíble, augusto, pontífice máximo,
tribuno de la plebe, cónsul segunda vez, procónsul, dedi-
có esta estatua Marco Aurelio Valcntiniano, vicario cesá-
reo, prefecto pretorio, legado pretor i propretor de la pro-
vincia de España Citerior, devoto á su divinidad ¡ mages-
tad.»
- 36i -
La celebridad de este nombre llega hasta la caída del
Imperio romano, i con él se sepultó como todas las de-
más cosas; i así hallo entre los Epigrammas que Au-
sonio Galo hizo á diversos héroes, uno que escribió á
un Caro. Son sus palabras las que se siguen:
Me sibi, et uxori, et natis commune sepulcrum
Constituit seras Carus ad exequias.
Olvidávaseme poner en la lista de los Caros á Tito
Ebucio Caro, triumviro, que con Marco Emilio Lépi-
do y Tito Quincio Crispino deduxo las colonias de Mu-
tina y Parma en el año 600 ab Urbe condita, que fué
152 íiños antes que Jesucristo naciesse: consta de Tito
Livio, cuias palabras son éstas: «Eodem anno Mutina et
Parma, colonia romanorum, ciuium sunt deducta, bina
millia in agrum qui proxime bocorum, ante Tuscorum
fuerat. Octona iugera Parma, quina Mutina Gccepe-
runt. deduxerunt triumviri, M. Mmilius Lepidus, T.
Ebutius Carus L. Quinctius Crispinus.-»
De Salvio Caro, procónsul de Creta, haze mención
Ulpiano en el lih. XLVTII de los Digestos, t." ad Sen.
Cons. Turpilianum, lib. XIV. Aunque en otros origina-
les se llama el mismo Flauio Caro.
De Q. Latinio Caro ay una inscripción en íano Gru-
tero, pág. 658 Lugduni:
Q. LATINIVS. CARVS
ET. DECIMIA. NIPOCOLIS
PATRÓN I. ALVMNO. KA
RISSIMO. ET. SIBI. POSVE
RVNT. ET SVB. ASCIA. DE
DICAVERUNT.
— 3^2
In Colonia Agrippina:
L. AEMILIVS. CARVS
LEG. AVGVSTALIS.
Jano Grut., pág. 1025.
L. AEMILIO. L. F. CAM. CARO
LEG. AVG. PR. PR. PROVINCIAE
CAPADOCIAE, etc.
Jano Grut., pág. 300. Fué cooptado Decio íunio
Caro en la Decuria 17. Vipsanio y Messala Consulibus.
Hasta aquí los autores antiguos romanos i griegos,
i no pienso que dexará de auer otros muchos, que io no
e visto, donde se hallen varones de este nombre. En
nuestra edad, i de 400 años á esta parte, en España,
Italia, Inglaterra i otras provincias a auido i ai per-
sonas de este apellido con quien pudiéramos onrrar este
catálogo; pero no es tal mi intento, ni Vm. me pregun-
ta esto. Por fin de todo pondré la inscripción que Vm.
quiere poner en su capilla al señor Juan Caro, padre de
Vm.:
D. O. M. S.
lOANNI. CARO. V. C. QVI. FIDEM. PIETATEM.
AiMOREM. ERGA. PATRIAM. A. MAIORIBVS.
REFERENS. VIVVS. EXCOLVIT. MORIENS.
POSTERIS. COLENDA. RELIQVIT. QVI. HOC
D. lOANNIS. BAPT. SACELLVM. VETVSTATE.
COLLAPSVM. P. S. FVLCIENDVM CVRAVIT. *
QVI. PIE. VIXIT. PIVS. OEIIT. ANN. LXXIII.
FERNANDVS. CARVS.
CARO. PAREN'n. B. M. P. ET. FILIIS
ANNO. XPI. M.DC.XVIII.
— 3^3 —
En Segouia, en fragmento de mármol terminal, se
leen estas letras, TVSTVM ET CARVM, que por
ventura fueron los duumviros que señalaron el térmi-
no. Allí, en la parroquial de San Blas, está un lucido de
mármol que fué sepultura de un caballero llamado Pe-
dro Caro, i con él tuvieron allí sepultura su muger i
hijo: según las letras parece de 400 años ó más de anti-
güedad. Está en latin, en el género de versos que enton-
ces se usaua, i el autor parece no auerse olvidado de
las obligaciones de la sílaba del verso heroico. Dizeasí:
OSZA. PET. CARI. LECTOR. SCIAT. HI. TOMVLARI.
CONIVX. ET. NATI. SVNT. EV IBIQ. LOCATI.
EST. VRRACA. PARENS. PROLES. D. CARQ. EORVR.
PATER, NAZRVM. LAVRENTIVS. ESTE. SVORVM.
AC. PARARENS. EST. NATI. NOMEN. ^LIV.
VV. JE FVCTV. SIT. XREMISERTv. EORV.
Sacó las letras fielmente quien me dio copia de esta
inscripción.
De este caballero Pedro Caro era hijo otro que vino
á la conquista de Seuilla con el santo rei D. Fernando, i
fué repartido en Utrera, como consta del repartimiento
de Seuilla.
Del comendador Aníbal Ca?'o ha^e mención Xrisp-
tóual Salasar Mardones en el comento de la fábula de
Píramo y Tisbe, pág. mihi 75 y 74, en la copla 44, en
el último verso.
De Roberto Caro hac^e mención Juan Ouen, lib. Ij
Epig. 45, pág. 170, y que fué consegero Rl. privado
del Rey y mui querido de todo el reino. — yí¿/ Henrri-
cum principem, lib. I.
Á LA VILLA DE OARMONA
SILVJ^
¡Salve, alcázar sagrado!
¡Salve, una i otra vez, antiguo muro
De mí por patria cara venerado!
Aunque del tiempo vives mal seguro,
I de el mismo te veo
la casi en tus ruinas sepultado,
No sé qué de valor i de grandeza
A mis ojos üffreces.
Con que respeto i afficion mereces!
¡Quán bien te puso nombre de alegría,
0 ínclyta Carmena,
Quien tu primero pueblo disponía!
Pues con mural corona
Sales festiva á recibir el dia,
1 con la fértil copia de tus bienes
Alegre lo festejas i entretienes.
Prevínote la mano artificiosa
Sobre altos pedernales arriscada,
- 3^^ -
Para que de altos fines
Émula á las estrellas te avezines:
I tú, á grandes hazañas ardidosa,
Les hurtaste no menos que un lucero,
Que resplandece, impressa gloriosa,
En el escudo de tu limpio acero.
De tu illustre tropheo
Las dos Hesperias invidiosas veo,
Pues usurpas su onor á Leucothea,
I el Héspero luciente á Cytherea.
Para ser como reina respetada
Te dio naturaleza
La magestad i alteza:
I así, en ombros de montes levantada,
Presides al gran llano
Que enrriquece de espigas el verano.
¡Quánto es mejor tu vega
Que la que en varias flores deleitosa
Dauro varre con oro i Genil riega!
¡Quánto te debe Pallas belicosa
De olivas siempre verdes!
¡Quánto licor sagrado
Pródiga en aras de Dicnysio pierdes!
Mas ¿para qué tu generoso aliento
Desacredito en lo caduco i vano,
I arrastro por el suelo el pensamiento.''
Vozes me da en su templo soberano
La fama de tus hijos inmortales,
Guio nombre la Aurora en sus umbrales
Oió admirada; i su valor pregona
El indio mar en la tostada zona.
Aquí i allí corrieron orgullosos,
El renombre español acreditando,
I dando á Marte ejemplos gloriosos.
¿Qué está la fiera invidia murmurando?
— 367 —
Pues vio quánto esta gloria tuia abona
Que para el César invinciblc fuesse
Flaco el poder romano,
I á el mismo pareciesse
(Qui^á temió) fortíssima Carmona.
Déla bárbara güeste descreída
De el feroz africano
Tanto fuiste temida,
Que acometer no osó tu muro fuerte;
I assí, pudo engañarte, nó vencerte.
¡Ai, quánto precio diste
De noble sangre al fiero alfange moro,
Á la vida la Cruz anteponiendo,
La lealtad al thesoro!
Dígalo el cuello santo
De uno solo (¡i quán grande!) Theoderniro,
Admiración de Córdoba, i espanto
Del bruto Abderrahmen enfurecido.
I ¿qué retorno diste á su venganza?
Mili te pagó por uno.
Tú fuiste de Fernando la esperanca,
Que con sólo aquistar tu alcázar fuerte
xAdelantó su intento glorioso
Sobre el obscuro reino de la muerte:
Lloró su fatal suerte
El bárbaro en Seuilla delicioso;
Arrastró negro luto entristecido
El gran Calipha, en África temido.
¿Qué reñidas batallas, qué esquadrones
No onrraron tus pendones?
Illustres hijos tuios
Dan ser al promontorio Melitéo,
Desde el mar gaditano al turbio Egeo.
¿Quién el genio no admira
De los que con benigno aspecto mira
- 368 -
Erudita Minerva?
Mas su decoro á sí solo reserva
Su debida alabanca;
Que aunque se esfuerce osado el pensamiento
El dezir no lo alcanca.
Vive siempre segura, vive ufana:
No temas de tu luz sombra enemiga:
Tu gloria soberana
Vivirá eternamente;
Que es maior que el olvido tu alta frente.
Á Don Fernando Caro. S.
Mucho puede Vm. conmigo, pues los ímpetus de
lajuventud, de quien es propio exercicio el poema, con
mandarme los a resuscitado para hazer esta canción á
esa villa, la qual debe á mi desseo el querer dezir mucho
de ella, como por su discurso se echa de ver. Mas por-
que no se puede dezir en pocos versos mucha historia,
i la poesía es mejor mysteriossa que larga, toqué algu-
nas cosas, que si no es quien está mui adelante en am-
bas cosas, por ventura no las entenderá. I así, me pa-
reció satisfazer á qualquier letor con declarar lo más
importante de esta canción en estos escholios ó observa-
ciones.
¡Salve, alcafar^ etc. — Phrasis familiar á los que sa-
ludan la patria ó los padres:
— 369 —
Salve sánete Parens, iterum sálvete rccepti
Ne quicquam ciñeres.
I nuestro doctíssimo Nebrisense, saludando á su
casa después de una larga ausencia:
Salve par-va domus, iterum sal-vete Penates,
Atque Lares ortus conscia turba mei.
Jacobo Menetio Vasconcelos á su Ebora:
Sahue magna parens frugum, facunda 'virorum
Sal've altrix nolis, urbs o gratissima sal've .
De mí por patria cara, etc. — Esta voz carato alu-
siua i ancípite, i se puede atribuir, nó sólo á que es pa-
tria cara, esto es amada, sino á que Carmona es patria
de los Caros, porque de esa villa se an derivado á mu-
chos lugares de su contorno familias de Caros, gente de
estimación i cuenta.
¡Cluán bien te puso nombre de alegría, etc. — lo e te-
nido á la villa de Carmona por lugar á quien funda-
ron i pusieron nombre los phenices ó cartagineses, en
cuia lengua se halla esta voz Carmon, por un monte que
hubo en Phenicia fertilíssimo. Sinifica tanbien en lengua
sira Malum granatum, sive vine a dolor is et fortitudinis;
la granada, ó viña de dolor i fortaleza: significados que
quadran mui bien al sitio, forma, disposición i fertili-
dad de esa villa i sus campos. Muévome á creer esto,
porque toda esta tierra la poblaron i abitaron thenices,
tirios ó cartagineses, que toda es una casta i nación, i los
lugares que poblauan ó fundauan los llamauan del nom-
bre de otros lugares de su tierra, como aora lo hazen los
47
— 370 —
españoles en las Indias, que á las ciudades que fundan ó
abitan las llaman, como las de acá, Mérida, Trugillo,
Cartagena, la Puebla, etc. Por esta misma razón entien-
de Arias Montano que Seuilla es fundación de phe-
nices, de la voz phenicia Spala, que quiere dezir lla-
nura.
De la opinión mia va diverso Bernardo Aldrete,
varón doctíssimo i de consideradíssimo juizio. Fúndase
en que la voz Carmon en la lengua griega sinifica alegría:
por ventura le pusieron así por lo mucho que descubre
de cielo, i la vista que por todas partes descubre de su
apacible i hermosa vega. Además, que el mismo nom-
bre tuvo una ciudad de Arcadia, según Pausanias; otros
quieren que Carmon fuesse lugar en Mesenia. El mismo
nombre tuvo el templo de Apolo en Lacedemonia, un
rio en Arcadia, i un monte en el Peloponeso; i según
esto, la fundaron griegos.
¡O ¡nclyta\ etc. — Epíteto que á la maior ciudad da
el maior de los poetas antiguos:
Augusto augurio posquam inclyta condita Roma esí.
Á Troia, Virgilio:
o patria, o paires, Di--vum Jomus inclyta Troia.
Las dos Hesperias^ etc. — Son Italia i España, ó de
Atlante Héspero, rei de estas partes ocidentales, ó de
la estrella de Venus, que parece a! Poniente i se llamó
Héspero. Carmo tiene por insignia de sus armas un
luzero con esta letra: Sicut Lucifer lucet in Aurora.^ sic
in Bdethica Carmo. En las monedas antiguas tuvo por
una parte espigas i por otra un rostro con una pelada,
que fué señal de municipio. Dize que le hurtó el Espero
- 371 -
luziente á Cytherea, porque de la diosa Venus fué mui
amado. Así lo dize Claudiano in Epiihalamio:
Attollens thalamis Idalium iubat
Dilectus Venen nascitur Hesperus.
¡^ánío licor sagrado pródiga en aras de Dionysio
pierdes! etc. — Dionysio es el dios Baco, á quien los anti-
guos atribuieron la invención de las vides i del vino, de
que, como todas las demás cosas pertenecientes á la vida
umana, Carmona no carece, aunque en esto es menos
fértil que en lo demás: qui^á por eso tanbien le quadra
el nombre de Carmon, que es viña de dolor.
Mas ¿para qué tu generoso aliento^ etc. — Aquí se le-
vanta el poeta en las locuciones i en la materia, pare-
ciéndole que es poca alabanza tratar de la fertilidad de
Carmona, y finge que la Fama lo llama á que vea en su
templo los naturales suios que an sido famosos.
idué está la invidia fiera murmurando'^, etc. — Pare-
ciéndole que auia andado demasiado en las alabanzas, i
que la invidia tendría justa razón de murmurar, hace un
apóstrophe, respondiendo con exemplos práticos para
acreditar lo que dize.
Ciue para el César^ etc. — Esta es hipérbole, porque
dize que á César Julio, á quien toda la monarchía ro-
mana pareció flaca, pues él la venció, Carmona le pare-
ció fortíssima. El mismo César lo escribió en el I De
Bello civili: ^lisdem diebus Carmonenses, quce est longe
firmissima totius provincia civitas deductis tribus in ar-
cem oppidi cohortibus a Varrone presidio, perse cohortes
eiecit portas que praclusit.
— 372 —
Tanbien haze mención de esta villa en el lib. IV
De Bello Alexandrim .
T así, pudo engañarte, etc. — Esto cuenta D. Rodrigo
Ximenez en el lib. líl, cap. XXIII, de la Historia de
los Godos: «Deinde venit Cannonam^et quia dictumfue-
rat, quia vix impugnatione aliqua posset capi, missit co-
miteni lulianum cum aliquibus xpianis, ut fugam quasi
victi a pralio simularent, et sic a civihus recepti pro
hospitalitatis officio hospitam civitatem in manus Arahum
prodiderunt, noctu enim vigiles occiderunt, et per portam,
qu¿e Corduba dicitur Árabes induxerunt.-*
Desconfiados los moros de tomar por fuerza de ar-
mas á Carmona, persuadieron al conde D. Julián que
con esta traición la entregasse, i así lo hizo.
Dígalo el cuello santo de uno solo {¡y quán grande!)
•Theodemiro, etc. — Fué San Theodemiro natural de esta
villa, monge Benito: murió martirizado en Córdoba á
25 de Julio, año de 851; hace memoria de él S. Eulogio
en el lib. II, cap, VI: «Cuius cadáver [Pauli Diaconi
cordubensis) ante fores palatii derelictum cum beati
Theodemiri monachi carmonensis corpore apud sanctua-
rium pradicti martyris Zoili conditum est, qui et ipse
invenís post 6 dies, qua sane tus decidit; Paulus ocubuit.»
¿Qué reñidas batallas, etc. — En la conquista de Gra-
nada siempre se señaló Carmona, acompañando su pen-
dón al de Seuilla: en la toma de Alhama se señaló Juan
de Ortega. Antonio, en la Década II, lib. I, cap. II:
«Igitur per árnica nocí i s silentium scalas muro exteriori
admovent, scandit primus omnium Joannes Ortega, qui se
profitebatur scalarium, vir paratus in utrumque fa-
— 373 —
cinus, seu rem conficere, aut certa occumhere mor ti.»
Estévan de Garibai i otros dizen que era de Carmo-
na este Juan de Ortega.
Alonso de liojeda de Mendoza, carmonense^ fué onbre
mui docto en Derechos; escribió un tratado De incom-
fatibilitate Beneficiorum^ atque compatibilitate^ que anda
en los tratados de los Doctores, en el tomo XV.
Otros mui grandes varones hai i a auido en esa villa.
No es mi intento sino sólo en general tocar alguna cosa
y dispertar los ingenios de Carmona á que con sus tra-
vajos é ingenio la illustren.
NOTA. — Estos tratados, Antigüedad del apellido CaRoj» la Silva á
la villa de Carmona, con sus notas, 'van copiados del original autógrafo de
Rodrigo Caro, que guarda entre sus papeles la Sra. D^ Carmen Caro de
Calmo, y nos ha facilitado generosamente. Por eso conservamos en ellos con
cuidado la ortografía del original, para que los bibliófilos tengan una rnuestrn
exacta de la que usaba el célebre anticuario.
RESPUESTA
Á ALGUNAS COSAS QUE EL P. MARTIN DE ROA
ESCRIBIÓ EN SU LIBRO DEL PRINCIPADO DE CÓRDOBA
Como el principal intento de sacar á luz mi libro
de las Antigüedades y principado de la ilustrísima ciu-
dad de Sevilla^ fué conservar á esta ciudad en su antiguo
esplendor, en aquella parte que mis cortas fuerzas al-
canzaron, y que los que no tienen tanta noticia de la an-
tigua historia hallen algo allí junto, corre también por
\TA cuenta satisfacer á los que han puesto alguna duda á
lo que allí tengo escrito. No juzgo que en esto se hayan
algunos movido con envidia ni mala voluntad, sino que
el sentir de los hombres es vario, y fácil la contradicción
de los que demasiadamente se aman á sí ó á sus cosas,
ó por ventura piensan que por aquel camino encuentran
con la verdad. Siendo, pues, ésta la primera y más ne-
cesaria condición de la historia y de los que escriben an-
tiguas memorias, es justo se sepan los fundamentos que
tuve para lo que allí dije. Yo habia comenzado á hacer
— 376 —
algunas adiciones á mi libro; caminando en espacio co-
mo se ofrecian las nuevas advertencias, dio ocasión á
apresurarlas un libro que tiene por título Antiguo prin-
cipado de Córdoba en la España Ulterior^ autor el P.
Martin de Roa, de la Compañía de Jesús.
Reconozco en este libro, como en todos los demás,
la piedad y elocuencia de su autor, que yo siempre ve-
nero mucho: desconozco algunas indiligencias que por
ventura causaron madores ocupaciones, ó estar ya muy
vecino á su muerte, que fué el premio de su conocida
virtud y obras, con que enriqueció la piedad cristiana.
Indiligencias digo, que sin duda ninguno reconociera y
enmendara: enmendaturus si licuisset erat. Los mayores
ingenios incurren en faltas, y la flaqueza humana no pa-
sa sin ellas. Defenderé solamente las que tocan á mi li-
bro de las Antigüedades de Sevilla^ y como en él procu-
ré con cuidadosa atención no disminuir ni un átomo
la estimación déla ínclita y antiquísima ciudad de Cór-
doba, lo mismo haré en estas adiciones, reconociendo sin
duda que en la gloria y alteza de sus inmortales hijos
está haciendo honrosa contraposición á Grecia, á Italia,
así en el valor militar, como en el claro esplendor délas
letras; y dejando lo que tan conocido es, sólo pretenderé
aquí que el lector desapasionado nos mantenga en lo que
fuere justamente nuestro, quedando la verdad más co-
nocida y clara, sin que aquellos estrechos límites de la
modestia, que siempre quisiera guardar, se traspasen
un punto, porque admiro y reverencio esta verdad en
ios ajenos escritos, y quisiera que fuese el mayor orna-
mento de los mios.
- 377 —
Dice, pues, el P. Martin de Roa, cap. ÍV, fól. 12:
«Con este aviso hablaron también algunos modernos,
que, tratando de Sevilla, cuál la llama cabeza de su rei-
no, cuál de las ciudades de las costas, cuál que en mucha
parte del Andalucía; y la general del rey D. Alonso que
en la provincia de Guadalquivir.» Dos cosas pretende
en este capítulo nuestro autor. La primera, que Sevilla
no es cabeza del Andalucía, sino parte de ella, y que la
provincia del Guadalquivir no es más que el reino de
Sevilla: en prueba de esto trae la Historia general del rey
D. Alonso. En cuanto á lo primero, yo en mis Antigüe-
dades de Sevilla pruebo por autoridad y testimonio de
más de quince autores que uniformemente la llaman ca-
beza del Andalucía, si no es Brito Lusitano, y por ven-
tura algún otro autor solitario, que en tanto número
como el contrario no hace al caso; mas en este punto
hablaremos luego.
Ahora vamos á aquella proposición que el Martin
de Roa saca de la Historia general «de que la provincia
de Guadalquivir no es más que el reino de Sevilla».
Pregunto: ¿no es provincia de Guadalquivir en nuestro
vulgar castellano lo mismo que provincia Bética? No
puede nadie responder que nó, porque Bética se llama
del rio Bétis que la atraviesa: luego si Sevilla es cabeza
de la provincia de Guadalquivir, es cabeza de la provin-
cia Bética. Mas si alguno no lo quisiere confesar, dígalo
el Príncipe de la Geografía, Strabon, lib. III de versión
de Xilandro: «Regionetn ipsam a fiumine Bceiicam vo-
cant^ ah incolis Turdetaniam.» Plinio, lib. III, cap. I:
«Bostica a flumine eam mediam secante cognominata.>^ Sí-
48
- 378 -
guese la consecuencia: si la provincia Bética se llama así
del rio Bétis, que en la lengua vulgar moderna se llama
Guadalquivir, la provincia de Guadalquivir es la que se
llamó Bética: porque nadie escribió jamás ni se ha dicho
que haya tal diferencia como la que el P. Martin de
Roa constituye: luego la provincia de Guadalquivir es
toda la que baña y atraviesa por medio el rio Bétis; y si
la provincia del rio Guadalquivir no es más que el rei-
no de Sevilla, Córdoba, Jaén, Andújar y las demás ciu-
dades por donde este rio pasa antes que llegue á Sevilla,
no eran de la provincia Bética, porque no son provincia
del rio Guadalquivir. ¿Esto habrá en el mundo quien lo
diga?
Mas si por ventura este autor, por huir el peligro
manifiesto en que zozobra su interpretación, adivina
que esta es locución de la Historia general, y que en ella
se llama provincia de Guadalquivir no más que el reino
de Sevilla, le convenceremos con las palabras de la mis-
ma Historia en todos los lugares que trata de la provin-
cia de Guadalquivir, y luego con las mismas palabras
de este autor en su Principado de Córdoba. Declárase á
sí misma la Historia general, si es posible que en esto
se halle alguna anfibología. En la primera parte, capí-
tulo CXLIX: «É los vándalos que eran llamados sy-
lingos, tomaron la provincia de Bética, que es toda la
ribera de Guadalquivir, ca Bétis llamaban estonces aquel
rio de Guadalquivir que llaman aora...., é fasta aquella
sazón fué llamada aquella provincia Bética por el nom-
bre de aquel rio: é aquellos vándalos que la hubieron
por suerte, pusiéronle nombre de Vandalia, que en latin
- 379 —
quiere decir como Andalozía.» Nótense aquellas pala-
bras: «La provincia Bética, que es toda la ribera de
Guadalquivir; nó parte de la provincia, sino toda.»
Bien se podia librar el desengaño de aquel autor en
sólo aqueste lugar, que tan de propósito declara la His-
toria general qué entendía por provincia Bética ó pro-
vincia de Guadalquivir: mas porque con toda claridad se
sepa cuan poca justicia tuvo en su interpretación Mar-
tin de Roa, pondré aquí todos los lugares de aquella
Historia, que para sólo este punto leí dos veces de verbo
ad verbum: en el capítulo y^. citado CXLIX, dice así:
«En la era de 467 años aquel rey Gunderico,
desque ovodestroido á Cartagena, fuese para la provin-
cia de Guadalquivir por destruir les sylingos, non ha-
viendo piedad dellos, maguer que eran del linage de los
vándalos, é robó toda la tierra, é destroyóla, é llegó á
Sevilla, é entró por fuerza, é mató y mucha gente.» En
esta conformidad habla Juan Vaseo en el año de 440:
*Richila septem regnavit annos, et Hispali expugna t a
B^eticam et Tarraconensem provinciam ditioni su¿e subje-
cit.» Lo mismo Joan de Mariana, lib. V, cap. IIL «6V-
cundum eam victoriam B¿etica imperio subjecta, Silingis
domitis atque Hispali in potestatem reducta.^^ Mas vol-
vamos á la Historia general, de que se vale el contrario,
pues ella ha de ser el mayor fundamento de su desem-
peño. Dice en el dicho capítulo: «En el segundo año
del reino de Riquila. rey de los suevos, en pues que ovo
ganado de los alanos la provincia de Lucena (es Lusita-
nia) fué para Andalucía por ganar de los silingos toda
la provincia de Guadalquivir, onde era Sevilla cabeza.»
- 38o -
Estoes lo que sobresalta á la parte contraria: «É llegó
á Sevilla é prisol: é de sí dióse toda la tierra, así que
ganó aquella provincia.» No habrá ninguno tan apasio-
nado que este lugar no le abra los ojos para entender la
verdad; mas prosigamos con los que están en el mismo
capítulo: «En el tercero año, que fué la era de 480 años,
quando andaba el reyno de Genserico en trese, avino así
que el rey Riquila, después queobo ganado la tierra de
Sevilla, fuese para Cartagena con sus huestes.» Aquí le
hace mayor honra á Sevilla, pues habiendo dicho que
ganó toda la provincia Bética, ó Andalucía, ó tierra de
Guadalquivir, dice ahora que ésta era tierra de Sevilla,
sin acordarse de ninguna otra ciudad, siendo así que en-
tonces habia en ella tantas y tan grandiosas ciudades.
En la segunda parte, cap. XXIV, vuelve á llamar
al Andalucía provincia de Guadalquivir: «E venció é
quebrantó en la provincia de Guadalquivir á los vánda-
los y á los silingos.» En el cap. LXXVIII vuelve á de-
cir que Theodorico, rey godo, envió á la provincia de
Guadalquivir un capitán llamado Cerula. En el capítu-
lo LV, hablando del conde D. Julián: «É el conde don
Ulan guió los moros por la provincia Bética, que es de
Guadalquivir, he quebrantó hi muchas ciudades.» Nó-
tese aquí que en esta primera invasión no tomaron los
moros á Sevilla, y cuando la tomaron fué nó sólo per-
dida toda la Andalucía, sino casi toda España. Siendo,
pues, así que la provincia Bética y la de Guadalquivir
es y ha sido una misma cosa, y sólo se diferenciaron en
la mudanza de las lenguas, y que no estuvo en ningún
tiempo dividida, ¿con qué razón el P. Martin de Roa,
- 38i -
para lograr un intento descaminado, la quiere dividir,
haciendo sólo tierra de Sevilla lo que llama la Historia
general tierra del Guadalquivir, y no el resto de la de-
más Bética ó Andalucía? Pero sentenciase á sí mismo
este autor, que, olvidado de lo que habia dicho antes,
dice en el cap. V, fól. 21, estas palabras: «La Andalu-
cía siempre fué una, sin haver tenido mudanza ni divi-
sión: desta manera vino á poder de los godos, y éstos
conservaron la división de Constantino.»
El mismo autor, en el cap. V. del dicho libro, al fin
de él, hallando que Joan Mariana en la Historia de Es-
paña latina y de romance constantemente llama á Sevi-
lla cabeza de la Bética, en cierta manera lo censura, co-
mo si para decirlo no hubiera tenido bastante funda-
mento. Repara en que siendo el P. Mariana doctísimo
y versado en todas letras divinas y humanas, y especial-
mente en las cosas de España, cuya historia nó sólo
profesó, sino que gloriosamente escribió como severo
amador de la verdad, le culpa en que llamó á Sevilla
cabeza de la Bética; porque si en un varón consumado
é insigne religioso, y nacido en ciudad de España, y nó
muy lejos de Sevilla, de que tan particular noticia tuvo,
y tan conocido nó sólo de los propios sino de los ex-
tranjeros, cupo el yerro de que le hace cargo, ¿cómo ha-
ce tan absoluta la verdad de Hircio, que era un soldado
forastero y nó tan obligado á decir la verdad, y en cu-
yos escritos se hallan muchas cosas erradas, inconse-
cuentes, dudosas, y que no se pueden entender, como ya
lo han observado varones de consumada erudición y
consta de los mismos escritos? Oigamos la censura de
- 382 —
Lipsio: «Multa otiosa reperies disjuncta^ intrincata, iti-
terpollata, repetita^ ut omnino non ahsit quin ad hanc ve-
luti prisa operis statuam novella aliqua accesserit et im -
perita manus.» Pero no toquemos en la verdad que ya
tiene calificada el tiempo^ que yo soy tan amador suyo,
que antes confesaré ingenuamente en tales dificultades
mi rudeza é ignorancia, y venerando la sagrada antigüe-
dad le procuro dar la salida tan honrosa como ya la es-
cribí en mi libro de Sevilla; y aunque la autoridad de
Joan de Mariana está contestada allí en el fól. 8o y 81
con gran número de graves autores, corroborémosla de
nuevo con los que aquí se trujeren.
Sea el primero Fr. Juan Gil de Zamora en la Cróni-
ca de España, que se ve escrita en pergamino, de letra
muy antigua, en el convento de San Francisco de aque-
lla ciudad. Dice así en el cap. LXXIX, hablando del
santo rey D. Fernando: «É mientra que esto diese el
Rey con grande folganza é todo su reyno se gobernase
pasíficamente, vino aquel Pelai Correa sobredicho por
que le contara nuevas de Andalucía, el qual recibió el
Rey, é le plogo con su venida: mas entre las otras cosas
que le dixo al Rey aconsejol que con su hueste cercase
la cibdad de Sevilla, que era cabeza de España y en otro
tiempo fuera morada de christianos; lo qual como oyese
el Rey plogol mucho.» El traslado de buena parte de
esta historia hubo el P. Juan de Pineda, de la Compa-
ñía de Jesús, tan conocido en todas partes por sus letras
y erudición, y lo tuvo también el licenciado Antonio
Moreno, cosmógrafo del Rey N. S. El cardenal Mar-
garite ó Gerundense, en su Paralipomenon, lib. í: «Qua-
- 3^3 -
rum B ¿etica confine t Jiumen B¿etis dlctum Guadalquivir^
a nova Carthagine a cujus montibus defiuit Occeanum
atlanticum^ cujus regionis et provincice caput est Hispa-
lis et metrópolis Betic¿e.)> Francisco de Castilla, en el
tratado de los Reyes de España y sus buenas virtudes,
en verso de arte mayor, dedicado al emperador Car-
los V, é impreso en su tiempo, hablando del Rey Santo:
Pues cayo las villas que en propia persona
Ganó de los moros del Andalucía,
Diré las ciudades de más nombradla.
Según que el prelado Rodrigo pregona,
Á Córdoba y Ecija, Palma y Carmona,
Ubeda, Andújar, Jaén y Baeza,
Jerez y Sevilla, que fué la cabeza
De aquellos tres reynos primera corona.
Mario Arecio Siracusano, en los Diálogos de Espa-
ña, tratando del rio Bétis: «Hic ergo et mediam B¿eti-
cam influit Cordubam tot claris viris insignem et Hispa-
lim ejus provinctíe caput expulsis bar bar is a Fer diñando
Rege.» El bachiller Luis de Peraza, en una historia que
escribió más há de cien años, cuyo original MS. tiene el
licenciado Sancho Hurtado de la Puente, oidor de la
Real audiencia de Sevilla, y en él se contienen muchas
antigüedades de esta ciudad, en muchas partes de ella
le llama cabeza del Andalucía; y en el cap. VIH, folio
15, tiene escrito por lema este titulo: «De la nobilísima
provincia Bética ó Andalucía, cuya cabeza es la impe-
rial ciudad de Sevilla.» Ferreolo Locrio, en la obra que
intituló Maride Auguste, lib. IV, cap, XX: «Hispalis
celebre Emporium Hisfania et B ¿etica caput. y) Georgio
Braunio en su insigne Theatro, en la prefación: «7« His-
- 3^4 -
pania B ¿etica sive Andalucía tantum illud commemorabi-
mus quod cum Hispalis ejus provinciíe caput, expulsis
barbaris a Ferdinando Rege.» Gerónimo Brioso z« Com-
pendio rerum memorabilium, cuyo ejemplar MS. estuvo
en la librería del santo arzobispo D. Pedro de Castro,
mi señor, y ahora lo tiene el licenciado Alfonso Gordi-
11o Sánchez, abad mayor de la universidad, cap. XVI,
hablando de la epístola del papa Anteros, dice así: «Res-
cribens autem Romanus ipse Pontifex Pr¿elatis B¿etic¿e
et Toletan¿e provincia qu¿e inler teteras Hispanice pro-
vincias nitore fidei catholica elucebat B¿eticam aperte vi-
sus est prcetulisse, et nostram civitatem, qu¿e cum ómni-
bus aliis multumpr¿estaret^plurimis de causis^ sicut Bo-
tica totius, et caput extitit et princeps ita sedis prima-
tum debuit^ procul dubio íenuisse.y> Habla aquí en par-
ticular de Sevilla y sus grandezas; y después, tratando
de los silingos: «^¿/!9ríi!;;2 nimirum regia sedes, pr¿eci-
puumque regni caput Hispalis.» Joan Olivario, sobre
Pomponio Mela, lib. II: «In Bostica vero primas tenet
Hispalis qu¿e nunc Sibilia vocatur.'» Joan Mariana, aun
después de interpelado por el P. Martin de Roa, no se
retractó de su opinión; antes, en el lib. VI, cap. XV,
no habiéndolo dicho en este lugar en la historia latina,
lo añadió en la de romance, y en el prólogo de esta úl-
tima edición, que fué la cuarta de su obra, dice: Que
como autor añade y quita á la historia latina, y que esto
último quiere que sea y se tenga por su opinión. «Las
ciudades sufragáneas al arzobispado de Sevilla, eran la
primera Itálica, que hoy es Sevilla la Vieja, legua y me-
dia de aquella ciudad nobilísima, cabeza del Andalucía.»
- 385 -
Alonso Sánchez, en el Anacephaleosi de rebus Hispa-
nice^ lib. V, cap. Vil: «.ínter ea Ferdinandus rex hispa-
lense bellum urgere cum in una principe civitate caput
regni, Maurici restare videretur, quo siiblato reliquum
Corpus concidere necesse erat». La Historia del Santo
Rey D. Fernando, en la prefación: «Estando el rey don
Fernando en Córdoba aparejando los instrumentos bé-
licos para su guerra, vino á besarle las manos Remon
Bonifaz, é era hombre muy sabio para regir una flota
de armada por la mar, y él tenía acordado de hacer naos
y galeras de armada para aprovecharse por la mar para
quebrantar ese fuerte y alto capitolio del coronamiento
real». Habla aquí de la expedición que prevenía para
conquistar á Sevilla, á quien llama alto capitolio y coro-
namiento real. La Coránica del Rey D. Alonso el Sabio,
cap. XLIV, tratando de la diferencia que los grandes
tenían con él, que el noble D. Fernán Pérez, deán de
Sevilla, fué á hablar á los señores de parte del Rey, y
dijo así: «Dícenos el rey D. Alonso, nuestro y vuestro
señor, que tuviésedes por él á Sevilla, que es la mejor
ciudad de todos los reinos y más honrada, con muy
grandes retenencias.»
Parecerá ya superfluidad traer más autores para
prueba de este intento, pero no puedo envolver en el
silencio dos testimonios que á mi parecer son prueba de
la grande estimación de Sevilla sobre todas las ciudades
de España. El primero es de Andreas Bernaldes, en la
historia que escribió de los Reyes Católicos, que MS.
corre con título del Cura de los Palacios. Este autor
escribe varias cosas con mucha curiosidad, como testigo
49
- 3^^ -
de vista de aquellos tiempos. Dice, en el cap. LXXVI,
hablando de un recibimiento de los ejércitos á la vale-
rosa y sabia reina D.^ Isabel: «É ficiéronle un recibi-
miento muy singular, en que salieron al camino los pri-
meros el duque del Infantado, que habia venido desta
vez á la guerra muy pomposo y muy poderoso, é el
pendón de Sevilla, é su gente, é el Prior de San Joan,
fasta una legua y media del Real: é púsose una batalla
á mano izquierda del camino por donde ella venía, to-
dos bien aderezados como para pelear: é como la Rey na
llegó fizo reverencia al pendón de Sevilla, é mandóle
pasar á la mano derecha». En este capítulo dice: «Que
luego los otros pendones de las demás ciudades se aba-
tieron á la Reyna, faciéndole gran reverencia v>. Pasó
esta acción entre Loja y Antequera, nó lejos de la Peña
de los Enamorados.
El segundo testimonio sea de D. Fadrique Enri-
quez, almirante de Castilla, que por orden y mandado
del emperador D. Carlos vino de Cataluña, donde se
habia retirado por ser ya muy viejo, con plena comisión
de quietar las comunidades, que amenazaban á España
fatales daños. Vino, pues, á Tordesillas, donde se halla-
ban los comuneros con mucha gente de guerra, y con
tanta insolencia y atrevimiento, que destruían las ciu-
dades; y dando cuenta á Sevilla de todo lo que pasaba
por una carta cuyo sobrescrito era: «A la muy noble y
muy leal ciudad de Sevilla»: y dentro de ella, en la par-
te superior: «Muy magníficos señores: Hasta ahora no
he escrito á Vmds., porque me parecía debia pasar con
mis obras adelante. Vmds. sabrán que estando yo y la
- 38? -
Condesa apartados de bullicio y deseando servir á Dios
en lo restante de la vida, oyendo aya las revueltas de
Castilla, el arr»or de la patria y un secretario de su Ma-
gestad para que me encargase de la gobernación del rey-
no, me truxeron acá», etc. Y después de algunas cosas
de que les da larga cuenta, dice así: «Yo, como natural
y vecino de esa muy noble ciudad, é tenido y tengo con-
tienda con esta gente de la Junta, que por otro nombre
unos á otros llaman Santa Comunidad ó Reyno de Es-
paña, diciéndoles y defendiéndoles que, pues Sevilla los
contradice, que no son ellos reyno, y que Sevilla es de
tanta calidad y merecimiento, que ella sola puede lla-
marse reyno, y ellos sin ella no pueden tener tal nom-
bre.» Al fin de esta carta dice: «Cuyas magníficas per-
sonas N. S. guarde y acreciente. De Medina, 28 de No-
viembre de 152,0 años.» Esta carta trae Luis de Peraza
en su Historia de Sevilla MS., fól. 15; y todo á la letra,
con otras que el Almirante escribió, y el perdón gene-
ral y nombre de los encartados, impreso todo año de
1522, tiene el beneficiado Juan Gómez Bravo, benefi-
ciado de la veintena de la Santa Iglesia mayor de esta
ciudad, mi amigo.
388
^l l{hro do las itimologias es cíe S. Jsicíoro^
arzobispo de Sevilla^ y 7ió del Gordivherise.
Es tan propio el gran Isidoro de nuestra ciudad,
que la gloria de sus escritos y obras de admirable eru-
dición toca también á la ciudad donde aprendió y leyó
con tanta fama en toda la Iglesia Católica: y así su de-
fensa en la parte que recibiere agravio corre por cuenta
de la misma ciudad, pues es su patrono y tutelar. Dice
el P. Martin de Roa, fól. 28: «Deste tiempo fueron
los dos Isidoros mayor y menor, señalados ambos en
letras y santidad. Escribió el último sobre el libro de
los Reyes y Evangelio de San Lúeas, y el otro com-
puso los libros de las Etimologías^ que por yerro se atri-
buyen á San Isidoro, arzobispo de Sevilla, que floreció
muchos años después.»
Quien leyere esta proposición tan absoluta, tan nue-
va, tan sin razón ni probanza, no dudo (si ha leido algo
de antigua historia) que admirará la mayor novedad
que se ha dicho en nuestro siglo; y pues Martin de Roa
dice que el atribuirse el libro de las Etimologías á San
Isidoro Hispalense ha sido yerro, será necesario para sa-
carle del suyo repetir los tiempos antiguos y los autores
de la edad en que el Santo escribió, supuesto que Isido-
- 389 -
ro Cordubense fué doscientos años más antiguo que el
Hispalense. Sea el mismo San Isidoro el primer testigo,
que á buen seguro no se abrogará obra ajena, teniendo
tantas propias de que poderse preciar. En la epístola de-
dicatoria de este libro la inscripción es: *Domhw meo et
Dei servo Braulioni^ episcopo hidorus.» Habia comen-
zado á escribir las Etimologías á ruegos de San Brau-
lio, arzobispo de Zaragoza, su discípulo, y aunque no
lo habia puesto en perfección ni acabado, le dedica el
libro como cosa que el Santo habia trabajado y medi-
tado; luego no es ni puede ser de Isidoro Cordubense,
ni tal libro era en el mundo. Sea el segundo testigo San
Braulio Cesaraugustano, el cual, en el libro de Firis
illustribus, refiriendo las insignes obras que su maestro
escribió, dice: <s~Isidorusvir egregius^ Hispalensis ecclesi¿e
episcopus, Leandri episcopi siiccesor et germanus.» Bue-
nas señas son todas éstas para que nadie dudase; y des-
pués de haber contado los muchos libros que escribió,
prosigue: aEthimologiarum codicem nimia magnitudine
distinctum habeo titulis non libris, quem rogatu meo fecit
quamvis imperfectum ipse reliquerit.» No es de menos
crédito, santidad y dignidad el testigo que se sigue. Este
es San Ildefonso, arzobispo de Toledo, discípulo tam-
bién de San Isidoro; en el Apendix de Viris Illustribus^
dice así: «Isidorus post Leandrum fratrem Hispalensis
sedis provinci¿e B^tic¿e cathedram tenuit^ vir decore simul
et ingenio pollens.» Y habiendo referido algunas de sus
obras que escribió, dice: ^iScripsit quoque ultimo^ adpeti-
tionem Braulioni episcopio librum Ethim.ologiarum, quetn
cum multis annis conaretur perficere inexpleto opere diem
extremum visus est conclussisse.y> Todos estos testigos
son instrumentales y de vista.
También es antiguo Sigeberto Gemblacense: dice en
el libro de Viris Illustrih.: «Isidorus júnior hispalensis
episcopus multa scripsit: ad Braulionem episcopum viginti
libros Etymologiarum.» El abad Tritemio, de Scripto-
rib. Ecclesiast.: «Isidorus júnior episcopus hispalensis,
vir in divinis scripturis eruditissi'mus: hic dicitur júnior
ad differentiam senioris episcopi cordubensis: Scripsit au-
tem iste Isidorus multa preclara opuscula de quibus dum-
taxat reperi subjecía.» El coronista Morales, natural de
Córdoba, lib. XII, cap. XXI.: César Baronio en los
yí»«., anno 62(>y núm. 9, y antes y después de ellos
cuantos autores han escrito de cosas de España: Belar-
mino, en el tratado de los escritores eclesiásticos. Cuan-
tas impresiones se han hecho desde que se inventó el
arte de la imprenta, intitulan las Etimologías constante-
mente de San Isidoro hispalense. Últimamente, vea el
lector la prefación de Joan de Griales, á quien el señor rey
D. Felipe el Prudente cometió juntar, reconocer y en-
mendar las obras del gran Doctor de las Españas, el
cual dice que con la potencia de tan gran Monarca se
juntaron de todas partes más de treinta códices MS. an-
tiquísimos, de letra gótica y longobárdica, y que el li-
bro de las Etimologías se encomendó con particular
atención al Dr. Alvar Gómez, canónigo de Toledo,
para que comunicándolo con el doctísimo Antonio
Agustin, arzobispo de Tarragona, y Pedro Chacón, que
se hallaba en Roma, dijese cada uno lo que sentia, y se
remitiese á Alvar Gómez. Las palabras de aquel autor.
- 391 —
entre otras de dicha prefación, dicen así: ^Etymologia-
rum emendatio Alvaro Gomezio Toletano, viro in primis
erudito credita est^ traditaque ipsi veterum codicum mag-
na copia^ quorum bona pars gotthicis caracteribus sive
mavis longobardicis erat scripta. ^o ipse^ varietate no-
íata, ad Antonium Augustinum^ tarraconensem archie-
piscopum^ et Petrum Chiachonium Rom¿e jam tum com-
morantem^ singulis de rebus referret. Qjuorum utrique id
etiam fuerat a Rege injunctum: ut et ipsi^ collatis suis
exemplaribuSj quod sensus sui esset ad eumdem Alvarum
remiteret. Constat autem omnes triginta, aut eo pluribus
manuscriptis libris in hoc opere emendando fuisse usos.»
Juzgue ahora el lector cuyo es el error, y si ha delin-
quido el consentimiento común nacido de tan conocida
verdad, ó el afecto desordenado de usurpar para su ciu-
dad lo que no le puede tocar por ningún título.
El mismo autor, en el fól. ;^^: «Fuerza me obliga
á no pasar de aquí sin alabar el esfuerzo que el licen-
ciado Rodrigo Caro hace en sus Antigüedades de Sevi-
lla para probar que hubo escuelas en ella; mas no pue-
do admitir dos testimonios de que se vale, porque no
los tengo, {li los tienen varones doctos, por legítimos; el
primero de una piedra, ó un antiguo mármol, que está
en la iglesia de San Salvador, etc., quiere que sea título
sepulcral, y que el entierro hubiese sido en las escuelas,
cosa tan ajena de los romanos.» En otra parte dice Mar-
tin de Roa «que no cabe en humano discurso haber sido
Triana Itálica.» Antes que se satisfaga á los escrúpulos
que opone y de que se muestra mal contento, no puedo
.dejar de culpar á este autor que se ponga á inquirir si
— sr- -
hubo ó no escuelas públicas en Sevilla, y si Triana haya
sido Itálica, diciendo que no cabe en humano discurso
que lo haya sido, porque no tiene que ver esto con el
Principado de Córdoba que intentó averiguar. Esto sin
duda es saltar fuera del corro, como está en el prover-
bio. Parécele á Martin de Roa que en decir yo en mi
Principado que hubo escuelas públicas en Sevilla hago
un grande esfuerzo por mi ciudad averiguándolo allí, y
la verdad es, que aunque parece hacerme honra, no pue-
do pasar por ello: falta mía será no haber logrado el in-
tento, nó descrédito de la causa. Por confesión de Mar-
tin de Roa (y en esto no nos da lo que es notoriamente
nuestro) Sevilla fué cabeza de la Turdetania. Los tur-
detanos les llama Estrabon los doctísimos de toda la
provincia; luego muy verosímil es que aun en aquel
primero siglo tuviesen escuelas en la cabeza de sus ciu-
dades, cuanto más en tiempo de los romanos, que con-
tinuando aquella su antiquísima mayoría fué metrópolis
de la provincia Bética, y habia tantos profesores de to-
das las ciencias y facultades, que fué necesario acortar
las inmunidades ásus profesores reduciéndolos á menor
número, como lo refiere Modestino en la ley Si duas
Dig. de excusat. lut., y esta disposición habló con todas
las metrópolis del orbe romano. Mas si nuestro autor
se descontenta de todas estas probanzas, y no quiere
eíitender la inscripción donde se halla escrito íN. LV-
DIS. HISPALENSIBVS. sean escuelas, sino algunas
fiestas, oiga lo que el más severo escritor de las cosas de
España dice en particular de las escuelas que habia en
Sevilla, llamándolas alcázar de la Sabiduría: sus pala-
— 393 —
bras, después de otras muchas: «Collegium Hispali cons-
truendum curavit juveníuti litteris et sapienti¿e studiis
imbuend<£, iinde tamqucm ex arce sapienti¿e plurimi pro-
dierunt.» ¿Qué más se pudo decir de Atenas? Nó sólo
habia escuelas en Sevilla, mas en ella florecían las len-
guas latina y griega, y todas las buenas artes y el len-
guaje puro y gracioso, de tal manera que ni aun en el
vulgo habia ignorancia de nada: así, aunque con más
elegantes palabras, lo dice Matamoros, canónigo que
fué de esta Santa iglesia, y uno de los primeros doctos
que fundaron la universidad de Alcalá de Henares, en
aquel docto tratado que hizo de las Academias de Es-
paña, hablando de aquellos antiguos tiempos: «Flore-
bant quoque Hispali latinee et grec¿e littera^ artes etiam
omnes humanitatis: unde et sermo facetus et nulla ni re
rudis erat nosiris hominibus. Hic noster Isidoras pr¿es-
tans ingenio ac diligentia doctrin¿e mirifice colebat.y> San
Leandro fué doctísimo, San Fulgencio fué eminente,
nó sólo en la Teología, sino en las lenguas latinas, grie-
ga y hebrea. De San Isidoro ya es notoria en toda la
Iglesia de Dios su generalísima sabiduría. Estos santos
y otros muchos que fueron sus discípulos, aprendieron
en Sevilla para ser eminentes en otras partes; pues ¿en
qué se funda aquel autor al llamar esfuerzo mío lo que
quizá es cortedad en materia tan notoria? pero es ya su
costumbre quitarlo á Sevilla para darlo á quien no lo ha
menester.
Desconténtase del testimonio de Platina en la vida
de Silvestre II: mas él es tan legítimo para el intento de
las escuelas que hubo en Sevilla, que sería cosa ridicula
5°
- 394 —
quererlo contrarestar, supuesto que en las antiguas ins-
cripciones de este autor se halla así: bórresele después
por juzgarse fué agravio de aquel Pontífice máximo,
que siendo monje floriacense vino á Sevilla á aprender
el arte mágica. Bien sé que el cardenal Benon, enemigo
suyo, por infamarlo aun después de muerto, lo escribió
y publicó así. Yo, y todos los que piadosamente sienten,
negamos que Gilberto, monje antes que fuese romano
pontífice, viniese á Sevilla á aprender tan execrables es-
tudios; pero nadie niega, si no es Martin de Roa, que
vino á esta ciudad á estudiar y aprender las artes libe-
rales, como en la universidad más florida que entonces
habia en el mundo se leian. Nó todos los que iban á la
universidad de Salamanca, cuando dicen que la Peña
Clemensin era escuela de aquella prohibida facultad, en-
traban en la Peña Clemensin, ni se puede decir que por
sólo oir en ella la arte mágica iban á Salamanca. En
cuanto al testimonio de Platina, no fué sólo él el que
dijo aquello. Tan antiguo ó más es San Antonio de Flo-
rencia, que lo afirmó en la parte historial; título XVI,
cap. I, § 1 8, dice: «.Demum claustrum exiens {Gilber-
íus) Hispaniam petiit: veniens que Hispalimy qu¿e nunc
Sibilia dicitur, ibidem diu mansit: hcec enim civitas tune
a Sarracenis tenebatur: quadrienium etiam ita imbibit
ut illas artes quas liberales vocant jam dudum oblec-
tas (i) in Galliam revocaret.» Ya se ve aquí cómo nó
sólo habia escuelas en Sevilla, sino que fueron el plantel
ó seminario de las que después florecían en París y
(i) Oblitas, s'tve obletas.
— 39S —
otras partes. Bien merece honroso lugar en esta averi-
guación Gonzalo de íllescas, que para escribir su Histo-
ria Pontifical es cierto averiguó y supo la verdad de k»
que escribia. Dice así en el lib. V, cap. I, hablando de
Gilberto, después Silvestre lí: «Fué monje cuando mo-
zo en el monasterio floriacense, y de allí dicen que vino
al estudio de las artes liberales y matemáticas á Sevilla,
á donde los moros entonces tenian una muy principal
escuela de todas ellas, y en ella aprendió consumadísi-
mamente todas las letras de humanidad y muchos secre-
to¿ de naturaleza, con lo cual alcanzó tanta fama y
nombre de letrado, que muchos principales lo codicia-
ron tener en su casa para que enseñase á sus hijos.» Lo
mismo dice Luis de Peraza en la Historia MS. alegada
en otra parte, y Morgado en la suya, lib. I, cap. XÍII,
y ya parece superfluidad hablar más en estas materias
de las escuelas de Sevilla.
Dice en el lugar citado Martin de Roa «que tiene
por ilegítimo el testimonio del mármol, y que hombres
doctos lo juzgan así, queriendo yo que sea título sepul-
cral y que el entierro hubiera sido en las escuelas, cosa
tan ajena de los romanos,» etc. Lo primero, quisiera sa-
ber quién son estos hombres doctos que se descontentan
de este mármol, porque en esta facultad conozco muy
pocos en España, y no sé que puedan decir sino lo que
yo dejé dicho en mi libro, qué el estrago del mármol no
da lugar á discernir con claridad la mente del que lo
puso, mas de que fué en las escuelas hispalenses donde
le pusieron cenotafio y estatua, si no sepultura; pero
cuando yo hubiese dicho que fué allí enterrado aquel
— 39^ ~
Lucio Vivió, hijo de Lucio, no me apartara de lo que
pudo ser; porque aunque es así verdad que los romanos
tenían ley en las Doce Tablas que prohibía enterrarse
dentro de ciudades, intra urbes ne sepelito, nevé urito^ y
el hacerlo era contra religión, esta ley no fué general en
las provincias, como parece de lo que doctamente pintó
Joan Kirmano en el tratado De Funeribus romanorum^
lib. II, caps. XXV y XXVI: y en la misma Roma ha-
llamos á cada paso quebrantada esta ley, pues dentro de
ella se enterraban muchos, como lo dijo Aurelio Pru-
dencio, lib. I contra Simmachum, que había tantos tem-
plos en Roma como había sepulcros, que fué grande en-
carecimiento.
«£/ tot templa Deum Roma quot in urbe sepulcra.»
Festo Pompeyo, en la voz argei, dice que eran unos
lugares dentro en Roma, llamados así porque en ellos
estaban enterrados ciertos varones ilustres de Grecia:
«Argei loca Rom¿e appellanlur quod in eis sepulii essent
quídam Argivorum illustres viri.i> La misma costumbre
había de enterrar en la ciudad las vírgenes vestales y
otras personas que por sus méritos y servicios hechos á
la república lo merecieron. Servio es buen testigo. «Im-
peratoreSy et virgines vestales quia legibus non teneren-
tur in civitate habent sepulcra.» Nó sólo emperadores,
sino también varones ilustres. Mejor Cicerón, lib. II De
legibus: «¿Quid, qui post XII in orbe sepulti sunt^ clari
viri?» Familias enteras se enterraban dentro en Roma:
de la familia Cíncia, Festo Pompeyo: «Cincia locus Ro-
ma ubi Cinciorum monumentum fuit.» De la Claudia,
Suetonio in Tiberio: nAgrum insuper trans Anienem
— 397 —
clientibuSy lucumque sibi ad sepulturam sub capilolio pu-
blice accepit.-» Si todo esto pasaba en Roma, ejemplar
y cabeza de todo el mundo, maestra de las ceremonias
de todos y de donde manaban las leyes, ¿por qué sería
maravilla que en las provincias, donde no se observaban
las leyes con tanto rigor, se le diese sepultura á una per-
sona ilustre en los gimnasios ó escuelas públicas? Es muy
peligroso juzgar por reglas generales; muchas veces se
engañará quien sin más discurso condenare por solas
ellas. En nuestra inscripción sevillana hallamos opuesta
la general costumbre, pero quebrantada muchas veces
en la misma Roma: las letras singulares T. R. P. IN.
LVDÍS. HISPAL. no daña entender que es sepulcro
y nó estatua, porque las mismas se hallan en otros mu-
chos cipos, que yo he visto, que no se puede negar sean
de sepulturas. Declárelas: «Titulus Requietorii Positus
In Ludis Hispalensibus.y> Vea á Kirmano De Fun. Ro-
mán. Mas si alguno siguiere la interpretación del P.
Marti;i de Roa, que quiere que diga Titulum Romula
Posuity no reñiremos por eso, pues de cualquier manera
queda averiguado que allí hay memoria de las escuelas
que hubo en Sevilla en tiempo de los romanos, que es
mi principal intento.
Dice el mismo «que no cabe en humano discurso
haber sido Triana Itálica.» Notables son las resolucio-
nes de este autor; mas ¿qué tiene que ver con su Prin-
cipado que lo haya sido ó nó? Pues basta decirlo refi-
riéndolo de otros, hombre tan docto y de todas mane-
ras grande como Antonio Agustin, para abstenerse de
tal encarecimiento. Las palabras de Antonio Agustin
- 398 -
son, en el Diálogo VIII de las medallas: «Venioad His-
palenses nummos et Italicenses, illam urbem Sevillam vo-
cant. Italicam vero Sevillam veterem, vel ut aliis placel
Trianam.)^ Sigo la opinión contraria en mi Corografía,
conformándome con la común que Itálica es Sevilla la
Vieja, que está á la vista de la misma Triana y en la
misma banda del rio; pero confieso juntamente que pu-
do ser Triana: y finalmente, estas poblaciones estuvie-
ron tan cerca unas de otras, que yerra poco ó nada el
que las hace todas una ó las confunde.
Al mismo intento de las cosas de Itálica le parece á
Martin de Roa que me contradigo, pues haciendo en
una parte á Lucio Racilio y Tito Basio y los demás ca-
balleros italicenses, sevillanos, después, para eximir á los
sevillanos de las culpas que César les cargaba, digo que
fueron allí culpados los de Córdoba y los de Itálica en
particular; de manera que para honrar á Sevilla los ha-
go sevillanos, y después, porque Sevilla no sea culpada,
los hago italicenses. Terrible c?sgo: grande nefas et mar-
te piandum, como si fuese cosa nueva y extraordinaria
que en una misma persona por diversos respetos con-
curran calidades contrarias. Respondo á este cargo que
la hazaña que los caballeros de Itálica acometieron que-
riendo matar á Quinto Cassio Longino, gran ladrón y
tirano de la tierra, nó sólo no fué delito culpable, sino
fué valor digno de tan ilustres caballeros, defensores de
la justicia y de su patria, por quien en esta hazaña es-
pusieron sus vidas al riesgo de la muerte; y aunque Ju-
lio César también era tirano, no era por tan ruin camino
como Q^ Cassio: pero con este hecho le dieron ocasión
- 399 —
bastante de tener sentimiento y queja de ellos, por estar
en esta provincia aquel pretor'puesto por él, y ser de
los que seguian su parcialidad, y así se quejó grave-
mente de los que en él pusieron las manos queriéndole
matar á puñaladas; y en este hecho, que pasó en Cór-
doba, y en la plaza pública, Hircio no dice que se ha-
llaron sino los italicenses, y Scapula de Córdoba; y así,
aunque aquella enojada ocasión que César tuvo en Se-
villa habla generalmente contra todos los andaluces,
aquella particular culpa que refiere no tocó más que á
los dichos caballeros: y esto en cuanto á su juicio y esti-
mación le llama culpa; mas juzgada la causa ahora y
siempre sin la ira de César, fué hazaña digna de inmor-
tal corona. Llamando yo, pues, á los hijos de Itálica
verdaderamente sevillanos, los alabo con justa causa, y
á la ciudad donde nacieron; y llamándoles italicenses
cuando acometieron la venganza de la patria contra el
malvado Quinto Casio, también los alabo, y con causa
superior; y en esto no hay encuentro ninguno, sino au-
mento de alabanza: mas el intento de Martin de Roa
no es hacerme á mí cargo de cosa tan pueril como me
opone, sino es no querer que Trajano, Hadriano, Theo-
dosio y la demás copia de varones ilustres sevillanos ó
italicenses no toquen á Sevilla, ni se juzguen por natu-
rales de ella; como si la distancia de media legua que
apenas hay de las últimas casas de la puerta Macarena
al despoblado Sevilla la Vieja la hiciesen distinta en la
naturaleza, siendo como es uno el terreno y la posición
de los astros celestiales una misma: y esta razón movió
al autor del Itinerario de Antonino en no poner distan-
— 400 —
cia entre Sevilla y Itálica, según buenos originales de
este autor y muchos impresos, que todos hacen por la
pretensión de los que dijeron que Triana es Itálica. Nó
porque el gran filósofo Séneca, su padre y sus hermanos
y sobrinos nacieron en Córdoba la Vieja, que dista de
la que hoy es una legua, se puede decir que no son na-
turales de esta ciudad de Córdoba, pues haber nacido
una legua de distancia no los hace ciudadanos de dife-
rente ciudad. ¿Quién le negó jamás á Virgilio haber si-
do natural de Mantua? Pues es cierto no nació en ella,
sino en una aldea ó pago de esta ciudad que se llamaba
Andes; por lo cual le llamaron muchos el poeta Andino.
Así le llama Silio Itálico.
deudosa camoenis
Andini -vatis
Este mismo nacimiento le da Eusebio Cesariense en el
Chrónico: «Virgilius Maro in -pago qui Andes dic'Uur^
haud procul a Mantua nascitur.y> Justamente se llamó
Mantuano y Andino: por la misma causa no se le pue-
de negar á Trajano y á los demás augustos y caballeros
que nacieron en Sevilla la Vieja que son sevillanos na-
turales propiamente, porque si vale lo que dice este au-
tor caerá en grandísimo inconveniente, que es no juz-
gar por una misma ciudad á Córdoba la vieja y á Cór-
doba la nueva; y que primero fué edificada Córdoba
en el despoblado de Córdoba la Vieja, donde nació Sé-
neca y toda su familia, es constante opinión del cronista
Morales, su muy aficionado historiador; y esta es la ver-
dadera recibida y común opinión de todos los hombres
doctos, y el mismo sitio lo manifiesta hoy dia. Sería lo-
— 40I —
cura decir: Séneca no fué de Córdoba. No se le han de
escasear á tan ilustres ciudadanos las honras que tanto
cabimento tienen en sus méritos, pues de los hijos que
cada una de ellas tiene, nó sólo se honra la provincia
Bética y toda España, sino que sobra honor para todo el
imperio romano, y para invidiar aquellos dichosos siglos
enriquecidos con la virtud y valor de tan ilustres hijos.
Tan poca justicia tiene Martin de Roa, como en lo
que se ha dicho, en lo que dice en el cap. II, fól 4: «Oue
aun los mismos bárbaros árabes, guardando este respe-
to, pusieron en Córdoba la cabeza de su reino^ que po-
cos dias estuvo en Sevilla, antes que ganasen y cono-
ciesen á Córdoba.» Aquí se olvida de la historia Mar-
tin de Roa, que siendo en este punto tan notoria y vul-
gar, no es creible no la haya leido. Córdoba se ganó
de los moros mucho antes que Sevilla, porque después
de la desdichada batalla de Jerez, en que acabó el rey
D. Rodrigo, y con él el reino de los godos, huyendo las
reliquias del ejército vencido, y viniendo en su alcance
el vencedor, pararon en Écija; y allí, volviendo á pelear
segunda vez, fueron vencidos los godos, y los moros sin
detenerse pasaron luego á Córdoba, y con el mismo
ímpetu y presteza la tomaron, siendo su caudillo Ma-
gueit, como lo dice el arzobispo D. Rodrigo, lib. III,
cap. XXI, y Morales, lib. XII, capítulos LXXIII y
LXXIV, sigi^iendo ambos autores al moro Rasis: y con
ser así que Sevilla fué la postrera ciudad de importancia
que se ganó, pusieron en ella los moros su primera cor-
te, de donde, como del más fuerte alcázar, todo su im-
perio recibió leyes: de esta manera lo dice Joan Maria-
51
— 402 —
na, lib. VI, cap. XXVII: nHispalis electa Maurici im-
■perii sedes at que jir mis sima arXy unde universa -provin-
cia jura dabantury>\ (i). Después los moros mudaron
su corte á Córdoba, donde estuvo por espacio de tres-
cientos años poco más ó menos, y se acabó del todo le-
vantándose en cada ciudad un rey. En Sevilla, uno que
era en ella juez, llamado Albucazin, que murió año 435
de la egira de Mahoma: después de él reinó Habet Al-
mocamus, su hijo, y el hijo de éste, que se llamó Maho-
mad Abenabeth, que fué padre de Zaida, mujer del rey
D. Alonso el VI, y se llamó María en el bautismo: éste
ganó á Córdoba y fué rey de toda la Andalucía, y tuvo
muchos lugares en Castilla, de los cuales dio parte á
Zaida en dote. Muerto este Rey en una batalla, comen-
zaron á remar los almorávides, que eran arabios de Lu-
tinia. En Sevilla reinó Ali Aben Axa, y en toda España
en aquella parte que los moros poseian, levantáronse
con el nombre de Miramolin ó Amixmunimin, que
sólo se lo llamaban los que en toda la morisma impera-
ban: el reino de Sevilla en la Bética perseveró hasta
Axataf, á quien lo ganó el santo rey D. Fernando. Todo
esto consta de la Historia délos Árabes que escribió el
arzobispo D. Rodrigo, caps. XLVIl y XLVIII, y de
Mariana, lib. X, cap. I, y debiera haberlo visto el P.
Martin de Roa para hablar con menos afición y más
atención en cosas tan notorias.-|*Tropezar en la verdad
manifiesta por buscar misterios donde no los hay, no es
seguro, como ni lo que en otra parte dice: «queCórdo-
(i) Lo escrito entre las dos f f está al margen en el original.
— 403 —
ba estuvo siempre tan llena de ciudadanos romanos, que
no tuvo necesidad que se supliese por privilegio de los
emperadores, como sucedió á Sevilla y Mérida.» En
esto se engaña, pues Cornelio Tácito, que refiere este
hecho, no dice que faltaban familias de ciudadanos ro-
manos en Sevilla ni Mérida, sino que fué merced que
les hicieron por tener estas ciudades tan poderosas gra-
tas, y valerse de ellas en las ocasiones de guerra que
siempre tenían, y esto era añadiendo á las familias anti-
guas otras de nuevo para hacer mayor el número, como
sucedió en Genova cuando trujeron aquellas porfiadas
guerras civiles, que á las veinte y ocho casas antiguas
nobles se añadieron trescientas, ó como pasa hoy en Es-
paña, que se dan muchos hábitos de las cuatro órdenes
militares, nó porque hay falta de ellos, sino por premio
de los caballeros y por tenerlos S. M. (Dios le guarde)
gratos para tantas ocasiones como dan los enemigos de
esta corona, ó por servicios ya hechos, que es lo más or-
dinario, y así sucedió á estas dos ciudades de Sevilla y
Mérida en tiempo de aquellos emperadores. Ni Justo
Lipsio dijo que esto se hizo por falta de ciudadanos, sino
porque tal vez lo solian hacer los romanos cuando la ha-
bia. Esta merced á Sevilla y Mérida no fué suplemento
ni falta, sino don y aumento. Las palabras de Tácito no
dan lugar á dudas: «Hispalensibus et Emeritensibus, fa-
miliar um adject iones Lingonibus universis civitatem ro-
manam provinci^e Batiere civi tales dono dedit.^y Perspi-
cua está aquí la verdad. Dono dedit^ dice, y nó suplevit
vel suplementum fecit, Merced fué de los Lingones dar-
les la ciudad, nó por falta de aquella gente; las ciudades
— 404 —
de iMauritania dadas á la Bética, no fué porque le fal-
taban á la Bética ciudades ni podian trasportarse las de
Mauritania á la Bética, sino por pagarle grandes servi-
cios que esta provincia hizo siempre al pueblo romano.
Esto queda sin pensamiento de duda con lo que dice
Wolfango Lazio en el lib. XII, cap. I, de la República
Romana^ hablando de este mismo privilegio, que podrá
ver el curioso si tuviere gusto y no quedare muy satis-
fecho (i).
En el fól. 42 dice: «Tanto Beto, tanto Hispalo,
tanto Tago que nó sólo oirlos hiere las orejas y cansa.
Pues ya los ensayes que hacen de Hércules, ya griego,
ya egipcio, ya gálico, que no hay rios, ni montes, ni
mares, ni ciudades donde no suene su nombre y asom-
bre su piel, y su maza á quien no ofenda?» En los ejem-
plos pasados bien se echa de ver que Martin de Roa
faltó en la diligencia y atención con que debia escribir:
mas en la primera parte de la proposición echo menos
la sinceridad de este autor, pues porque á Hispalo ó
Hispan se atribuyó la fundación de Sevilla ó su nom-
bradla, lo envuelve con Beto y Tago, porque Beto y
Tago son reyes de la creación de Joan Annio Viterben-
se, que por acreditar su Beroso ó su ficción, sin haberlos
hallado en autores clásicos, dicen que los fingió: á lo
menos todos los hombres doctos lo reprueban: mas
Hispalo ó Hispalis (que de ambas maneras se halla es-
crito en MSS. antiguos), cuyo nombre se halla en Jus-
(i) No es posible que Martin de Roa enmendó este tratado ni le
revido, porque él propio me dijo que no enmendaba ni revia, sino que
de una vez cúrrente cálamo escribía lo que imprimía.
— 405 —
tino ó el Abreviador de Trogo Pompeyo, jqué tiene que
ver con Beto y Tago? Implicar lo que se tiene por falso
ó fabuloso con lo que está acreditado con autores graves
y tiene por sí la aprobación de los siglos, no es oficio del
legal escritor. Desaforar lo verdadero ó lo que en la an-
tigüedad se tiene por tal, y desterrarlo á la provincia
de los sueños, no es acción del justo y recto juez. Si esto
vale, ¿cuál de los demás escritores que reverencia la an-
tigüedad estará seguro, ó dónde se podrá admitir tan
rigorosa censuraf^
No es menos digno de advertencia el enfado que
este autor toma en Hércules líbico, egipcio, griego, etc.
Si las memorias de Hércules !e desazonan es necesario
que haga Martin de Roa nuevo y nunca visto expur-
gatorio para que el nombre ó las nombradías de Hér-
cules se borren de Herodoto, Diodoro Sículo, Pausa-
nias, Dionisio Haücarnaseo, Estrabon, Plinio, Solino,
Tito Livio, Salustio y toda la mayor parte de los que
reverencian á Clio (que ya de los poetas no hacemos ca-
so), sopeña de que todo lo demás se tendrá por fabulo-
so. Si con tres ó cuatro Hércules se enfada Martin de
Roa, mande borraren Cicerón, de I^ atura Deorum^ los
cuarenta y tres que juntó; y si las nombradías de los
rios, montes y ciudades le cansan, necesario es un dilu-
vio universal segundo. ¡Pobre de la Lusitania, desdicha-
dos de los Pompeyos en Italia! Nunca hubiera habido
Ara máxima en Roma, ni templo famoso en Cádiz, ni
camino que atraviesa á toda España, ni ciudad Herá-
clea en el Estrecho. ¡Ojalá los sacerdotes gaditanos pe-
recieran con los Poticiüs y Pinarios de una vez, pues
— 4o6 —
sólo un enfado de Martin de Roa basta para deshacer-
los y aniquilarlos, y dichosa nuestra edad que goza de
un tan oportuno aunque muy tardío desengaño!
Jdo mwcJio cj^we oor/iprendib la inetrbpolis
d& jSevillcv antigua.
Pretende Martin de Roa en el cap. X, fóls. 49 y
50, que Córdoba fué metrópolis. Válese de Julián Pé-
rez, que así lo dice, y otras consideraciones que hace: y
porque este es honor de aquella ciudad no me pasa por
la imaginación contradecirlo, aunque estaba á cargo de
este autor declararnos cuáles y cuántos fueron los obis-
pos sufragáneos de Córdoba, y salvar la dificultad que
hace el concilio Calcedonense, en que se ordenó que en
una provincia no hubiese más de un metropolitano. Mas
como mi intento no es disminuir las grandezas de aque-
lla ciudad, no examino sus proposiciones. Lo que no se
puede poner en duda es que la iglesia de Córdoba y sus
obispos fueron siempre sufragáneos de Sevilla, hasta su
recuperación de los bárbaros: sería gloria de esta gran
ciudad que su arzobispo y primado de las Españas en
aquel tiempo tuviese por sufragáneo otro metropolita-
no. Mas pues la ocasión se nos ha venido á las manos,
servirá esta adición al cap. XII, y los consecuentes del
libro II de mi Principado., y constará cuan extendidos
— 407 —
fueron los términos del prelado metropolitano de Sevi-
lla, y cuánta fué su jurisdicción y autoridad. En tiempo
del papa Hormida extendió Sevilla su jurisdicción, nó
sólo por toda la provincia Bética, sino también por toda
la Lusitania. Esto consta por una epístola decretal de
este Pontífice á Salustio, arzobispo hispalense, que entre
otras palabras dice así: ^Suffragantibus igitur tibi tot
meritis p¿e solicitudinis et laboribus certe jam delectat
injungere, qu¿e ad nostri curam constant officii pertinere^
ut provinciis tanta longinquitate disjunctiSy et nostram
possis exhibere personam et patrum regulis adhivere cus-
todiam. Vi ees i taque nos tras per B^ticam Lusitaniamque
provincias, salvis privilegiis qu¿e metropolitanis episcopis
decrevit ant i quitas, pr¿esenti tibi auctoritate commitimus,
augentes tuam hujus participatione ministerii dignitatem,
relevantes nos tras ejusdem remedio dispensationis excu-
bias.yy Un poco más adelante le da facultad para que, si
á la causa común de la Religión conviniere, convoque
los obispos y haga concilio, y determine las controver-
sias, ajustándolas y en todo haciendo como está dis-
puesto por los santos cánones: «^oties universalis pos-
cit religionis causa, ad concilium se cunctifratres evocante
conveniant: et si quos eorum specialis negotii pulsat con-
tentiojurgia ínter eos obvorta compesce, discussa sacris
legibus determinando certamina.» Y aunque esta juris-
dicción es tan grande, es mayor la que da el papa Sim-
plicio á Zenon, arzobispo de Sevilla, en todas las pro-
vincias de España. Esta epístola decretal tiene así el so-
brescrito: «-Simplicius Papaad Zenonem spalensem epis-
copum. Decomissa illi vice apostolicce sedis in aliis His-
— 4o8 —
■paniarum ecclesiis.-^ Dentro en la carta: Dileciissimo pa-
tri Zenoni Simplicius. P lurimorum relatu comperimuSy
dilectionem tuam fervore Spiritus Sancti ita te ecclesi¿e
gobe?'natorem existere iit naufragia detrimenta, Deo auc-
tore, non sentiat: talibus idcirco gloriantes indiciis, con-
griium duximuSj -vicaria seáis nostra^ te auctoritate ful-
ciri, cujus vigore munituSy apostólica institutionis decreta
ve I sanctorum términos patrum nullo modo trascendi per-
mittas: quoniam digna honoris remuneratione cumulatus
est^ perquem in his regionibus divinus crescere innotuit
cultus. I)eus te incolumen servet carissime.» Bien se echa
de ver el gran celo con que este santo arzobispo de Se-
villa trataba las cosas de la Religión, nó sólo en su igle-
sia, sino que su ejemplo daba leyes á los demás, pues con
tan honoríficas palabras se lo gratifica el Santo Pontífi-
ce, dándole en toda España potestad de legado a latere.
-j^San Isidoro tuvo potestad del romano Pontífice para
hacer sus veces en cualquiera parte del orbe romano.
Esto consta de un libro antiguo manuscrito que se con-
serva en la catedral de Coimbra, cuyo título es: Avisos
ó monitorios. Allí: «ii Nonas Aprilis obitus Isidori his-
pal. epi.quiretinuit privilegia per annos X romana auc-
toritate firmata in omni térra romani imperii. Obiit Era
DCLXXiijy>-\ (i). Mas para que de una vez se sepa la
amplísima jurisdicción que tuvieron aquellos prelados
antiguos, añadiremos á lo dicho en mis Antigüedades lo
que después acá me ha ocurrido á la memoria y de nue-
vo he leido. Ya es cosa notoria en toda la Iglesia de Dios
(i) Lo entre estas dos señales •\'-^ estaba al miírgen del manus-
crito original, de letra del Dr. Rodrigo Caro.
— 409 —
que la santa iglesia de Sevilla desde el tiempo de los sa-
grados Apóstoles ha sido metropolitana de toda la pro-
vincia Bética, en cuyo distrito se contenian los obispa-
dos siguientes: itálica, Astigi, Corduba, Malaca, Ilibe-
ris, Egabro, Ilipla ó Elepla, Asidonia, Tucci, Utica,
Solia, Abdera, Asta, Iliturgi, Gades, Marchenaen tiem-
po de los mozárabes. Esto consta por los concilios de
España, antiguas historias y la división de Wamba y
Constantino. Esteban de Garibay, á quien los castella-
nos deben mucho y poco la Andalucía y menos Sevilla,
añade otros tres obispados: Sitalense ó Sitiense, Tueca
ó Tucci, que es hoy Mártos, y Castulo, que es Cazlo-
na. Véase en el lib. VIII, cap. XLI de su Compendio
historial. Ha sido negligencia de los escritores de Sevi-
lla, que siempre ha tenido pocos valedores de su gran-
deza antigua, pues los obispos de la Mauritania en Áfri-
ca fueron también sufragáneos de Sevilla y su metró-
poli. Esto consta por no menos auténtico instrumento
que el libro llamado Provincial, cuyo original se guarda
en la Cancelaría apostólica de Roma, y lo refiere y tras-
lada Pedro Rebuffo al fin de la Práctica beneficiáis por
estas palabras, en cuanto á Sevilla: «Jrchiepiscopus his-
palensis hos habet sufragáneos; Gienensis, Godicensis vel
Goden-Silvensis^ Marrochitani in África, Rubicensis.»
El tener Sevilla por sufragáneos los obispos de la Mau-
ritania parece haber nacido de más hondas raíces, por-
que el emperador Otón dio en donación, como ya diji-
mos, las ciudades de la Mauritania á la provincia Béti-
ca; y así, siendo Sevilla su antigua y general metrópo-
lis, parece que también le rindieron el vasallaje eclesiás-
— 4IO —
tico: y fué tanto el trato de la Andalucía con la Mauri-
tania, que le llamaban España Transfretana, España de
esa parte del Estrecho ó allende el mar. Esto consta de
Sexto Rufo y Honorio; y así, el conde de las Españas
ó su vicario visitaba aquella provincia, como parece de
los actos del martirio de San Servando y Germano. Des-
pués de esto, y habiendo los árabes conquistado la Áfri-
ca, los cristianos Mixtárabes que en Marruecos queda-
ron tuvieron aquel respeto y obedecimiento al arzobispo
de Sevilla, como lo tuvieron sus pasados: y nuestros ar-
zobispos favorecían y cuidaban de aquella pobre y arrin-
conada cristiandad. De aquí sucedió, que haciendo Te-
xufin, rey moro del bando de los malvados almoha-
des (i), crueles enemigos del nombre cristiano, general
expulsión de los obispos de esta provincia, año de 1126,
y habiendo permanecido hasta entonces arzobispo en
Sevilla y obispos en otras partes de la Bética, este año
fueron todos desterrados, y el arzobispo de Sevilla, por
la antigua amistad y conocimiento que tenía con los de
Marruecos, y ser sus sufragáneos, se fué allá con ellos.
Así lo escribe Julián Pérez, testigo de vista de aquellos
tiempos, en su Chronico^ en el año arriba dicho, por es-
tas palabras: uManserunt in B ¿etica episcopi HispaliSy
Corduba, Tucci cum christianis muzarabibus doñee lexu-
finus hoc anno 11 26 eos per suos duces marrochium jussit
ut transfretarentur.» Recuperada Sevilla por el santo
rey D. Fernando año de 1248, se continuó el trato,
amistad y correspondencia de los cristianos de Marrue-
(i) Almorávides.
— 411 —
eos con la de Sevilla, y los obispos de aquella ciudad
venian á ésta á los sínodos convocados por sus arzobis-
pos, y los cristianos seglares iban y venian tan de ordi-
nario de una ciudad á otra, que edificaron un barrio
fuera de los muros de Sevilla y le pusieron por nombre
Marruecos. Después los moros, desterrando los obispos
de toda el África, el de Marruecos se vino á Sevilla, y
se le dio de distrito y diócesis todo aquel barrio que se lla-
maba Marruecos, con unas hazas de tierra adyacentes, y
tuvo su iglesia catedral, que todo ello le rentaba seiscien-
tos ducados en cada un año; pero como los arzobispos
de Sevilla nunca ó muy raras veces ejercitan el pontifi-
cal, y siempre tienen y han tenido un obispo titular que
haga órdenes y confirme, venía á ser todo junto tres
mil ducados de renta, con que pasaban con alguna co-
modidad. De haber sido este obispo sufragáneo lo más
cercano á nuestra edad consta por la convocatoria que
D. Diego Deza dio año de 151 2, que comienza: «Nos
D. Diego Deza, por la miseración divina arzobispo de
Sevilla, con acuerdo y parecer de los venerables nues-
tros muy amados hermanos deán y cabildo de la dicha
nuestra Santa iglesia, determinamos hacer y celebrar
concilio provincial en esta insigne ciudad de Sevilla.
Para el cual mandamos llamar por nuestras cartas pa-
tentes de convocación á los reverendos en Christo pa-
dres é señores los obispos de Cádiz, Málaga, Sil ves.
Canaria y Marruecos, nuestros sufragáneos, é á los ca-
bildos,» etc. Esto duró hasta el año de 1570, que ha-
biendo muerto D. Miguel de Espinosa, último obispo
de Marruecos, se consumió su diócesis y obispado; y
-^ 412 -^
aquel barrio que hoy se llama San Telmo, y las hazas
de tierra vecinas, se adjudicaron al fisco del Santo Ofi-
cio de la Inquisición de esta ciudad para ayudar á se-
guir las causas de la fé. Hoy hay personas que viven y
conocieron la iglesia catedral, palacio obispal y un hos-
pital de convalecientes que allí habia, y vieron hacer
órdenes y ejercitar el pontifical á sus obispos, y con todo
eso para muchos viene á ser esto una cosa muy nueva,
con haber tan poco tiempo que pasó, por la poca aten-
ción que el vulgo pone en estas cosas tan dignas de no
olvidarlas.
Del obispado Rubicense en África, de que el libro
Provincial de la Cancelaría apostólica hace mención,
que también era sufragáneo de Sevilla como arriba vi-
mos,, no hallo más memoria que la que hace Víctor,
obispo Uticense, en el libro de la Persecución Wandáli-
cüy de que él fué testigo de vista, y allí le llama Rubica-
riense, que á lo que puedo juzgar estaba en la provincia
de Mauritania Cesariense, y lo pone Abraham Ortelio
en su Tesoro Geográfico.
El mismo olvido comprehendió también el obispa-
do de Jaén, en cuanto á que haya sido, después que se
recuperó de los moros aquella tierra, sufragáneo de Se-
villa; y no sabemos por qué causa ni cuándo se le adju-
dicó á la iglesia de Toledo, ni las historias de aquel rei-
no lo escriben; y es cierto y que no puede faltar la ver-
dad de. aquel libro Provincial: <.<Taníum ¿evi longinqua
vale mu tare vetustas.»
El obispado de Sil ves en Portugal há menos que
deja de reconocer esta Sede Hispalense, y no há cien
— 413 —
años que la reconocía; mas por el ordinario descuido de
los prelados, se ha perdido esta jurisdicción, y cada dia
se va perdiendo más, con notable menoscabo de la dig-
nidad arzobispal, y más cuando llega á ser tanta la des-
dicha, que á quien pertenece el mayor cuidado es el
que menos atiende, cargando el gobierno á sólo un
hombre indocto, ambicioso, y que no supo gobernar su
casa, y éste con gobierno despótico ha destruido la
autoridad de su dueño y la del arzobispado, quitando
ministros dignos y poniendo inméritos y mifdándolos á
su albedrío; pues lo que no se ha visto jamás, ni oido
decir, ha mudado en tres años ochó provisores y todos
los demás jueces y ministros inferiores, de todo lo cual
hablará con más libertad la posteridad; pero cuando ya
no tenga remedio, como ya no lo tiene lo que hasta
ahora se ha perdido (i). La razón, ó por mejor decir
la lástima, ha hecho correr la pluma lo que no pen-
saba.
Háse de añadir á la foja 84, lib. 11 de mi libro del
PrincipadOy lo que advierto aquí contra lo que dice
Martin de Roa en la foja 13 del suyo, en que declara
el epigrama de Ausonio y lo escribe á su modo. Dice
en una nota marginal: «Ausonio explicado en favor de
Sevilla.» No sé que haya dificultad alguna en este epi-
grama tal, que tenga necesidad de explicación, porque
todo él es llano y muy claro después de las declaracio-
nes que Elias Vineto hizo en sus comentarios á este
(i) Fué esto en el tiempo que fué arzobispo el Sr. JBorja, y aludí
ai Gobernador durante la ausencia del Prelado, en cuyo tiempo escribia
Caro. — N. del orig.
— 414 —
poeta. Después, en una nota marginal, dice Martin de
Roa: «y también de Córdoba». Si todos los hombres
doctos hubiesen de leer el libro del Principado de Cór-
doba no habia para qué hablar en lo mucho que alteró,
así en la inteligencia del epigrama de Ausonio, como en
la puntuación. Mas porque muchos no son tan doctos
ni versados en estas letras, será bien se vea cuánta vio-
lencia hace al texto, mudando, nó sólo la puntuación,
sino la escritura. Lo primero, hallándose en los ejempla-
res así marmscritos como impresos escrito:
Jure miht post has, memorabere nomen Hiberum
Hispalis, aquoreus, quam prceter labitur atinis,
Sumittit cui tota suos Hispania fasces.
Cardaba fion, non arce potens tibi Tarraco certant
¿luaque sÍ7iu pelagi jactat se Br acara di'ves.
El Padre Martin de Roa quita el punto redondo
de la última dicción del tercer verso y continúa con el
cuarto, hasta donde dice: Cor duba non^ y aquí pone
dos puntos: luego, donde en todos se lee certant ^ lee en
singular certat; y siendo todo esto violencia pública
contra la ley lulia peculatus, la hace mayor en la in-
terpretación del romance: porque diciendo Ausonio
que toda España se humilla y abate á Sevilla, que esto
&s sumittere fasces, stgun Budeo, y pasando luego á de-
cir que ni Córdoba, Tarragona, ni Braga pueden com-
petir con ella, atribuye esto que es de Sevilla á Córdo-
ba, diciendo:
Con tu grandeza no compite aquella
— 415 —
Cónloba, en cuya dignidad suprema
,c.-r<--«nn Ventajas reconoce toda España.
Aquí deja dudosa esta dignidad, y más parece que
el P. Martin de Roa se la quiere dar á Córdoba; mas
forzado de la claridad del epigrama, se declara en la
prosa, diciendo: «porque dando á cada una de las demás
ciudades Tarragona y Braga las ventajas que tenian pa-
ra engrandecer la comparación, debia también dar á
Córdoba la que tenía de ser cabeza de su España, con
que de todas partes encarecía la estima de Sevilla, pre-
firiéndola á las cabezas de las provincias, que en su
tiempo habia Citerior, Ulterior y Lusitania,» etc.
Tampoco vuelve sinceramente los versos, trasponiendo
la interpretación del verso tercero á que esté después de
el nombre de Córdoba, para atribuirle á ella lo que Au-
sonio dice de Sevilla. Vea el lector que gustare saber lo
que dijo Ausonio en Elias Vineto, su comentador, lo que
Martin de Roa innovó, nó sólo en cuanto á la interpre-
tación, sino cuántos puntos quitó y traspuso á su albe-
drío, y esto no es lícito. Los puntos, comas, incisos ó los
interrogantes, etc., son en las escrituras y libros como en
las ciudades y heredades y jurisdicciones los límites y
términos, las piedras sagradas que encaminan el senti-
do para que se entienda la mente del autor. Mudar es-
to es crimen ahora, y antiguamente lo fué capital. Su
cabeza devolvia á los dioses terminales quien los mu-
daba ó movia de su antiguo lugar. Estimaban los anti-
guos tanto estas piedras, que les hacian sacrificio, por-
que conservaban la paz pública. Si fuese lícito mudar
los puntos, combas, incisos, etc., en los libros, no estaba
— 4i6 —
la filosofía segura en Platón ni Aristóteles, ni la historia
en Tito Livio, ni las leyes en los jurisconsultos; todo
sería tinieblas y confusión. Contra Solem ne loquitor^ de-
cia Pitágoras: sol es la verdad. Mucho se desacredita
quien la quiere oscurecer y anublar y no adelanta el in-
tento que pretende.
I^OESZJLS
5-5
Á SEVILLA ANTIGUA, Y MODERNA
(Entre los preliminares del libro titulado — Antigüedades y principado de la
ilustríssima ciudad de S enjilla, y Chorographía de su conijento jurídico ó
antigua Chancilleria. — Sevilla, por Andrés Grande. — 1634.)
¡Salve, ciudad ilustre, honor de España,
Que entre todas al cielo te leuantas
Como el ciprés entre menudas plantas;
Del libio Ossiris la mayor hazaña,
Exemplar de valor y de grandeza.
Teatro de la ciencia y hermosura.
De una y otra nación perfección pura,
Y de todas primer naturaleza!
¡Oh suprema Metrópolis, quedando
Á España el nombre y ser que ambiciosa
Guarda, siempre lo estás acreditando!
¡Oh tú, siempre leal, siempre animosa.
Aun en los casos donde el premio engaña;
De humana ley respeto soberano,
Á quien no multitud de vulgo vano.
— 420 —
Solitado de rumor reciente,
Que siempre nueuos príncipes aclama,
Solicitó. Lo raro de tu fama
Suspendido en tus armas noblemente
Admiran el Ocaso y el Oriente:
Dígalo el Orbe Américo vencido
De tu inuencible gente;
Y el mar, con ñaues tuyas discurrido;
O el oro y plata que en un siglo solo
Te dio obediente el contrapuesto Polo,
Que al passo que tu mano lo derrama
Esparce tu valor parlera Fama.
Mas primero tu César te apellide
Ultimo premio de su humana gloria.
Pues fuiste tú su última vitoria:
O tú, igual población, desde el incierto
Fundador, ya sea Pan, Híspalo sea,
Ó Alcides, digno empleo de su idea.
Hasta el último huésped, cuyo acierto
Verá patria mejor quando te vea!
Siempre grande te vieron las edades
independiente al cetro de los dias.
De los tiempos burlar las monarquías.
De los hados vencer las variedades.
Hoy se erigen ciudades
Que ayer desiertos fueron ;
Hoy fábricas divinas.
Que á Olympo se atreuieron.
Venerables ruynas
Ó reliquias pequeñas
— 421 —
Apenas de su espíritu dan señas.
Tú sí te das (la antigüedad no engaña)
L'.sonja siempre próspera de España:
O fértil (merced es del soberano
Clima) nó solamente de aquel grano
Que coronó los méritos de Céres,
De Palas, de Pomona, de Lieo,
Que otros frutos más ínclitos adquieres;
Los hijos digo, que á la luz añades
Para vida inmortal de las edades:
Héroes repito tantos,
Que á Dios forman exércitos de santos.
Alce Pió primero tu bandera.
Pues debes á su luz tu luz primera:
Florencios dos, que triunfan en la Zona;
y Eulalia, que dio á Mérida corona,
Á tí confiessa su primero aliento.
Félix, Pedro Carpóforo y Abundio,
luán, Adulfo, Geroncio, Wistremundo,
Hermenegildos, Laureanos, Isidoros,
Leandros, Diegos, Instas y Rufinas,
Marías, Áureas, Verenes, Florentinas:
Que Dios, Seuilla en tus preciosas venas
Para el Cielo crió tantos tesoros
Quantas esconde el ancho mar arenas,
Quantas estrellas los celestes coros.
Tú, urna esclarecida de Fernando
Y teatro primero de sus glorias,
Miraste felizmente sus Vitorias;
y agora, libre del morisco bando.
— 4-22 —
De tu conquistador santo y valiente
Pyra eres poca, sí, pero decente.
¿Qué diré de tus hijos gloriosos
En quien no cupo el mundo lisongero,
Dos Teodosios, Augustos, verdadero
Crédito de las armas españolas''
¿Qué del justo Trajano, en cuyas partes
Naturaleza usó todas sus artes?
¿•Q_ué de Adriano valiente.
Sabio, Augusto, dichoso juntamente?
¿Qué de Silio, esplendor de la eloquencia,
Honor de Clio y gloria de Elicona?
Aun los Alarbes, que engendraste opressa,
Tu gymnasio heredaron,
Acreditando sabia medicina
Contra el Rey no fatal de Libitina:
Dígalo un Auicena, hijo tuyo,
A quien Grecia deudora se confiessa,
No sólo Arabia feliz. ¡Oh qué tarde
Te restauró tu ley! Alguna empresa
Te pudo agena hallar, mas nó cobarde.
¿Vio, pues, edad alguna
(Desafíalas todas una á una)
Más varón, más fiel, menos ageno
Que el mejor Guzman bueno.
Que el valiente Andaluz, león de España,
Néstor en paz, y Achiles en campaña?
¿Quién no me entiende? don Rodrigo Ponce.
Diga Ilíberis, diga si en su Alhama
Más sangre otra nación mejor derrama:
— 423 —
Occidentales Bárbaros valientes
Digan si no oluidaron
Su triste vencimiento,
Quando en el vencedor acreditaron
Glorioso, aunque ofendido, atreuimiento;
Ya en los males se hallaron accidentes.
Por quien son, aunque trágicos, decentes.
Mas ¿qué ocioso me acuerdo
De tus valientes hijos, si los sabios
(Á cuyo elogio la esperanza pierdo)
Prueuan en mi silencio sus agravios?
Discreta suspensión, descuydo cuerdo
Será el que selle presumidos labios.
Por no alabar entre cadencias mias
Los Montanos, los Foxes y Mejías.
En tí nacieron doctos, y letrados,
(Bien es que de sus méritos te acuerdes)
Alcázares, Pinedas, Maldonados,
Valderramas, Ruyzes, Castrouerdes,
Auilas, y gran copia que reserua
A mejor ocasión sabia Minerva.
Nuestro idioma en su beldad primera
Te aclama madre del diuino Herrera,
Príncipe fácilmente
De las Musas Iveras elocuente,
Á quien siguen Pachecos y Medinas,
Y cubren los galeros rutilantes
ínsula sacra á De^as, y Ceruantes:
Preside al gran Senado de Castilla
Vázquez de Arce, á quien Thémis le dio silla.
— 424 —
¡Saine, pues, religiosa,
Como fecunda madre en santo zelo;
Eliotropio del Cielo,
Á todas superior, quanto piadosa.
Celosa induzes en unión Christiana
Quanto la Fé para la Iglesia gana
Vínculo de ambos Orbes imperiosa,
Reyna del Mar, eternamente salue!
¡Salue, primera fábrica Española,
Madre de todas, hija de tí sola!
Sobrar cu para mil p eolios
81 fivego^ c^iv& en vuestra esfera
(o abe J'piaeio^ y sale fuera
Jl el rostro^ á el no^nbre^ á los lieelvos.
GLOSA XVIII
(En el certamen sexto de la — Relación de la fiesta que se hizo en Sevilla
á la Beatificación del glorioso San Ignacio, fundador de la Compañía de
lesus. — Sevilla, Luis Estupiñan, 1610. — Al fol. 66.)
Con las aguas del pecado
Perdió el mundo la salud:
Y estava tan ahogado,
Y tan falto de virtud,
Que casi uviera acabado.
Vos al coraron derechos
Rayos en amor desechos
Tantos, Ignacio, tirays,
Que el fuego, en que lo abrasays,
Sobrara para mil pechos.
Tal calor, tal claridad
Vuestro pecho y rostro inflama,
Que pierden su calidad
El fuego resuelto en llama,
Y el Sol en oscuridad.
— 4^6 —
Y para que su primera
Actividad verdadera
Buelva á tener dizeel dia,
Que en vuestro rostro estaría
El fuego, que en vuestra esfera.
Tanto al Niño Dios amays,
Que su Padre pareceys;
Y claras señales days
Que el que en la mano traeys
En el alma le criays.
Y a crecido de manera.
Que el que niño tierno era,
Es hombre ya, pero Dios,
Y esta es la causa, que en vos
Cabe Ignacio, y sale fuera.
Soys, Ignacio, fuego ardiente,
Y es ardiente fuego Dios:
Y piensa viéndoos la gente.
Que soys lESVS, porque vos
Lo traeys escrito en la frente.
Y es, que con lazos estrechos
Christo imprime nombre, y pechos
En vos, y su Magestad
Os sale con claridad
Al rostro, al nombre, á los hechos.
A LOS DOCTOS CENSORES
Y GiMNASIARCHAS DE LOS SAGRADOS JUEGOS HISPA-
LENSES, DECRETADOS EN HONOR DE EL BeaTO PaDRE
IGNACIO, LOS luSTADORES SlARENSES. S.
(En el certamen octavo de la misma Relación que la Glosa anterior.
Ful. Si.)
Aviendo el correo Silenio de alados pies, intérprete
de los celestiales, discurrido por varias ciudades de la
docta Turdetania, publicando el cartel de el solene certa-
men, llegó, cerca de las Calendas de Febrero, á hazer
este oficio al esplendidissimo municipio Siarense, de fun-
dación Tyria, lugar no del todo menospreciado de las sa-
gradas Musas. Fué en él oydo con gustosa admiración,
por la que tienen de las marauillas del Beatzssimo Pa-
triarca Ignacio, y de sus parecidos hijos. T para dar
muestras de el mucho y antiguo amor que al Sancto y á su
Religión tienen por antiguas obligaciones, le decretaron
estatua con acomodado epigraphe, y solene pompa. No pa-
reció se satisfazla con esto á la reputación de la patria;
y ass'i, algunos mancebos assaz entre los otros osados, que
se precian de hijos del Bétis, se ofrecieron á la Justa,
apadrinados más de la deuocion que confiados en las res-
— 428 —
plandecieníes armas. Piden ser admitidos como hijos pro-
prioSy los que en la destreza gimnica se reputan por age^
nos: y esperan conseguir su intento fauoreci dos de su ze-
losa humildad^ virtud á quien no corresponde el menor
premio, Salud. De Siaro, vn dia antes de las Nonas de
Febrero. M.DC.X.
CANCIÓN, III L
Si el ingenio tocasse, donde alcanza
El ardiente desseo lenguas hecho
Más que fuegos eternos la alta esfera,
El assumpto menor de tu alabanza
No uviera ¡o gran Ignacio! satisfecho
La voz más alta, y lengua más ligera;
Pues ¿cómo con grossera
Pluma tan alto volaré atrevido
A dezirde tus hechos milagrosos,
Y los de tus soldados valerosos,
Triunfadores del Orco y del olvido?
Mas si tavorecido
De tus virtudes soy, podré dezillas;
Y será singular nuevo portento
Que alcance, lo que intento,
Comentando de mí tus maravillas.
— 4^9 —
Mientras venganza, estruendo, sangre, espanto,
Kntre Iberos y Galos esparzia
Al pueblo de Pompeyo Marte ayrado,
Con un rayo divino ¡o furor sancto!
Que de la excelsa esfera baxaria,
(¿Quién pone duda?) fuyste derribado,
Para ser levantado
A dignidad de Capitán más fuerte,
Tanto al de Tarso en todo parecido,
Que el un guerrero y otro aveys caydo,
Y ambas vidas nacieron de una muerte:
Una dichosa suerte
Os cupo, de llevar á las naciones
En vasos de elecciones el dulce nombre
Del Redemptor del hombre.
Desde el Conopo oculto á los Triones.
Avia la meretriz de Babylonia
Con ponzoñoso halago convertido
Hombres en bestias fieras, y cruentas,
Más que las de Erimanto y Calidonia,
Que á la alma grey de Pedro con bramido
Amenazavan fiero, y con sangrientas
Garras presas violentas
El León osado sin defensa hacía.
Temblava el orbe ya sin esperan^'a,
Quando para tomar justa venganza
El Cantábrico Orón se apercebia
Con una Compañía
De escogidos Soldados peregrina,
— 430 —
Desnudo el cuerpo, el coraron armado,
Y el Capitán mudado
Clava en bordón, y piel en esclavina.
Viole; y temió primero Galia altiva.
Á tierra se arrojó en la Lybia Anteo.
Admiró Hesperia su orgulloso intento.
Rindió Albion su diestra vengativa.
Calladas sombras escondió Leteo.
Á Germania su voz causó tormento.
Perdieron el aliento
Las fieras, que la América infestavan.
Huyó el mónstro de .México quexoso.
Que á qualquier joven suyo victorioso
Las dos colunas fuertes passo da van;
Y que no se borravan
Sus caminos con piélago espumoso:
Que la pobreza menosprecie el oro:
Que llamen por decoro
Cruel la vida, y el morir piadoso.
Tal esplendor de sus virtudes vieron
Al cierto fin los siglos inclinados;
Tal fué su Religión, tal su doctrina.
Que (siendo Dios autor) á un tiempo fueron
El mundo, el tiempo, el hombre renovados
De Ignacio á nueva claridad divina.
Andava peregrina
Luengo tiempo de Athénas desterrada
Minerva, sin hallar su proprio assientoi
— 431 —
Mas fué restituyda á su ornamento,
De docta Compañía acariciada.
La virtud, desechada
Del trato ciudadano, tal concierto
Recibió, que se ven hechas ciudades
Las anchas soledades,
Y la frequencia popular desierto.
¿Oué se escondió á tus hijos, de la tierra.'*
¿Qué mares, grande Ignacio, más remotos?
¿Qué bárbaras orillas no pisaron.^
¿Dó con guerrera paz, ó blanda guerra.
Fuertes soldados ya, ya hechos pilotos.
El Lábaro de Christo no arbolaron?
Alegres escucharon
Su nombre Sancto la áurea Chersoneso:
Y Meliapor oyó nuevos Thomases.
Pidió la astuta China largas pazes.
Sintió Japón su fervoroso excesso.
Diéronle dulce beso
De paz la armada Persia, y Lusitania:
Y á la Cruz hizo reverencia propia
La tostada Ethiopia,
Quando la nieve ardia en Lituania.
Para tantas victorias, tanta hazaña,
Tantos trofeos, tanta maravilla,
¿Qué triunfo igualará, Ignacio Divino?
¿Ignacio Padre de la patria España?
¿Qué la gran Roma? ¿qué mayor Sevilla?
- 43^ —
¿Qué humana voz? ¿qué plectro peregrino?
Allá en el cristalino
Excelso Capitolio, donde assiste
Laureada de lESVS la COMPAÑÍA,
Glorioso triunfo harán con alegría,
Que no suspira allí captivo triste.
Allí el Sol Christo viste
La púrpura de eterna primavera;
Carro serán triunfal los Cherubines,
Palma los Serafines,
Que essa es de el fuego, Ignacio, propia esfera.
Canción, á Ignacio vuela; y si el aliento
Falta para decir lo que as sentido.
Di que el Genio oprimido
Fué de la gravedad del argumento.
A las Ruinas de Itálica,
D. R. C.
Éstas, Fabio, ¡ai dolor!, que ves aora
Ruinas, que esparzió rústico arado.
Fueron un tiempo Itálica famosa:
Itálica, colonia vencedora
De Scipion. Por tierra derribado
laze el temido onor de la espantosa
Muralla, y lastimosa
Reliquia es solamente.
De su invencible gente
Solas verás memorias funerales,
Donde erraron ia sombras de alto exemplo.
Caió el soberbio alcázar: caió el templo
De que confuso busco las señales.
El gymnasio y las thermas regaladas
Leves vuelan cenizas desdichadas.
Las torres, que desprecio al aire fueron.
(i) La copiamos con toda exactitud del MS. autógrafo, que debe-
mos á la amistad de la Sra. D.^ Carmen Caro, como el opúsculo inserto
á la pág. 147.
55
— 434 —
A maior pesadumbre se rindieron.
Este despedazado amphitheatro,
Impio onor de los Dioses, cuia afrenta
Renueva el amarillo jaramago,
la reduzido á trágico theatro,
¡O fábula del tiempo! representa
Quánta fué su grandeza y es su estrago.
¿Cómo en el cerco vago
De su rústica arena
Pueblo alegre no suena.^
¿Dónde (pues fieras ai) está el desnudo
Luchador? ¿Dónde está el atleta fuerte?
Todo despareció. Cambió la suerte
Vozes alegres en silencio mudo.
Mas aún el tiempo da en estos despojos
Espectáculos fieros á los ojos:
I miran tan confusos el presente,
Que vozes de dolor el alma siente.
Aquí nació aquel raio de la guerra,
Gran padre de la patria, onor de España,
César Óptimo Máximo Trajano,
Ante quien mudase postró la tierra,
Que ve del Sol la cuna, y la que vana
El mar de Atlante, y patrio Gaditano.
Aquí de Élio Adriano,
De Theodosio divino.
De Silio peregrino.
De oro i blanco marfil rodó la cuna.
- 435 —
Aquí el laurel i iedra coronaron
Á los que las naciones adoraron.
Á quien Roma rindió su alta fortuna.
Los que dieron al mundo iustas leyes,
I besaron su pié soberbios reyes.
Despareció su gloria: i no contento
El hado, aun no perdona el monumento.
Fabio, si tú no lloras, pon atenta
La vista en luengas calles destruidas:
Mira mármoles i arcos derribados:
Mira estatuas soberbias, que violenta
Nemesis humilló, iazer tendidas
I ia en alto silencio sepultados
Sus dueños celebrados.
Assí á Troia figuro:
Assí su antiguo muro.
1 á tí, Roma,á quien queda el nombre apenas.
¡O patria, o domicilio délos reyes!
I á tí, á quien no valieron justas leyes.
Fábrica de Minerva, sabia Athénas:
Aier emulación de las edades,
Oi cenizas, oi vastas soledades:
Que no os respetó el hado, nó la suerte,
¡Ai! ni por sabia á tí, ni á tí por fuerte.
la love de su augusta Providencia
Sea olvidado. Dejó el Genio su templo.
Dejaron los Penates sus altares.
Erynnis de iras llena, i de inclemencia,
— 436 —
De su furor renueva el triste exemplo,
I no harta, prosigue sus pesares
En los sagrados lares
Del augusto Trajano,
De el divino Adriano.
Mas eco ia con ronca voz doliente
Tal se quexa, que el caro nombre oido
De tanta ánima excelsa, en dolorido
Acento me responde tiernamente:
Sólo Silio cantar, llorar pudiera,
Su gloria, su desdicha postrimera:
Silio, hijo inmortal de esta ruina,
Que el imperio venció de Libitina.
Esta corta piedad, que agradecido
Guésped á tus sagrados Manes debo.
Les do i consagro: Itálica famosa:
Tú, si don tan pequeño an admitido
Las ingratas cenizas, de que llevo
Memoria eternamente lastimosa.
Permite, por piadosa
Usura á tierno llanto.
Vea el cadáuer santo
De Geroncio, tu mártyr y prelado:
Dame de su sepulcro algunas señas,
Y cabaré con lágrimas las peñas
Que ocultan su sarcóphago sagrado:
Tabla votiva offresco á su memoria.
¡Triste! que indigno soi de tanta gloria.
Goza en las tuias sus reliquias bellas,
Onordel mundo, invidia á las estrellas.
Á ALONSO días
(Sic.)
(En los preliminares de la Historia de Nuestra Señora de Aguas-Santas^
poema por Alonso Dias, natural y vecino de la ciudad de Sevilla.
— En Sevilla; por Matías Clavijo; año 1611,)
Oluídese de Estinphalia
Lo que de vno al otro Polo
Cantaron hijos de Apolo
En la Tempe de Tesalia.
Al fin tendrá fin Castalia,
Que no ay cosa permanente:
Mas esta sagrada fuente
Por tí, Alonso Dias, cantada,
Fué ante los siglos criada;
Y ansí, su eterno raudal
Hará tu nombre inmortal
Como sol no obscurecido
(Que por esso Dias te nombras)
Ni en las tierras de las sombras
Ni en las aguas del oluido.
IIsrX)IGE
Págs.
Composiciones latinas., ....... v
Al Lector ix
A D. Fadrique Enrriquez. ....... xi
Al Lector. .......... xv
Petri Cari. — Epigrama xix
Décima. .......... xix
Advertencia. ......... xx
días geniales o lúdicros
Dialogo I.
Introducción. ......... 3
Párrafo I. Del pentathlo ó quinquercio y del correr. . . 21
s> n. Del circo y juegos circenses. . . . . 25
» III. Prosigue la materia del correr y de los toros y
juegos de cañas, y su origen. . . 31
s» IV. Del salto y la saltación 50
Diálogo II.
Párrafo I. . . . . . . . . . . 69
» II 76
Párr.MII.
» IV.
Párrafo
Apuñearse, á que llamaban pugilato, y de cómo
los muchachos ejercitaron el pentathlo.
V. Moderación de la disciplina y juegos.
Diálogo III.
II. Nuestro autor prosigue con los juegos de esta
manera. .......
» III. Modo de jugar á la Taba.._
» IV. Dados y Tesseras.
» V. De las Damas y el Axedréz,
Págs.
1-9
138
143
Diálogo IV.
Párrafo I. De la Morra, Micacion, Trompos y Peonzas
» II. De la Pelota
» III. Otros juegos de Pelota. .
» IV. Hogueras de la noche de San Juan
» V. De los Corros. ....
» "VI. Instrumentos del Corro. .
188
196
Dialogo V.
Párrafo 1 2^07
» II. Darse grita 217
» III. Otras burlas señalando con las manos, y poner
nombres. ....... 223
» IV. Otros juegos que trae Julio Pólux. . . . 228
» V. Llevar el gato al agua, y otros juegos. . . 241
» VI, — Juegos de los Panes, Bolillo, de los Pretendien-
tes de Penélope y otros muchos. . . . 256
Diálogo VI.
Estimación de los muchachos, mayas y sus ritos. 275
Columpios y otras fiestas de mujeres.. . . 290
Consejas: la Mala cosa: el Diablo Cojuelo. . 297
Dioses de los muchachos. Muñecas. , . .310
Juguetes de los muchachos. . . . .318
Cantares de los muchachos. Nina, nina, y Lala,
lala 3*5
árra
fo I.
»
II
»
III.
»
IV.
»
V.
»
VI.
Pár.° VII. Disputan los interlocutores si conviene que se
sepa y publique esta plática. . . . .334
VARIOS TRATADOS
Antigüedad del apellido CARO 347
A la villa de Carmona. — Silva. ...... 365
Respuesta á algunas cosas que escribió el P. Martin de Roa. . 375
El libro de las Etimologías es de San Isidoro, arzobispo de Se-
villa 388
Lo mucho que comprendió la metrópolis de Sevilla antigua. . 406
POESÍAS
Silva á Sevilla antigua y moderna.. ..... 419
Glosa á San Ignacio, fundador de la Compañía de Jesús. . 425
Canción al mismo Santo 427
A las ruinas de Itálica. — Canción. ..... 433
Á Alonso Dias. — Esparsa 437
56
Fué impreso por primera vez este libro titulado
días geniales ó lúdicros, del Li-
cenciado Rodrigo Caro, en la ciudad
de Sevilla, en la Oficina tipográfi-
ca DE EL MERCANTIL SEVI-
LLANO.— Acabóse á vein-
te días del mes de Fe-
brero DEL AÑO
1884.
SOCIEDAD
DE
BIBLIÓFILOS ANDALUCES
(Las impresiones de esta Sociedad fueron premiadas con medalla y di
ploma en la Exposición Universal de Filadelfia.)
Sermo. Sr. Duque de Montpensier.
Serma. Sra. Condesa de París.
1 Excmo. Sr. D. Pascual de Gayangos.
2 Sr. D. José M." Asensio.
3 » Francisco de B. Palomo.
4 y) Mariano Pardo de Figueroa.
5 La Biblioteca Colombina.
6 Excmo. Sr. D. Joaquín de Palacios y Rodríguez.
7 Sr. D. Antonio G. Delgado Otero.
8 Excmo. Sr. D. Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca.
9 William Stirling Maxwell.— Bart.
10 Fréderic William Consens. — Esq.
11 Robert S. Turner. — Esq.
12 Mr. Adolfo Federico Schack.
13 Excmo. Sr. D. José Lamarque de Novoa.
14 Sr. D. José de Hoyos.
15 » Gonzalo Segovia y Ardizone.
16 » José Buiza y Mensaque.
17 « Modesto de Castro.
18 » Manuel Urzay.
Ig Sr. D, Manuel Andérica.
20 » Mariano Zabálburu.
21 « Antonio Charlain.
22 » Francisco García Portillo, Pro.
23 Excmo. Ayuntamiento Constitucional de Sevilla.
24 » Sr. D. Manuel Laraña.
25 Sr. D. Leocadio López.
26 El mismo.
27 El mismo.
28 Sr. D. Joaquín Guichot.
29 » Narciso J. Suarez.
30 « Luis Vidart.
31 » Francisco CoUantes,
32 Excma. Diputación Provincial de Sevilla.
33 Sr. D. Luis Montoto.
34 rt Francisco Mateos Gago, Pro.
35 Excmo. Sr. Marqués de la Fuensanta del Valle.
36 Biblioteca Provincial de Sevilla.
37 Excmo. Sr. D. Alejandro Groizard.
38 Sr. D. Francisco A. Barbieri.
39 » José Escudero de la Peña.
40 » José A. de Balenchana.
41 » Federico Rubio.
42 Excmo. Sr. D. Antonio M. Fabié.
43 Sr. D. Rafael Laffite y Castro.
44 » Antonio Sendras y Gambino.
45 » Francisco González Alvarez.
46 Venerable Archdeacon Churton.
47 Excmo, Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo.
48 rt )) Marqués de Valmar.
49 Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
50 Excmo. Sr. Marqués de Casa-Loring.
51 Sr. D. Manuel Gómez Imaz.
52 » Salvador González Montero.
53 Excmo. Sr. Duque de Veragua.
54 Sr. D. Francisco Caballero Infante.
55 » José Vives Ciscar.
56 )) Cayetano Fernandez, Pro.
57 » Antonio Picardo.
58 » Ricardo Heredia.
59 » Manuel Noriega.
60 » José de Palacio Vitery.
61 » Juan N. de Acha.
62 El Casino Sevillano.
63 Escuela de Medicina de Sevilla.
64 Sr. D. Juan Rodríguez.
65 » Pedro Borrajo de la Bandera.
66 Sra. D.^ Mercedes de Hoyos y Hurtado.
67 Sr. D, Rafael Tarascó.
68 El mismo.
69 Sr. D. Vicente Barrantes.
70 Excmo. Sr. D. Gaspar Nuñez de Arce.
71 Sr. D. Gregorio de la Maza.
72 )) Jacobo López Cepero.
73 Sres. Duland y C*
74 » Hijos de Fé.
75 Los mismos.
76 Excmo. Sr. D. Alejandro Llórente.
77 Biblioteca de la Real Academia de la Lengua.
78 Excmc. Sr. D. Andrés Parladé.
79 » » Conde de Casa-Galindo.
80 Mr. Henry Harrisse. — Esq.
81 Jhon Forster. — Esq.
82 Sres. Gerolty C.»
83 » A. Asher, and C.°
84 Sr. D. Fernando Fé.
85 El mismo.
86 Sr. D. Francisco Miranda é Iturbe.
87 Excmo. Sr. Marqués de San Román.
88 Sr. D. José Ivizon.
89 Sr. D, Ramón Sicar.
90 » José Llordachs.
91 )) Juan Llordachs.
92 Sres. Viuda é Hijos de Cuesta,
93 Los mismos.
94 Sr. D. Federico de Amores.
95 La Escuela Normal de Sevilla.
96 Excrao. Sr. Conde de Casa- Valencia.
97 » » D. Juan Valera.
98 Sr. D. Ramón Mata.
99 » Enrique Barón y Zea Bermudez.
loo El Círculo de Labradores de Sevilla,
loi limo. Sr. D. Servando Arbolí, Pro.
102 Sr. D. Luis González de Burgos.
103 limo. Sr. D. Francisco Bermudez Cañas, Pro.
104 Excmo. Sr. Duque de Alburquerque.
105 » i) Marqués de la Torrecilla.
106 Sr. D. Antonio Marino.
107 » Fernando Holm.
108 Mr. Gustave Adolphe.
109 Sres. Rtíinwald y C
no Sr. D. M. Alordá.
1 1 1 Excrno Sr. D. José Nuñez de Prado,
1 12 Sr. D. Antonio Benitez de Lugo.
1 1 3 Ateneo Científico y Literario de Madrid.
1 14 Sr. D. Alonso Mesía de la Cerda.
115 Excmo. Sr. D. Enrique Leguina.
1 16 El Instituto Provincial de Huelva.
1 17 Sr. D. José García y Guerra.
1 1 8 Círculo de la Amistad de Córdoba.
119 Ayuntamiento de Montilla.
120 Sr. D. José M." Sbarbi, Pro.
121 » Francisco de B. Pavón.
122 La Biblioteca de Strasburgo.
123 Sr. D, José Enrique Serrano.
124 El mismo.
125 Sr. D. Mariano Murillo.
126 Casino Industrial de Córdoba.
127 Ayuntamiento de Montoro.
128 Excmo. Sr. Conde de Torres-Cabrera.
129 Sr. D. José Gascón y Moroder.
130 Ayuntamiento de Lucena.
131 Biblioteca del Instituto Provincial de Sevilla.
132 Excmo. Sr. D. Manuel de Peralta.
133 Sr. Vizconde de Bétera.
134 El mismo.
135 Excmo. Sr. Conde de Toreno.
136 » » Marqués de Viluma.
137 Sr. D. Marcelino Menendez y Pelayo.
138 Ayuntamiento de Córdoba.
iSg Biblioteca de la Universidad de Bonn.
140 Biblioteca del Ministerio de Marina.
141 Sr. D. Luis Carmena.
142 Real Biblioteca de Munich.
143 Sr. D. Carlos Fernandez Pasalagua.
144 )) Alejandro Andrés Cossío.
SOCIEDAD
DE BIBLIÓFILOS ANDALUCES
para la publicación de obras inéditas
y repetición de ediciones agotadas, especialmente de los ingenios
de las provincias andaluzas.
OBRAS PUBLICADAS
PRIMERA SERIE
I. Historia de los Reyes Católicos, por Andrés Bernaldtz, cura de los
Palacios, con Prólogo del Excmo. Sr. D. Fernando de Gabriel
Ruiz de Apodaca. — Dos tomos, 50 rs.
II, Obser-vaciones del Ldo. Prete Jacopin á las Anotaciones de Fernan-
do de Herrera á las obras de Garcilaso, con una introducción
del Sr. D. José María Asensio. — Un tomo, í6. (Agotada.)
III. Don Fernando Colon, historiador de su padre, por el autor de la Bi-
blioteca Americana Vetustíssima. — Un tomo, 20. (Agotada.)
IV. Pedro de Alcocer. Relación de las Comunidades de Castilla, ilus-
trada por el Sr. D. Antonio Martin Gamero. — Un tomo, 16.
(Agotada.)
V. Adiciones á las Poesías de Rioja, en su edición de Madrid, 1867, por
el Sr. D. Cayetano A. de la Barrera y Leirado. — Un tomo, 8.
(Agotada.)
VI. Ariño. Sucesos de Sevilla de 1592 á 1604, con Introducción, notas
y adiciones del Excmo. Sr. D. Antonio María Fabié. — Un to-
mo, 40. (Agotada.)
VII. Cancionero de Sebastian de Horozco, ilustrado por el Sr. D. An-
tonio Martin Gamero. — Un tomo, 34. (Agotada.)
VIII. Descripción de la Galera Real del Sertno. Sr. D. Juan de Austria,
por el maestro Juan de Malara. — Un tomo, 46.
IX. Don Claris el de las Flores, por D. Jerónimo de Urrea, con Prólogo
del Sr. D. José María Asensio. — Un tomo, 30. (Agotada.)
X. Discurso de la Comunidad de Sevilla, año 1520, con Prólogo del
Sr. D. Antonio Benitez de Luso. — Un tomo, 20.
/\>J
XI. Los restos de Cristóbal Colon. Disquisición, por el autor de la Bi-
blioteca Americana Vetustíssima. — Un tomo, 4.. (Agotada.)
XII. Tratado de la Sublimidad, de Dionisio Casio Longino, traducido
directamente del griego por D. Miguel José Moreno. — Un to-
mo, 36.
XIII. El Culto Sevillano, por el Ldo. Juan de Robles. — Un tomo, 32.
(Agotada.)
XIV. Me?7iorial de Utrera, por el Ldo. Rodrigo Caro, con Prólogo del
Sr. D. Marcelino Menendez y Pelayo. — Un tomo, 44.
XVJ Dias geniales ó lúdicros, por el Ldo. Rodrigo Caro. — Un tomo, 42.
SEGUNDA SERIE
I. Sebastian de Horozco. — Obras dramáticas inéditas. — Un tomo, 5.
(Agotada.)
II. Luis de Miranda. — Comedia pródiga, ilustrada por el Sr. D. José
María de Álava. — Un tomo, 6. (Agotada.)
III. ¿Miguel de Cer--vantes?—Conitá\3. de la Soberana Virgen de Gua-
dalupe — Un tomo, 2. (Agotada.)
IV. Francisco Gerónimo Collado. — Descripción del túmulo y relación
de las exequias que hizo la ciudad de Sevilla en la muerte de
Felipe II, c^n Prólogo del Sr. D. Francisco de B. Palomo. —
Un tomo, I 5.
V, Obras de D. Félix Rei?ioso, con una noticia biográílca por el señor
D. Antonio Martin Villa. — Dos tomos, 40. (Agotada.)
VI. Juan de Salinas. — Poesías. — Dos tomos, 32. (Agotada. j
VII. Sermones del Loco Amaro. — Un tomo, 4.
VIII. Poesías de B. del Alcázar.— Un tomo, 14.
EN PRENSA
Se-uillana medicina, escrita por Maestre Juan de Aviñon, físico
del rey D. Pedro I. — Publicada por Nicolás Monardes en
1545-
Itálica, por el P. Fernando Ceballos.
Don Ciar i sel de las Flores. — Tomo II.